Chicle sabor a ti

Quién sabe lo que puede pasar en un simple viaje diario de autobús. Ese chico que se sienta al fondo, ¿te mirará algún día?

Resulta que hay un chico que te mola y que siempre cogéis el mismo autobús. Cada mañana allí estáis, sentados a pocos metros de distancia. Tú miras hacia su asiento pero él está allí a su bola, con los auriculares puestos mirando su móvil, sin prestar atención a nadie más de los que van montados en el bus. Todo lo contrario que tú, que si que observas cada día a la gente que comparte transporte contigo, como la mujer anciana que siempre puntual llega para ponerse en el asiento de delante; la chica rubia que por contra siempre llega tarde y el conductor tiene que parar y abrir las puertas al poco de salir de la estación como favor, etc. Pero toda esa gente te da igual, tu centras tu atenta mirada en el chaval moreno, de ojos verdes que pasa de todo y todos y se queda con su música, sentado en el fondo, solo.

Un día después de haber tenido una noche insufrible, en la que no dormiste nada, se te pegan las sábanas y llegas tarde, más incluso que la chica rubia, así que pierdes el autobús y te toca coger el siguiente. Te montas y observas que está muy completo. Un grupo de chavales ha invadido la parte de atrás y están de bromas y risas, otro grupo de ancianos ocupa casi la totalidad del autobús sumados a más gente que hace que haya pocos asientos libres. Tú eliges el único libre en totalidad, el resto ya tienen 1 ocupante. Justo te estás acomodando, pensando que llegarás tarde al trabajo, dándole vueltas a la noche de pena que has tenido y la causa de que hoy no puedas rendir como se debe, cuando, de repente, aparece un chaval y te pregunta si puede sentarse junto a ti. Le respondes que sí sin ni siquiera mirarle porque estás demasiado atareado quitándote el abrigo cuando el chico te vuelve a hablar y automáticamente te obliga a dejar lo que haces y mirarle con asombro:

-¿Tú también perdiste el anterior autobús? Y por tu cara veo que también tuviste una mala noche.

-Pues la verdad es que sí... estoy que no tengo ganas de nada.

Le respondes al momento que te das cuenta de la gran metedura de pata y piensas: <> .

-Yo hoy llegaré tarde a clase, con las prisas hasta se me olvidó coger el móvil, pero a diferencia de ti, no pienso que el día resulte tan trágico, seguro que todo tiene un motivo y algo bueno te sucede hoy. Yo que tú me volvería optimista, que pensando así entonces normal que no tengas ánimos para nada.

Acto seguido te dedica una sonrisa, el tiempo parece haberse detenido y es cuando te percatas de lo guapo que es. Empiezas admirando sus ojos, es lo que cada día te llama la atención de él, su color verde claro, casi brillante, pero ahora ves más allá, ves que su mirada denota dulzura, que sus cejas y sus pestañas hacen más bellos aquellos ojos de lo que ya de por sí son; su nariz y el resto de facciones de su cara están perfectamente proporcionadas; miras entonces más alrededor y te topas con sus orejas, son de tamaño medio. Sí, todo está proporcionado. Vuelves a centrarte en su cara en sí, bajas a la boca, una sonrisa picarona, unos labios carnosos que desearías besar y, para más inri, observas como hace un movimiento con la lengua de un lado al otro de la boca a la vez que sonríe, desplazándola por los dientes.

-Sí... -respondes- Puede ser.

¿Qué es lo que estabas respondiendo? Se te había olvidado todo lo que ha comentado el chico, te sientes torpe y esperas que no sé de cuenta de que su presencia tan cercana hace imposible que prestes atención a sus palabras.

-Al salir de casa a toda prisa cogí un par de magdalenas y es lo que me he zampado conforme corría a la estación, siento la comida entre mis dientes y me incomoda. -te mira la boca y entonces te pregunta- No tendrás más chicles, ¿no?

Así que por eso tenía la lengua tan inquieta. Al mencionar aquello recordaste que estabas masticando chicle, aunque te habías paralizado completamente desde que el muchacho entró en el autobús y no habías vuelto a masticar.

-No, sólo pillé uno. Qué pena, lo acababa de abrir ahora y realmente no lo necesitaba, era por prevenir un posible mareo causado por el viaje en autobús, como he dormido poco tenía la cabeza chunga esta mañana cuando me desperté, pero ya me encuentro mejor.

<> piensas frustrado.

-Vale, si no te importa pásamelo cuando no lo necesites. Tranquilo, no soy escrupuloso jeje. Lo cierto es que soy un poco maniático respecto a tener comida rondándome por entre los dientes, vas a pensar que soy un rarito.

<<¿Cómo? ¿un chicle usado? No sé si me lo ha dicho de verdad o me he hecho una fantasía sexual de las mías>> Piensas cuando de nuevo esa sonrisa suya te invade y hace que pierdas el norte. Además, su aliento penetra en ti con cada palabra que te dedica como si se tratara de un aroma. Te encanta.

Gracias a su forma de ser te calmas rápido porque hace que sientas confianza, su forma de ser tan natural te agrada. <<¿Cómo es posible que este muchacho tan hablador se dedicase todas las mañanas a escuchar su música aislado del resto del personal que ocupa el autobús?>>. Vale, tú también lo haces, es momento de no darle vueltas a eso, no es nada raro, total, la gente se monta en el autobús, hace su viaje y ya está, no están ahí para conocer a otras personas.

Estáis charlando cuando el conductor toma una curva acelerada y el chico te agarra del brazo y se disculpa:

-Vaya, lo siento, es que soy bastante torpe manteniendo el equilibrio, si no te importa, ¿me dejas el asiento de la ventana?

Vaya, te agarró suave, como una caricia, pero a la vez fuerte para no perder el equilibrio. Has sido su soporte y ya te hubiera gustado que acto seguido te hubiera abrazado y se hubiera quedado así para siempre, pero no, te soltó al instante. Aunque al moveros para cambiar de asiento rozas intencionadamente el culo del chaval y notas lo suave que es, que seguro que todo su cuerpo es así, cada parte en su sitio. Hasta ahora no te has dado cuenta, pero estás teniendo una erección inevitable, hay demasiada tensión. Para colmo, debido a los vaivenes del autobús el chico cae sentado encima de ti de manera torpe y lenta, rozando levemente tu miembro y es cuando te mueres de vergüenza. Sientes que te ruborizas, te agobia el calor que sientes y más pensando lo roja que debe estar tu cara. Menos mal que, una vez más, él consigue calmarte y hace que recuperes la tonalidad de tu piel.

Debido a esa situación inesperada tu miembro vuelve a estar flácido, gracias a Zeus, porque la siguiente es tu parada. Todo tiene su fin, pero este rato en el autobús ha merecido la pena. O quizá no acabe aquí, ya que mientras te bajas y te despides oyes como te sigue y te comenta que su parada está más adelante pero como ya se perdió la primera hora prefiere estirar las piernas y continuar andando a la vez que te acompaña un poco más. Vale, su propuesta te entusiasma, sientes que hoy fue, después de todo, uno de tus mejores días. <<¡Bendito insomnio!>> pero la entrada al edificio de tu trabajo está justo enfrente. No hay problema, decides llevarlo a rodear el parque y el edificio por detrás, no puedes permitir que ese paseo se haga corto, ahora que no hay tanta gente alrededor, que lo tienes solo para ti. Estás tan absorto en lo que él tiene que contarte que no te das cuenta de que estás de nuevo en la puerta del edificio hasta que le ves reír y vuelves a ruborizarte, ya que no querías que se diera cuenta de que habías alargado el camino a propósito sólo para charlar más tiempo.

-Tranquilo, no te sonrojes de nuevo, yo hubiera hecho lo mismo si el chico que me gusta y al que miro cada mañana en el autobús se baja en mi parada para hablar más conmigo. ¿Te creías que no me daba cuenta? Lo que me pregunto yo es por qué no te fijabas más detenidamente en mis actos. Cada día intentaba hacerte ver que vinieras a mi lado a charlar, quería conocerte, me gustas, pero nunca te decidías.

No te lo piensas, el chico tiene razón, has sido muy cobarde por no entrarle y esperar tanto tiempo pero se acabó, en este instante vas a arriesgarte, así que te abalanzas sobre él y le besas. Tu beso dura poco. Te intentas alejar para ver cómo reaccionó cuando, inesperadamente, te agarra del brazo y te dice:

-Me debes un chicle.

Es entonces cuando te atrae hacia él y su lengua recorre toda tu boca. No puedes estar más excitado, sientes a tu miembro transformado en una excavadora que perfora tus bóxer y da la sensación de que va a salirse del pantalón. Con una mano oprime tu espalda, con la otra baja a tu culo y lo estampa contra su cuerpo. Quiere sentir tu verga y que tú sientas la suya, que está en las mismas condiciones. Ambos falos están presionados el uno contra el otro, deseando que aquellos pantalones se esfumen y os dejen rozar piel con piel. Quieres sentirlo dentro de ti y entonces tocas su culo. Esta vez sin roces tímidos, no, lo agarras bien. Deseas meterte dentro de él también. Imaginas cómo debes sentirte con aquellas nalgas perfectas rebotando en tu pelvis.

Pero entonces suena un móvil. Su móvil. No se lo había olvidado, lo tenía en su maleta. Lo ignoró en la primera llamada pero repitió y entonces pensó que tendría que ser tan importante como para cogerlo. Era una compañera de clase, le decía que tenía que ir urgente a la siguiente hora, que iban a hacer examen sorpresa. Os tuvisteis que despedir, pero entonces sucedió algo que te dejó algo perplejo. Te enseñó el chicle que había robado de tu boca sin que te dieras cuenta. Fue entonces cuando te guiñó un ojo y te dijo:

-Te lo devolveré mañana por la mañana en el autobús, pero sólo si esta vez vienes tú a sentarte a mi lado.