Chris y Familia 04

Ella insiste en ser sodomizada y casi les pillan

Muchos os preguntareis por qué no aproveché para follármela. La verdad es que nunca he sido un tipo con gran iniciativa. He sido siempre de los que me he dejado mecer por la marea y aprovechar cuando la suerte me ha sonreído. Pero lo que nunca pensé es que aquella aventura con Chistina que ya empezaba a ampliarse a su hermana Sara iba a continuar creciendo hasta convertirme en poco menos que miembro de su familia. Pero eso ya es adelantar mucho. Por ahora continuemos con los caprichos de quien ya sabéis.

Al día siguiente, en el descanso del mediodía casi me arrastró desde clase para llevarme al más recóndito servicio que había en el instituto, situado en el semisótano junto a las clases de Volumen y Moldeado. A esas horas no tenía porque haber nadie por allí. Entramos en el apartado de mujeres y cerré la puerta sin que a Christina le pareciera importar.

Ella parecía tener las ideas muy claras. Sacó un tubo de vaselina de no sé donde y un condón. Me los mostró con una sonrisa que empezaba a conocer y que confirmaba mis peores expectativas.

  • Hoy quiero que me encules.

Servidor no supo que decir. Me encogí de hombros sabiendo lo irremediable de sus decisiones. Me abrió el pantalón y sacó una polla a medio crecer, quizás ya consciente de lo que le iba a tener que trabajar. La acarició con su mano y con la lengua, bañándola con su saliva hasta que consiguió que estuviera firme y dura. Con cuidado sacó el condón y lo deslizó hasta cubrir la totalidad del miembro. Luego se bajó los pantalones hasta los tobillos y abriendo el tubo de vaselina fue lubricando su ano para la penetración. Cuando ella consideró que ya estaba lo suficientemente preparado me hizo subir encima de la taza y me dio unas órdenes muy concretas.

  • Métemela poco a poco pero sin parar. Y cuando yo menee el culo quiero que me la metas y saques con todas tus fuerzas. No pares a no ser que yo te lo diga. ¿De acuerdo?

Asentí. No me sentía lo suficientemente loco como para llevarla al contraria. Así que se giró y puso su culo frente a mí. Abrió los brazos para sujetarse contra el marco de la puerta y me dio la orden de salida.

Era la primera vez que follaba con una chica y tenía la dura responsabilidad de estrenarla el culo. Y para colmo, tenía que ser ella. Esa situación era a la vez excitante pero con una sensación de vértigo. Sabía que cualquier cosa que a ella no le gustase podía llevarla a tomarla conmigo para lo que quedaba de curso y no era plato de buen gusto. Menos mal que mi polla permanecía dura y saltarina mientras la acercaba al ojete.

Con cuidado fui hundiendo el miembro poco a poco sintiendo la estrechez del agujero donde me había tocado. Christina tenía todo el cuerpo tenso como cuerdas de piano y se estremecía a cada centímetro que me adentraba en ella.

Apenas llevaba algo más de la mitad cuando se oyó abrirse la puerta del servicio que da el pasillo y que entraba alguien. Sin darme cuenta apreté un poco más y al hundirla a Christina se le escapó un sonoro pedo.

  • ¿Hay alguien ahí?

Rápidamente reconocimos la voz. Era la de la profesora de Arte, nuestra tutora. Lo más parecido a una dictadora en versión escolar. Sus órdenes las acataba hasta el director.

  • Soy yo.

Apenas pudo decir  Christina luchando contra todo el cuerpo para poder controlar el dolor que sentía y que a la vez había conseguido empantanar su coño. Tenía toda la polla mía dentro de ella hasta la base. Yo podía sentir como latía luchando por hacerse un sitio en aquella estrechez y al parecer eso también la excitaba a ella.

  • Tienes algún problema. Suenas algo tensa.

Por el sonido de la voz y los pasos deduje que la profesora se había girado hacia nosotros llevada por la curiosidad. Con suerte sólo vería los pies de Christina si miraba bajo la puerta.

  • No. No pasa nada. – Intentó parecer normal.

El sudor se deslizaba por sus sienes y caía mojando su rostro. Luchaba por no jadear. Le susurré unas palabras al oído esperando que pudieran ayudarnos a salir de tan apurada situación.

  • Llevo una semana estreñida… Y estoy intentando… Ya sabe.

  • Lo siento. – El tono cambió sonando como “vaya metedura de pata”. – Espero que te recuperes.

  • Gracias.

Se la oyó dirigirse a los lavabos y abrir un grifo. Yo intenté sacarla un poco porque creía que iba a estallar dentro y volvió a escaparse una sonora ventosidad a la vez que un ahogado gemido de Christina.

  • Venga. Espero que para la hora de clase ya te hayas recuperado.

Y sin darle tiempo a decir nada a mi compañera, se oyó a la puerta del servicio cerrarse. Al oírla, resopló aliviada y pareció relajarse.

  • Dios. Esto me ha puesto a cien. - Se giró para mirarme con parte del cabello empapado, una sonrisa sádica en su boca y una mirada asesina en sus ojos. - Empieza a follarme que estoy como una perra en celo.

Obedecí gustoso de poder sacar mi polla de esas estrecheces. Al principio empecé despacio a entrar y salir de ella, pero pronto fue Christina quien moviendo su cuerpo impuso el ritmo. Yo luchaba por no caerme desde mi posición pero a la vez intentaba meterla hasta el fondo. Mis huevos chocaban contra el húmedo coño donde podía oír chapotear sus jugos. Y estaba tan caliente que apenas había empezado a coger el gustillo cuando ella se clavó contra mi polla con tanto ímpetu que casi me tumba.

Sus ojos se quedaron en blanco sus brazos se soltaron y tuve que sostenerla para que no nos cayéramos los dos. Jadeaba entre dientes y dejó reposar su cabeza contra mi cuerpo.

  • Joder. Ha sido fantástico.

Al fin centró sus pupilas en mi y quizás intuyó mi insatisfacción al verme pues primero me sonrió, luego deslizó con ternura una de sus manos por mi rostro y tercero porque me dijo lo siguiente.

  • No te preocupes. Te compensaré en otro momento.

Aprovechando que mi erección perdía fuerza se liberó de mi polla. Cogió un poco de papel, se limpió el culo de vaselina y el coño de sus propios jugos. Yo me bajé al suelo. Me libré del condón que deposité en la taza y me coloqué el pantalón de nuevo en su sitio. Ella me sonrió con ternura me besó en la boca, al principio con fugacidad pero al segundo retornó y su lengua se abrió paso en mi boca a la vez que acariciaba el bulto de mi entrepierna.

  • Me has hecho muy feliz.

Dicho esto, arrojó el papel a la taza, se colocó los pantalones y tiró de la cadena. Luego descorrió el seguro, de dos saltos se plantó frente a la puerta y se asomó al exterior.

  • Venga. Aprovecha que no hay nadie.

Y así tuve que marcharme. Luego la vi aparecer de nuevo en clase como si no hubiera pasado nada, pero en un momento que no la miraba nadie aprovechó para lanzarme un beso. Triste consuelo para la calentura que me duró toda la mañana.

Apenas salimos de la última clase, muy sutilmente y sin que nadie pareciera darse cuenta de que íbamos los dos juntos me puso a contarme sus planes para  esa noche que era viernes. Si omito lo que me dijo sobre sus intenciones es por la simple razón de que yo no estaba dispuesto a practicarlas, pues casi la totalidad de ellas incluían el practicarlas en lugares donde podíamos ser vistos con relativa facilidad. Estaba claro que la experiencia del baño le había causado una gran impresión y la había gustado, pero yo sólo puedo decir que tuve suerte de no sufrir un ataque al corazón.

Aunque yo fui diplomático a la hora de expresar mis reticencias, a ella eso no le gustó y al final decidí dar por concluida la discusión con un “Ya veremos” que ella debió entender como “Todo es negociable” por que me miró aparentemente satisfecha y se despidió de mí con un simple: “Esta tarde a las ocho”. Yo suspiré sintiéndome cansado de este jueguecito e intenté imaginarme para qué me querría a esas horas. Vistos los antecedentes casi al momento preferí no imaginarlo…

Autor: Alfredo B. Mundo   alfredobmundo@yahoo.es