¡Chupa, putita, chupa!
Sexo brutal en el internado (cuarto capítulo de ocho)
Diciembre de 1984
La historia hasta ahora:
Pepe pasa su primeras navidades en el Internado. Un lugar donde todos los chicos están allí por una trastada gorda que han hecho. La de Pepe, “dejar que lo violaran” y todo el mundo en el pueblo descubriera que era un maricón al que le iban los rabos.
Aquel lugar, lejos de corregir su atracción por los hombres, como pensaba su familia que haría, consigue acrecentarla, pues eran muchos los rumores de que aquellas paredes encerraban mucho sexo homosexual furtivo.
Unas relaciones que todo el mundo negaba en público, pero que nadie parecía hacerle ascos en privado, como Pepe descubrió por las malas cuando vio a su amigo Gregorio, teniendo sexo con el pinche de cocina.
En la noche de Navidad los chicos celebran una fiesta en el cuarto de Blas, Pepe no se encuentra muy animado y decide no ir.
Por lo que le cuenta su amigo Gonzalo, que no suelta prenda sobre lo que pasó allí, acudió el Bombillas. Uno de los chicos más marginados del Internado.
Algo grave con este chaval, que su amigo le dice que tenga cuidado que le puede pasar lo mismo que él.
La fiesta se vuelve a repetir en Nochevieja, pero Pepe no es invitado en esta ocasión.
A duras penas consigue que su amigo le cuente lo que ha sucedido con los mayores y el Bombilla, pero una vez se arranca se lo narra con todo tipo de detalles.
Lo que comienza con una especie de partida de strip póker, termina con el Bombillas comiéndole la polla a Fede, uno de los compinches de Blas.
Escuchar como Gonzalo me decía que un compañero del internado se la estaba mamando a otro, confirmó mis maliciosas sospechas: no solo el guardia y el pinche se entregaban al sexo prohibido… Tantos hombres juntos y en un hábitat tan cerrado, propiciaba que aquellos encuentros fueran más frecuentes que en el mundo “real”.
Paradójicamente, mis padres me habían sacado del pueblo para que no me convirtiera en un mariconazo de tomo y lomo, más sin querer, me habían metido en un lugar donde no solo no se iban a corregir mis naturales instintos, sino que puede que estos se volvieran más pervertidos.
Gonzalo al ver que mi reacción no era negativa, pasó de estar avergonzado por lo sucedido a empapar sus palabras de una pasión inadecuada para un heterosexual. No solo sus argumentos de “hacer lo que hacen todos” me parecían endeble, es que creo que una boca es una boca, aquí y en Pernambuco. Si te gustan que te la mamen, lo mismo da quien lo haga. El rechazo, a mi parecer, solo está en el subconsciente.
—Yo nunca había visto en directo una mamada (la novia que tuve solo me dejaba cogerle las tetas y una vez me hizo una paja), así que ver como el Bombillas se tragaba la cabeza de la tranca de Fede me tenía anonadado.
»Como solo le chupaba el capullo, Blas se fue para ellos y empujó la cabeza de Luis hasta que consiguió que se la metiera hasta la campanilla. Creí que se ahogaba pues empezó a pegar arcadas sin parar, más como no podía zafarse, un montón de babas marrones salieron de su boca, resbalando por el rabo de Fede hasta sus cojones.
»Pensé que si continuaban obligándolo de aquel modo, iba a soltar la pota de un momento a otro. Sin embargo, aquel cabrón sabía lo que se hacía y cuando vio que estaban al límite, lo soltó para que pudiera respirar. Cuando retiró la cabeza, pude ver la polla de Fede, estaba palote a más no poder y la tenía llena de aquella especie de papilla marrón, que había vomitado el Bombillas. ¡Era mogollón de asqueroso!
»Blas parece que pensó lo mismo que yo, en un tono chulesco y recalcando todo lo que decía, dando a entender a todos que el Bombillas era un poquito cortito dijo: “Putita, ¿has visto cómo has puesto el cipote y los cojones de mi amigo? Eso no se puede quedar así, creo que no vas a tener más remedio que limpiarlo con la lengüita”.
» A pesar de lo repugnante que era aquello, Luis lo hizo sin rechistar, repaso la tranca y los huevos, de arriba abajo, tragándose todo lo que había salido de su boca, lo observé por si ponía cara de asco, ¡pero qué va!, completa indiferencia, como si quien se estuviera tragando sus vómitos fuera otra persona y no él.
»Busqué de reojo los rostros de David Aguilar y de Rafa Castro, las humillaciones a la que estaban sometiendo al pobre Bombillas parecía que le ponían un montón, pues no paraban de reírse y de tocarse el paquete. Yo, no sé si por el alcohol o porque me dejé llevar por la situación, también me estaba empezado a excitar (Aunque poquito, porque estaba más cortado que el pie de Kunta Kinte).
»Sin decir lo de “Verdad o te atreves”, Blas se sacó la polla y obligó a Luis a que se la chupara. “¡Chupa, putita, chupa!” le decía mientras apretaba su cabeza contra su pelvis. Por los ruidos que hacía con la boca, sospecho que se la metió de golpe hasta la garganta. Los ojos del Bombilla lagrimeaban sin parar y parecían que fueran a salirse de sus orbitas.
»Sus otros dos compinches, como si se tratara de una especie de código secreto, se colocaron junto a ellos, se sacaron el rabo y lo acercaron al rostro del Bombillas. Blas, reculó para sacarle el cipote de la boca y con un gesto le ordenó que chupará la del que tenía más cerca: David Aguilar. ¡Qué vaya pollón que se gastaba el cabrón!
»No sé cómo le cupo entera en la boca, media por lo menos veinte centímetros y era tan ancha como un vaso de tubo. Observé los ojos de Luis, estaban enrojecidos de tanto llorar y no paraba de toser porque se atoraba. Aun así, me pareció que lo de “lavar cabezas” no le disgustaba mucho, pues no dejaba de chupa que te chupa, ¡y de qué manera! El tío se la metió en la boca y pimpam, pimpam, un buen rato.
Imaginar la polla de Aguilar hizo que tuviera una erección en toda regla, para evitar que Gonzalo se percatara de ello crucé las piernas sutilmente. Por nada del mundo quería que mi nuevo amigo descubriera de mis “particulares” gustos.
—Del mismo modo que lo lanzó para que se la mamará a David, Blas tiró de la cabeza del Bombillas y se la puso sobre la polla de Rafa Castro. Con la misma voluntad que una marioneta, comenzó a lamerle el capullo, para a continuación tragársela entera. Esta vez, no sé si porque ya iba aprendiendo o se había acostumbrado, ni tosió, ni lloró. Puede que también fuera porque la polla de Castro era bastante más pequeña que la de Aguilar…
»Al verme apartado del grupo, Blas me hizo una señal para que me acercara. “¡Sácatela, para que te la chupe también!”! —me dijo mientras se reía como si alguien le hubiera contado un chiste. Pese a que me daba vergüenza, enseñar la polla allí delante de todos, sabía que si no lo hacía el cabrón del Blas lo iba a tomar como un desafío y puesto que temía más a su represalia, que a la posible vergüenza de que se rieran por no estar empalmado, abrí la portañuela y acerqué el rabo a la cara del Bombillas.
»”¿Qué te pasa tío? “—me preguntó Fede al ver que mi cipote estaba morcillón simplemente. “Nada, que no estoy acostumbrado a beber” —respondí intentando justificarme, aunque en realidad lo que me pasaba es que estaba más nervioso que Pinocho en la máquina de la verdad.
»Fue sentir aquella caliente boca alrededor de mi churra y toda la puñetera intranquilidad se fue de golpe. Me entró un gustirrinín por el cuerpo que no había sentido jamás. De buenas a primeras sentí como la verga se me ponía dura como una roca, tuve que poner cara de que me iba a correr porque Blas se dio cuenta y tiró fuertemente de la cabeza del Bombillas diciendo: “¡Putita, para un poquito! ¿O acaso quieres que te llene de lefa la boca? ”
»Blas le echó el brazo por los hombros a Fede, él a quien tenía a su izquierda y así sucesivamente, hasta formar un circulo alrededor de nuestro mamador oficial.La imagen que ofrecía el pobre Bombillas agachado en medio de los cinco era bastante singular. Se asemejaba a una criaturita pequeña a la que fueran a hacer presa unos cazadores y las cinco pollas alrededor de su cara, las armas para abatirla.
»Sin que nadie le dijera nada comenzó a mamar cada una de las pollas, chupaba primero el glande como si fuera una piruleta, para después succionarlo fuertemente y pimpam, pimpam, hasta que terminaba engulléndola hasta los cojones, para después pasar a la siguiente.
»Cuando llegó mi turno, no sé si por lo mareado que estaba, al tragársela entera sentí como me corría y el Bombillas al no darle tiempo a apartar la boca, sintió como la leche le llenaba la boca. Hizo ademán de escupirlo, pero rápidamente Blas lo detuvo diciéndole con cara de mala leche: “¡No lo vayas a escupir putita y me manches el suelo. ¡Eso te lo tragas! Además dicen que tiene proteínas…”
»Con la misma frialdad en indiferencia que lo había soportado todo, Luis se tragó mi semen sin rechistar. Aquello les resultó gracioso a los demás y, deshaciendo el círculo alrededor del muchacho, comenzaron a pajearse con el único afán de echarle el esperma en la boca.
»El siguiente en correrse fue Fede, quien siguiendo las indicaciones del organizador de la fiesta, le echó toda la leche sobre la lengua. “¡Y ahora trágatela, perra!” le gritaba Blas, sin dejar de masajearse la polla, como si observar el repugnante acto le diera más placer que su mano.
»Rafa Castro, sin esperar a que se tragará la leche de su amigo, apretó la cabeza contra su pelvis y le obligó a tragarse su cipote por completo. Por los mohines que hacía y por los bufidos que emitía, creo que tardó bastante en correrse y que todo su semen fue a parar directamente a la garganta de Luis.
»Contemplar como su amigo se corría dentro de la boca del Bombillas, fue más de lo que la calenturienta mente de Blas pudo soportar y, de repente, acercó la polla a el rostro del chaval y se corrió sobre él.
»David Aguilar imitando a su “jefe”, colocó su polla delante de la cara de Luis y se terminó de masturbar delante de esta. Ver como la cabeza brotaba como la de una tortuga entre el dorso de su mano no dejaba de fascinarme. Ver cómo su capullo escupía un trallazo de leche tras otro me dejó sin palabras. Nunca antes, había visto a nadie eyacular de manera tan abundante. Era como una corrida de película porno. Al terminar, el rostro del Bombillas estaba casi completamente cubierto de blanco, era como una especie de mascarilla de esa que se ponen las mujeres para dormir.
»El pobre muchacho se llevó las manos a los ojos, intentando evitar que el pegajoso líquido le entrara dentro. La verdad es que poco podía hacer, pues le empapa toda la cara y se metía por todas la comisuras de su rostro.
»Blas se quedó mirándolo con cara de mala leche, en un momento creí que le iba a pegar una patada o algo por el estilo. Sin embargo simplemente le grito que fuera a ducharse, que no quería que le llenara el suelo de lefa, ni que Fermín, el guardia de seguridad, lo viera así.
»El Bombillas volvió a obedecer sin rechistar y, dando leves tumbos al andar, fue al pequeño cuarto de baño que había en uno de los laterales de la habitación. Yo, por todo lo que habíamos bebido, me estaba meando como una burra, así que sin pensármelo mucho me fui tras de él.
»Mientras descargaba la vejiga, observé a Luis, no estaba llorando ni siquiera tenía cara de pena, no sé si porque era muy fuerte o porque había sufrido ya tanto que nada parecía dolerle. Me dio la impresión que se limpiaba el pelo y la cara, como si en vez de asqueroso esperma, se hubiera manchado de vino o chocolate, sin darle importancia alguna.
»No había terminado yo de orinar, cuando entró Blas. Al ver que el váter estaba ocupado, se quedó mirando vacilante a Luis y dijo: “No importa que esté ocupado, ¡mearé en la ducha!”. Sacó la churra y dirigiéndose al Bombillas le dijo: “¿Quieres una ducha calentita?”
»Ver como el chaval se agachaba y dejaba que Blas lo regara con su orín, fue lo más vomitivo que había visto nunca. Pero la cosa no terminó ahí, pues sus amigos al ver lo que sucedía, hicieron lo mismo, como si se tratara de una especie de prueba de hombría o algo por el estilo.
» Aunque no tenía huevos para largarme de la habitación, por las posibles represalias de Blas, nada más que terminé de orinar salí del pequeño cuarto de baño e intenté no imaginar hasta donde había llegado la lista de humillaciones a las que habían sometido después al muchacho.
Gonzalo me acababa de relatar lo que sucedió en la fiesta de Blas de Nochebuena y no podía menos que solidarizarme con el Bombilla. No solo se había visto obligado a chuparles la polla y tragarse el semen de sus cinco compañeros, sino que acto seguido lo habían meado de arriba abajo. Perpetrando con ello lo que, para mí, se me antojaba como una de las peores humillaciones que se podía someter a un semejante.
No dejaba de causarme estupefacción que cinco compañeros del centro hubieran obtenido placer con alguien del mismo sexo. Aunque hoy, en perspectiva, veo que las razones que llevaron a cada uno a cometer aquel cruel acto fueron bien distintas, estaba claro que todos tenían sus particulares motivos.
Blas, por lo que pude saber después, era bisexual o un homosexual reprimido. Gustaba de follarse el culo de un tío y de que se la mamaran unos labios masculinos. Fue el organizador de la “fiestecita”, quien al ver que yo había optado por no ir y que Gonzalo, sabiendo jugar bien al póker, no iba ser presa fácil de sus artimañas, hizo uso en última instancia del infeliz del Bombilla. Algo que no me cuadraba del todo, fue por qué recurrió a la pantomima del juego de cartas, ¿quizás para justificarse delante de sus compinches? Creo que nunca lo sabré a ciencia cierta y cualquier cosa que diga serán simples conjeturas.
Fede lo hizo para no quedar mal ante Blas, su ídolo. Tenía en un pedestal a su amigo y era capaz de hacer cualquier cosa por satisfacerlo. Aunque todo el mundo lo tachaba de perrito faldero y chupaculos, a él le daba igual. Él era feliz así, pareciera que su único propósito en la vida era contar con el beneplácito del engreído jefecillo. Creo que en ningún momento se planteó que el acto inmundo que estaba practicando estaba muy cercano a una violación, él vio cómo su admirado Blas lo hacía y no se cuestionó nada.
David Aguilar siempre me había parecido un chico insípido, guapo, pero sin gracia alguna. No sé si por su timidez o porque realmente tenía menos personalidad que los “Modern Talking”, el caso es que nunca mostraba a los demás su verdadero yo. Aunque no llegaba al servilismo de Fede , se dejaba arrastrar por las ideas de Blas y si había que darle un escarmiento a alguien lo hacía sin pudor. Si aquella noche lo que tocó fue denigrar a alguien sexualmente, porque su “jefe” así lo había decidido, él, sin reparos de ningún tipo, puso el pollón que le había regalado la madre naturaleza a su entero servicio.
Lo de Rafa Castro era harina de otro costal, ni tenía tan endiosado a Blas como sus otros compañeros, ni necesitaba tanto de la aprobación de este para hacer las cosas. Creo que si andaba siempre con él, es porque lo utilizaba como coartada para dar rienda suelta a sus más bajos instintos. Aquel tío disfrutaba haciendo daño a sus semejantes y en el grupo de Blas encontraba más que sobradas excusar para practicar ese “deporte”. No estuve presente, pero por lo que me contó Gonzalo y por lo que llegué a conocerlo después, me veo capaz de inferir que si el Bombilla hubiera accedido de buenas ganas, habría gozado mucho menos con ello.
Aunque la reacción más extraña, y a la vez más contradictoria, ante lo acontecido aquella noche fue la de Gonzalo. Su discurso intentaba evidenciar que no había disfrutado con el sexo, sin embargo la pasión con la que vestía a sus palabras, contándome lo sucedido, manifestaban otra cosa. Si bien no ocultaba que el Bombilla no le caía bien, tampoco estaba de acuerdo con lo que sucedió. Su excusa para dejarse llevar era que no quería que los mayores (apelativo que no me cuadraba mucho viniendo de él, pues ellos eran prácticamente de su misma edad: dieciocho años) le dieran de lado.
Fuera como fuera, no era demasiada mala persona y cuando los cafres aquellos vaciaron su vejiga sobre Luis, él no lo soportó y se quitó de en medio para no verlo.
—Los muy cabritos salieron del baño como si hubiera pasado la cosa más guay del mundo —Prosiguió contándome su historia, impregnando sus palabras de cierta rabia —. Al ratillo salió el Bombilla, quien sin secarse del todo, cogió la ropa del suelo, se vistió, miró a Blas como pidiéndole permiso para marcharse y, cuando este le dio su aprobación, se fue.
»Nos quedamos un rato allí bebiendo y charlando de todo lo que había ocurrido. Comentando las “mejores jugadas” como si de un partido de futbol se tratara. Blas estaba eufórico, me dio la sensación de que al obligar al Bombilla a chupársela a todos, se había quitado una especie de espinita que tenía clavada. Si podía tener alguna duda de que iba aquella movida, fue escucharlo y se me aclararon todas: “¿A qué llevaba yo razón en que la chupaba de abutem ? Me hubiera gustado estrenar una “zorrita” nueva, pero aun así ha estado bien”.
No le dije nada a Gonzalo, pero yo no tenía ni pajolera idea de jugar al póker. De no haber tomada la decisión de quedarme en mi cuarto, de quien habrían abusado aquella noche hubiera sido de mí. Un escalofrío recorrió mi espalda y mis pensamientos quedaron desnudos de lujuria, mi polla, que hasta el momento había estado juguetona, pareció querer encogerse y meterse dentro de mi escroto. Era evidente que me atraían los chicos, pero el sexo desmedido que se practicó en aquel cuarto, estaba muy lejos de agradarme y, mucho menos, de proporcionarme placer.
—Como ya había participado en la “fiesta” a Blas no le importó seguir contando sus planes delante de mí. Es más, no sé si por la priva o por lo a gusto que estaba, creí que me consideraba como a uno de ellos, un colega más. “Pues en año nuevo, nos lo vamos a traer a primera hora y nos vamos a pegar un homenaje de los buenos, ¡de los buenos, buenos!”.
Dentro de dos viernes publicaré la continuación de esta historia que llevará por título “Juegos homosexuales de machitos” será en esta misma categoría ¡No me falten!
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