Cielito lindo dos

Rita, Evelia y yo seguimos disfrutando.

  • C I E L I T O L I N D O D O S -

Tal vez porque juzgó que era necesario darle una oxigenada a la envidiable etapa que disfrutábamos o seguramente por razones estrictamente familiares Evelia decidió ir a Suecia, a pasar una temporada al lado de su hija, por un período de tres semanas. Desde antes de su partida Rita y yo habíamos convenido que trataríamos de mantener la misma convivencia que llevábamos antes de involucrarnos con ella, sin embargo, desde antes de ausentarse comenzamos a imaginar lo mucho que echaríamos de menos su presencia y todo aquello que hacía tan gratificantes nuestros momentos de intimidad.

Los tres decidimos faltar al trabajo el día previo a su partida y nos quedamos en casa, con la intención de permanecer juntos todo el tiempo que fuera posible sin hacer nada, simplemente haciéndonos compañía, tratando de compensar, inconscientemente, el tiempo que dejaríamos de vernos. Para las siete de la mañana ya estábamos de pie, tomamos la ducha juntos en silencio y decidimos quedarnos desnudos deambulando en la casa. Rita puso música de Madredeus y envueltos en los magníficos acordes que hacían marco a la extraordinaria voz de su cantante, el tiempo que transcurría se hizo más tolerable. Posteriormente Evelia optó por la terapia ocupacional y se puso a revisar macetas. Cuando estaba de espaldas, cortando hojas secas de las plantas, me aproximé a ella y la abracé por detrás, rodeando su cuerpo con mis brazos, estremeciéndose al sentir el rigor del abrazo. "Así quiero sentirme siempre en tus brazos", manifestó, ciñéndose a mi cuerpo. Por la tarde decidimos ver una película que nos hiciera reír, y nos tiramos en el sofá, poniéndose cada una a mi lado, frente a la pantalla, para seguir los enredos y locuras de los protagonistas de la cinta que habíamos elegido. Nos quedamos dormidos y desperté a las nueve de la noche al sentir que alguien hurgaba mis partes; era Rita que se daba a la tarea de estimularme con su boca. Evelia, también estaba despierta y hacía suya la cueva de mi mujer.

¿Qué posición te gusta más para coger? – preguntó Rita a Evelia, haciendo un paréntesis en la faena que realizaba para enderezar mi lanza.

¡Todas...! Siempre y cuando yo esté de acuerdo – respondió la aludida, una vez que llevó a mi mujer a un punto adecuado de excitación y preguntó a su vez: - ¿Y tú cuál prefieres?

Sin lugar a dudas: la de perrito. Me fascina ponerme en cuatro a la espera de la embestida de mi macho, permaneciendo a la expectativa pensando cual de mis orificios escogerá para iniciar la penetración esta vez - señaló Rita apuradamente, cimbrando su cuerpo por el tratamiento de que era objeto.

La espléndida manipulación que Rita desplegó en mi tronco así como el excitante espectáculo de verla interactuar con Evelia habían logrado prenderme, por lo que decidí incorporarme al devaneo que realizaban encima del sillón. Era espléndido observar sus cuerpos entrelazados, ofreciéndose mutuamente para aturdirse de placer. Frotaban sus entrepiernas, uniendo sus cuevas, frenéticamente. Mis manos pasaban de una desnudez a otra entre traseros generosos, rajas inflamadas y tetas de puntas endurecidas, oprimiendo, hurgando, introduciéndose en algunas partes y coadyuvando a elevar el éxtasis del grupo. Ahora era Rita quien apoderada de la grieta de Evelia, le hacía una espléndida faena con la boca haciendo que ésta prácticamente enloqueciera de placer. Me acomodé para hacerle a mi mujer el mismo tratamiento que le daba a Evelia y en cuestión de minutos estábamos inmersos en un maravilloso juego. Bastaron unos minutos para que tanto una como la otra empezaran a convulsionarse y a gritar como locas, una vez alcanzada a la cúspide del placer.

¡Ay, mujer! Cada día tienes más habilidad mamando chochos, hiciste que me viniera en unos cuantos lengüetazos - exclamó Evelia, en los estertores del orgasmo que acabara de disfrutar.

Yo casi me desmayo mientras me venía una y otra vez, por la mamada tan rica que me hizo mi garañón – secundó Rita, con la respiración todavía acelerada.

Allí quedé, con mi instrumento apuntando al aire, escuchando los comentarios que hacían mis mujeres. Qué bellas se veían después de haber disfrutado.

Ponte en el sofá y no te muevas, nosotras te haremos gozar – indicó Evelia, señalándome que tomara asiento.

Me tumbé en el mueble a la expectativa de lo que ellas traían en mente. Se aproximaron a mí y una y otra se dio a la tarea de palpar mi cuerpo con su lengua de arriba abajo. Lo hacían detenidamente, como queriendo descubrir algún resquicio por el que no habían surcado. Quise tocarlas pero me señalaron que no debía meter las manos, que ellas harían todo el trabajo. Una vez que juzgaron haberme llevado a un punto de excitación culminante, Evelia se montó en mi tranca y Rita hizo lo mismo, pero en sentido inverso, aprontándome su chocho a la boca. Luego cabalgar espléndidamente el tiempo suficiente, Evelia descendió de su cabalgadura y dejó que Rita tomara su lugar, acercándome su raja palpitante para que le diera el mismo tratamiento que recibía su compañera de faena. Ambas se fundieron en un abrazo y rodaron en el lecho, uniendo sus entrepiernas.

¡Mira que bien se acoplan nuestras puchas! – señaló Rita entre jadeos, apurando el ritmo de su acometida.

Ante la inminencia del clímax reflejado en el rostro, Evelia se acercó a mi rostro, manipulándose el clítoris vigorosamente, al tiempo que Rita hacía lo mismo con una mano y con la otra tomaba mi tranca para pajearla, y en esta circunstancia alcanzaron la culminación permitiéndome el goce de verlas orinar espléndidamente encima de mí.

La primera noche sin Evelia fue soportable: Rita y yo nos estrechamos en un abrazo amoroso para dormirnos, sintiendo la tibieza de nuestros cuerpos desnudos. A la mañana, al abrir los ojos y sentir la gratificante desnudez de mi mujer al lado, no resistí la tentación y comencé a recorrer su cuerpo con manos y boca para excitarla.

¿Qué hace esta cosa dura entrando y saliendo de mi cueva como Pedro por su casa? - comentó Rita, simulando un reproche, moviendo su pelvis para acoplarse a ritmo de mis embestidas.

Darte placer…- agregué, ciñéndome a ella.

A la semana de haber partido, Evelia se comunicó con nosotros, a través de la webcam. Fue un tanto extraño mirarla por ese medio.

¡Hola encantos! No se imaginan como los echo de menos desde estas lejanas tierras y, en este momento que los estoy mirando, desearía estar empernada en medio de ustedes y toquetear sus partecitas, que tanto me gustan, y ponerlos bien cachondos y urgidos de comenzar la orgía. Nunca creí que el sexo fuera tan adictivo; prácticamente me la vivo cogiendo y siempre tengo ganas. En el tiempo que he convivido con ustedes he disfrutado un mayor número de orgasmos que durante quince años de casada. … Aproveché que mi hija y su pareja fueron a acampar al bosque por unos días para ponerme a chatear con ustedes con entera confianza. Así que los invito a ponernos cómodos; esto es: vamos a encuerarnos; así que quiero verlos como vinieron al mundo, como yo lo hago en este instante; y como no tengo la fortuna de estar con ustedes y regodearme con cada uno, al menos concédanme la dicha de verlos coger a través de la webcam y soñar que participo en la experiencia…¡Andale Rita! Mueve tu espléndido trasero y empieza a mamarle la tranca a tu marido que está huérfana de caricia – apuró Evelia, llevando a su boca el miembro artificial que tenía en las manos, para disfrutarlo magníficamente frente a la cámara.

Atendiendo la petición, que más bien sonaba como una orden terminante, Rita y yo nos despojarnos de nuestra vestimenta y en un instante estábamos tal como Evelia aparecía en la pantalla. Era una sensación extraña verla desnuda a través de ese medio. Sin embargo aparecía con la misma hermosura y sensualidad de siempre.

¡Ay Evelia! No se si disfruto más la mamada que me practica Rita o la que tú haces ante la cámara – expresé a viva voz, tanto por el placer que experimentaba en carne propia así como por el que miraba al mismo tiempo.

En lo que Rita manipulaba y succionaba mi lanza con habilidad, Evelia deslizó el pene artificial con el que jugaba a lo largo de su cuerpo y, separando las piernas, comenzó a presionar los labios de su hendidura tratando de introducírselo. Una vez que engulló el cuerpo extraño lo fue sacando y metiendo lentamente en su interior, al tiempo que movía su pelvis acompasadamente. Yo no perdía detalle de las habilidades que Evelia desplegaba al otro lado del mundo, y lo disfrutaba con la misma intensidad como si estuviera allí a nuestro lado.

¡Rita, acerca tu trasero a la cámara y sepáralo con las manos para ver si tu hoyito oscuro sigue igual de hermoso! - solicitó Evelia entre gemidos, sin dejar de manipular en su vientre el miembro artificial.

Rita se puso de espaldas, luego de algunos movimientos de retiro y acercamiento ante la cámara, a petición de Evelia, para ofrecer una visión apropiada de su anatomía, Rita se sintió excitada en extremo de participar por primera vez en ese atisbo a distancia y a medida que escuchaba la voz de Evelia incitándola a continuar, actuaba más animada.

  • Qué bien luce tu trasero, cariño, siento la misma emoción que tuve la primera vez que te vi encueradita y empinada, ofreciéndome tu irresistible hoyito – expreso Evelia con voz agitada y agregó:- ¡Qué maravillosa vista tengo desde aquí! Ponte a modo para que tu macho te la deje ir por ese apretado orificio y te haga gozar como loca y ruegues que la penetración cada vez sea más intensa, hasta que consiga hacerte venir entre gritos

Qué maravillosa te ves, Evelia, y con sólo escucharte me he calentado tanto que estoy a punto de venirme – expresó mi mujer con voz trémula, después de observarla unos instantes.

¡Por favor, no se te ocurra acabar primero que nosotros! Permítenos a tu marido y a mí terminar contigo… ¡Qué esperas, hombre, para encajar tu primoroso tronco en esa preciosura de hoyo! – apremió Evelia, aumentando el ritmo del estímulo que se daba con el pene de plástico, al tiempo que se manipulaba el clítoris con la otra mano.

Rita se puso a modo para el acoplamiento, levantó la cadera abriendo sus glúteos, ofreciéndose toda a la espera de la acometida. Me puse detrás de ella e hizo un ligero respingo cuando sintió que rozaba los labios de su cueva con mi erección, dándole someras penetraciones a modo de humedecerla para introducírsela en el orificio que se hallaba más arriba. Tras un breve toqueteo en esa parte de su cuerpo, emitió un suave gemido, señal inequívoca que gozaba el tronco que iba abriéndose paso en las paredes de su recto.

Voltea hacia la cámara, Rita, quiero ver tu rostro – solicitó Evelia, absorta en la imagen que ofrecíamos sus amigos al otro lado del Atlántico.

Rita giró su rostro perlado de sudor hacia la cámara, disfrutando intensamente la acometida, moviendo su pelvis para acoplarse al ritmo de los embates.

¡Qué divina te ves cuando estás enculada! Mueve tu trasero con más energía para que la penetración sea más profunda – manifestó Evelia, prácticamente al borde del clímax.

¡Ya no puedo retener más tiempo el orgasmo! – gritó Rita, moviendo su cadera intensamente y gozando las sonoras nalgadas que le propinaba con la palma de la mano, al tiempo que la penetraba violentamente.

¡Vengámonos juntos! – urgió Evelia, arremetiendo el aire con la pelvis, perdida en una retahíla de orgasmos.

Cuando Rita suplicó: ¡más fuerte, más fuerte!, la sujeté de la cadera convenientemente y ya no detuve el impulso de las embestidas hasta que, minutos después, volvió a gemir: ¡me vengo, me vengo!, obligándome a terminar dentro de su apretado orificio.

  • ¡Uff!, juntos o a la distancia cada día cojemos mejor - comentó Rita con la respiración agitada, una vez que terminamos, viendo en la pantalla como Evelia quedaba desmadejada y satisfecha sobre el taburete en el que hizo su magistral actuación, en algún lugar de Suecia.