Chicas malas y hombres peligrosos (fragmento)

Traducción de un fragmento ofrecido libremente a los visitantes de la web de Pink Flamingo

Chicas malas y hombres peligrosos (fragmento)


Título original: Bad Girls & Dangerous Men (c) 2001

Autora: Lizbeth Dusseau

Traducido por GGG, diciembre de 2001

Bailey llega tarde. No es que tenga que venir a ninguna hora determinada. Yo puedo tener razones y reglas para mantener mis actividades bajo control, pero Bailey tiene su propia planificación. Cuando la puerta se cierra tras él, estoy en la sala de estar. Pego un salto. He estado esperando durante dos horas ese sonido, y cuando de repente inunda el aire todo mi ser grita.

Entra, como podría hacerlo cualquier otra noche. La ropa va al armario. Se pone una sudadera, y agarra el periódico de la mesa del recibidor antes de unirse finalmente conmigo en la sala de estar.

"¿Quieres cenar?" pregunto. "Pastel de carne con patatas."

"Suena bien," dice.

Espero con nerviosismo.

Come y me hace sufrir, expectante. Lee el periódico y contrasta las noticias mientras leo un libro. Cuando finalmente decido salir de la sala para mear, oigo esa voz que me sobresalta y me hace volver. "Madison, ven aquí."

Vuelvo. "¿Qué necesitas?"

"A ti aquí."

Le obedezco y vuelvo a entrar en la sala.

"¿Quieres decirme lo que hay detrás de tu arrebato de hoy?"

"Nada en realidad . No era nada realmente. Lo siento."

"No es una explicación suficiente. Estás ocultando algo."

Así que soy un desastre ocultando mi culpa. "No lo estoy, Bailey," digo todo lo desapasionadamente que puedo.

No me cree. Puedo ver la contrariedad en la expresión de su rostro.

"No puedo ayudarte si no me cuentas lo que está pasando."

"No está pasando nada," insisto.

"Y un cuerno. No te he visto tan nerviosa en semanas."

Creo, probando enfoques para evitar una confesión real, que positivamente no se la daré. "Me pongo así cuando me siento culpable. Sé cuanto tiempo significa para ti, y hoy la cagué."

"¿Es eso? ¿Necesitas ser regañada, castigada?"

"Puede ser."

"Pero no lo sabes."

"No soy la única afectada aquí, tú también lo eres." Espero y no dice nada, así que le suelto otra idea. "No voy a pedirte que me castigues, si es lo que piensas. No puedo tomar ese tipo de decisiones."

"Pero es lo que quieres."

No puedo contestar. Mis labios no funcionan. Mi boca parece de algodón. Tengo que mear, y estoy empezando a sonrojarme. La energía del hombre que amo hace arder y enloquecer mis entrañas. Estoy suplicando una solución para mi vientre y espero que pueda ver la petición dentro de mis ojos. Solo una sencilla restitución. Necesito pagar por lo que Scofield me hizo. Lógica perversa, estoy segura. Pero tengo que conseguir expulsar esta culpa de mi sistema.

Bailey se pone en pie. Estamos cara a cara. "Apaga la luz y ven conmigo."

Dudo, viendo que se está quitando el cinturón. Pero en lugar de aplicarlo en mi culo, rodea mi garganta con el cuero, y lo retiene estrechamente contra mi cuello desde atrás. Tira de mí hacia delante, dentro de la oscuridad que nos rodea. Apenas hay la suficiente luz para ver por dónde vas, pero parece como si él tuviera ojos de gato. Alcanzo la pared de enfrente, donde, tras unos cortinajes, cuelgan dos aros esperando mi llegada. Vuelvo a estar como esa tarde; a ojos de mi mente la escena es apenas distinta - excepto que si el anterior me acusaba este me hará una reparación. Alcanzo los aros sin que me lo tenga que pedir, mientras Bailey da dos vueltas más a su cinturón alrededor de mi garganta, metiendo el extremo dentro, bien ajustado. Delante de este collar improvisado, engancha el lazo de la hebilla a un garfio de la pared. Mi cara es presionada contra la fría superficie, mi cuerpo inmovilizado, y más tarde atado a la pared con correas en los tobillos que se enganchan en arandelas al suelo. Suelta el cinturón de mis vaqueros y los baja todo lo que pueden bajar - lo suficiente para mostrar mi culo desnudo.

Mi coño se estremece. Puedo sentir que el rocío acumulado hace que me pique. Todas mis fantasías se están haciendo realidad - excepto en lo que se refiere a testigos. Debería haber testigos como los había esta tarde. Aquellos observaron mi pecado, necesitaba más para que observaran el castigo. Pero tendré que conformarme con esto, solo Bailey y yo. Es un asunto privado, Bailey es un hombre privado.

Me deja atada a la pared con mi culo desnudo expuesto, mientras va a ocuparse de algún asunto mundano. No puedo ver en la oscuridad, y no lo tratará conmigo.

Cuando vuelve, mi cuerpo se dispara de excitación.

"¿Es esto lo que necesitas?" pregunta retóricamente. Me mete un par de bragas apestosas, de la ropa sucia, en la boca. Al recibir una fuerte oleada de mi misma, mi cuerpo responde con una sacudida sexual. Se me recuerda que me acepte como mujer. Ese dulce hedor, ese aroma carnal, el olor agrio, picante, a pescado, mezclado con la agradable fragancia de un cuerpo de mujer. Bailey da la vuelta y tira de mi clítoris. Jadeo para mí misma.

"Voy a perforarte aquí la semana que viene para que cuando te ate de nuevo a la pared pueda enganchar tu coño contra ella. Y tal vez un aro en la nariz, o un par atravesándote los pezones. Es mucho más fácil inmovilizarte de esa forma, que preocuparse por las cuerdas." El vestido de cuerdas sigue en su sitio, un poco más flojo a causa de todo el trajín del día. Bailey toma un puñado de cáñamo en la mano, lo gira, apretando el arnés de forma que apenas puedo respirar. "Quieres castigo, quieres tortura, lo tendrás ahora. Puede que no lo que pensabas que iba a ser, sino lo que siento que te debo. Pero créeme, Maddie, si eres culpable de alguna gran mentira, esto no te absolverá de nada. Llevas tu engaño contigo. La única absolución de la culpa es la honradez, y tú eres la única que puede asegurar eso." Me tenía enganchada - considerando mi posición actual, la ironía de eso es notable, pero no tengo estómago para reír. Enganchada. No puedo escapar a la verdad de lo que dice. Pero en algún minúsculo rincón de mi psiquis espero que este arreglo hará al menos tolerables mis hazañas de hoy.

Bailey utiliza la vara para la parte activa de mi castigo. A diferencia de mi anterior azotamiento este dejará marcas. No tendré que mirar para saber que los siete golpes del fino bambú harán señales distintivas en mi piel. Cuando cada golpe impredecible se estrella, dejo caer atrás la cabeza y gimo. El ritmo es tan errático que no tengo ni idea de cuándo llegará el siguiente golpe. Mi cuerpo entero salta de dolor cuando llegan. Abrasa mi piel con fuego, en la esperanza, quizás, de que esto me afectará más allá de mi carne.

Las lágrimas me escuecen en los ojos y finalmente caen por mis mejillas. Estoy sollozando cuando el último huele su furia. Para entonces le odio y me odio.

Mientras el dolor ardiente se aplaca, mi mente empieza a vagar sin rumbo. Me despierto con una sacudida, comprobando que he sido abandonada por mi acusador, atada a la pared, dejada para que 'medite' sobre mis crímenes. Desearía ser absuelta. Pero no lo soy. Todo lo que dice Bailey es cierto. Si fuera un incidente aislado quizás pudiera dejar el asunto descansar en mi conciencia. Pero según el plan de Scofield, tendré pronto más que expiar.