Choque de Mundos (1)

Tal vez os llame la atención la inexistente carga sexual del relato, no obstante, me gusta desarrollar la trama de las historias antes de que se desarrolle la acción sexual, quien meramente busque masturbarse leyendo pierde el tiempo leyendo el relato, yo quiero contar una historia, con carga erótica sí, pero una historia al fín y al cabo, espero que aún así, sepáis disfrutar de ella, espero que os guste

La tarde caía pesada, hacía un par de horas que había anochecido y el aire, inusualmente frío venía cargado de humedad, no tardaría en comenzar a llover, sin saber bien por donde iba, Rodrigo vio como la multitud que transitaba el Paseo de Recoletos aceleraba al sonido del primer trueno, disgregándose y dirigiéndose la mayoría hacia la estación de la que él acababa de salir, él por su parte caminaba en dirección contraria, como un autómata, sin prestar demasiada atención a la gente que se chocaba con él.

Cuando llegó a Cibeles una ligera llovizna sacudía el ambiente, Rodrigo no conocía Madrid ni sabía bien dónde estaba, sólo quería poner tierra de por medio, y caminar en soledad por la calle, daba igual si se empapaba, o incluso si le caía un rayo, él lo único que quería era estar lejos, por éso se había dirigido al centro de Madrid, a la estatua de la Cibeles, donde siempre había recordado momentos alegres en su infancia, desde la acera contempló la estatua, asentada majestuosamente sobre una fuente en el centro de una rotonda, Rodrigo intentó recordar cuando el Madrid ganó la séptima, lo que él recordaba como uno de los días más felices de su vida, no obstante, aquel recuerdo parecía una mancha difusa en su pasado, todo lo bueno se había ido, dejando paso a aquella carcasa vacía que sólo podía maldecir su suerte.

No sabría decir cuanto tiempo pasó inmóvil, enfrente de la estatua, pero debió ser bastante, cuando se cansó, pensó en donde ir, no iba a volver a casa, no tenía fuerzas para ello, sus padres estarían todo el fin de semana fuera, y sus amigos también se habían ido de casa rural, y si él se había quedado había sido precisamente porque su casa estaba sola, y todo habría sido perfecto de no haberla pillado con otro, la imagen se repetía una y otra vez, con insistencia en su mente, frustrado, Rodrigo golpeó la barandilla que separaba la calzada de la acera y finalmente se dirigió hacia la calle Alcalá.

Probablemente en otro momento el edificio Metrópoli, iluminado en todo su esplendor le hubiese llamado la atención, pero no tenía fuerzas para llevar la cabeza alta, como si la recién puesta cornamenta pesase demasiado, el chico se adentró en silencio en la Gran Vía, Rodrigo caminaba despacio, como lo hace aquel que no tiene dónde ir, no miró las masas de gente que le daban a la bulliciosa avenida su ajetreo característico, se sentía ajeno a todo aquello, de hecho, se sentía ajeno al mundo, como un espectro etéreo que caminaba sin ser visto por nadie, sin importarle a nadie, no obstante, sí reparó en un mendigo tumbado en la calle sobre una manta raída, el chico observó que le faltaba un pie, y el hombre, advirtiendo a su observador procuró poner su mejor cara de pena a la espera de poder sacar algo, Rodrigo se sentía tan miserable como aquel tipo, y frenando el impulso de sentarse a su lado a charlar decidió pagarle el momento de complicidad con dos euros, el hombre los cogió con avidez, enseñando una sonrisa desdentada como muestra de agradecimiento.

Decidió virar por una de las calles que conectaban con Gran Vía, probablemente por los neones que coronaban el párking de una plaza, la lluvia pareció arreciar y la poca gente que todavía rondaba por allí se esfumó en apenas unos instantes, amparado por la soledad, Rodrigo se sentó en uno de los bancos de la plaza y comenzó a llorar amargamente y en silencio, cubriéndose la cara con las manos, como si éso le hiciera desaparecer de la faz de la Tierra, no sabría decir cuanto tiempo estuvo sentado, llorando a lágrima viva, pero cuando la lluvia ya lo había calado hasta los huesos Rodrigo dejó de sentir de repente su gélido tacto, era extraño, pese a no sentirla el muchacho seguía escuchándola caer.

– Como sigas ahí te vas a pillar una buena – Rodrigo alzó la vista y distinguió una silueta que lo cubría parcialmente con un paraguas, aturdido, el chico sólo pudo articular un “¿eh?”

– Anda, levanta, estás hecho una sopa. – Tras el desconcierto inicial reparó en el desconocido, era un chico joven de unos veintipocos años, el pelo, largo y húmedo por el contacto con el agua le caía sobre los hombros y le tapaba parcialmente la cara.

–

No entendía a qué venía todo aquello, pero aún así, aquellas palabras ajenas le hicieron volver a la realidad, pensó que debía parecer ridículo sentado sólo bajo la lluvia, además, aquel tío tenía razón, estaba calado hasta los huesos y probablemente nadie le librara ya del resfriado que seguramente mañana tendría, de modo que tras levantarse se fue caminando hacia los soportales, y el chico lo siguió.

– A ver, cuéntame que te ha pasado – Dijo el desconocido con un tono condescendiente que a Rodrigo le resultó algo incómodo, y cuando sintió una mano en su hombro decidió romper su silencio e invitarle a que lo dejase tranquilo.

–

– No me pasa nada, ahora, si te piras, casi que mejor, yo también me abro – Dijo Rodrigo intentando parecer lo más antipático posible, esperando tal vez que aquel tipo se diese por enterado y desapareciera.

–

– ¿A dónde? ¿A llorar a otra plaza?.

Aquello fue la chispa que el destrozado chico necesitaba para saltar.

– ¡¿Pero a tí que te pica, colega?! - Contestó Rodrigo visiblemente molesto, lo último que quería ahora era escuchar los comentarios mordaces de aquel imbécil – ¡¿Te he pedido yo que me des la chapa?!...

–

– Bien, haz lo que te plazca – Contestó el otro muchacho de pronto cortando a Rodrigo, que aún seguía chillando - Es evidente que, o no tienes donde ir, o lo tienes pero no vas a regresar, y si quieres amanecer mañana muerto por hipotermia no seré yo quien te lo impida, de todas formas, si cambias de idea y te apetece tomar algo, estaré en el Nike.

–

Tras decir ésto, el desconocido se dio la vuelta y comenzó a caminar, dándose la vuelta un momento y volviendo la cabeza hacia Rodrigo

  • Por cierto, me llamo Diego – Esperó a que Rodrigo le dijese su nombre, pero como vio que la expresión del muchacho permanecía totalmente neutra, abandonó las esperanzas – Bueno, hasta la vista.

Rodrigo vio alejarse a aquel pesado en dirección a una de las callejuelas que surgían de las esquinas de la plaza y de pronto, se sintió solo, la confianza que Diego se había tomado con él le había resultado molesta pero, sinceramente tampoco quería estar sólo esa noche y por el momento, aquel tío ya se había acercado a él, interesado por qué le pasaba, por mucho que se intentara hacer el duro, Rodrigo necesitaba hablar, ahogar sus penas con alguien.

– ¡Espera! - Gritó Rodrigo corriendo tras su improvisada compañía – Está bien... vamos a tomar algo.

Diego se giró intentando mantener su cara lo más seria posible, pero fue incapaz de contener la risa, mordiéndose el labio inferior y negando con la cabeza.

– Toma el paraguas anda, te hace más falta a tí.

A regañadientes, Rodrigo cogió el paraguas, y comenzó a caminar al lado de Diego, mirando de reojo como intentaba guarecerse de la lluvia refugiándose bajo los balcones de las intrincadas callejas cuasi desiertas y reparando mejor en él:

Visto con detenimiento, Diego resultaba un personaje curioso, los rizos empapados, cayéndole sobre los hombros, unidos a la notable delgadez y una manera cómica de caminar, bamboleándose al compás de una melodía inaudible, le conferían el aspecto de un árbol joven, agitándose grácilmente en medio en un vendaval, ambos continuaron caminando en silencio, hasta que Diego se decidió a romper el hielo:

– Y bueno Pepe...

–

– ¿Pero tú que dices de Pepe flipao?... Soy Rodrigo, Rodri para los colegas - Dijo Rodrigo extrañado, sin entender muy bien a qué había venido éso ni mucho menos porqué Diego se reía de su contestación.

–

– Menos mal hijo... Empezaba a pensar que no tenías nombre... Bueno, encantado Rodri – Dijo Diego, intentando acercarse al muchacho, no obstante, éste le cortó en seco.

–

– ¡Quieto ahí!... He dicho Rodri para los colegas, no te emociones – Ahora fue Diego quien miró a Rodrigo cortado, sin saber bien qué hacer o decir, respirando aliviado cuando Rodrigo comenzó a reír alargándole la mano, para estrechársela con tanta fuerza que Diego tuvo que retirarla. - Por cierto... ¿Dónde está el garito ese?

–

– ¿El Nike?... Justo ahí – Dijo Diego, señalando el final de la calle – En la esquina.

–

– Pues vamos a acelerar porque me chorrean hasta los gayumbos – Contestó Rodrigo haciendo que Diego mirase hacia arriba arqueando las cejas, negara con la cabeza y por último sonriera.

Ambos corrieron a lo largo de la calle hasta llegar al pequeño bar, a Rodrigo le pareció un bar bastante modesto, no obstante, estaba abarrotado de gente, ambos se dieron prisa por entrar, llamando la atención de algún cliente, tal vez por el hecho de que Rodrigo fuese calado hasta los huesos, no obstante, en apenas unos segundos, éstos volvieron a centrarse en sus asuntos y la pareja pasó a mimetizarse perfectamente con los demás.

Mientras Diego iba a la barra, Rodrigo se quedó observando a la gente que habitaba aquel local y tuvo una sensación extraña, no sabía exactamente porqué, pero notaba algo raro, no se sentía cómodo en aquel sitio.

– ¿Qué quieres tomar? - Preguntó Diego mientras se afianzaba un hueco en la barra lo suficientemente ancho para los dos, pues las mesas estaban todas ocupadas.

–

– Pues a estas horas unas birritas ¿no? – Contestó Rodrigo, pensando que en ese momento, lo que se llevase a la garganta era lo de menos, se sentía extraño, con un tipo al que no conocía, en un bar del que nunca había oído hablar y sin saber exactamente dónde estaba, aún así, tampoco le importaba demasiado todo aquello, con estar lejos de casa le bastaba.

Diego pidió un mini de cerveza, el vaso no tardó en llegar acompañado de consiguiente ración de aceitunas.

– Y bueno... ¿Qué te ha pasado? - Preguntó Diego dando el primer trago y pasándole el vaso a su improvisado compañero - Líos de cuernos ¿Verdad?

Rodrigo abrió los ojos como platos.

– Ostias tío... ¿Cómo lo has sabido? - preguntó Rodri a punto de escupir la cerveza de la boca por la sorpresa.

–

– Mira.. sólo una cornamenta bien puesta puede llevar a un hombre a llorar de la manera en que tú lo hacías, en solitario y bajo la lluvia – contestó Diego adoptando un tono paternal que hizo sentir incómodo a Rodrigo, éste por su parte se limitó a mirar al suelo, aunque lo había olvidado por unos instantes, la imagen volvía a repetirse en su cabeza.

Diego advirtió el rictus de dolor de Rodrigo y pensó en parar de preguntar, pero al final decidió llegar hasta el final, estaba seguro de que Rodrigo se sentiría mejor una vez hubiese escupido todo lo que llevaba dentro.

– Los tíos pueden llegar a ser muy cabrones. - Dijo por fin Diego, intentando hacer que el chico se sintiera mejor.

–

– ¡¿Qué?! ¡Encima, no te jode!... O sea, ¿la guarra me pone los tochos y soy yo el cabrón? - Contestó Rodri sin dar crédito a lo que acababa de oír, Diego por su parte era incapaz de cerrar la boca, acababa de llevarse un buen mazazo.

– Entonces... ¿Tenías novia? - Preguntó Diego, la mirada de decepción era evidente, Rodri

– en cambio le miró como si fuera idiota.

–

– Pues claro joder, no me a poner los cuernos una cabra – Rodrigo sonrió por la ocurrencia, pero al ver la cara de Diego ésta desapareció de inmediato, al encajar todas las piezas el puzzle resultante no le estaba gustando nada. - Oye... ¿No serás?...

– Pues sí... - Diego contestó con decepción mientras Rodri casi deja caer el mini de cerveza al suelo, retrocediendo agitado.

–

– Joder... joder... joder... Y yo aquí tomándome una birra con un bujarrón... vamos, no me jodas – Al escuchar las palabras de Rodrigo, Diego levantó la cabeza, la decepción pareció desaparecer y ahora miraba a Rodrigo muy serio.

–

– ¿Tienes algún problema con los... bujarrones? - dijo Diego haciendo un esfuerzo por proferir la palabra que acababa de escuchar.

Rodrigo no dijo nada y se dio la vuelta, dispuesto a salir del bar, pero Diego le detuvo agarrándolo de un hombro.

– Te he hecho una pregunta. - Diego agarraba el hombro de Rodrigo con firmeza, éste, por su parte lo apartó bruscamente.

–

– Que me sueltes, ¡Puto maricón! - Gritó Rodrigo cogiendo a Diego por la chaqueta con el puño en alto.

No obstante, la reacción en el bar no fue la que él habría esperado, antes de que tuviese tiempo siquiera de pensar si golpear o no, todo el bar estaba mirándolo con cara de pocos amigos, mientras Diego se soltaba con brusquedad del agarre, por un momento, Rodrigo se sintió acobardado por la presencia de todas aquellas miradas, algunas de desaprobación, otras de ira y otras simplemente de lástima.

– Venga, los dos fuera de aquí, a partiros la boca a la calle – la profunda voz del camarero, rompió la tensión del momento, la multitud fue poco a poco dejando de prestar atención a ambos, que se apresuraron a abandonar el local no sin antes empujarse mutuamente con el hombro.

Al salir la lluvia parecía estar amainando, por lo que ya se podía ver algún alma por las callejuelas, sin mirar hacia atrás, Rodrigo continuó caminando a toda velocidad sin detenerse.

– Homófobo de mierda – Diego no pudo descargar su frustración de otra manera, había recogido a un chaval en la calle con la intención de conocerlo, y no sólo había resultado heterosexual sino que además destacaba por su homofobia, Rodrigo se giró enérgicamente hacia Diego, agarrándolo, esta vez, por el cuello.

–

– Mira nenaza... He tenido un día muy jodido hoy ¿Sabes? Mi piva me ha puesto los tochos, estoy de agua hasta el culo y lo último que necesito es que vengas tú a intentar petármelo... así que o te piras y me dejas en paz, o de la paliza que te meto no te va a conocer ni tu puta madre.

A pesar de intentar reflejar serenidad, Diego a duras penas podía reprimir el miedo, la adrenalina se le salía por cada poro, a pesar de ser más joven, Rodrigo era más grande y más fuerte que él, además, por la facilidad con la que recurría a la violencia, Diego pensó que tal vez las peleas no fuesen algo nuevo para él, por un momento pensó que tal vez lo más conveniente sería dejar a ese gilipollas en paz, pero éso sería ceder al miedo, no estaba dispuesto a darle el placer de verlo asustado, de modo que viendo el aspecto de pokero de Rodrigo, decidió arriesgarlo todo a una baza.

– No sabes dónde estás, es evidente ya que si no, ni en sueños habrías acabado aquí, estás en pleno barrio de Chueca, tócame y antes de que hayas salido de aquí, el que va a tener una cara nueva vas a ser tú – Dijo Diego intentando emular el tono macarrónico con el que hablaba Rodrigo, había oído hablar sobre las pandas de chavales de extrarradio que actuaban como pseudomafias y esperaba que aquel idiota se tragase el farol, aquella gente debía estar acostumbrada a lidiar con la violencia y Diego esperaba que Rodrigo le soltase por precaución.

Efectivamente la jugada le salió bien, por un momento Rodrigo,desconcertado, miró a su alrededor, escudriñando cada rincón del barrio, buscando tal vez algo raro o que le llamase la atención, después soltó a Diego, que tosió al verse liberado de la presión del cuello y se quedó inmóvil un segundo, intentando encontrar una forma de salir de allí.

– Por ahí tienes el Metro – Dijo Diego, adivinando lo que Rodrigo pensaba en ese momento, éste, lo miró y asintiendo se fue andando, ésta vez más lentamente. - Yo sólo quería que te sintieras mejor.

–

– ¡Y un huevo! - Rodrigo no pudo evitar saltar, aunque esta vez pese a tener un tono agresivo, mantuvo una distancia prudencial – Ya me parecía raro que alguien se tomase tantas molestias por un tío al que ni siquiera conocías, no seas cínico macho, tú querías lo que querías.

Por un momento, Diego se sintió desarmado, por mucha rabia que le diera tener que darle la razón a aquel gañán de mente estrecha, estaba en lo cierto, se había acercado a él por puro interés sexual, éso sí, no estaba dispuesto a admitírselo.

– ¡Que dices! ¿Te crees que por ser gay me va a gustar el primer tío que pase por delante? Antes de enrollarme contigo me la corto – Diego se sentía ridículo negando lo evidente, aquella situación lo superaba, había pasado de agradarle la compañía de Rodrigo a exasperarlo en apenas 20 segundos.

–

– Venga no me jodas, pero si os da igual ocho que ochenta, el caso es petar y cuanto más mejor, una buena tía y se te quitaban todas esas gilipolleces, pero claro, es más fácil zumbarse a viejos verdes ¿verdad?

–

– ¿Pero de qué hablas anormal? - Chilló Diego olvidando por un momento el que casi se habían pegado antes.

–

– ¿Y me llamas anormal tú a mí? Lo que me faltaba por oír.

–

– Mira, no te aguanto tío, ¿Quieres estar sólo? Muy bien, pues que te den.

Esta vez fue Diego quien se alejó caminando de la escena con la cabeza gacha, sin embargo ahora, milagrosamente fue Rodrigo quien lo siguió, no sabía exactamente porqué, pero se sentía mejor discutiendo con Diego, las gritos y los insultos le habían venido bien para descargar la rabia que llevaba contenida, le apetecía seguir debatiendo con él,demostrándole que no tenía razón en lo que decía, y que a fin de cuentas era éso, un anormal vicioso.

– ¿Me vas a decir que sois muy normales, vosotros y lo que hacéis? - Rodrigo salió al paso del otro muchacho, que no se detuvo en su avance.

–

– Déjame en paz ¿Quieres?

–

– Ahora huyes ¿Eh? Muy bien nenaza – Ahora sí consiguió que Diego se detuviese, girando la cabeza y mirándolo con furia – Sabes que tengo razón, Dieguito.

Diego se volvió totalmente hacia Rodrigo, echándose el empapado cabello hacia atrás y, con un nudo en la garganta comenzó a hablar.

– Mira... No tienes ni idea tío, si dices éso es porque no tienes ni idea – Dijo Diego, con la voz temblorosa de rabia – Yo no cometo ningún crimen por ser así, ni es algo que haya elegido, ni es algo de lo que tenga que avergonzarme, así que no tengo porqué tolerar tus insultos ni un segundo más – Tras decir ésto volvió a girarse y echó a correr, no podía aguantar las lágrimas ni un segundo más, y lo último que quería era que ese idiota lo viese llorando.

Rodrigo se quedó confundido ante la reacción del otro joven, no esperaba que huyera de esa manera, pensó en seguirlo, pero algo le impulsó a no hacerlo, no sabía decir exactamente porqué, pero sentía algo desagradable recorriéndole por el estómago. La lluvia parecía haber cesado del todo mientras discutían y ahora las callejuelas parecían más bulliciosas.

R