Chris y familia 10
El padre de Chris les ha pillado. Furioso decide humillar a su mujer por engañarle. Pero la cosa se desmadra y todos participan del momento
- ¿Qué coño significa esto?
Oí la voz de Chris haciéndole frente pero no me interesaba para nada lo que se estaba cociendo porque me daba mal rollo. En ese momento mi intención era coger la ropa y salir de allí cuando antes para evitar quedar metido en algún lío. Claro que la intención era una cosa y la realidad era otra. Mi cuerpo no parecía responder con la rapidez que yo quería. Me resultaba dolorosamente agotador moverme. Parecía sentirme sin fuerzas y cada paso era una agonía.
- ¿Dónde está el hijo puta? Aun puedo oler su puta leche en el coño de mi mujer. ¿Dónde está, Christina?
No sé que le respondió pero hoy un golpe y un agudo grito primero de Chris y luego de su madre. Yo ya estaba en la habitación poniéndome la ropa interior cuando por la puerta asomó un hombre de unos cuarenta y tantos o cincuenta años vestido con camisa de ejecutivo, corbata medio suelta, pantalón negro y unos zapatos “Panamá Jack” más propios de un matón que alguien con ese aspecto de directivo. Bastó una sola mirada para sentirme perdido.
- Hijo de puta.
Eso pronunció a voz en grito mientras cruzaba la distancia que había desde la puerta hasta la mesa junto a la que estaba. De un derechazo me arrojo al suelo. Tanto su mujer como Chris gritaron a la vez que se pusieron a implorar por mi salvación.
- Tú eres el cabrón que se ha follado a mi mujer. ¿Es verdad?
Asentí aun atontado por el golpe. Su respuesta fue cogerme por el pelo para ponerme en pie y colocar mis ojos a la altura de los suyos. Apenas si tocaba el suelo con las puntas de los pies. Luego se giró y miró a la pareja de suplicantes.
¿Cuántos polvos te ha echado?
Sólo lo hemos hecho una vez. – Gemía en un mar de lágrimas.
Y a mi hija…- Con un gesto señaló a Chris.- ¿También la has follado?
Sí. Me ha follado, y me ha enculado, y se la he chupado y me he corrido de gusto… ¿Acaso tienes envidia? No puedes hacer que mamá se corra y tal vez por eso por lo que ella ha recurrido a él. – Le desafía su hija abiertamente sin importarle las consecuencias.
¿Es eso verdad? ¿Ya no te doy suficiente? – le grita a su mujer.
No es eso…
Te ha gustado. Eres una zorra que ya te has aburrido de mí y por eso ahora vas a la caza de jovencitos. ¿Es eso verdad?
La mujer apenas era capaz de pronunciar palabra alguna ahogada en sus lloros y súplicas. Parecía fuera de sí ante la situación.
- Tal vez lo que ocurre es que ya no soy lo suficientemente hombre para satisfacer tus gustos. ¿Es eso?
Me arroja contra la cama a la vez que se acerca a su mujer. La vuelve a coger por el pelo y la arroja al lado mío. Luego se acerca a una Christina que le hace frente con su mirada desafiante.
- Pues si a ti te ha gustado que te encule, supongo que tu mamá no tendrá problema en probarlo.
La madre se giró con la cara pálida y una expresión de horror pero un tortazo la devuelve a su posición de orante con las piernas de rodillas y el cuerpo apoyado en la cama. Luego coge a Chris por un brazo y la acerca a donde estamos su madre y yo.
Empieza a chupársela hasta que la tenga dura. Mójala bien con tu saliva porque va a estrenar el culo que tu mamá siempre me ha negado.
No. Por ahí no… Por favor. – Suplicaba la madre.
Calla. Y tú chupa.
Chris obedeció religiosamente con su habitual habilidad para excitarme pero yo sufría porque no conseguía responder a las caricias que la lengua de ella me ofrecía. Sí, lograba que la polla se me hinchara pero no lo suficiente como para ponerse dura y firme.
El hombre nos miraba con ojos hinchados, la respiración agitada, los puños apretados, y todo su cuerpo en una posición rígida, con todo su cuerpo en tensión. A primera vista se le veía como aquello le estaba poniendo cachondo y aunque apenas se intuía variación en el paquete que se insinuaba bajo el pantalón. Una mano distraída de vez en cuando lo colocaba entre aquella ropa. Sus nervios se podían sentir en el aire. Aquello no podía durar mucho.
De repente, apartó a Chris de mi polla. Esta mostraba una erección decente para como me encontraba, agotado y dolorido, pero aun le faltaba consistencia y dureza a mi voluntarioso miembro.
- Ya vale.
Me agarró por el cuello y me arrojó contra su mujer.
- Empieza ya. Y tú échale una mano.- Gritó a Chris.
Esta obedeció y empapando un dedo en saliva abrió camino en el culo de su madre que se agitó conteniendo un grito. Luego introdujo un segundo y comenzó a moverles como si la estuviera follando. La “víctima” comenzó a mover las caderas, al principio con timidez y poco a poco con más soltura. Entonces ella sustituyó los dedos por la punta de la picha y empezó a hundirla con delicadeza dentro de aquel agujero virgen.
Como no estaba totalmente dura le costó entrar. La madre sollozaba ante aquella intrusión y a mí me dolía cada movimiento dentro de ella. Mi picha estaba agotada, no tenía reservas como para montar otra batalla. Intentaba meterla y sacarla pero si para ella era una tortura para mí tampoco estaba muy lejos. Chris me animaba comenzando a lamerme el ojo de mi culo y a jugar a meterme un dedo. Ciertamente me animaba y daba más vitalidad a mi maltrecho miembro cosa que a la madre parecía gustarle porque cuando conseguí meterla hasta el fondo pude sentir como chapoteaba su coño al chocar contra mi cuerpo.
De repente un grito me arrebató la concentración. Era la voz de Chris. De golpe algo me taladró el culo de manera salvaje y brutal. Increíblemente mi polla se endureció como si fuera de piedra y yo vi multitud de estrellas frente a mis ojos.
- Me corro.
Gritó la madre con voz agonizante mientras clavaba las uñas en la cama, luego mordió la manta y ahogó un segundo grito a la vez que su coño comenzaba a descargarse otra vez. Era increíble lo que sentía cuando las convulsiones de su culo intentaban ordeñar mi polla.
Eso no distrajo al hombre. Pude sentir su peso contra mi culo arremetiendo sin piedad una y otra vez con todas sus fuerzas, forzándome a entrar y salir dentro de su mujer al ritmo impuesto por él.
El dolor me llegaba hasta la médula. Mi espalda parecía a punto de romperse y las piernas apenas las sentía. Pero me sentía como drogado, como ajeno a mi cuerpo. Podía sentirle entrando a cada acometida pero sin llegar demasiado dentro. Estaba dentro de mí y yo dentro de ella. Dolía, pero disfrutaba a la vez y no podía hacer nada. Era él quien controlaba y manejaba mi cuerpo.
De nuevo la madre se corrió mientras a mis espaldas podía oír los jadeos salpicados de obscenidades del hombre que me estaba sodomizando. Apenas podía respirar, sudaba de manera copiosa como poseído por una fiebre que subía a cada golpe que recibía en el culo. Cerré los ojos y entre lágrimas recé para que todo aquello se acabara cuanto antes.
Dios pareció apiadarse, y apenas unos segundos después conseguí un agónico orgasmo justo cuando él disparaba dentro de mí toda su carga de leche, y su mujer se corría por tercera vez en esa enculada.
Nunca he vuelto a lograr semejante hazaña ni creo que vuelva a intentarlo. Eso sólo se logra cuando se es joven. Así que agotado por el sobrehumano esfuerzo realizado, caí al suelo sin energía en cuanto me liberó de su polla. En ese momento pude verle con claridad.
Tenía los pantalones bajados hasta las rodillas, el pelo alrededor de su mínima polla ( no más de doce centímetros descubriría días más tarde ) estaba recortado como si hubiera ido a la peluquería. Sus abdominales, levemente insinuados, eran de gimnasio y sus piernas estaban totalmente depiladas.
Chris limpiaba con eficiencia comprobada la polla de su padre, que parecía momentáneamente satisfecho. Entonces volvió a fijarse en mí y sonrió del mismo modo que había visto sonreír a Chris esa noche varias veces. De un modo diabólico.
Con un empujón aparta a Chris del rabo y me coge por el pelo hasta ponerme más o menos de rodillas y con la boca contra su miembro.
- Tú también lo vas a probar.
Entendí perfectamente lo que me quería decir. Me tragué el orgullo y utilizando todo lo que había visto hacer a la madre y a las hijas intenté ponerlo en práctica. Mientras trabajaba aquel rabito comenzó a ganar en firmeza y grosor. El hombre murmuraba entre dientes obscenidades de manera continua mientras su miembro se agitaba como un mar embravecido en mi boca.
Joder. Puto maricón. Vas a hacer que me corra.
Fóllame, papá. Fóllame. – Gritó de repente Chris abriéndose de piernas junto a su madre, acariciándose el coño mostrando como manaba su excitación empapando la alfombra.- Necesito una polla.
El padre la miró con una mezcla de horror y excitación. Aquello se le había ido de la mano y se estaba convirtiendo en una locura. Su hija se le ofrecía como una bestia en celo sin importarle que fuera su padre. Quizás fue un pensamiento fugaz porque en esos momentos tomó el control del cuerpo su lado animal.
Me apartó de manera brusca, se puso de rodillas frente a Chris, cogió a su hija por las caderas como si no fuera nada y tumbándola en la cama la folló como si le fuera la vida en ello. Gruñendo con cada ataque, intentando destrozar el coño que le había provocado aquella locura.
El chapoteo del sudor y los fluidos al chocar los cuerpos, los gemidos de Chris, las obscenidades del hombre… todo ello pareció devolver la vida a la mujer madura, que sin perder la misma posición en que había sido enculada y se había dejado rendido, consiguió llevar una mano a su coño y comenzó a acariciárselo.
Insistía en rozar la punta de su raja; donde se podía ver una pequeña pepita enrojecida. Un clítoris del tamaño de medio pulgar. Sin poder resistirme hice un último y suicida esfuerzo y llevé mi lengua hasta aquel pozo rebosante y recorrí las mismas rutas que ella había comenzado con mi lengua. Apenas un minuto después alcanzaba un nuevo orgasmo proclamándolo con un grito agónico.
Su hija gritaba exigiendo más a su padre, que gruñía igual que un animal salvaje hundiendo su miembro todo lo más dentro que podía dentro de Chris.
Después de eso perdí lentamente la conciencia… Creo que me quedé dormido por el agotamiento o porque me sentía como si hubiese corrido una maratón y me hubieran metido un torpedo por el culo… Aunque esta última experiencia no había tan desagradable como había pensado.
Jorge Rey Quinto*** Alfredo B. Mundo alfredobmundo@yahoo.es