Chica Gamer
Experiencia real de una chica gamer jugando a mmorpg y cuanto se excita cuando menos esperarías. Tanto, que termina masturbándose.
Hacía algo más de un año que había dejado de jugar a este mmorpg. Me llegó un mail de la compañía avisándome de que en un mes saldría la nueva expansión, y que, si quería conseguir cierta montura, o logros, debía espabilarme. Así que me conecté y me puse al día con todas las novedades, cambios en la forma de lucha de cada tipo de personaje, subir las profesiones, conseguir equipo, y un largo etcétera que ya os podéis imaginar.
Total, que estaba por una de las zonas nuevas pre-expansión, haciendo misiones yo sola, en plena noche, cuando apareció un grupo de hordas que arrasaron con los cuatro pobres alianzas que andábamos desperdigados por ahí. Yo estaba concentrada en matar a uno de los bichos élites, y de golpe y porrazo me vi totalmente invadida por el rojo. Sonido en estéreo de cuchilladas golpeando el cuerpo de mi hermosa elfa de manera despiadada. En el momento en que todo esto sucedió, automáticamente mi coño de chica gamer palpitó muy intenso y se llenó de jugos. Joder… lo había olvidado. Como podía ser que no recordara esto... me sentí así desde la primera vez que jugué a este juego, muchos años atrás.
Siempre he sido alianza, y siempre he sido de preferencia curandera. Así que lo mío no es dañar, ni siento ningún instinto asesino retorciéndose en mis entrañas que me empuje a desear la muerte del personaje de la facción enemiga. Deseo su muerte porque así es el juego, nada más. A mi siempre me ha gustado más formar parte de un grupo grande y dedicarme a no dejar morir a mis compañeros de la alianza. Por ser healer evidentemente me ponía si o si en el punto de mira del enemigo, quienes siempre andaban deseando quitarme de en medio lo antes posible.
Recuerdo claramente mis inicios en ese juego. Cuando iba yo sola con mi druida elfa por Stranglethorn Vale, intentando subirla de nivel, cuando el máximo era 60. Por esa época bromeaba con mis amigos que yo tenía “paranoia rogue” porque sufría constantes ataques de pícaros a mi personaje día sí día también. Además, con los cascos puestos, los sonidos únicos de sus ataques se me quedaban grabados a fuego en mis neuronas. Era oír aquel primer sonido que me indicaba su presencia a mi espalda y ya sabía que estaba bien jodida, porque me stuneaba y me dejaba k.o. en dos segundos. Pero lejos de cabrearme, notar su presencia tan cercana por detrás de mi preciosa elfa de orejas puntiagudas, escuchar como le clavaba una y otra vez de manera despiadada sus dagas con saña, sentirme la presa cazada… provocaba automáticamente que todo mi cuerpo real entrara en una elevadísima excitación y mis braguitas quedaran bien mojadas. No sé porqué me pasa esto, pero siempre ha sido así.
Eso medito ahora, tantos años después de aquellos viejos tiempos, después de retomar el juego tras largo tiempo sin jugar. Mientras, resucito vigilando que no haya hordas cerca de mi… que disfrute cada vez que me matan no quiere decir que se lo ponga fácil… todo lo contrario. Si no, no tendría la misma gracia. Me subo a mi montura y me elevo por encima del campo de batalla. Ahí arriba me encuentro con uno de los hordas también subido en su montura voladora. Le selecciono y el me selecciona a mí. Es enorme, verde, muy feo. Me hace divagar sobre los típicos hentais en los que orcos de pollas descomunales violan a princesas inocentes. Yo pienso en cuanto lo gozaría si ese monstruo decidiera atacarme con la mayor rabia del mundo. Seguramente él piensa solo en como terminar conmigo, nada más allá. Él no sabe qué reacción provocaría en mí. Ninguno de ellos lo sabe. Quizás eso forma parte también de su encanto particular. Lo único que sé es que tiene que ser cuerpo a cuerpo. No me valen ataques desde lejos, ni que muera por tirarme desde lo alto de mi montura. Tengo que sentir a ese personaje pegado al mío. Su cercanía, su peligro, su rabia desmedida.
Pienso que quizás la próxima vez que juegue lo haga con un gran consolador metido por mi coño de chica gamer. Y que, si se da la ocasión de que aparece uno de esos “odiosos” horda y me mata, encienda la vibración de mi consolador y me masturbe con él. Y aunque prefiero que estos encuentros excitantes de muerte se den de uno a uno, tal vez podría entrar en una campaña de jugador contra jugador, donde seguro sí o sí me cruzaré con cantidad de enemigos que querrán verme morder el polvo. Y mientras esa horda de personajes rojos dedica todo su esfuerzo, sus ganas, su poder, para detener a nuestro equipo alianza, yo estaré con mis manos en el ratón y el teclado, y mi raja palpitante y húmeda rellenada de buen rabo que me de un gran placer cada vez que muera. Y cuando ya me haya corrido una o dos veces, solo entonces, cogeré uno de mis plugs anales negros con base en forma de diamante blanco, lo untaré bien con lubricante, y me lo meteré poco a poco dentro de mi culito estrecho. Siempre me duele jugar con mi orificio posterior, pero eso no hace que sea menos excitante, todo lo contrario. Supongo que soy igual de masoquista tanto física como mentalmente, y de ahí mi necesidad de sentirme la presa. De ser brutalmente cazada y eliminada.
Si juegas a este juego y eres un chico horda, la próxima vez que vayas a matar a una elfa druida de la alianza de larga melena violeta, piensa que podría ser yo. Que quizás la usser al otro lado de la pantalla, a pesar de presentar una dura pelea, está con el coño encharcado de jugos, con su culo relleno de rabo de dura goma y su coño lleno de placer por las vibraciones de un gran consolador. La próxima vez que te encuentres con ese tipo de personaje ante ti, te pido que vayas a por él con todas tus putas ganas, que lo destroces, que lo dejes bien muerto. Porque quizás se trata de alguien que es capaz de disfrutarlo mucho más allá de lo que ni tú ni nadie sería capaz de imaginarse jamás.
Esa misma noche me fui a dormir con una necesidad muy urgente de masturbarme. Ni si quiera me molesté en ir a buscar mis consoladores, porque no los iba a necesitar, y no quería perder el tiempo. Me tumbé boca abajo sobre la cama, y puse un cojín entre mis piernas. Imaginaba que colgaba este relato y a través de él conocía a un chico horda que había quedado encantado con mis fetiches masoquistas. Mi mano diestra avanza hasta que consigue llegar a mi clítoris hinchado, y con la zurda me acaricio mi ano por encima de mi ropa interior. En mi fantasía nocturna, ese chico y yo quedábamos en el mundo virtual del juego mmorpg, en un lugar alejado de todos, donde solo estaríamos nosotros. Meto dos dedos en mi coño y se mojan con los jugos abundantes, cosa que me facilita que me los meta mucho más profundo.
Mientras, en mi cabeza, evoluciona la fantasía. A modo de pequeño juego previo a su destrucción final, mi elfa nocturna comienza a bailar y le va haciendo un striptease al horda, quedándose solo con su arma, las botas y la ropa interior que es imposible de quitar. En ese momento el feroz monstruo decide atacarme. Mi cadera se mueve de manera muy intensa contra el cojín, refrotándome contra él con deseo ardiente de recibir más estimulación en mis zonas erógenas. Me meto ya tres dedos con vigor dentro de mi raja, y dejo de acariciarme el culo y comienzo a tirar con saña de uno de mis duritos pezones oscuros. Bajo mi cara y muerdo mi propia teta. Me pellizco el clítoris y continúo follándome el coño con mis dedos, comenzando a tirar de mi braguita para que se meta entre mis nalgas y así me estimule ese orificio que tengo ahí atrás. En mi fantasía, el chico horda está apuñalando el cuerpo de mi preciosa elfa sin compasión. Hasta dejarla prácticamente sin vida. Imagino al jugador de la facción contraria, conocedor de las sensaciones que me provoca, con la polla dura como una puta piedra. Un buen rabo que con ganas devoraría.
El ritmo de mis manos se vuelve febril, la temperatura de todo mi cuerpo aumenta y suelto jugos sin descanso. Finalmente llego a un delicioso orgasmo brutal en el preciso instante en que imagino al chico horda asestándole el golpe mortal a mi preciosa elfa nocturna. En el momento en que en el juego su personaje clava bien hondo sus dagas en el mío, como si estas fueran en realidad extensiones de su dura polla de semental. Imagino que él llega a correrse también conmigo justo al mismo tiempo que mi elfa alianza pierde la vida por mano de su personaje horda. Imagino entonces lo delicioso que resultaría poder aparecer ahí, arrodillarme entre sus piernas por debajo del escritorio en el que tiene el pc para jugar y lamerle con deseo cada rastro de semen que haya salido de su polla y le manche la piel o la ropa, dedicándole una mirada agradecida y satisfecha por haber hecho realidad mi más oscuro deseo online.