Chico triste, hombre solitario (2ª parte)
¿Quién puede resistirse a llegar tarde al trabajo por una buena sesión de sexo mañanero, sea consentido o no?
La alarma del despertador me sorprende al día siguiente abrazado por la espalda a tu cuerpo desnudo y con una erección de campeonato. Debería levantarme sin perder más tiempo para no llegar tarde al trabajo, pero no puedo resistirme a la tentación de frotar un rato mi polla entre tus nalgas mientras tú continúas quizá durmiendo.
Los dos estamos de costado y yo deslizo mi mano izquierda por debajo de tu axila para alcanzar uno de tus pezones, mientras con la otra mano sujeto con firmeza tu cadera. Ahora tengo tu cuerpo totalmente sujeto y a mi merced mientras continúo restregando mi verga una y otra vez por la raja de tu culo.
Tú no dices ni mu, ni siquiera sé si estás despierto o dormido y tampoco me importa demasiado. En ese momento eres un cuerpo joven desnudo y caliente que ha amanecido en mi cama para que yo disfrute de él como me apetezca.
Agarrado así como te tengo es inevitable que me vaya poniendo cada vez más cachondo y con la mano que sujetaba tu cadera ahora empiezo a tirar de tu muslo hacia arriba para abrirme espacio hasta tu orificio. Acerco la mano a tu rostro y hundo mis dedos en tu boca. Tú accedes a regañadientes, pero mis dedos salen chorreando y enseguida están ya embadurnando tu ojete de saliva.
Por un instante una idea se me pasa por la cabeza: follarte así a pelo, pero en un momento de lucidez saco un condón de la mesita de noche y me lo envaino. Ahora sí que ya nada impide que vuelva a hacerte mío, apoyo la punta de mi verga contra tu ano y empiezo a empujar.
Cuando entra la cabeza empiezas a sollozar pero yo te tapo la boca con la mano.
-Así doy yo los buenos días; aguanta que sé que te gusta.
Y mientras te muerdo por toda la nuca y en la oreja, comienzo a follarte una y otra vez sin miramientos.
Tú apenas puedes hacer ningún movimiento, atrapado como estás entre mis brazos y mi cuerpo, y te limitas a dejarte manejar como un muñeco, mientras tu ojete se va abriendo al ritmo de las incursiones de mi polla.
Descargo pronto, por primera vez dentro de tu cuerpo, aunque dentro del condón. Siento los latidos de tu corazón contra mi cuerpo y por un momento parece hasta que se sincronizan con los míos. Tú no te has corrido, ni siquiera te he dejado que te toques la polla mientras te follaba, así que te he dejado una buena calentura encima.
Me salgo de tu cuerpo y dejo el condón sobre la mesilla, con toda mi lefa dentro. De un salto me dirijo hacia la ducha. Cuando ya estoy bajo el agua apareces tú.
-¿Puedo ducharme contigo?-me dices.
-De eso nada, que me lías y voy a llegar tarde. Espera tu turno.- Me enjabono un rato más pero me aclaro enseguida y te dejo la ducha libre.
Mientras yo me seco, tú abres de nuevo el grifo. Aún tienes una buena erección y te digo:
-Tú no te has corrido, hazte una paja si quieres en la ducha.
-Nada, no te quiero retrasar y además no tengo ganas ahora- y continuaste- ¿Sabes que me has dejado el culo dolorido?
-Sí, pero ¿a que te ha gustado?- te respondo, a lo cual no dices nada más.
Mientras me arreglo contemplo una vez más tu cuerpo reflejado en el espejo. Me siento satisfecho de haberme follado un chaval tan guapo y buenorro como tú, pero no puedo evitar fantasear con lo que de verdad me gustaría hacerle a ese cuerpo otro día con más tiempo.
Luego regreso al dormitorio y desde ahí oigo que enredas en el cajón del armario del baño. Cuando vuelvo a ver qué buscas, has abierto el cajón que no debías y te encuentras todos los artilugios que uso en mis sesiones de sexo duro.
-Perdona, solo estaba buscando una toalla.- te excusas, pero no puedes quitarle el ojo de encima al contenido del cajón: varios dildos, un látigo, correas, pinzas, etc- ¿Para qué es todo esto?- balbuceas por fin.
-Esto es para jugar de vez en cuando con chicos guapos como tú.- te contesto.
Y dices titubeando: -¿Y a ellos les gusta que les hagas estas cosas?
-Ni te imaginas cuánto disfrutan- y te estampo un beso en la boca de sorpresa que se te ha quedado. Luego te espabilo con una palmetada en la nalga.- Venga, arranca, que ya voy mal de tiempo.
Mientras tú terminas de secarte todo el cuerpo con la toalla yo ya estoy vestido y preparado para salir, y finjo el papel de señor impaciente que te apremia para que te vistas, cuando en realidad estoy disfrutando de verte todavía sin ropa en mi habitación, con tu estupendo cuerpo de veinteañero en movimiento, poniéndote a todo correr los calcetines, luego la camiseta y finalmente el bóxer y el pantalón que a duras penas logras cerrar porque la tremenda erección aún sigue ahí.
Justo antes de abrir la puerta para salir, te suena el móvil. Echas un vistazo y lo apagas sin contestar.
-¿Quién era?- pregunto sin pensar.
-Nadie,… mi madre.
-No digas que tu madre no es nadie, chaval- y te llevas una nueva palmada en la nalga.
Por fin salimos y caminamos juntos sin hablar hasta la esquina donde nuestros caminos se separan. Allí nos damos cuenta de que ni siquiera hemos intercambiado los números de teléfono.
-Por cierto, me llamo Jose.- te informo.
-Yo también me llamo Jose,… esto…, bueno, a mí me llaman Txema- contestas tú.
-Encantado Txema. A ver si volvemos a vernos otro día, ¿eh?
-¿Te puedo llamar a este teléfono?
-Claro, ¿para qué crees que te lo doy, si no?- al momento pienso que seguramente aún vives con tus padres y algunas llamadas pueden resultarte embarazosas.
Ahí en la calle ya no puede haber más besos ni contactos y nos despedimos fríamente.
Cuando ya te estás alejando me dices: -¿Cuándo te puedo llamar?
Me lo pienso un momento y contesto:
-Llámame cuando estés preparado para otra sesión.- y me acuerdo de tu cara de sorpresa al abrir el cajón secreto de mi dormitorio.
Mientras marcho para el trabajo, ya acelerando el paso porque definitivamente voy a llegar muy tarde al curro, me pregunto si volveremos a encontrarnos, si tendrás el valor de ponerte en mis manos de nuevo, ahora ya sabiendo que la próxima vez igual no me contento con una sesión de sexo convencional sino que voy a querer sacar los juguetes del cajón y hacerte cosas con las que hasta ahora ni siquiera habías imaginado que se pudiera gozar.