Cielito lindo

- ¡Pégame y métemelo más fuerte! - exigió Rita, que no cejaba de agasajarse con el chocho de Evelia.

C I E L I T O L I N D O

A Evelia y Julián los conocimos cuando Rita y yo llegamos a vivir a este lugar, prácticamente de recién casados. Habitaban la casa de junto; tenían dos hijos pequeños: Sofía y Darío. Nosotros optamos no tener familia por decisión mutua y dedicarnos por entero a nuestras profesiones y a disfrutarnos mutuamente. Evelia iniciaba sus pasos en el ramo de los bienes raíces, donde destacaría plenamente. Julián era corredor de una casa de bolsa en ese entonces. Formaban una bonita pareja. Desde un principio nuestra amistad se dio de manera franca y, a pesar del ateísmo nuestro, nunca hubo divergencia en el trato.

Al paso de los años sus hijos crecieron, recibieron educación formal en buenas universidades, y se fueron de casa. La chica conoció por Internet a un escandinavo y ahora vive en un pueblo de nombre impronunciable que se ubica dentro del círculo polar ártico, y extraña horrores los días de primavera constante de los sitios que dejó pues donde radica, debe retirar con pala la nieve que se acumula al frente de su casa, gran parte del año. Darío, en cambio, entabló relación con una turista argentina adinerada que paseaba por estos lugares, en un antro que frecuentan los jóvenes para divertirse, y se fue siguiéndola a Buenos Aires, donde ahora vive dándose la gran vida con la plata del suegro.

Julián dejó la correduría de la casa de bolsa para dedicarse de lleno al estudio bíblico y terminó convertido en pastor de un templo. Sinceramente, nunca creí que Julián abrazara esa fe que presumía, con absoluta honestidad; bastaba observar el morbo desmedido con que veía a las jovencitas agraciadas para percibir cuan alejadas estaban sus palabras de su verdadera vocación. Más bien, pienso que eligió esta actividad por la facilidad que su investidura le confiere para relacionarse con las mujeres que acuden al sitio donde predica.

Una tarde que Rita y yo preparábamos la comida, luego de llegar de nuestros trabajos, apareció Evelia en casa llevando una botella de vino; se veía achispada, sin duda producto de algunas copas que ya había tomado, pensé.

Chicos, a ustedes que son mis únicos amigos, les comunico que estoy felizmente sola – expresó con toda displicencia, tomando tres copas de la vitrina y un sacacorchos.

¿A dónde mandaron a Julián? – pregunté, pensando que hablaba de una soledad temporal, pues debido a la actividad que éste desarrollaba como pastor, seguido andaba de viaje dando conferencias por distintas partes del país.

No lo mandaron, por decisión propia se fue detrás de una chiquilla de dieciocho años que le movió bonito el cabús, como a él le gusta – respondió sin dejo de amargura, jalando una rama de apio de la ensaladera para mordisquearla, al tiempo que servía una generosa ración de vino en cada copa, acercándolas a nosotros y quedándose con la suya.

Rita y yo volteamos a verla al unísono, pues no esperábamos una afirmación tal; pensábamos que funcionaban como pareja y así seguirían indefinidamente. Evelia es una mujer madura, sumamente atractiva. De tez apiñonada Se conserva bien físicamente gracias a la rutina de ejercicios que realiza constantemente. Corre y nada en el club deportivo al que también acudimos nosotros y es una entusiasta de las prácticas en conjunto. Llama la atención cuando sale del vestidor en traje de baño para entrar a la piscina. Agrada la vista apreciar su esbelta figura enfundada en esa ropa pegada al cuerpo que porta; sobre todo destaca cuando se le mira de espaldas y baja uno la mirada hasta posarse en su generoso trasero; realmente despierta la imaginación la sensualidad como lo mueve. Rita no se queda atrás; tal vez no sea tan exuberante, como Evelia, pero tiene lo suyo y muy bien puesto. Tiene los ojos rasgados y los labios carnosos, que hacen un magnifico entorno a su rostro. Como es esmerada en el vestir y en su arreglo personal siempre luce atractiva y hermosa. Sobre todo me gusta la imaginación desbordada que pone en juego cuando estamos en la intimidad. Realmente adoro a mi mujer.

  • ¿Estás segura que Julián anda con otra mujer? – Preguntó Rita asombrada, tratando de confirmar lo que había escuchado.

Tan cierto como que ahora estoy frente a ustedes…Pero no pongan esa cara que no ha sucedido una tragedia. No soy la primera ni la última a quien le ponen el cuerno. Hay cierta molestia, desde luego, pero nada que no pueda superarse con una técnica adecuada de olvido… ¡Vamos!, No me dejen bebiendo sola o pensaré que pretenden embriagarme con aviesas intenciones. – señaló las bebidas que acababa de servir y agregó: - Y como no me gusta comer sola me he tomado el atrevimiento de hacerme presente a la hora que ustedes lo hacen, confiada en que no serán capaces de echarme… Y les advierto que vengo decidida a pervertirlos – concluyó, esbozando una sonrisa pícara.

Menudo problema que enfrentaba nuestra amiga, pensé, dándole un trago a la bebida al tiempo que terminaba de preparar la ensalada. Entre Rita y Evelia sirvieron la mesa y comimos en silencio. De sobremesa destapé una botella de brandy y, al cabo de tres copas, estábamos en franca camaradería y nadie se acordaba de la causa que motivara la visita inesperada de Evelia.

¿Y se puede saber como vas a pervertirnos? – preguntó en broma Rita a Evelia, haciendo hincapié en el comentario que expresara antes de la comida y remató: - …Para estar prevenidos.

Pretendo hacerlos partícipes de todas las locuras que tengo en mente explorar y llevarlos conmigo a disfrutarlas hasta saciarnos; y no quiero que piensen que hago esto por encontrarme en copas o motivada en el desquite; no, simplemente trato de celebrar que estoy viva y que deseo compartir con ustedes la alegría que esto me produce y, si es posible, contagiarlos de esta euforia… - expresó Evelia efusivamente, dibujando una amplia sonrisa.

Ya sabes que cuentas con nosotros para todo lo que se te ofrezca, bien sea que desees platicar con alguien, ir a un sitio o simplemente sentirte acompañada – señaló Rita enseguida, haciendo énfasis en la seriedad de sus palabras.

Pero digamos salud, que esta botella pide a gritos ser vaciada – intervine en la charla, sin precisar el alcance de las palabras de Evelia.

Ya quita esa música de ambiente de elevador que tienes puesta y pon algo apropiado para bailar… - solicitó Evelia, inconforme con un arreglo orquestal a un concierto de Bach que se escuchaba.

Fui al estéreo y puse una melodía que me pareció adecuada a lo solicitado; enseguida vine y juzgué que lo más correcto era invitar a bailar a Evelia.

Bailemos los tres – sugirió Evelia, eufórica, extendiéndole la mano a Rita para que se incorporara a nosotros.

¿Podremos? - preguntó Rita titubeante, poniéndose de pie.

Desde luego: tú lo abrazas por detrás y yo por delante e intentemos tomar el paso y conservarlo – señaló Evelia, tomando la iniciativa.

Fueron necesarios varios intentos para poder acoplarnos al ritmo de la música. Una vez que dominamos los pasos, nos movíamos ceñidos, con cierta soltura, y era una locura sentir al frente de mi cuerpo el roce de la entrepierna de una y por detrás la respiración agitada de la otra. El ambiente empezaba a calentarse: ambas mujeres rozaban provocativamente su cuerpo al mío, con la marcada intención de acrecentar el placer que iba envolviéndonos. Mi tranca se despertó e instintivamente buscó acomodarse en un sitio acogedor y el que estaba más a la mano era la entrepierna de Evelia, quien la recibió gustosa, por encima de la ropa. Rita actuó en consecuencia y desabotonó su blusa y la mandó lejos junto con el sostén. Evelia hizo otro tanto y ante las circunstancias me despojé de la camisa y la playera apuradamente y emití una expresión placentera al sentir la dicha de estar aprisionado entre dos pares de espléndidas tetas. Cuatro pezones endurecidos oprimían mi pecho y mi espalda como si fueran aguijones y dos bocas me besaban por todas partes, haciendo aquello verdaderamente maravilloso. Unas manos desabrocharon mi cinturón y otras bajaron el cierre de mi pantalón, siendo obligado que mandara por allá zapatos, calcetines y trusa. En un santiamén estábamos los tres en pelotas, firmemente abrazados, moviéndonos en medio de la habitación al influjo ya no de la música, sino del deseo desatado. Mi tranca, al fin liberada, pugnaba por abrirse paso entre los labios de la raja de Evelia. Rita extendió sus manos para sujetar el trasero de Evelia y acercarla, aún más, a mi cuerpo para conseguir este propósito.

¡Pero qué herramienta tan espléndida tiene tu marido! Imagino las agasajadas que te das con ella cada noche – exclamó Evelia a viva voz, sopesando mi tranca en sus manos.

¡Verdad que es maravillosa! Realmente soy afortunada que mi pareja tuviera una de ese tamaño; no sabes cuanto gozo me ha proporcionado, el cual ahora comparto contigo – afirmó Rita en actitud participativa.

Dicen que el tamaño no importa, sin embargo se antoja encontrarse un día con un paquete de estas dimensiones y constatar cuanta verdad hay en lo que afirman – apuntó Evelia, apoyando las palabras de mi mujer, tomando mi lanza para acariciarse con ella su hendidura.

Aquello se había convertido en un toqueteo de cuerpos generalizado; para mi fortuna tenía donde escoger por partida doble: dos bocas, dos bizcochos, dos espléndidos culos; no bien salía un pezón de mi boca cuando ya tenía otro incrustado. Dos mujeres hermosas y en plenitud actuando al unísono. Una y otra mamaban mi verga o mis bolas con desesperación o bien me aprontaban a la boca sus humedecidas conchas para que las estimulara. Rita chupaba los pezones de Evelia y ésta correspondía de la misma forma. En aquella vorágine, Evelia recostó a Rita sobre un sillón de la sala y separando las piernas de ésta, deslizó su lengua al interior de su raja, provocando que mi mujer abriera su boca y se cimbrara toda, dispuesta a gozar. Yo quedé asombrado, sin atreverme a participar, mirando como Rita se convulsionaba con el tratamiento de que era objeto. Honestamente nunca la había visto en ese estado febril. Gemía y movía su pelvis acompasadamente, sujetando con ambas manos la cabeza de Evelia para mantenerla en el punto exacto. Lucía bellísima, con ese gesto y esa mirada tan característicos en ella cuando era presa del deseo, señales que yo tan bien conocía cuando estábamos en la intimidad.

¡Así… Así…! – pedía acrecentar la locura que la embriagaba.

Bastaron unos minutos para que Rita se abandonara completamente a la presión de las caricias, sujetara con firmeza la cabeza de Evelia para restregarle su panocha en el rostro, y empezara a gritar enloquecida:

¡Me vengo…Me vengo… Ah…!

Allí quedó Rita sobre el sillón, con las piernas abiertas, agitando todavía su pelvis compulsivamente, en los estertores de lo que había gozado.

¡Hay mujer!, Que serie de orgasmos más exquisitos me has provocado – agradeció Rita con un gesto que quiso ser sonrisa, acariciando el rostro de Evelia, que finalizaba su faena lengüeteando la hendidura inflamada de mi pareja.

Vaya espectáculo que había disfrutado: mi mujer siendo seducida por otra mujer y cuanto lo había disfrutado ella, y yo también. Pero aquello apenas comenzaba. Influenciado por el ambiente que imperaba, coloqué a Evelia sobre un sillón contiguo y levantándole ambas piernas a la altura de sus hombros, tuve a mi disposición sus dos espléndidos orificios. No bien empezaba a recrearme con su cuerpo, detuvo mi exploración.

Quiero ver las partes íntimas de mi cuerpo. Me las he tocado y se que función realizan pero nunca he tenido la suerte de vérmelas y hoy, que estoy prendida, quiero hacerlo – solicitó Evelia, toda deseo, haciendo énfasis en su petición.

Atento a la singular solicitud traje varios espejos, a modo que Evelia concretara la idea que tenía en mente. Una vez acomodada en el sillón puse los cristales a su alrededor, para que viera su imagen reproducida en cada uno de ellos. Se colocó al frente del que le pareció más apropiado, separó sus piernas y manipulando sus partes, empezó a describir:

Este es el vello que cubre mi cueva; es sedoso y rizado, me gusta pasar mis manos sobre él y acariciarme repetidamente… Hacerlo me produce un placer especial… Estos son mis labios mayores; supongo que se ven más grandes por la excitación… Más adentro se hallan los labios menores… Unos y otros se sienten suaves al tacto y se cierran y abren a voluntad… Este es el conducto por donde sale mi orín… Espero que pronto tengas la fortuna de verme orinar (me señaló)…Este es mi clítoris, semeja un pene diminuto cuando está erecto, como ahora… Me parece increíble que siendo tan pequeño, acariciado diligentemente, produzca tanto placer… Este hueco más amplio es por donde se introduce el pene y sale el producto resultante, cuando lo hay

Así permaneció Evelia extasiada, mirando una y otra vez sus partes íntimas ante el espejo.

Ahora quiero verme por detrás – insistió Evelia, poniéndose a horcajadas, levantando la cadera, y pidiéndome que pusiera un espejo cerca de su trasero, a manera de continuar viéndose y prosiguió: - Este es mi nalgatorio… No son voluminosas pero sí de un tamaño apropiado a mi talla… Cuando visto ropa entallada veo como los hombres dirigen su mirada a esta parte de mi cuerpo… Este es el canal que las separa… Es largo y oscuro en el fondo, semeja el cauce de un río mágico… En la parte media se encuentra mi ano… Qué hermoso es: fruncido, redondo, oculto, misterioso, un círculo perfecto, bello en pocas palabras… Dudo que exista alguien que no se sienta atraído por ese ojo; sin embargo la excepción confirma la regla… Todavía no me convence la causa que esgrimió Julián para no querer acariciarlo nunca, ni siquiera tocarlo; argüía que era antinatural hacerlo por allí; que practicar la sodomía estaba severamente sancionado en su congregación… Y yo que me moría de ganas por ser poseída por este sitio, como ahora es tan cotidiano que lo hagan tantas parejas… Por cierto, en este momento descubro que tengo un lunar en la parte interna de mi glúteo izquierdo, muy cercano a mi orificio anal; en que sitio más sugerente vino a salirme este detalle en la piel

Ese lunar que tienes, cielito lindo, junto a la boca, no se lo des a nadie, cielito lindo, que a mí me toca… - interrumpí su descripción, un tanto en broma, canturreando esta famosísima tonada.

Prometo que nadie más que tú será poseedor de este lunar y esta boca míos – festejó Evelia la observación que hice, dando por concluida su exploración íntima.

Una vez que superó el estado de semiinconsciencia en el que estuvo por unos instantes, todavía con la respiración agitada, Rita se aproximó a donde estábamos Evelia y yo, recogió los espejos que utilizó ésta y los puso debajo del sillón, dispuesta a retribuir el goce que ella había alcanzado. Se arrodilló en el piso, hizo a un lado las piernas de Evelia y se inclinó sobre su bajovientre, moviendo su lengua habilidosamente a lo largo de la hendidura, provocando que Evelia convulsionara su cuerpo, tal como ella lo hiciera anteriormente. Yo permanecía asombrado, ante esta faceta desconocida de mi mujer, diciéndome que no estaba nada mal para ser la primera vez que lo hacía.

¡Ay, Rita! Qué buena chupada me estás dando, sigue así…así… comiéndome toda- expresó Evelia en un largo gemido, sujetando sus piernas en lo alto, a modo de ser estimulada convenientemente.

En la posición excitante en la que se encontraba Rita, con su flamante trasero levantado y expuesto en toda su magnificencia, mientras operaba con entera libertad la anatomía de Evelia, ya no pude limitarme a permanecer a la expectativa y no tuve más remedio que interactuar de alguna forma y me arrodillé detrás de ella, preparé el terreno dándole unas pasadas a su ranura con la dureza de mi lanza y se la hundí completamente de un solo impulso, haciendo que suspendiera brevemente la acción que realizaba para emitir un placentero ¡ah! al sentirse penetrada desde atrás. Enseguida comencé a embestirla enérgicamente y a plantarle sonoras palmadas en el trasero.

¡Pégame y métemelo más fuerte! – exigió Rita, que no cejaba de agasajarse con el chocho de Evelia.

Terminé mi acometida una vez que observé a Rita cimbrando su cuerpo, en evidente señal que había alcanzado otra serie de orgasmos. Fui a donde Evelia, que después del tratamiento que le aplicara mi mujer, prácticamente pedía a gritos ser cogida en ese instante. Aproveché el oportuno estado en el que estaba: caliente, abierta de piernas y con su cueva humedecida, para ponerme encima de ella y deslizarle mi verga suavemente y gozar a medida que la penetraba.

¡Qué delicia Rita! Bien decía yo la agasajada que debías darte con el instrumento de tu marido, apenas ha metido la mitad y ya me siento en las nubes… – señaló emocionada Evelia, rotando su pelvis, acoplándose al ritmo de mis acometidas.

Juraba yo que mataría a mi hombre el día que descubriera que me engañaba con otra mujer; y ahora se me hace increíble lo que estoy gozando viéndolo coger con una – exclamó Rita satisfecha, observando como Evelia y yo nos refocilábamos en el sillón.

Cuando lo juzgué oportuno coloqué a Evelia bocabajo, con el culo levantado. Rita entendió la maniobra y se puso debajo de ella y continuó recreándose con la raja humedecida que tenía enfrente. Enseguida penetré a Evelia en repetidas ocasiones en su cueva, al tiempo que escupía en mis dedos para lubricarlos e introducírselos en el ano y de esta forma prepararla para la experiencia que ella deseaba.

¡Ah!... Qué rico siento tus dedos tocando mi hoyito posterior, al fin se cumple mi anhelo – celebró Evelia, alzando su grupa aún más para alcanzar una mejor estimulación.

Cuando consideré haber dilatado convenientemente su esfínter, preparé mi lanza y luego de ensalivarla en toda su extensión, la fui encajando lentamente en el chico de Evelia, quién al sentirla hizo un ligero respingo, pero al constatar de lo que se trataba, adoptó una posición más cómoda para que el miembro se introdujera sin ningún problema. Ya dentro de ella, una vez que superara algo de dolor y su cuerpo aceptara la presencia del cuerpo extraño, comenzó a mover su pelvis acompasadamente, ajustándose al ritmo de mis embates. Cuanto goce experimenté al sentir como mi punta endurecida era atrapada en la confortable tibieza de su agujero sonrosado, cada que entraba en ella durante el mete y saca que iniciamos.

¡Uf!.. No puedo precisar si es la lengua de Rita actuando en mi clítoris o el miembro tuyo entrando y saliendo de mi trasero el que me proporciona más placer… - señaló Evelia convulsa, ausente a todo entendimiento que no fuera gozar y abundó: - Rita, por lo que más quieras, trae un teléfono celular y me haces una toma con la cámara que tiene instalada, para recordar siempre el día que hice realidad mi fantasía de ser cogida por detrás

Rita fue por el aparato y tomó una serie de fotos, donde Evelia posa majestuosa teniendo mi tranca incrustada en su ano. Satisfecha de habernos tomado desde diversos ángulos, se deslizó nuevamente debajo del cuerpo de Evelia y continuó estimulándole el clítoris con su lengua.

Continuamos interactuando en equipo hasta el instante en que explotamos en medio de violentas sacudidas, gritos y jadeos, quedando desmadejados encima del piso, escurriendo saliva, sudor y semen.

La presencia de Evelia ha enriquecido nuestra vida erótica; la ha sacudido del marasmo, dándole un vigor que ya empezaba decaer. Desde esa fecha convivimos los tres en franca armonía; por la mañana sale cada uno a cumplir sus respectivas obligaciones y por la tarde volvemos a encontrarnos para encerrarnos en nuestra casa o bien en la suya, con la imaginación y el deseo desatados. Comemos, nos bañamos y dormimos juntos y seguimos cogiendo como si fuéramos maquinas de follar y cada vez lo hacemos mejor. No se de donde sacamos tanta energía para conservar esta vitalidad. Que regalo haber descubierto esta maravilla pasados los cuarenta.