Chris y Familia 02
Continúan los juegos de Chris, ahora a oscuras y con mucho tacto
Después de lo sucedido estuve dando vueltas a qué podía haber “atraído” a esa loca de un pequeñazo como yo. Es verdad que el correr y el trabajo físico en casa de mis padres en el pueblo me habían dotado de un cuerpo fuerte y musculoso, pero apenas media un metro sesenta y ya por entonces era un tipo velludo. Sí, afeitarme dos veces por semana y salvo las espaldas y culo creo que raro era el trozo de piel donde no encontrase una apreciable cantidad de vello oscuro.
El encuentro al día siguiente fue de lo más normal, como si no hubiera pasado nada entre nosotros. O por lo menos así lo fue durante las primeras cuatro clases de la mañana. Al segundo descanso, ya a la una, cuando la mayor parte de la gente salía a dar una vuelta o tomarse un bocadillo en aquella media hora yo decidí aprovechar para cargar un carrete de película para la clase de fotografía. En ese momento, Christina reaccionó y se apuntó a la misma tarea.
En principio no le di importancia hasta que entramos en el cuarto oscuro (dentro de la sala de revelado) y Christina cerró la puerta. Porque lo primero que hizo fue buscar la bragueta de mi pantalón.
¿Te apetece? – Preguntó con un tono juguetón.
Vaya, parece que le has cogido el gusto. – Comenté sin malicia.
Puede. Pero lo que quiero es probar una cosa nueva.
Yo me quedo inmóvil, pero puedo oír como Christina se suelta el cinturón, abre el pantalón y se baja la ropa. Luego Sus manos tantean mi pantalón hasta alcanzar el botón lo sueltan y con fuerza me obliga a levantarme para bajar a tirones toda la ropa hasta los tobillos. Mi culo se apoya sobre el frío taburete. Luego siento como ella se coloca en frente mío y acaba por sentarse sobre mis piernas con su culo totalmente desnudo como el mío. La reacción de mi polla es inmediata, poniéndose rígida en apenas segundos.
Parece que te gusta. – Comenta con socarronería mientras desliza su mano sobre la piel de mis muslos y el culo hasta donde se puede. – A mí por lo menos sí.
¿Quieres que cargue un carrete en esta situación? – Me sentí como si me pusieran un trabajo como los de Hércules. Una tarea imposible.
Sí. Ahora calla y carga.
Obedecí y conteniéndome como pude, luchando contra mi cuerpo y con un gran esfuerzo de concentración, logré dejar cargados dos carretes. Ella sólo cargó uno y se pasó el resto del tiempo acariciando mis piernas, cuando se cansó, se bajó y comenzó a chupármela de nuevo mientras clavaba sus uñas en lo que podía de culo. Cuando acabé resoplé aliviado y ella dejó de ponerme a prueba.
Quiero que me dejes chuparte el culo.
¿Qué? - Me dejó totalmente desconcertado.
Quiero lamer tu culo. Por favor. – Su voz parecía sincera y sus manos no dejaban de tocármelo con insistencia.
¿Estás segura? – Pregunté todavía extrañado.
Sí.
Está bien.
Coloqué las piernas sobre el reposapiés del taburete y el resto del cuerpo apoyado sobre el tablero que utilizamos como mesa. Alcé como pude el culo en la oscuridad y cerré los ojos en espera de lo que venía.
Christina acercó lentamente su lengua guiada por sus manos. Utilizó la punta para descubrir la extensión y recorrerlo varias veces. Liberadas las manos una se situó al lado del agujero mientras la otra comenzó a masajear la polla y los huevos que apenas necesitaban más estímulo para estar totalmente rígidos, incluso podía sentir como se agitaban, como latían a cada sensación. Era una tortura, tenía ganas de correrme pero quería aguantar más.
Fue entonces cuando después de jugar a presionar la puerta con la lengua decidió introducir un dedo. Aquello bastó para que me estremeciese bruscamente y comenzara a correrme en la mano de ella mientras apretaba los dientes. Me sentía vagamente humillado pero a la vez aquello era súper excitante y, tanto que sentía como ya me venía otra descarga sin haber terminado de correrme de la anterior.
Chris... – La dije conteniendo la voz.
Reconócelo. Te ha gustado. – A ella le parecía divertido. Podía oírla como lamía la palma de su mano recogiendo todo lo que yo había echado. Pero su dedo índice de la izquierda continuaba en mi culo moviéndose lentamente hacia dentro y hacia fuera.- ¿No? Te gusta.
Sí. Me gusta. Pero vale ya. – respondí con suavidad.
Su boca soltó un lamento mientras sacaba de mi interior el dedo. Un alivio para mí. Me bajé del taburete y me sentí mejor cuando logré colocarme los pantalones.
Ahora quiero que me lo hagas a mí. – Volvió a sorprenderme.
¿En serio? – reaccioné instintivamente.
Sí. Venga.
Por el tacto encontré su culo, tenso y a la espera. Con delicadeza tanteé su superficie hasta dar con su rajita que estaba totalmente mojada y luego subir hasta alcanzar el arcano agujero que ella quería que le traspasara. Comencé lentamente, como ella, a recorrer el territorio para hacerme un pequeño plano de lo que tenía ante mí. A la vez, mi izquierda acariciaba con suavidad aquella peluda rajita que no podía ver pero que tan húmeda parecía. Luego fui cerrando el círculo y presionando más y más...
- ¿Vas a metérmelo o no? – Dijo con impaciencia.
En ese momento introduje mi dedo índice derecho y pude notar como se estremecía todo su cuerpo para luego relajarse. De su rajita comenzó a manar lentamente, como si estuviera orinándose, más humedad.
- Mueve el dedo. Quiero sentirlo más. – Pidió con voz contenida, como si luchase por no gritar.
Obedecí y comencé a llevarle hasta la punta para luego meterlo hasta la base. Podía oírla gemir y podía sentir como estaba mojándose de placer. Luego añadí de nuevo la lengua durante un par de minutos y le saqué el dedo...
- Pero ¿Qué haces? No te he pedido que ...
Y antes de que acabaran sus protestas introduje de golpe el pulgar todo lo que pude. Ella hizo un gran esfuerzo por no gritar. Sus piernas le temblaron al sentirle agitarse dentro de su culito.
- Hijo de puta... Eso…Eso…Eso ha estado genial.
Confesó entre jadeos a la vez que se quedaba colgada de mi dedo porque las fuerzas de sus piernas le abandonaban. Su respiración era torpe y por la boca, de la cual brotaban de tanto en tanto alguna palabra o frase inconexa.
- ¡Qué hijo puta...!
Cuando le saqué el dedo pude oírla un gemido y como colocaba el taburete para sentarse. Luego, con sus manos me buscó, para acabar utilizándome de respaldo. Tenía su cara al lado de la mía. Podía sentir su aliento.
- Si con esto me corro como una cerda, como será cuando me des por culo...
Confesó con voz agotada mientas insistía en meter mano dentro de mi pantalón.
- Tenemos que continuar haciendo estas cosas... Tú sabes como que me gusta.
En ese momento sonó el timbre de final del recreo. Como pudimos, recogimos el material, Christina se limpió con unos pañuelos de papel su coño y luego se vistió para acabar saliendo detrás de mí con destino la clase de dibujo artístico.
- Esta tarde a las seis en mi casa.- Me dijo antes de entrar. El resto de la mañana volvió a la normalidad.
Autor: Alfredo B. Mundo alfredobmundo@yahoo.es