Christopher, el auto descompuesto
Susana le permite a un desconocido a utilizar el teléfono...
Muchas gracias por todos los mensajes que recibí en mi primer relato. Me han impulsado a seguir escribiendo lo que ha ido sucediendo después de ese día. Me describo: mido un poco más de 170 cm, delgada, piel blanca y pelo oscuro, facciones finas, ojos color café, pecho entre mediano y grande y mi trasero es bastante grande en comparación con el resto de mi cuerpo. También quiero agradecerle a todos los que me han enviado mensajes a mi correo: me alentaron a seguir escribiendo. Gracias nuevamente.
Después del encuentro con Tom, Susana estuvo días preguntándose cómo había dejado correr los deseos primitivos. Era una mujer sexualmente activa y Tom había abierto una puerta que ella desconocía que existía y cruzó al entregarse a él. Decidió que iba a hacer disfrutar su cuerpo, un cuerpo que estaba hecho para dar y recibir placer.
Una tarde Susana acaba de bañarse. Estaba mirando la tv en la sala y sonó el timbre de la puerta. Miró por el huequito y ve a un joven de 27 años aproximadamente, fuerte, alto, pelo rubio, usando gafas de sol, jeans y una camiseta ajustada. Susana traía puesto un vestido negro ceñido al cuerpo y el pelo suelto. Así abrió la puerta.
Disculpe, mi nombre es Christopher. Mi auto se descompuso y la batería de mi teléfono no tiene carga. ¿Pudiera prestarme el de su casa, si no le molesta, claro está?
Oh, no hay problemas, pasa.
Gracias, belleza, -dijo Christopher mirando detenidamente a Susana y admirando su cuerpazo.
Susana señaló hacia donde estaba el teléfono. El joven se acercó y marcó el número de un amigo.
Hey, habla Chris… Sí, sé que no es mi número, pero resulta que me quedé sin carga en la batería del teléfono y mi auto se descompuso. Te estoy llamando desde un teléfono de una bella dama que accedió a prestármelo… –Susana escuchó el piropo indirecto que le soltó Chistopher. Solamente le dio por sonreír, cosa que él notó y cuando terminó de hablar se acercó a ella.
¿Ya terminaste?
Oh, sí, muchas gracias, señora. Le estoy muy agradecido. Ya hablé con un amigo y me recogerá en cuanto pueda. No sabría cómo pagarle el favor tan enorme que me ha hecho. Aquí tiene mi tarjeta. Yo soy conductor de un taxi. Si me necesita, pues con gusto le atenderé.
Muchas gracias. Espero no aprovecharme demasiado, jajaja. No me gusta conducir.
Pues no tenga pena. A mí me fascina. La llevo adonde me diga. Sobre todo a una mujer tan bella como usted.
Jajaja, ¿de veras lo crees?
¿Qué cosa?
¿Que soy bella?
Soy muy honesto. Si se lo dije es porque realmente lo es. Sinceramente es usted muy bella.
Gracias, tú tampoco estás mal –Susana se puso colorada con lo que había dicho sin querer.
¿De veras lo cree?
La carcajada fue simultánea. Él usó la misma estrategia de ella.
¿Sabes una cosa? –preguntó Christopher-. Hace rato no me tiro a una madurita como tú. No estaría mal retomar viejas costumbres.
Pero yo no soy un juguete, nene.
Porque no quieres, pues cara de muñeca sí tienes.
Gracias por lo que me toca.
Veo que eres casada. Suertudo que es tu marido. Yo con una hembra así estaría follando las 24 horas del día durante los 12 meses del año.
Jajajajaja, ni tanto. No creo que ninguno de los dos aguantemos, jajajaja.
¿Que no? Prueba y verás.
Christopher avanzó hacia Susana y me plantó un beso con lengua. Ella se quedó petrificada por el atrevimiento del jovencito. Después de un minuto de lengua y labios, ella intentó separarlo. No debía volver a ser infiel nuevamente, pero ya era tarde. Ella deseaba la unión. Christopher bajó el pantalón un poco para que Susana se la chupara. Una verga de 20 cm de largo apareció antes los ojos de Susana.
No está nada mal, muchacho.
La sentirás mejor en tu vagina, puta –y diciendo esto se quitó toda la ropa. Susana se entregó a la mamada.
Ella aún tenía puesta la ropa interior y los zapatos de tacones. Comenzó a chupar aquella verga desconocida, la tercera verga que se estaba comiendo en su vida, y miraba a Christopher a los ojos de vez en cuando. Se daba con la verga en la lengua para luego volver a chupar. Intentaba metérsela completa en la boca y la escupía. Le pasaba la lengua desde la base hasta el glande. Apoyaba las manos fuertes en los muslos del joven y así se apoyaba para mamársela con ritmo. A veces Christopher la agarraba por la parte atrás de la cabeza y le empujaba toda la verga. Susana protestaba:
No me hagas eso, muchacho, que después me duele la garganta sin necesidad.
Deja de quejarte tanto, puta.
Susana siguió chupando a su ritmo. Christopher comenzó a masturbarse y Susana le pasaba la lengua por los cojones, los chupaba y los besaba con frecuencia. Él se dejó caer en el sofá y ella le tiró saliva a la polla. Alternaba la masturbación con la mamada. Christopher se puso de rodillas y ella siguió mamando.
Luego, él le quitó toda la ropa y la acostó en el sofá. Le pasó la lengua por todo el clítoris y le comenzó a meter y sacar los dedos, entonces se los ponía cerca de la boca para que ella lamiera su propio sabor. Le volvió a mamar la vagina y se acercó a la boca, le echó saliva y la besó. Siguió metiéndole dedos dentro de Susana. Ella tenía las piernas pegada al pecho y volvió a mamarle la verga a Christopher, el cual la puso bocarriba, la abrió de piernas, le escupió la vagina y suavemente la penetró. Él tenía una pierna en el suelo y otra en el sofá. Susana lo miraba presa de lujuria mientras se acariciaba ella misma su clítoris.
¡Qué lindo se mueve tu pecho cuando te golpeo con mi verga!
Sí, cabrón, párteme con tu vergota, dale, que te siento rico.
Christopher se la sacó. Le echó saliva a la vagina y volvió a metérsela a Susana. Esta gimió de placer.
Eso, puto.
¿Te gusta, perra?
Sí, mucho. Tienes una pingona rica.
Gózala que es toda tuya.
Después de un rato de follarla así, Christopher se la sacó y se puso de pie. Susana entendió que debía chuparla y eso hizo. Christopher la ayudaba con sus manos a que la penetración fuera más profunda. Formaron un 69 y Susana mamaba con intensidad. Susana aprovechó esa posición para pasarse la verga por los pezones como si le picaran y se estuviera rascando. Luego, él se sentó en el sofá y puso a Susana de espaldas a él para que lo follara en esa posición. Susana fue sin decir una palabra. Le gustaba follar y mientras Christopher la sostenía de las caderas para clavarla más, ella se masturbaba con su mano derecha.
Christopher cambió a Susana de posición: la puso de frente a él para que lo cabalgara. Ella comenzó a brincar a ese macho desconocido y él le daba nalgadas suaves para animarla a que cabalgara más rápido. Ella apuraba la velocidad de la follada, pues era quien la controlaba. Ella misma se bajó y comenzó a chupársela a Christopher. Sacaba la lengua todo lo que podía y Christopher la empujaba con sus manos fuertes bien entrenadas.
La puso a cuatro patas en el sofá con la cabeza recostada en el mismo y desde ahí comenzó a metérsela. Ella vacilaba el cuerpo bien marcado por el gimnasio. Él le escupió la entrada del ano y metió un dedo. Luego metió dos y luego la verga.
Ayyyyyyyy, -protestó Susana. –Métela suave, cabrón.
Ok, puta. ¿Así?
Sí, papito.
Christopher se follaba suavemente a Susana por el culo. Ella no protestaba ya. Susana misma sentó a Christopher en el sofá, se puso encima de él, se la metió en el culo, puso sus pies encima de los muslos de él y a brincar se ha dicho.
Cuando me abriste la puerta pensé que tenía delante de mí a una mujer seria, pero veo que solamente tengo a una puta caliente.
Soy una mujer decente y casada, perro. No confundas.
Se nota. ¿Verdad?
Jajaja, aunque no lo creas es así.
Cállate y sigue follándome, putona.
Christopher la puso de costado sobre un muslo de ella y comenzó a moverse él solo.
Joder, ¡qué bien follas, puto!
Jajajaja, así es como se follan a las decenticas como tú.
Christopher se acostó y la puso encima de él, pero esta vez se la puso en el culo a Susana. Ella intentó cambiarla de hueco al sentirla, pero Christopher fue más rápido: con un golpe de cadera se la metió por el culo a Susana antes de que ella pudiera reaccionar.
¡Ayyy! ¿Qué estás haciendo, cabrón?
No pensarás que me voy a ir sin probar el culazo este -y siguió follándoselo.
Susana apretó las manos y trató de relajar el esfínter para que no le fuera a hacer daño la polla de Christopher. Cuando empezó a sentir placer lo miró a los ojos y le puso fuerza a los sentones que se estaba dando. Le aguantó la mirada a su semental y ella se corrió intensamente. La puso de lado y desde atrás se la folló fuerte. Se volvió a correr al minuto de estar en esa posición.
¿Cómo quieres correrte?
Donde me dé la puta gana.
No había terminado de pronunciar la frase e intensificó la follada. Se corrió en esa pose.
Espero nos volvamos a ver, guapa.
Quizás un día -fue el adiós de Susana al cerrar la puerta y despedirlo. Al sentarse sintió escozor, pero pensó que el placer había valido la pena.