Cibercornudos
Introducción de cómo se inició una amistad entre dos cibercornudos y como gracias a ello, y con el paso de los años, el morbo por los trios e intercambios invadió sus vidas cotidianas.
Hace unos diez años conocí a una persona por Internet en un momento delicado de mi vida. En aquellos entonces yo podía definirme como un hombre despechado. Tenía la sospecha de que me habían sido infiel y tras unos meses pasándolo muy mal por mis dudas decidí "perdonar" aquel episodio. Sin embargo, perdonar no siempre lleva aparejada la facilidad de olvidar y en ese punto me encontraba yo, era alguien dispuesto a perdonar pero que no podía olvidar. Entonces, encontré algo que le sirvió de ayuda a mi cabeza, ese algo se llama morbo y fue lo que hizo que fuese capaz de transformar aquellos pensamientos dolorosos en pensamientos placenteros. En vez de dañarme pensando que mi mujer era una zorra aprendí a disfrutar pensando en lo zorra que podía llegar a ser mi mujer. En vez de hacerme daño pensando que mi mujer era una puta aprendí a disfrutar pensando en el morbo que me aportaria descubrir a la puta que vive dentro de mi mujer que hasta entonces era " la esposa perfecta". Yo en aquella época ya le había inculcado el gusanillo de probar nuevas experiencias, le dije que me sentía liberal pero me defraudó cuando entendí que había actuado de forma individual y sin contar conmigo, así pues, ahora sólo me quedaba reconducirla y que todo ese morbo, toda esa capacidad de putear la disfrutarse conmigo y no a mis espaldas, ella estuvo de acuerdo y alcanzamos la paz matrimonial.
Fue entonces cuando mi mente subió un escalón en el ranking del morbo y le sugerí a mi mujer que si había sido capaz de mandar fotos (nunca sabre su contenido) a otro hombre a mi espaldas ahora quería que fuese capaz de realizar sesiones de fotos morbosas para mí, para su marido. Ella accedió de buen grado siempre que no se viese su cara. En un principio fue así pero poco después aquello dejó de ser un requisito. ¿Para qué quería yo aquellas fotos? Buena pregunta. Después de los años me doy cuenta que son documentos históricos que merece la pena guardar aunque sea por disfrutar al contemplar cómo cambiamos físicamente pero en aquel tiempo estaba claro que mi mente no se conformaba simplemente con el morbo de hacerle fotos subidas de tono y ya está, necesitaba algo más. Como nunca supe qué ocurrió realmente en aquella relación, supuestamente infiel, mi cabeza necesitaba rellenar huecos. Si era el morbo lo que me había ayudado a superar el dolor de pensar sobre todo aquello, también era necesario rellenar aquellas lagunas mentales para que el morbo pudiese seguir actuando de alivio. No tardé en encontrar a gente que sentía un morbo parecido al mío aunque dudo que alguno llegase a aquella situacion de una manera tan enrevesada como llegué yo. ¿Donde encontré a aquella gente? Pues en Internet, dónde si no. Sin embargo, pronto descubrí que de aquellas personas quizás sólo el 1% era gente con sanas intenciones y con motivaciones morbosas de la que realmente te podías fiar y confiar cuando le contaba toda mi historia. El resto solo eran cazadores de fotos y gente que buscaba el placer rápido sin ninguna intención de ir más allá con alguien como yo (con los traumas, experiencias y el morbo que yo podía ofrecer).
Entonces, cuando ya creía que aquello era un nido de víboras que poco podía ayudarme en el medio y largo plazo contacté con alguien de las islas canarias. Era un señor que en principio sentía el mismo morbo que yo y que tan difícil es de encontrar alrededor tuya, supongo que por el miedo al qué dirán. Sí, aquel señor decía que sentía morbo cuando se imaginaba compartiendo a su esposa con otro hombre, era otra especie de cornudo mental como yo. Era de una edad mayor pero parecía un buen aliado. Creo que nos dimos cuenta muy pronto que la confianza podía ser mutua y abrirnos en canal contandonos nuestros pensamiento, anhelos, fantasías y deseos más ocultos. Yo recordaré siempre aquellas fotos al trasluz de una lampara de mesa de su mujer madurita embarazada, o medio tumbada en el sofá en verano con el bikini apartado enseñando su hermoso coñito. Ahora mismo se me pone dura al recordarlas. Recuerdo incluso que en un viaje a Formentera coincidimos en una playa con un matrimonio maduro y la esposa me recordaba tanto a ella que no podía quitarle la vista de encima. Unas piernas bonitas, unos pechos aún en su sitio y un culito rico, se trataba de una madurita de tez Morena muy bien conservada a la que creo que en algún momento llegué a hacer sentir incómoda con mis miradas. El marido no se daba cuenta o quizás era de los míos y disfrutaba con ver como me comía a su mujer con los ojos y sentirse cornudo, al menos por ese momento. Pobre señora, jamás sabrá que mis miradas no se debían a lo buena que estaba, que también, sino básicamente a que me recordaba a la esposa de " mi amigo" y me ponía cachondo imaginar haciéndole de todo con su consentimiento expreso. En fin, esto no es más que una anécdota de tantas que podría contar pero si vamos a los hechos se podia resumir en que encontré a una persona que parecía tener las mismas inquietudes que yo. Y que al igual que yo hacía, él me contaba sus secretos más perversos y sus anhelos en forma de trio o intercambio con nuestras esposas. La confianza comenzaba a crecer hasta niveles insospechados. Niveles que yo jamás hubiese pensado que podía alcanzar con alguien desconocido pero el paso de los años han ayudado a que las aventuras vividas hayan sido muchas y siempre derribando un muro más hasta llegar a ser cibercornudos y cibercorneadores mutuos con total confianza. Todas esas aventuras las seguiré relatando si la comunidad lectora me hace llegar su interés por seguir leyendolas.
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