Chris y Familia 05
En la que se hacen confesiones y se prepara una nueva sesión de sexo
A las ocho, puntual no aparecí por su casa. No estaba dispuesto a ser de nuevo un juguete para la loba de Christina. Preferí pasar esa tarde en el cine y la noche acostándome pronto para intentar descansar después de tan ajetreada semana. Supuse que ese plantón no le iba a gustar, pero a veces un gesto vale más que mil palabras aunque no sabía muy bien como lo interpretaría ella. Ese pensamiento me hizo pasar una noche llena de oscuros sueños que insinuaban pesadillas que he olvidado.
Como me desperté pronto para ser sábado y temiendo que ella se presentara a preguntar por mí en la residencia donde me alojaba, decidí salir a correr después de desayunar. Así evitaba que me encontrara y tener que hacerla frente. Puede que muchos piensen que era un cobarde redomado pero yo me sentía más cómodo eludiendo las situaciones comprometidas que haciéndolas frente, de ahí mi comportamiento. Además, por aquel entonces estaba empezando a disfrutar corriendo largas distancias y me ilusionaba el poder correr aquel año la media maratón local.
Era un día ventoso de enero pero con un sol tímido que engañaba. La helada de la noche había sido devastadora y el suelo estaba alfombrado de escarcha que parecía resistirse a convertirse en agua. Aunque iba en pantalones cortos no notaba apenas el frío pero las manos sí y tuve que resguardarlas dentro de las mangas del chándal. Todo ello sin perder el ritmo. Por el carril-bici por el que iba sólo pasaban algunos ciclistas tapados casi por completo que te respetaban. Todo era paz y tranquilidad. Un lugar donde relajarse y olvidarse de los problemas.
Claro que a veces los problemas también pueden seguirte sobre todo si tienen piernas y son insistentes. Como temía, Christina fue a la residencia y preguntó por mí. No sé quien sería el gracioso que le contó mi afición y paradero, pero cuando el ruido de una moto me sacó de mi relajación y al girar la cabeza me encontré con ella en su motocicleta que venía en mi búsqueda… me hundí como el Titanic. Me sentí con ganas de pegarme un tiro.
Me paré esperando que me cayera una lluvia de acusaciones. Una bronca del tamaño de un huracán seguido de una catarata de torturas que ella propondría como desagravio. Pero no fue así como sucedió. Primero paró la moto y el silencio se me hizo inmenso. Se quitó el casco, me miró unos segundos y después habló con voz tristona.
No viniste ayer por la noche.
No. No fui.
¿Por qué?
Porque te tengo miedo.
Me Salió del alma de manera inconsciente. Ella se quedó bloqueada por unos segundos. Se bajó de la moto y se acercó aun más hasta cogerme la mano derecha entre las suyas.
¿Por qué te doy miedo?
Verás…- busqué desesperadamente palabras para dar forma a mis pensamientos.- No me importa que me manejes hasta cierto punto. Lo que me da miedo de ti es que no sé qué quieres. Te encanta experimentar pero no tengo muy claro a donde quieres ir. Tan pronto pareces una tímida masoquista como te comportas como una ninfómana en celo. Parece como si yo tuviera que estar a tu servicio… a veces me gustaría poder ser yo el que mandara.
Christina cerró los ojos, jugueteó con los mis dedos a través de la tela del chándal, se mordió los labios y suspiró.
Puede que tengas razón. Me dejo llevar por el momento. Pero es porque me siento libre contigo. No parece importante las rarezas que te pidiera… o al menos lo parecía.
Y no me importan… hasta cierto punto. Lo que me vuelve loco es que no sé que quieres. O cómo lo quieres. Si lo que quieres es que te ate y te azote dímelo a las claras. Si lo que quieres es sexo jugando a no ser visto como ayer por la mañana, olvídalo.
Puede que tengas razón. He sido yo la que te he metido prisa estos días. Pero no lo he hecho con mala intención. Simplemente es que soy así.
Parecía a punto de echarse a llorar. Se llevó mi mano a su pecho. A su corazón. Sus ojos miraron directamente a los míos y pude ver su ansiedad. Como si yo me hubiera convertido enana especie de droga para ella.
- Me gusta sentirme como una esclava. Como una perra. Me gusta cuando me azotas. Ya has visto como me pongo de caliente cuando me pegas. Si me mandases ir a clase sin bragas obedecería sin pensármelo. Para ti siempre estoy dispuesta para que tú me hagas lo que deseas, a que me esclavices. Te daré total libertad para que me trates como quieras. Pero por favor… Vuelve. No te vayas ahora que empezaba a disfrutar.
La propuesta era tentadora. Necesité algo más de un minuto para analizarla en profundidad y ver como me daba mano libre… No es que sea violento, pero nadie está libre de ciertos impulsos, malos pensamientos y retorcidos deseos ocultos.
¿Lo dices en serio? ¿Lo que quiera?
Por favor. Lo que sea, pero vuelve.
Bueno…- me hice de rogar mientras retorcía mis dedos entre sus manos.- ¿Tienes cámara de video?
Sí. ¿Por…?
Verás. Esta noche te voy a atar y tengo algunas ideas sobre qué hacer contigo. Pero antes de hacerlas te taparé los ojos. Todo lo que haga lo grabaré en video y así cuando me vayas pueda ver lo que te he hecho. Si te gusta seguimos y si no, lo dejamos. ¿Vale?
Vale. Sí. Esta tarde. Cuanto antes.- respondió con una ansiedad que me sorprendía.
¿Van a estar esta tarde tus padres en casa?
Ahora mismo no están y hasta las diez seguramente no vuelvan. A mi hermana la puedo echar sin problemas. Tú di la hora.
¿Tienes cuerda en casa?
Creo que sí.
Bajamos ahora a mirarlo y preparar las cosas y lo dejamos preparado para esta tarde. ¿Te parece?
La respuesta fue un beso abrazándose a mí con una fuerza increíble. Casi me asfixia en el momento. Luego me llevó hasta la motocicleta. Me hizo montar en el asiento de atrás y salimos en dirección a la ciudad como cohetes.
Decía la verdad. Cuando llegamos no había nadie en casa. En el garaje estuve mirando y encontré cuerda de plástico de la de tender la ropa. Y también un trapos con los que cubrir la piel y que no se hiriera con el roce. Me mostró varios condones que guardaba en su mesilla para cuando llegara el momento… Todo con una alegría casi infantil. Sólo le faltaba que estuviera dando saltitos a alrededor mío como una perrita faldera. Al final, la dejé en casa prometiendo que estaría para las cuatro y comencé mi retorno a la residencia.
Aquel día la suerte estaba de mi parte parece ser, porque apenas había dejado la casa de Christina me encontré con Sara, su hermana, que iba para allí. Al verme se paró y se me quedó mirando.
¿Has estado con mi hermana? – me preguntó con curiosidad.
Sí, pero no hemos hecho nada. Eso lo hemos dejado para esta tarde. Y te aseguro que esta vez va a ser muy salvaje.
En cierto modo iba a ser verdad, pero exageré los gestos para hacerlo parecer una burla. Aquello no pareció importarla. Al contrario, pareció mirarme con más interés.
¿En serio?
Muy en serio. – Aquí ya lo dije con sinceridad. Sin sorna.- ¿Te gustaría verlo?
Me miró como si dudase. Sabía que yo la había visto un par de veces mirándonos y que no me había importado. Incluso me había excitado. No es lo mismo que te vea una hermana de la chica en su casa, que una profesora en los baños del colegio.
Bueno. Puede que sí. – Se hizo la morosa apenas disimulando su interés.
Hemos quedado a las cuatro. Un poco antes haces con que te vas y te escondes. Una vez que estemos arriba tú espera a la puerta que dejaré abierta. A lo mejor puedo hacer que lo veas más de cerca sin problemas.
Se me quedó mirando como hipnotizada. Sonreí ante su comportamiento. La di un beso en la frente pegando mi cuerpo al suyo para que notase como se me había puesto de dura.
- Puede que incluso te deje jugar.
Y sin darla tiempo a darme la réplica salí corriendo. Aquella tarde iba a ser muy larga, pero sobre todo intensa. Necesitaba una buena ducha y una buena comida para reponer fuerzas. Puede que si salía bien mi idea y a Christina le gustaba fuera el principio de una placentera relación.
Autor: Alfredo B. Mundo alfredobmundo@yahoo.es