Chico languido

Las aventuras de un chico languido una tarde cualquiera.

CHICO LANGUIDO

Hay un gran número de chicos lánguidos allá donde quiera que mires. Depende del barrio en que estés tardarás más o menos en encontrarte a uno en tu camino, o verlo reflejado en el espejo de la cafetería que hay situado frente a ti. Un chico lánguido vestido con un una chaqueta a rayas, de esas que antes llevaban solo encima los abuelos pero que ahora alguien ha decidido que todos debemos tener una. El mismo que mientras da los primeros sorbos a un zumo de manzana y zanahoria, recién salido del gimnasio , envuelto en diferentes olores de todo tipo que él combina despreocupadamente, (champú, gel, acondicionador, desodorante, colonia) a la vez que lee el periódico se fija en otro chico lánguido que estaba mirándole desde el otro lado del cristal, afuera en la calle y por cierto ahora va a una cita a toda prisa para encontrarse con su novio supone, otro chico lánguido que no lo es tanto en realidad, pues todo en él es pura fachada, desde sus sentimientos hacia él hasta su apariencia.

Paseando luego con su bolsa de deportes años setenta comprada de segunda mano en El Camello de repente duda en si hacerlo o no al pasar frente a una librería, la más grande de Barcelona. Sin embargo recuerda como ha decidido que eso se acabó ¿no?, ya no va a volver a entrar alli jamás pues está harto de escribir, de ser ignorado, rechazado, de leer también. Bueno, entrará esta vez, acuerda consigo mismo nerviosamente , pero solo por curiosidad, que quede claro, para ver que tipo de público hay , es decir, otro chico lánguido, extremadamente delgado y ojeando las últimas novedades, creyendo aún que se puede vivir gracias a historias ajenas que lo hacen todo más fácil.

Al fondo de la librería ,descubre de repente, hay un tercero de mismo tipo también, teñido de rubio y con una enorme bandolera Desigual del Bread & Butter. Está apuntando por lo que parece direcciones de pequeñas editoriales en un papel, por si el "contacto familiar" que le hado su hermana, metida en ese mundillo, finalmente resulta inútil le comenta a una chica situada a su lado.

Si, es cierto, ya es hora de reconocerlo, nuestro chico lánguido se siente permanentemente excitado desde hace casi veinticuatro horas, pese a mostrarse tan apático en su pose. Cree que al cubrir su cara con la capucha resultará entonces menos vulnerable y sin darse cuenta en su paseo ha llegado hasta la puerta de la discoteca Metro que obviamente está cerrada a primera hora de la tarde. Más lánguido que nunca recuerda en ese mismo lugar que por las noches rebosa excitación, como en la facultad ayer rompió una de sus reglas sagradas, esa que dice que no debe de comportarse dentro de ese edificio, entre sus cuatro paredes , como el maricón sin remedio que es. Es decir, no debe de hacer alli dentro lo que fuera si que normalmente realiza sin preocupación alguna casi. Pero es que como los saludos con aquel chico extranjero habían

ido poco a poco desapareciendo, esfumándose tras un ligero acercamiento inicial por su parte, no era ya cuestión de elegir entre su amistad por un lado o ser un maricón sin más por el otro como antes le había pasado con otro chico, Rafa, también de su misma clase. Ahora aquello entre lo que se debatía nuestro chico lánguido era la nada , la nada más absoluta, por un lado y por otro, el ser y actuar como un maricón también dentro de un lugar tan respetable y católico como aquel, pero eso si, un maricón con un pequeño triunfo guardado en la manga, no tan estúpido .

Sin pensárselo mucho eligió esto segundo claro, no pudo resistirse más.

Su polla , más que nada porque apenas resultaba visible, los baños de la facultad no facilitan precisamente la tarea, no le pareció al principio nada espectacular. Ocurrió nada más sacarse él su pequeño pene semiflácido, el chico inglés inconscientemente se separó entonces un poco de la pila para poder hablar con un amigo suyo que acababa de entrar. Si, fue entonces cuando él pudo percatarse plenamente de aquella maravilla que se encontraba justo a su derecha. Enorme, muy blanca, gordísima y descapullada del todo, no debió de estar más de diez segundos mirándola es cierto, pero diez segundos en los que nada relacionado con la prudencia o el saber disimular al menos un poco le importaron lo más mínimo. Tenía más que claro ya cual era su prioridad.

Se quedó a solas en el baño nada más irse él y se encerró en uno de los wateres. Se bajó los pantalones y empezó a masturbarse pensando en esa polla que acababa de ver metida en su boca, follándole, corriéndose encima suyo. Se imaginó a ese chico completamente desnudo sobre el skate que usaba todos los dias para ir a clase pero se dio cuenta que no podía correrse alli, al menos antes de terminar las clases, no tenía más remedio pues que parar. El corazón estaba a punto de salírsele del pecho, las piernas le temblaban y no podía pensar en otra cosa.

Como suele suceder una polla de ese tipo solo puede llevar a otras muchas otras pollas posteriormente, desde luego no tan perfectas. Uno no se puede conformar, uno no puede evitar poner una especie de reclamación por lo injusto de la situación, un chico tan guapo como él y encima heterosexual y con semejante "aparato", y olvidarse del tema como si nada. Por eso pasó que nuestro chico lánguido vio dos o tres más a lo largo de esa misma tarde de ayer . Ninguna tan espectacular desde luego.

Dos típicas de abuelo que tras horas entrando y saliendo de los baños públicos y en vista que pronto van a cerrar el centro comercial deciden que ya es por fin hora de correrse, la leche ni siquiera les sale disparada, lo hace sin fuerza alguna y se les cae al suelo, dan ganas de vomitar al verlo, de borrarse para siempre de estas actividades, y otra de otro chico tan lánguido como él que resulta que le había visto antes en la tienda de ropa sin que él se hubiera dado cuenta y le había seguido con el propósito de guiñándole un ojo desde una esquina de los baños invitarle a encerrarse ambos a una cabina.

Dejaron sus mochilas una al lado de la otra. El chico lánguido del jersey de rayas, nuestro chico lánguido, se apoyó entonces en la pared dejando que el otro tomara por completo la iniciativa.

No, las cosas no funcionaban, el buscaba a alguien que le aplastase contra el mosaico de la pared, le besara a lo bestia, le intentara follar salvajemente, y no alguien que solo le besase tan desganadamente desde luego. Por eso se lo dijo. Pero entonces el otro chico al oírlo reaccionó, rogándole que no se fuera, al mismo tiempo que le bajaba los pantalones ya hasta la rodilla y comenzaba a comérsela.

Hace casi un año que no estoy con nadie, lo necesito desesperadamente -le dijo, asegurándose de paso , al meterse su pene por completo en la boca, que el otro no se fuera a marchar. No dejó que le tocara apenas. No se había depilado."Soy demasiado peludo, lo siento, te largarías" le explicó a punto de concluir su tarea. "¡Avísame cuando te vayas a correr eh! , puedes hacerlo en mi cara si quieres¡"