Chupé mis primeras pollas en el vestuario.

Javi, hetero curioso, disfruta de su primera relación homosexual con dos compañeros gays a los que llevaba tiempo desando follar

Corren tiempos complicados. Más en mi profesión. Pero la vida sigue, con todas sus cosas.

Me llamo Javi y estoy entrado en la treintena. Moreno, ojos azules, blanco de piel y poco velludo. Sobre el metro ochenta y sobre los ochenta kilos, practico deporte con frecuencia: pádel, bicicleta, senderismo y esquí en invierno. Toda la vida he salido con chicas. Con unas la relación ha sido más larga que con otras, y con alguna simplemente follábamos y punto. Desde hace unos años salgo con Elsa, una chica muy mona y ardiente en la cama.

Trabajo en un gran centro sanitario. Somos muchos, pero por un motivo u otro nos conocemos todos. A Iván le conocía de vista. Más o menos seguíamos el mismo turno y aunque soy un correturnos, nunca habíamos coincidido en ninguna unidad. Aunque no lo aparenta para nada, todo el mundo sabía que era gay y él no lo ocultaba. Pelirrojo, un poco más bajito que yo y más delgadito, totalmente depilado excepto el vello púbico, con unos buenos atributos sexuales: pene de considerables dimensiones y un culito respingón. Como nos sucede a muchos heteros, este chico me provocaba un morbo terrible. No sé por qué. Miguel es justo lo contrario que Iván. De más o menos la misma complexión, pero muy moreno y más peludo y a él si que se le nota una cierta pluma. Siendo el opuesto, también me causaba mucho morbo. No sabía si eran pareja, pero últimamente se les veía bastante juntos.

Si coincidíamos los tres en el vestuario, notaba como me alteraba. Diciéndolo claramente: me ponía cachondo mirándolos. Algunas veces, como el que no quería la cosa, hasta había ido a ducharme sin tenerlo previsto, por el morbo de estar desnudo con ellos en la ducha. Se me ha olvidado decir que las duchas del centro eran de aquellas de antaño, sin separaciones individuales. Mientras me enjabonaba no perdía detalle del cuerpo de cada uno de ellos. Alguna vez, incluso, me había empalmado allí mismo. No sé si ellos se darían cuenta. Imaginaba que Miguel me chupaba la polla mientras Iván mordisqueaba mis pezones y yo le metía un dedo por el culo. Luego me vestía despacio para ver si ellos se fijaban en mí, y en alguna ocasión si que los pillé con su mirada puesta en mí. Con el calentón que pillaba, cuando llegaba a casa, si estaba Elsa acababa teniendo sexo salvaje con ella, llegando en algunas ocasiones a sodomizarla brutalmente imaginando el culo de Iván, o follarle la boca hasta eyacular pensando en la boca de Miguel. Si no disponía del cuerpo de Elsa, me tumbaba en la cama en gayumbos, cerrando los ojos y fantaseando con los dos chicos. Seguía el mismo ritual: empezaba acariciándome el paquete, por encima de la tela del slip hasta que se ponía bien duro y manchaba la tela con los primeros chorros de precum, que en mi caso es bastante abundante. Me sacaba los calzoncillos, y chupando las humedades de mi slip, me pajeaba furiosamente hasta que me corría como un mono, soltando todos los mecos entre mi pubis, mi pecho, y lo que todavía me excitaba más mi cara. Y no digamos si algún chorretón caía en mis labios. Esta situación se iba haciendo cada vez más habitual. Una vez, podía soltarle a Elsa alguna excusa, pero las sabanas y mis slips manchados se iban repitiendo cada vez más a menudo. Un día no me quedó más remedio que explicarle a mi pareja lo que me estaba sucediendo.

-Creo Javi, que no vas a parar hasta que te enrolles con alguno de ellos. O con los dos a la vez

-Qué dices Elsa. Yo no soy gay. No me atrevería nunca. No me gustan los tíos. Sólo me pone muy cachondo verlos.

-Te estás engañando Javi. Tú serás muy macho, pero estás deseando que un tío te como la picha y tú darle por el culo a otro. Eso en mi pueblo, por lo menos, se llama ser bisexsual. Y te digo otra cosa: cuando eso suceda, tú mismo querrás comerle el nabo al chico y le pedirás que desflore tu culito.

Como es de suponer, aquella conversación acabó con Elsa, tumbada boca abajo en la cama, con el culo en pompa y el agujero repleto de leche.

No me apetecía mucho hacer una guardia aquel sábado, pero le debía un favor a una compañera y no me quedó más remedio. Llegué un poco antes al trabajo porque no sabía dónde me iban a ubicar aquella noche. Los fines de semana, el movimiento de gente es mucho menor y habitualmente los antiguos no suelen trabajar. Me fui a cambiar al vestuario y cuando estaba en calzoncillos entró Iván, lo cual me sorprendió y más cuando se dirigió a mí.

- Hola Javi, ¿te ha tocado pringar hoy?

-Pues sí, le dije alucinando por la familiaridad con la que me estaba tratando.

- ¿Te importa si me cambio aquí a tu lado?

En un vestuario inmenso y sin nadie, era lo más lógico.

- En absoluto Iván, le devolví la familiaridad

Empecé a hacerme el remolón, pavoneándome a su alrededor en calzoncillos.

- ¿Haces mucho gym, Javi?

-No mucho, la verdad. Me aburren las máquinas. Prefiero el aire libre, la montaña, la bici,

-Como te envidio entonces. Yo me mato en el gimnasio y estoy la mitad de fibrado que tú

-Jajaja, Con el tiempo lo conseguirás, seguro.

Y en ese momento, apareció Miguel

- ¡Vaya!, niños. Cualquiera que os vea ahí, los dos en paños menores, se pensará que tenéis algo.

-Eres una malpensada y una celosa , le contestó Iván.

- Esperadme que me despeloto yo y nos hacemos una selfie para colgar en mi Instagram. Que me vean con mis dos machos.

Yo estaba un poco apurado, pero muerto de morbo. Iván, que lo notaba, contestó a Miguel.

- Calla loca, y no flipes. Vas a espantar al chaval.

Acabé de vestirme, ahora deprisa y corriendo, y me despedí de ellos deseándoles buena guardia.

Me pasé toda la noche superexcitado. No dejaba de pensar en aquella pareja de chicos. Necesitaba tener sexo con ellos y no sabía como hacerlo. Es curioso, que nunca hubiera tenido problemas en entrarle a una tía, pero en este caso, supongo que los prejuicios me bloqueaban. El recuerdo de las palabras de Elsa también me martilleaba la cabeza. tú mismo querrás comerle el nabo al chico y le pedirás que desflore tu culito

Cuando acabó la guardia salí corriendo para cambiarme. Estaba deseando volver a encontrarme con Miguel y a Iván allí abajo, como si fuera un quinceañero. Volver a disfrutar de aquellos cuerpos que tanto me atraían. Tenía la polla morcillona y babeando de la excitación. No es que planeara hacer algo con ellos, pero me excitaría mirándolos y si tenía suerte me ducharía junto a ellos, cerca, muy cerca, como por la tarde habíamos estado. Cuando entré en el vestuario, desilusión. Allí no había nadie. Acerqué el banquillo a las taquillas, me quité el uniforme quedándome con el slip, y como llevado por un resorte, me abrí de piernas y empecé a sobarme el paquete. Tenía el calzoncillo ya mojado y el rabo duro como una piedra. Ahora tocaba despelotarme del todo y pajearme. Como sabía que era un sitio público, me saqué la picha del slip, la descapullé, momento en que volvió a escupir precum, y empecé a meneármela. Estaba muy excitado y jadeaba constantemente. Creo que nunca me había masturbado con tantas ganas. Estaba a punto de correrme, cuando escuché un ruido, muy próximo a mí, abrí los ojos y detuve mi mano, intentando guardarme el cipote, algo casi imposible por lo pequeño del slip y lo duro y tieso que tenía el rabo. Iván y Miguel, Miguel e Iván, los dos plantados delante de mí

-Vaya Javi, parece que te has puesto cachondo esta noche. ¿Será que alguna compañera guarrona te ha enseñado las tetas o el chochito? ¿O será que te has puesto cachondo pensando en alguna polla tiesa y dura?. Me dijo Iván.

- Menudo pollón tiene el niño y no veas como se la casca el cabrón, comentó Miguel

-Está cachondo perdido, Miguel, no ves como tiene de empapados los calzoncillos. Creo que se ha pasado toda la noche soñando con nosotros.

-Sois unos hijos de puta. Lleváis tiempo calentándome ¿verdad?.

-Tú tenías ganas de calentarte Javi. Te pones burro cada vez que nos ves.

Iván se deshizo de su ropa en un momento, quedándose únicamente con un bóxer negro que le hacía marcar un buen paquetón. Se puso de rodillas delante de mí y me plantó un beso muy húmedo en los labios. Mi boca se abrió automáticamente y la lengua de Iván buscó la mía, Empezamos a comernos la boca. Mientras tanto, Miguel iba a cumplir uno de mis grandes sueños. Cogió mi pene con su mano, volvió a descapullarme y empezó a hacerme una paja. Cuando la tuvo bien dura, se la introdujo en la boca. Solté la boca de Iván para gemir como una perra. Que comida de rabo me estaba dando aquel chico. Miguel era un maestro. Se metía la picha hasta la campanilla, la sacaba hasta llegar al prepucio, relamiéndolo y luego lamía tdo el duro tronco hasta llegar a las pelotas, metiéndoselas enteras en la boca. No sé ni como le cabían pues tenía los huevos a reventar de leche. Estaba deseando empezar con el segundo parte de mi fantasía, así que mi mano buscó el culo de Iván. Metí la mano por el interior del bóxer hasta llegar a sus cachetes y fui bajando hasta alcanzar el ano. Entonces él, cogiendo mi mano, la apartó de su culo y la llevó directamente a su polla. Siempre me había gustado mirarle la picha así que cuando se la agarré y se la puse dura, le dije lo mucho que me gustaba su falo.

- No te preocupes cariño, vas a disfrutarla.

Entonces se puso de pie. Se sacó el rabo y lo plantó delante de mi boca. No lo dudé ni un momento. Era la primera polla que me iba a comer, pero lo deseaba. Elsa había tenido razón Empecé a chuparla intentando imitar lo que me hacía a mí Miguel.

Hablando de Miguel. Seguía trabajando mi rabo y mis pelotas, mientras se pajeaba. Yo ya no podía aguantar más.

-Miguel, me corro. Me corro cabrón. Toma mi leche. Trágatela toda. Y diciendo eso, comencé a soltar uno tras otro unos cuantos trallazos de leche calentita, que el chico tragó sin protestar.

Entones Iván, comenzó a gemir fuertemente, sujetó mi cabeza y me folló la boca hasta descargar una buena cantidad de mecos en mi boca virgen hasta entonces de herramientas masculinas. El muy cabrón me forzó a tragármelo casi todo, pero la verdad es que me encantó el semen de aquel chico

Pero no acabó ahí la cosa. Miguel se incorporó y comenzó a cascársela a pocos metros de mi cara. Sabía lo que quería y se lo iba a permitir. Me metió el rabo en la boca y empezó un mete y saca violento. El.pene de Miguel no me sabía tan bien como el de Iván y aún así aguanté hasta que empezó a descargar su esperma en mi boca. Dos  biberones el mismo día era ya demasiado. Tragué el primer trallazo saboreándolo, después escupí el resto sobre mi pecho, pero era tal la corrida de aquel chaval que empapó mi pecho, mi pubis y mis calzoncillos.

Iván ya se había cambiado y Miguel no tardó en hacerlo. Ambos coincidieron que aquello había que repetirlo y yo estuve de acuerdo,  Me quedé un buen rato sentado en aquel banco, en calzoncillos, con la polla al aire y empapado de semen. Después me vestí sin ni siquiera ducharme y me fui para casa.

Cuando llegue Elsa me estaba esperando en la cocina. Me miró fijamente y se echó a reír. Sabía que por fin, lo había hecho. Sin mediar palabra me desnudé y ella pudo comprobar lo mojados que estaban mis calzoncillos. Yo tenía la polla dura y le pedí que me la comiera allí mismo. Al principio fue un poco reticente porque estaba empapada de leche de otro macho, pero al final se la comió enterita. Me corri en su boca repitiendo el nombre de Iván.

Corren tiempos complicados. Más en mi profesión. Pero la vida sigue, con todas sus cosas.

Me llamo Javi y estoy entrado en la treintena. Moreno, ojos azules, blanco de piel y poco velludo. Sobre el metro ochenta y sobre los ochenta kilos, practico deporte con frecuencia: pádel, bicicleta, senderismo y esquí en invierno. Toda la vida he salido con chicas. Con unas la relación ha sido más larga que con otras, y con alguna simplemente follábamos y punto. Desde hace unos años salgo con Elsa, una chica muy mona y ardiente en la cama.

Trabajo en un gran centro sanitario. Somos muchos, pero por un motivo u otro nos conocemos todos. A Iván le conocía de vista. Más o menos seguíamos el mismo turno y aunque soy un correturnos, nunca habíamos coincidido en ninguna unidad. Aunque no lo aparenta para nada, todo el mundo sabía que era gay y él no lo ocultaba. Pelirrojo, un poco más bajito que yo y más delgadito, totalmente depilado excepto el vello púbico, con unos buenos atributos sexuales: pene de considerables dimensiones y un culito respingón. Como nos sucede a muchos heteros, este chico me provocaba un morbo terrible. No sé por qué. Miguel es justo lo contrario que Iván. De más o menos la misma complexión, pero muy moreno y más peludo y a él si que se le nota una cierta pluma. Siendo el opuesto, también me causaba mucho morbo. No sabía si eran pareja, pero últimamente se les veía bastante juntos.

Si coincidíamos los tres en el vestuario, notaba como me alteraba. Diciéndolo claramente: me ponía cachondo mirándolos. Algunas veces, como el que no quería la cosa, hasta había ido a ducharme sin tenerlo previsto, por el morbo de estar desnudo con ellos en la ducha. Se me ha olvidado decir que las duchas del centro eran de aquellas de antaño, sin separaciones individuales. Mientras me enjabonaba no perdía detalle del cuerpo de cada uno de ellos. Alguna vez, incluso, me había empalmado allí mismo. No sé si ellos se darían cuenta. Imaginaba que Miguel me chupaba la polla mientras Iván mordisqueaba mis pezones y yo le metía un dedo por el culo. Luego me vestía despacio para ver si ellos se fijaban en mí, y en alguna ocasión si que los pillé con su mirada puesta en mí. Con el calentón que pillaba, cuando llegaba a casa, si estaba Elsa acababa teniendo sexo salvaje con ella, llegando en algunas ocasiones a sodomizarla brutalmente imaginando el culo de Iván, o follarle la boca hasta eyacular pensando en la boca de Miguel. Si no disponía del cuerpo de Elsa, me tumbaba en la cama en gayumbos, cerrando los ojos y fantaseando con los dos chicos. Seguía el mismo ritual: empezaba acariciándome el paquete, por encima de la tela del slip hasta que se ponía bien duro y manchaba la tela con los primeros chorros de precum, que en mi caso es bastante abundante. Me sacaba los calzoncillos, y chupando las humedades de mi slip, me pajeaba furiosamente hasta que me corría como un mono, soltando todos los mecos entre mi pubis, mi pecho, y lo que todavía me excitaba más mi cara. Y no digamos si algún chorretón caía en mis labios. Esta situación se iba haciendo cada vez más habitual. Una vez, podía soltarle a Elsa alguna excusa, pero las sabanas y mis slips manchados se iban repitiendo cada vez más a menudo. Un día no me quedó más remedio que explicarle a mi pareja lo que me estaba sucediendo.

-Creo Javi, que no vas a parar hasta que te enrolles con alguno de ellos. O con los dos a la vez

-Qué dices Elsa. Yo no soy gay. No me atrevería nunca. No me gustan los tíos. Sólo me pone muy cachondo verlos.

-Te estás engañando Javi. Tú serás muy macho, pero estás deseando que un tío te como la picha y tú darle por el culo a otro. Eso en mi pueblo, por lo menos, se llama ser bisexsual. Y te digo otra cosa: cuando eso suceda, tú mismo querrás comerle el nabo al chico y le pedirás que desflore tu culito.

Como es de suponer, aquella conversación acabó con Elsa, tumbada boca abajo en la cama, con el culo en pompa y el agujero repleto de leche.

No me apetecía mucho hacer una guardia aquel sábado, pero le debía un favor a una compañera y no me quedó más remedio. Llegué un poco antes al trabajo porque no sabía dónde me iban a ubicar aquella noche. Los fines de semana, el movimiento de gente es mucho menor y habitualmente los antiguos no suelen trabajar. Me fui a cambiar al vestuario y cuando estaba en calzoncillos entró Iván, lo cual me sorprendió y más cuando se dirigió a mí.

- Hola Javi, ¿te ha tocado pringar hoy?

-Pues sí, le dije alucinando por la familiaridad con la que me estaba tratando.

- ¿Te importa si me cambio aquí a tu lado?

En un vestuario inmenso y sin nadie, era lo más lógico.

- En absoluto Iván, le devolví la familiaridad

Empecé a hacerme el remolón, pavoneándome a su alrededor en calzoncillos.

- ¿Haces mucho gym, Javi?

-No mucho, la verdad. Me aburren las máquinas. Prefiero el aire libre, la montaña, la bici,

-Como te envidio entonces. Yo me mato en el gimnasio y estoy la mitad de fibrado que tú

-Jajaja, Con el tiempo lo conseguirás, seguro.

Y en ese momento, apareció Miguel

- ¡Vaya!, niños. Cualquiera que os vea ahí, los dos en paños menores, se pensará que tenéis algo.

-Eres una malpensada y una celosa , le contestó Iván.

- Esperadme que me despeloto yo y nos hacemos una selfie para colgar en mi Instagram. Que me vean con mis dos machos.

Yo estaba un poco apurado, pero muerto de morbo. Iván, que lo notaba, contestó a Miguel.

- Calla loca, y no flipes. Vas a espantar al chaval.

Acabé de vestirme, ahora deprisa y corriendo, y me despedí de ellos deseándoles buena guardia.

Me pasé toda la noche superexcitado. No dejaba de pensar en aquella pareja de chicos. Necesitaba tener sexo con ellos y no sabía como hacerlo. Es curioso, que nunca hubiera tenido problemas en entrarle a una tía, pero en este caso, supongo que los prejuicios me bloqueaban. El recuerdo de las palabras de Elsa también me martilleaba la cabeza. tú mismo querrás comerle el nabo al chico y le pedirás que desflore tu culito

Cuando acabó la guardia salí corriendo para cambiarme. Estaba deseando volver a encontrarme con Miguel y a Iván allí abajo, como si fuera un quinceañero. Volver a disfrutar de aquellos cuerpos que tanto me atraían. Tenía la polla morcillona y babeando de la excitación. No es que planeara hacer algo con ellos, pero me excitaría mirándolos y si tenía suerte me ducharía junto a ellos, cerca, muy cerca, como por la tarde habíamos estado. Cuando entré en el vestuario, desilusión. Allí no había nadie. Acerqué el banquillo a las taquillas, me quité el uniforme quedándome con el slip, y como llevado por un resorte, me abrí de piernas y empecé a sobarme el paquete. Tenía el calzoncillo ya mojado y el rabo duro como una piedra. Ahora tocaba despelotarme del todo y pajearme. Como sabía que era un sitio público, me saqué la picha del slip, la descapullé, momento en que volvió a escupir precum, y empecé a meneármela. Estaba muy excitado y jadeaba constantemente. Creo que nunca me había masturbado con tantas ganas. Estaba a punto de correrme, cuando escuché un ruido, muy próximo a mí, abrí los ojos y detuve mi mano, intentando guardarme el cipote, algo casi imposible por lo pequeño del slip y lo duro y tieso que tenía el rabo. Iván y Miguel, Miguel e Iván, los dos plantados delante de mí

-Vaya Javi, parece que te has puesto cachondo esta noche. ¿Será que alguna compañera guarrona te ha enseñado las tetas o el chochito? ¿O será que te has puesto cachondo pensando en alguna polla tiesa y dura?. Me dijo Iván.

- Menudo pollón tiene el niño y no veas como se la casca el cabrón, comentó Miguel

-Está cachondo perdido, Miguel, no ves como tiene de empapados los calzoncillos. Creo que se ha pasado toda la noche soñando con nosotros.

Sois unos hijos de puta. Lleváis tiempo calentándome ¿verdad?.

-Tú tenías ganas de calentarte Javi. Te pones burro cada vez que nos ves.

Iván se deshizo de su ropa en un momento, quedándose únicamente con un bóxer negro que le hacía marcar un buen paquetón. Se puso de rodillas delante de mí y me plantó un beso muy húmedo en los labios. Mi boca se abrió automáticamente y la lengua de Iván buscó la mía, Empezamos a comernos la boca. Mientras tanto, Miguel iba a cumplir uno de mis grandes sueños. Cogió mi pene con su mano, volvió a descapullarme y empezó a hacerme una paja. Cuando la tuvo bien dura, se la introdujo en la boca. Solté la boca de Iván para gemir como una perra. Que comida de rabo me estaba dando aquel chico. Miguel era un maestro. Se metía la picha hasta la campanilla, la sacaba hasta llegar al prepucio, relamiéndolo y luego lamía tdo el duro tronco hasta llegar a las pelotas, metiéndoselas enteras en la boca. No sé ni como le cabían pues tenía los huevos a reventar de leche. Estaba deseando empezar con el segundo parte de mi fantasía, así que mi mano buscó el culo de Iván. Metí la mano por el interior del bóxer hasta llegar a sus cachetes y fui bajando hasta alcanzar el ano. Entonces él, cogiendo mi mano, la apartó de su culo y la llevó directamente a su polla. Siempre me había gustado mirarle la picha así que cuando se la agarré y se la puse dura, le dije lo mucho que me gustaba su falo.

- No te preocupes cariño, vas a disfrutarla.

Entonces se puso de pie. Se sacó el rabo y lo plantó delante de mi boca. No lo dudé ni un momento. Era la primera polla que me iba a comer, pero lo deseaba. Elsa había tenido razón Empecé a chuparla intentando imitar lo que me hacía a mí Miguel.

Hablando de Miguel. Seguía trabajando mi rabo y mis pelotas, mientras se pajeaba. Yo ya no podía aguantar más.

-Miguel, me corro. Me corro cabrón. Toma mi leche. Trágatela toda. Y diciendo eso, comencé a soltar uno tras otro unos cuantos trallazos de leche calentita, que el chico tragó sin protestar.

Entones Iván, comenzó a gemir fuertemente, sujetó mi cabeza y me folló la boca hasta descargar una buena cantidad de mecos en mi boca virgen hasta entonces de herramientas masculinas. El muy cabrón me forzó a tragármelo casi todo, pero la verdad es que me encantó el semen de aquel chico

Pero no acabó ahí la cosa. Miguel se incorporó y comenzó a cascársela a pocos metros de mi cara. Sabía lo que quería y se lo iba a permitir. Me metió el rabo en la boca y empezó un mete y saca violento. El.pene de Miguel no me sabía tan bien como el de Iván y aún así aguanté hasta que empezó a descargar su esperma en mi boca. Dos  biberones el mismo día era ya demasiado. Tragué el primer trallazo saboreándolo, después escupí el resto sobre mi pecho, pero era tal la corrida de aquel chaval que empapó mi pecho, mi pubis y mis calzoncillos.

Iván ya se había cambiado y Miguel no tardó en hacerlo. Ambos coincidieron que aquello había que repetirlo y yo estuve de acuerdo,  Me quedé un buen rato sentado en aquel banco, en calzoncillos, con la polla al aire y empapado de semen. Después me vestí sin ni siquiera ducharme y me fui para casa.

Cuando llegue Elsa me estaba esperando en la cocina. Me miró fijamente y se echó a reír. Sabía que por fin, lo había hecho. Sin mediar palabra me desnudé y ella pudo comprobar lo mojados que estaban mis calzoncillos. Yo tenía la polla dura y le pedí que me la.comiera allí mismo. Al principio era reticente pues tenía todo el rabo empapado con la lefa de aquel chaval, pero al final se la comió enterita. Me corri en su boca gimiendo el nombre de Iván. Elsa me pidió que la follara pero ya no podía más. La dejécon las ganas, eso sí, me fruí a la cama pensando en lo que me esperaba con aquellos dos gays.