Chocolate y sal
Masturbación de una mujer bella que se excita mientras come chocolate.
Chocolate y sal.
Entré en el dormitorio y puse música. Paco de Lucía, me encanta. Alejo se pasaría sobre las doce a recoger al perro, para llevárselo al hotel canino, y Alejo tiene muchas virtudes, pero la puntualidad no es una de ellas. Así que yo sabía que disponía de más de media hora para dedicármela a mí misma. Genial.
Acababa de salir de la ducha. Llevaba puesto un albornoz rosa, y me gustaba sentir el tacto rugoso de su tela sobre mi piel brillante y bañada en cremas olorosas y suaves. Abrí un poco la ventana, deseaba que entrara el aire fresco de la mañana. Me desvestí, me tumbé en la cama, cerré los ojos, dejé que los sonidos de la guitarra penetraran en mí.
Mmmmmmmmmm, qué placer tan sencillo.
Cogí uno de los bombones que había en la pequeña cajita que estaba sobre la mesilla. Un cuadrado de chocolate oscurísimo, salpicado de granos de sal. Lo metí en la boca, ávida del contraste, los bombones me apasionan. Aquella pieza de diseño se mantuvo un segundo quieta sobre mi lengua, después empezó a deshacerse. Una oleada de sensaciones intensas me embargó. Era perfecto, increíble
A mí siempre me ha entusiasmado tocar mi cuerpo. Lo hice, también, aquella mañana. Dejé que mis dedos largos se deslizaran por mi cuello, los senos, retorcí los pezones una vez o dos, navegué por la geografía agradecida de mi abdomen, acaricié la parte interna de los muslos y, como soy ansiosa y no podía esperar, me concentré ya por entero en el sexo.
El bombón se había ido apagando, sólo un tímido recuerdo de su sabor agridulce permanecía en mi boca. Me comí otro
Mis deditos son muy juguetones. Uno recorría mis labios, arriba y abajo, adentrándose en los pliegues de mi coño, otro se introducía raudo en la hendidura ya húmeda, el pulgar exploraba los terrenos más cercanos al culo Chocolate fundido en el paladar, amargor puro con pinceladas de sal, mmmmmmmmmm, qué extraño, y al mismo tiempo qué divino, toda mi zona íntima mojada y palpitante y excitada, deseé que alguien entrara por la ventana y me regalara una caricia hecha con dientes, y también un beso profundo, toda la boca comiéndose mi cueva lubricada Perfecto. Busqué mi vibrador, el morado, el que me regalaron por Navidad, no estaba en el cajón, los dedos seguían sin detenerse, uno dentro, dos fuera, movimientos rápidos, y circulares, todo empezaba a agitarse. Mmmmmmmmmmmm
Y, de repente, suena el móvil. Justo cuando estaba recordando que el vibrador estaba en el coche, que me lo había llevado en mi último viaje, porque viajaba sola y pensé que estaría bien un compañerito de diversión, algo para animar mi noche de hotel en habitación individual. Qué putadita
Soy Alejo , dijo él cuando respondí, para un día que yo precisaba que se retrasara , mi mano continuaba perdida entre las aguas turbulentas de mi vagina, roces y pellizcos, bájame tú al perro, no puedo estar mucho rato aquí parado, y no encuentro donde aparcar . Vaya, el tema del aparcamiento siempre me está jodiendo, en forma de multa o en forma de sexus interruptus. No disponía ni de medio minuto para una ducha rapidísima, vaya situación, me limpié como pude con una toallita húmeda, yo no quería eso, yo quería más caricias, más placer, más tiempo de excitación y pulsiones sexuales, y me puse unos vaqueros. Sujetador blanco de Calvin Klein, camiseta blanca de la misma marca, deportivas Nike de color verde aceituna y vaqueros de Victoria Beckham, azules. Nada más. Sin tanga, sin bragas.
No sé por qué lo hice.
Me rocié de perfume, Noa de Cacharel, y bajé en el ascensor con el perrito, que me miraba asombrado. Presentía, sin duda, que algo andaba muy agitado dentro de mí. Mi coño se sentía insatisfecho, como podía iba aplicándole pequeños toquecillos con un dedo, una breve consolación cuando de lo que tenía ganas era de una enorme polla que me invadiera hasta el fondo, y fantaseaba con la idea de regresar a casa y encontrarme con dos hombres que se ocuparan de mis deseos, uno que me penetrara por delante y el otro que se dedicara a explorarme el culo con los dedos. Qué bien hueles siempre , comentó una vecina con la que me crucé en el portal, y yo me eché a reír, estaba sin duchar, sudorosa tras la inacabada masturbación, ¿en serio podía oler bien?, me preocupaba ir dejando a mi paso el aroma inconfundible del sexo salvaje.
Alejo metió el perro en la camioneta y se fue. Mientras me besaba, besito en mejilla izquierda besito en mejilla derecha, yo notaba mi rajita enardecida, frotándose con disimulo sobre las costuras de los vaqueros. Y, antes de regresar a casa, decidí ir al coche a recuperar mi vibrador, había tiempo para jugar antes de la comida que tenía programada para las dos y media, y también me pasé por la chocolatería para comprar más bombones de chocolate negro a la sal.
Era una delicia caminar por la calle sin ropa interior, sintiendo el roce de la tela del pantalón insinuándose a los pliegues de mi coño excitado y, mientras caminaba, me perdía en fantasías sexuales que me provocaban convulsiones internas
Cristina Padín Barca. Puedes leer más en http://www.cristinapadin.net