Chupándoselo a mi compañera de piso
Cuando alquilé mi habitación en un piso de universitarias no imaginaba que conseguiría chuparle el chocho a la más guapa de ellas, pero sucedió y estoy encantada. Que todas las chicas del piso tuvieran novio fue «la clave de mi éxito».
Cuando alquilé mi habitación en un piso de universitarias no imaginaba que conseguiría chuparle el chocho a la más guapa de ellas, pero sucedió y estoy encantada. Que todas las chicas del piso tuvieran novio fue «la clave de mi éxito».
Ellas son universitarias de entre veintidós y veintitrés años, yo tengo veintiséis años y he vuelto a la ciudad para trabajar en prácticas de lo que estudié, más adelante, cuando gane más, puede que alquile un piso para mi sola, o quizás me quede con ellas si sigo estando igual de bien. Yo soy una chica lesbiana, pero sobre todo soy muy liberal y con muchas ganas de disfrutar de la vida y de mi cuerpo, por eso he tenido algunas experiencias con hombres pero solo por experimentar de mí libertad.
Me alquilaron la habitación con una condición, Laura, la morenaza alta, de la que quedé prendada nada más verla me lo explicó.
—Isabel, la habitación que te ofrecemos la estábamos utilizando para estar con nuestros chicos, cada sábado una de nosotras trae a su novio; «te lo voy a explicar Isabel»: las otras dos habitaciones tienen una cama de matrimonio cada una y dormimos dos chicas en cada habitación, menos la tuya que es más pequeña y solo tiene una cama individual. Te la podemos alquilar pero con la condición de que los sábados por la noche, cuando venga el novio de la que le toque, tú duermes en la habitación de ella con su compañera y ella y su novio en la tuya, si te parece mal esta oferta lo entenderemos, pero buscaremos a otra chica —me informó.
Me sentí algo ofendida porque me ofrecieran una habitación que tendría que ceder como «picadero», pero a la vez vi el lado bueno de la situación al instante, poder dormir y rozarme con todas ellas por turnos y quién sabe si algo más, y ese pensamiento me ilusionó; solo de pensar que Laura, la clásica belleza de Europa del sur, morenaza de cintura estrecha y melena negra hasta el culo (por la que sentí un chispazo nada más entrar en el piso) pudiera dormir junto a mí, ¡me ponía chorreando! Mi estrategia comenzó por no decirles cual era mi orientación sexual, y contesté así a las cuatro, que estaban en corro esperando mi respuesta (por cierto todas son preciosas). — ¡De acuerdo chicas!, pero no os olvidéis de poner las sábanas limpias cada domingo, jaja.
—Estupendo Isabel, no te preocupes, seremos muy limpias jajaj, —me respondió esta vez Victoria la pelirroja. Dormían juntas Laura la morenaza y Victoria la pelirroja y en el otro dormitorio Elena y Lucía, la primera con una melena color castaño y la segunda rubia como yo, pero más bajita. Todas son universitarias y pijas de remate, «pero son un encanto de chicas». Los días transcurrían plácidamente en el apartamento y mi trabajo en prácticas iba muy bien.
Venían los novios de ellas y yo me mudaba de cama, pero para suerte mía el que más venía era el novio de Victoria, pudiendo así dormir yo más veces con Raquel, mi deseada morena. No me atrevía yo esas noches que estábamos juntas más que a rozarla y disfrutar del dulce olor de su piel, porque el amor que se estaba despertando en mí hacia ella, me hacía sentir temor de alejarla si lo intentaba, sabiendo que ella era heterosexual, «me estaba enamorando».
¡Todas ellas se pasean por el piso semidesnudas!, ¡o desnudas del todo!, «como solo somos chicas», yo las sigo con la mirada cuando salen desnudas del baño y también doy paseos casi desnuda, ¡tienen unos chochos preciosos!, cada una con su estilo de depilación, Raquel tiene afeitados los lados del pubis y los labios mayores, y un cepillo de pelos en el centro de unos dos centímetros de ancho y unos nueve centímetros en vertical, de pelos tan espesos y negros como el vello oriental, pero más suaves (en su gatito negro es en el que más me he fijado).
Este sábado me ha vuelto a pedir la habitación Victoria y otra vez dormiré con Laura, mi deseada morenaza que acaba de regresar del pueblo donde ha pasado una semana, y me hace mucha ilusión dormir con ella otra vez, ¡tanta ilusión me hace que solo de pensarlo se me mojan las bragas! Al salir Laura de la ducha veo que parece dolerse al andar, no sabía qué le pasaba, y le pregunté.
—Laura noto como si te doliera algo por tus gestos.
— ¡Horrible Isabel!, mi novio es un bruto y le gusta por detrás, y yo que soy tonta «y que quería probar también» lo dejé que me la metiera y tengo el culo dolorido —«me habló muy bajito como una confidencia».
—Échate crema íntima Laura, veras como se te recupera —le aconsejé.
—Sí, ¡sí ya me pongo en la entrada!, pero no se me quita el dolor —dijo muy tierna.
Era sábado por la mañana y esa noche dormiríamos juntas. Cuando llegó el novio de Victoria nos saludó a todas muy cordial, y al mirarme a mí se fijó en la minifalda que llevaba y en mis firmes muslos, yo desvié la mirada y pensé que si le diéramos ocasión lo intentaría con todas, es bastante fresco y se le nota. Ya era de noche, me di una buena ducha de agua caliente y fui a la habitación de Laura, al llegar la encontré metida en la cama. Abrí la ropa de la cama para tenderme junto a ella y la encontré de espaldas, completamente desnuda sobre la sábana, mostrándome su firme culo, su cintura estrecha y su bonita espalda, con una piel de un moreno intenso; al verla sentí como mi chocho se humedeció bajo mi camiseta corta, la cual apenas me tapaba una parte del pubis, dejando a la vista mi chocho desnudo y sin bragas, la excitación y el deseo me hicieron sentir más desnuda que nunca; entonces la saludé y ella se dio la vuelta hacia mí.
— ¡Ya estoy aquí Laura!, pareces la maja morena hay tendida, tu preciosa piel oscura hace que vea mi propia piel como la leche.
—Hoy deseaba dormir desnuda, después de lo recatada que he tenido que estar en el pueblo, ¿no te importa verdad Isabel?, ¡y no seas tonta!, tu piel es preciosa también, eres una rubia espectacular, pareces escandinava, ¿lo eres?
—No me molesta que estés desnuda solo admiraba tu belleza Laura. Yo soy escandinava a medias, mi padre es de aquí, del pirineo y mi madre es de Noruega, he salido a mi madre en la piel clara y la melena rubia, pero mi chocho color castaño es del terreno jajaj, aunque ahora como ves lo tengo afeitado (le dije alzando mi camiseta hasta los pechos). Tú sí que eres precioso Laura, con esa melena negra que te llega al culo, seguro que traes de cabeza a tu novio, ¡verdad Laura!
—De cabeza no, lo trae de culo, ¡pero de mi culo!, ¡que mira como me lo ha dejado dolorido! jajaja.
—Eso es, como va ese el culo, ¿está mejor Laura? —me interesé.
—Regular Isabel, ahora mismo me duele y me escuece aún.
—Laura yo tengo una crema íntima muy buena que te iría genial, porque seguro que tienes alguna hemorroide inflamada.
—No sé, lo mismo si, ¿me das una poca?
— ¡Claro tonta!
Saqué la crema de mi bolso y ella se la untó en su culo pero sin ahondar, con poca cantidad y poca pericia; entonces le pregunté.
—Laura que poca maña tienes dándote crema yo se darla mejor, a una amiga mía yo le daba crema cuando estaba escocida sin ningún problema, ¿quieres que te la unte yo? —dije, viendo que esa era mi gran oportunidad para lanzarme a la aventura.
— ¿No te da corte o asco Isabel?
— ¡En absoluto Laura!, somos chicas las dos y tú eres muy limpia y muy correcta.
—Vale Isabel, «aunque lo veo raro» y me da vergüenza, pero no te haré un feo ya que te has ofrecido; ¡no me hagas daño por favor Isabel!, y muchas gracias por tu preocupación por mí.
Me eché en una mano un buen puñado de crema, y mojé en ella el dedo índice de mi otra mano, y con la yema del dedo unté su ojete hasta que se dilató un poco, después me impregne más abundantemente el mismo dedo y se lo introduje en su ano muy despacio y muy suavemente, como a cámara lenta; girando en círculos en su interior con mucho mimo y delicadeza; al tocar mi dedo una pequeña hemorroide inflamada la impregné con gran cantidad de crema, para lo cual saqué y metí mi dedo en su ano varias veces, «lentamente», cogiendo de afuera más crema en cada penetración táctil; la oí gemir muy bajito, y le pregunté.
— ¿Te hago daño Laura?
—No, ¡no pares!, que noto mucho alivio Isabel, pero no sé, estoy algo acalorada.
—Es por la estufa Laura, por eso te sientes acalorada —le dije haciéndome la despistada respecto a su calentón, para que ella creyera que en mi dedo penetrador no había intención de excitar, y así darle tintes de normalidad a mi magreo anal. Después de que habláramos proseguí horadándola con mi dedo aventurero.
Al introducir nuevamente el índice en su ojete, «como sin darme cuenta» apoyé el resto de los dedos en su chocho excepto el pulgar, y al poco sus labios menores se dilataron entre mis dedos como una ostra cálida y sin armazón. Ella dio un gemido más intenso y entonces paré y le dije.
— ¡Ya está bien untado tu culo Laura!, ¡ahora vamos a dormir! (la dejé con la calentura a caso hecho).
Fui al aseo a lavarme las manos de la crema, y al entrar encontré al novio de Victoria meando en el váter, con un pene casi erecto del que salía un chorro intenso; dije perdón y salí del baño esperando afuera. Él salió del baño y vio mi camiseta corta que dejaba ver mi coño casi entero (no me puse las bragas al ir al aseo porque al estar tan excitada con Raquel no caí en recordar que había un hombre entre nosotras), «y con un descaro extremo» me dijo.
—Isabel, cuando quieras te echo a ti también un polvo, ¡rubita!, que está más buena que el pan, y me gusta mucho ese coño que se te ve por debajo de la camiseta —habló en voz baja, para que no lo oyeran las demás chicas.
Yo acerqué mi boca a su oído y le respondí también muy bajito.
—Tienes aquí un lugar donde follar cómodamente con Victoria, una novia que te quiere mucho, ¡no lo estropees fresco! —le dije y me alejé tirando de mi camiseta para tapar mis vergüenzas, él se me acercó otra vez y me dijo más bajito aún.
— ¡Esto no ha pasado!, ¿vale Isabel?, no digas nada por favor, y perdóname.
—No te preocupes, no diré nada Fernando —dije en voz muy baja y volví con Laura.
Al regresar a la cama encontré a Laura despierta, la besé en la mejilla y le di la espalda, poco después yo me hice la dormida a la vez que pensaba en cómo se me había insinuado Fernando, ¡estando su novia al final del pasillo!
Laura daba vueltas inquieta (el calor), al cabo de media hora me di la vuelta y ¡como soñando!, posé mi mano en su chocho desnudo y ella dio un respingo pero no apartó mi mano, hundí un dedo frotando hacia delante y hacia atrás metiéndolo después dentro de su vagina, ella comenzó a jadear fuerte y yo hice como que despertaba de pronto, preguntándole, ¿qué te pasa?, a la vez que retiraba mi mano diciéndole que fue en sueños, que perdón.
Ella en ese momento estaba a punto de correrse y me dijo.
— ¡No pares!, sigue como con el culo Isabel, por favor, será nuestro secreto.
No hablé, sólo acerque mi mano a su coño desnudo y le introduje dos dedos, arrastrando sus labios menores hinchados y calientes. Cada vez que metía y sacaba mis dedos los separaba entre sí para hacer más presión. Mantuve mis dedos un rato en su interior, macerando su vagina a fondo mientras ella sollozaba y su chocho iba empapando la sábana; después saqué los dedos y de un puñado agarré su vello púbico « negro y espeso», una raya ancha preciosa.
Mientras mantenía su cepillo de pelos apretado con el puño metí mi cabeza entre sus piernas y chupe su coño como la delicia que era, dando mordiscos a sus labios mayores y también jugando con su clítoris, apretándolo con mis labios y dándole tirones pequeños; ella agarraba mi melena rubia dándome tirones y casi haciéndome daño, jadeando al mismo tiempo.
Proseguí y le metí la lengua entera en el chocho, ella comenzó a gemir y a apretar mi cara con sus mulos. Hice bailar sus labios menores con mi lengua y Laura se corrió en mi boca, con un chorro de líquido tan abundante que me atraganté y tosí un poco, luego lo tragué todo, ¡que rico su sabor!, ella al verme toser me dijo.
— ¡Perdóname Isabel!, qué vergüenza haberme corrido en tu boca, pero, ¡no lo he podido evitar!
—No pasa nada Raquel, me gusta tu sabor, pero podrías tocarme un poco para que me corra yo también, ¡ya que jugamos a darnos placer!
—Nunca he tocado la raja de otra chica, pero te lo has ganado Isabel.
¡No!, ¡ella no me acarició!, ella metió la cabeza en mi chocho rasurado y absorbió labios mayores y menores a la vez, ¡con ansia!, ¡con hambre! Yo agarré su larga cabellera negra y la extendí sobre mi vientre, restregándola contra mis pechos y enredando sus mechones en mis pezones de punta. Laura mordió después mis labios mayores y los estiró hacia afuera como si me fuera a arrancar el coño, ¡no aguanté más!, y mis piernas dieron un espasmo chocando en sus mejillas, ella retiró un poco la cara de mi raja y yo me corrí intensamente, el chorro me salió a presión por la intensa excitación de esa noche, pulverizado y extendido (como si mi chocho fuera un bote limpia cristales), dejando su cara brillante y llena de multitud de gotitas de mi ser. Laura se limpió la cara con la mano y tendió su cabeza en la almohada, acercando su melena negra junto a mi melena rubia y me dijo al oído.
—Isabel, por favor que sea nuestro secreto, que vergüenza, a mí no me gustan las chicas pero me he puesto a cien y mi cuerpo no entendía de nada que no fuera sentir placer; Isabel siento haberte arrastrado a probar a otra mujer.
No le contesté por mantener en ella la creencia de que la inocencia había sido de las dos, pero tampoco quise mentir más en ese momento tan íntimo, solo me puse mi camiseta corta y me pegué a su espalda, apartando su melena negra y besándola en el cuello; al momento me quede dormida muy feliz.
—Fin—
© Isabel Nielibra