Chicas malas

La biblioteca es un lugar tranquilo, donde poder estudiar en silencio. O al menos eso pensaba Dave, hasta que dos viciosas jovencitas echarán a perder su tarde de estudios.

Dave, molesto, levantó la mirada de la pila de libros en que se encontraba absorto y miró furioso a las dos chicas que se sentaban en la mesa de al lado, dos jóvenes que debían tener en torno a los veinte años de edad y que no hacían más que hablarse al oído la una a la otra, entre risas. Buscó con la mirada al personal de la biblioteca, pero no encontró a nadie en los alrededores. Con un bufido molesto trató de volver a sus libros, pues todavía le quedaba mucho trabajo de documentación para el ensayo sobre la dinastía carolingia del reino franco que estaba preparando. Sin embargo no fue capaz de seguir; pues esas dos chicas habían conseguido romper su concentración por completo. Resignado las miró de nuevo. Teniendo en cuenta su edad, que estaban en la biblioteca de la universidad y que tenían sendos montones de apuntes delante, parecía obvio que se trataba de estudiantes que intentaban estudiar, aunque era evidente que sin demasiado éxito. Sin embargo no las había visto nunca antes, de eso estaba seguro. Con una de ellas, rubia de pelo ondulado y rostro pecoso, podría haberse cruzado sin darse cuenta. La otra, sin embargo, estaba seguro que habría llamado su atención, pues se trataba de una bonita pelirroja de grandes pechos y cuerpo repleto de curvas. Sin embargo no tenía mayor importancia, pues lo más probable era que se tratase de estudiantes de otro edificio que estaban allí buscando algo, quizá un poco de tranquilidad. Esa, a fin de cuentas, era la biblioteca menos concurrida de toda la ciudad universitaria. Precisamente por eso acostumbraba a ir él, lo que no carecía de cierta ironía dadas las circunstancias.

La pelirroja se inclinó sobre la rubia, le dijo algo al oído que la hizo ruborizarse y, para sorpresa de Dave, le robó un beso fugaz, tan rápido que se lo habría perdido de no haber estado absorto en ellas. Esbozando una sonrisa pícara el hombre fingió que leía pero sin dejar de observar a la pareja de forma discreta, pues no quería que advirtieran que las miraba e interrumpiesen lo que estaban haciendo. Fue justo a tiempo, pues la pelirroja echó un vistazo alrededor y, tras comprobar que estaban solas a excepción de él, quien al parecer no les prestaba atención, deslizó la mano debajo de la mesa. A juzgar por el respingo y la posterior mirada de súplica de la rubia, Dave no tenía duda de que su compañera la estaba metiendo mano, convencida de que nadie se daba cuenta. Estuvieron así un buen rato pese a las súplicas silenciosas de la víctima de los toqueteos, quien poco a poco fue dejándose hacer hasta que renunció por completo a resistirse. Solo entonces su compañera sacó la mano de debajo de la mesa y, con expresión de no haber roto un plato en su vida, volcó su atención en los apuntes. Dave sonrió al advertir que la rubia le tiraba de la manga, reclamando más atenciones. Si bien al principio se hizo de rogar, la pelirroja no tardó en girarse hacia ella y darle un largo beso con lengua que consiguió excitarlos a los tres. Un solo instante después ambas se levantaron y la pelirroja arrastró a su compañera tras ella, dejando allí los apuntes.

Dave aguardó unos segundos antes de levantarse a su vez y tomar el mismo camino que habían tomado las chicas, siguiéndolas de lejos. Se sorprendió al advertir que se dirigían hacia los archivos y se preguntó a cuántas incautas habría llevado la diablilla pelirroja hasta allí; a fin de cuentas se trataba de una de las secciones menos visitadas de la biblioteca menos concurrida de la ciudad universitaria. No había duda de que sabía bien lo que hacía, como tampoco la había de qué era lo que pretendía arrastrándola hasta aquel rincón abandonado.

Se volvió hacia unas estanterías y tomó un libro para disimular, decidido a darles algo de ventaja. Quería sorprenderlas en un momento vulnerable, pero para eso era necesario que se sintiesen seguras y tuviesen tiempo de empezar a... divertirse. Dave controló la hora y exactamente diez minutos después, los diez minutos más largos de su vida, se encaminó hacia los archivos, confiado en no haberse equivocado al aventurar a dónde se dirigían ni qué pretendían esas dos. Cuando, pocos segundos después de adentrarse con paso sigiloso entre los pasillos repletos de archivadores, escuchó un débil gemido, supo que había acertado. Siguió el sonido en silencio, se deslizó en el pasillo adyacente y se asomó con cuidado, pues no quería ser visto todavía. La escena que se encontró hizo que su polla saltase como un resorte dentro de los pantalones.

La pelirroja se encontraba sentada en el suelo, con la falda subida hasta la cintura y las bragas colgando de su tobillo; tenía el rostro desfigurado por el placer a causa de la comida de coño que le estaba haciendo la rubia, arrodillada ante ella y, para sorpresa mayúscula de Dave, con las manos atadas a la espalda con un pañuelo de tela.

—Menuda puta estás hecha —susurró la pelirroja, toda lujuria y maldad—. Estabas deseando comerme el coño, ¿verdad?

La aludida asintió y su lengua atacó con energías renovadas; estaba más excitada a cada momento que pasaba. Su compañera la agarró del pelo, la obligó a levantar la cabeza y, clavando una mirada ardiente y feroz en ella, la abofeteó.

—¿Pero qué...?

Otra bofetada interrumpió la queja y le siguieron tres más, de tal forma que la mejilla derecha de la joven quedó roja a causa de los bofetones.

—Ni una palabra más, puta. Harás lo que te he dicho y después me darás las gracias por ello, ¿lo entiendes?

La aludida asintió, aún más excitada a causa de los bofetones. Dave observó boquiabierto cómo la pelirroja guiaba a su compañera hasta su culo y esta comenzaba a devorarlo también, sin emitir queja alguna. Sentía que la polla estaba a punto de explotarle dentro de los pantalones.

—Puedes salir, sé que estás ahí —dijo entre jadeos la chica a la que le estaban follando el culo con la lengua.

El aludido consideró sus opciones, pero decidió que esa no era la reacción de alarma que habría esperado de alguien que descubre que la están espiando en una situación tan comprometida. ¿Por qué no ver hasta dónde le llevaba todo aquello? Dave salió de su escondite; el bulto en su pantalón era más que evidente. Al darse cuenta de que no estaban solas la rubia trató de revolverse, pero un fuerte tirón de pelo y otra bofetada la convencieron de que no era lo que se esperaba de ella, por lo que volvió a meter la lengua en el culo de su compañera.

—Vaya perra tienes ahí —comentó Dave como si tal cosa—. ¿También sabe ladrar?

—¡Claro! ¡Ladra, perra!

La aludida, que sabía bien qué era lo que se esperaba de ella, emitió dos débiles ladridos sin dejar de comerle el culo a su indiscutible dueña.

—Pues sí que sabe, sí —dijo él con una risotada—. ¿Qué más sabe hacer?

—Pues sabe arreglarte eso —respondió la pelirroja mientras con un movimiento de cabeza señalaba al bulto en que se había convertido la polla de Dave.

—Me gustaría verlo —respondió el aludido.

—Ningún problema. ¡Perra, de rodillas!

Perra obedeció de inmediato y, tras volver a agarrarla del pelo, su compañera la condujo hasta el hombre que las había sorprendido allí. Este, como si tal cosa, se desabrochó los pantalones y la polla saltó, ansiosa. Con las manos atadas a la espalda y su Ama agarrándole el cabello, fue poco lo que pudo hacer la chica para evitar que el hombre comenzase a follarle la boca, más allá de disfrutar de una sesión de dominación improvisada que, al parecer, se acaba de convertir en algo más.

Con absoluta naturalidad la pelirroja se despojó de la ceñida camiseta que vestía, se quitó el sujetador y dejó al descubierto dos grandes pechos mientras miraba a su invitado con una pícara sonrisa en el rostro. Consciente de que era una invitación, Dave se inclinó y comenzó a lamer una de las grandes tetas. Se apoyó en las estanterías con una mano mientras llevaba la otra bajo el vestido de la pelirroja, en busca de su sexo. Tal y como había supuesto, lo encontró completamente empapado.

—Así que eres Domina, ¿eh? —dijo mientras atenazaba el clítores con los dedos y comenzaba a jugar con él, arrancando un gemido a la chica—. Qué casualidad, yo soy Amo.

—En realidad no lo soy —gimió la aludida—. Me gusta dominar y ser dominadaaaaa¡AH!

Llevado por el entusiasmo Dave había penetrado con dos dedos el coño de Roja, y comenzó a follarlo con ellos acto seguido.

La escena no podía resultar más excitante y cargada de lujuria. Perra, de rodillas y con las manos atadas a la espalda, le comía la polla a Dave mientras este, inclinado sobre ella, se comía a su vez uno de los pechos de Roja y le follaba el coño con los dedos.

Entonces, sin más, terminó. Dave se incorporó, sacó la polla de la boca de la sumisa y miró a las dos excitadísimas estudiantes con una sonrisa pintada en el rostro.

—Voy a follarme a una de vosotras —dijo con determinación—. La cuestión es a cuál.

—Fóllame a mí —pidió Roja—. Esta es solo una perra sumisa, que mire.

La aludida lanzó una lastimera mirada a su Ama, pero no replicó.

—No. Quiero que os comáis el coño la una a la otra. Me follaré a la que consiga que la otra se corra. Para que no tengas ventaja, Roja, durante el tiempo que dure esto no podrás imponerte a Perra. Además os desnudaréis y solo podréis comerle el coño a vuestra compañera en la postura del 69, así ninguna tendrá ventaja sobre la otra. Vamos, empezad.

Las dos chicas se quedaron inmóviles, sin saber muy bien cómo reaccionar a semejante propuesta. Roja, sin embargo, reaccionó la primera, y se deshizo rápidamente de su ropa. Al ver que Perra no parecía reaccionar, la cogió del brazo para hacer que se pusiese en pie y le bajó los pantalones de un tirón. No tardaron en tumbarse en el suelo y pronto cada una de ellas hundía la lengua en el coño de la otra, ansiosas ambas por conseguir el orgasmo de su compañera. Dave las observaba satisfecho mientras se acariciaba la polla. Advirtió que Roja, fuego puro, no solo arrancaba gemidos a Perra, sino que la feroz comida de coño a la que la estaba sometiendo la hacía temblar de puro placer. Si bien Perra se aplicaba con esfuerzo en el coño de Roja, resultaba evidente que la pelirroja contaba con una clara ventaja. Con un empujón hizo rodar a su compañera para así quedar encima, lo que le permitía ejercer cierto control sobre Perra, quien no se resistió. Estaba claro que cada una sabía bien cuál era su lugar en la pareja.

Ese era el momento que Dave había estado esperando. Consciente de que desde esa posición Roja resultaba vulnerable, y consciente también de que la comida de culo que Perra le había hecho debía haberlo dejado bien lubricado, se colocó tras la pelirroja, apuntaló la polla en la entrada de su culo y, antes de que la chica fuese capaz de protestar o revolverse, le hundió la polla con facilidad, gracias a las previas atenciones de Perra. Comenzó entonces a follarle el culo, lo que hizo que Roja se olvidase del coño de la rubia y se centrase en contener los gritos de dolor y placer que semejante penetración anal le causaban. Perra, por su parte, comprendió que era su oportunidad, y renovó los ataques contra el coño de su Ama con nuevas fuerzas, a fin de lograr que se corriese. Cuando Roja fue consciente de que iba a perder era demasiado tarde, y un squirt tremendo dejó claro que había perdido la apuesta. Dave continuó violando su culo mientras esta se corría, hasta que la pelirroja se derrumbó sobre su compañera y el hombre sacó la polla de su interior.

—Parece que tenemos una ganadora —comentó con tono burlón.

—Has... has hecho trampa... —murmuró Roja, todavía desarmada por el orgasmo.

Sin hacerle ningún caso Dave ayudó a Perra a quitarse de encima a su Ama, se sentó contra la pared y la rubia se colocó a horcajadas sobre él hasta que sintió la polla en la entrada de su coño. Se dejó caer y un momento más tarde saltaba sobre el miembro mientras Dave jugaba con su clítoris. Fuera de control y con los ojos en blanco, Perra aumentó la velocidad a la que botaba sobre la polla hasta que, con un gritito, se corrió y quedó encima de Dave como un juguete roto.

Él, sin embargo, no había terminado con ellas. Reanudó la follada a golpe de cadera, consciente de que, después de correrse, el coño de la chica estaría particularmente sensible. La folló con ganas hasta que, cuando advirtió que una recuperada Roja se ponía en pie y miraba a su sumisa con envidia, se arrastró para apartar la espalda de la pared y se tumbó en el suelo. Entonces hizo un gesto a la pelirroja, quien comprendió lo que quería Dave y se apresuró a acuclillarse sobre él, de manera que el hombre pudiese alcanzarle el coño con la lengua, a la que pronto se unieron sus dedos. Las dos estudiantes, arrastradas por el placer, se fundieron en un profundo beso mientras Dave finalmente se corría dentro de la rubia...

Un fuerte ruido sacó de su ensoñación a Dave, quien advirtió con desconcierto que se encontraba en la mesa de la biblioteca, rodeado de libros de Historia Medieval. Todo aquello no había sido más que una fantasía perpetrada por su pervertida mente. Consternado buscó a las dos chicas con la mirada, pero advirtió que ya se habían marchado y cayó en la cuenta de que el fuerte ruido que lo había devuelto a la realidad había sido el de la puerta de esa sala de la biblioteca al cerrarse. Con un suspiro cargado de desilusión se dispuso a marcharse él también, pero un rápido vistazo a su entrepierna le convenció de que sería mejor que esperase un rato. Así pues, atrapado como estaba y consciente de que debía distraer la mente para apartarla de esas dos chicas y así poder irse antes, decidió sumergirse en el libro que tenía ante sí, abierto desde hacía un buen rato por la misma página.

Fue entonces cuando vio la nota, un papel de color rosa doblado cuatro veces. Se apresuró a desdoblarla totalmente confundido y, cuando vio su contenido, no pudo evitar echar a reír en mitad de la vacía biblioteca. Tardaría un poco más de lo previsto en apartar a esas dos chicas de su perversa imaginación.

Hola. Soy la chica pelirroja que te estabas follando con la mirada; he visto cómo nos mirabas a ambas y me has puesto cachonda.