Chica bien, se porta mal.

De como una "chica bien", folla sin mirar a quién.

Soy una chica,  muy agraciada físicamente,  según lo dicen todos.

Hace tres años estoy de novia con Cristian, que cursa el tercer año de derecho,  de 21 años.  Soy esa clase de chica que los envidiosos llaman "chica bien",  educada en el  mejor colegio inglés de la ciudad.  Practico tenis e hipismo en mis horas libres.

Vivo con mis padres en un piso 20,  hija de profesionales, papá es médico, mamá también se dedicó a la medicina,  yo he terminado de cursar el primer año de arquitectura.

Fui educada con total libertad,  mi papá me alquiló un departamento cerca de la universidad, para que no tenga que estar viajando a nuestro hogar,  pues está ubicado en una avenida muy lejana a la facultad.

Tengo cabello castaño, con rizos, largo hasta las caderas, el cual suelo llevar atado con una cola de caballo,  especialmente en verano.

Mido 1.70,  peso 58kg, ojos café, piernas largas y torneadas por el deporte.

Soy una chica muy llamativa, fina,  alta y delgada,  con pechos muy grandes,  turgentes y duros.

Soy consciente y muy orgullosa de la gran delantera que tengo, ya que uso prendas ajustadas y sexis,  lo que hace que los hombres se den vuelta a mirarme,  cosa me gusta, ser observada por hombres, sin importar la edad, el físico o condición social.

Mis pechos son grandes, redondos, con una aureola rosada y unos pezones duros, en punta,  al menor roce de la tela,  sobresalen como un centímetro y marcan mis prendas.  En verano me divierto mucho,  con los hombres,  pues sabiendo el tesoro que tengo por delante, no uso casi nunca sujetador,  para que siempre mis puntas se destaquen.  Provocar erecciones, me encanta.

No soy virgen,  desde los 15 años llevo una vida sexual  rica y placentera,  he tenido varios amantes,  por lo general hombres mucho mayores que yo, casados y discretos,  que siempre a cambio de besar mis senos, (o más) me dieron algo a cambio para ayudarme a conseguir lo que no pude hacer por mis propios medios,  como por ejemplo aprobar alguna materia.

Por supuesto mis padres y todo mi entorno  ignoran lo que es su nenita,  ellos no tienen la menor idea de las guarradas que he hecho y seguiré haciendo.

Mi padre en especial,  cree que soy una monja, mi novio igual,  pero fuera del ámbito de amigos, y familia,  soy una chica que disfruta del sexo sin ningún tipo de tapujos,  ni tabúes,  pero debido a mi familia tradicional y acomodada,  debo fingir que soy una mujer recatada e inocente.

Lo que mi padre nunca supo,  ni sabrá que mi primer hombre fue el jardinero de la casa de campo de mis abuelos.

Recuerdo ese verano que fuimos a la casa de campo toda la familia,  mis papás,  y mis abuelos.

El jardinero era un hombre de unos 55 años,  de total confianza de mi familia,  ya que él y su familia (esposa y cinco hijos, tres mujeres y dos varones) vivían en la casa principal todo el año,  menos en el verano que nos trasladábamos toda la familia y ellos se iban a la casita de atrás.

El jardinero se llamaba Ramón,  gozaba de todo el aprecio de la familia,  mi abuelo siempre decía que lo cuidaba y le pagaba un buen sueldo porque no quería perderlo,  ya que según él había poca gente decente como el jardinero.

De chica yo jugaba con los hijos del jardinero,  muchas veces iba a la casita de atrás a comer al mediodía, la esposa de Ramón, cocinaba como los dioses y a mi me trataba con el mismo cariño que a sus hijos,   a la hora de la siesta nos íbamos todos los chicos del jardinero y yo,  al arroyo a bañarnos y a jugar.

Un verano la esposa de Ramón aprovechó a irse a casa de sus padres y se llevó a los cinco hijos,  así que iba a ser un verano bastante aburrido,  pues iba a estar sola,  pero con lo que sucedió fue bastante divertido.

Recuerdo que una tarde de mucho calor y sol,  fui en bicicleta hasta el arroyo para bañarme,  a mitad de camino encontré al jardinero que se venía para la casa,  le dije si me llevaba hasta el arroyo en el caballo, como lo había hecho muchas veces,  desde chica.

Dejé la bicicleta en un árbol y a la vuelta pasaría por ella.

Ramón desde arriba del caballo,  se inclinó y me tomó de los brazos,  y me ayudó a sentarme delante de él.

Pasó sus brazos fuertes por delante mío, tomó las riendas del caballo,  apreté mi trasero contra él,  mis pechos grandes rozaban sus brazos desnudos.  Mis pezones empezaron a elevarse por el roce y mi rajita comenzó a mojarse,  como de costumbre.

Yo era virgen,  pero mis hormonas estaban alteradas y algo sabía de los hombres,  pues en la casa le había robado a mi abuelo revistas pornográficas,   muchas veces terminé masturbándome viendo las poses de las parejas desnudas,  tenía mucha curiosidad,  y mucha calentura acumulada.

No se que pasó por mi cabeza,  la cuestión que me sentí excitada,  caliente y pensé que me iba a tener que masturbar en el arroyo para calmar el fuego que sentía.

Sin bajar del caballo me ayudó a descender,  pero esta vez no había sido como las anteriores,  esta vez,  me bajó lentamente manoseándome entera,  cosa que me dio un morbo especial.

Una vez en el piso,  me quité los shorts,  y el top.  me quedé con la minúscula bikini.

Me zambullí y fui nadando hacia adentro,  me di vuelta y vi que seguía arriba del caballo y le dije:

-Ven Ramón,  el agua está exquisita,  vamos, ven a jugar conmigo.

Ramón se bajó del caballo, se sacó el pantalón,  las botas y la camisa,  sólo se dejó los calzoncillos y se tiró al agua.

Yo empecé a nadar más hacia adentro, y coqueta le gritaba.

-Te juego una carrera,  a ver quien cruza más rápido el arroyo.

Nadé muy rápidamente, ya casi cuando llegábamos a la otra orilla,  Ramón me alcanzó,  me paré el agua me llegaba a la cintura y me fui caminando hasta la orilla.

Me senté a esperarlo.  Por mi cabeza pasaban todas las fotografías obscenas que había visto en las revistas,  y me dieron ganas de probar ¿qué era eso?

Ramón se sentó a mi lado y me dijo:

-Niña, te miro y no puedo creer lo que creciste, desde el verano pasado.  Eres toda una mujer.

Me levanté pues no sabía qué hacer con mi calor interno.

Me metí en el agua,  y cuando me tapaba los pechos,   me quité el corpiño,   me puse frente a él y fui caminando,  hasta que mis senos quedaron fuera del agua,  sólo tapaban una parte mis rizos mojados que caían hacia adelante.

Ramón me miraba embelesado y caliente.

Ramón no era un hombre bello como soñamos todas las quinceañeras,  para nuestra primera vez.

Era un hombre rudo, bastante vulgar,  delgado,  de cabello entrecano,  largo,  graso y desprolijo .  Tenía una gran nariz,  y en su boca libidinosa faltaban varias piezas dentales,  lo que lo hacía aparentar más edad de la que tenía.  Pero era lo que había por el momento para calmar mis hormonas alborotadas.

-Mira si soy o no una mujer. -Y le mostré mis senos desnudos-

Ramón se levantó y vino hacia mi.

-Niña,  eres un demonio,  mejor me vuelvo a la casa.

-No,  quédate conmigo aquí.  Tomé sus manos las guié hacia mis tetas.

-¿Te gustan? -pregunté zalamera-

-Son una belleza,  tan grandes que no entran en mis manos.

Los dedos toscos de Ramón comenzaron a magrear mis pezones en punta. Inclinó su cabeza y comenzó a besarlos de a uno. En tanto bajó sus manos,  y corrió hacia un costado la bikini.

Su dedo comenzó a hurgar dentro de mi vagina,  que estaba empapada.  Me abrazó, desprendiendo un fuerte olor a transpiración de sus axilas,  me levantó en sus brazos y me llevó alzada hasta salir del agua,   me tendió sobre la hierba tibia por el sol.

Se subió arriba mío y comenzó a besarme en la boca,  le pasé mi lengua por instinto,  pues no había sido besada hasta ese momento en la boca.

Me besó como un hombre besa a una mujer,  como lo había visto tantas veces en las películas,  sentí un placer enorme.  Me gustaban sus besos.

Fue bajando su lengua,  lamiendo mi piel,  hasta llegar a mis senos,  los cuales chupó, y mordió con la punta de sus labios.  Era una maravilla lo que sentía,  mis pezones hasta ese momento sólo habían sido tocados y pellizcados por mis propios dedos y mis manos,  pero esto era mucho más rico y sabroso que lo que hacía yo,   para darme placer mientras me masturbaba en mi cuarto.

Esto lo había visto en fotografías de las revistas pornos de mi abuelo,   el sólo hecho de mirarlas me excitaban.  Esto que me hacía Ramón era la gloria, y, era sólo el principio,  pues yo había visto muchas otras cosas que hacían entre hombres y mujeres en las revistas de mi abuelo.

Mientras tanto volvió a correr mi tanga hacia un costado,  y con sus dedos, fue recorriendo toda mi rajita húmeda.

Frotó mi clítoris suavemente,  yo comencé a gemir como cuando me masturbaba,  con su lengua en mis pezones y su dedo tuve mi primera corrida.

-¿Rico...¿verdad?

-Super.

-Verás que lo que sigue es más rico, preciosa.

Su lengua fue bajando lamiendo toda mi piel,  dejando su saliva espesa toda desparramada,  llegó a mi ombligo,   posó su lengua y jugueteó unos instantes.

Cuando llegó a mis caderas,  desabrochó los lazos del costado de mi tanga,  y quedé totalmente desnuda ante su mirada depravada.

Abrió mis piernas,  arrimó su desdentada boca a mi coño,  con sus manos abrió mis labios vaginales, su lengua blanda y babosa comenzó a moverse como una serpiente venenosa,  estiró sus brazos, tomó mis pezones a retorcerlos con sus dedos,  mientras tanto me chupaba el clítoris.

Yo me revolvía de gusto sobre la hierba,  le pedía que siguiera que era muy rico, que no parara,  él me complacía y no paró hasta que mis convulsiones anunciaron mi corrida.

Apoyó su gran nariz en mi pelvis,  sin sacar la lengua de mi coño,  para continuar lamiéndome,  hasta hacerme correr varias veces más.

Luego se sentó en la hierba,  me mostró su falo duro,  me tomó de la cabeza,  y la fue acercando hasta que mi boca quedó a centímetros de su herramienta.

-Abre la boquita y trágate mi rabo, perra,  eres muy perra ¿lo sabías?

Lo tomé entre mis manos y lo acaricié,  por fin tenía uno en la mano de carne,  hasta ese momento lo había visto sólo en fotos.

Torpemente la metí toda dentro de mi boca y la saqué.  Él me tomó la cabeza y fue guiándome con los movimientos, como debía hacerlo.

Me la sacó de la boca y me pidió que le besara los testículos,  fui lamiendo todos sus vellos que olían a orín,  no era el mejor olor,  pero yo estaba tan caliente, que me resultó un olor  muy excitante.

Metí su bolsa en mi boca muy suave,  tenía miedo de hacerlo mal,  así que me dediqué a lamerlo despacio,  metiéndome hasta los pelos que dejé empapados de saliva.

Luego seguí lamiéndolo hasta el ano,  con su polla estática entre mis manos,  volví hacia atrás y comencé a tragarme su polla, entrando y saliendo,  él  me tomó fuerte de los senos,  sus manos callosas y ásperas me dieron una  buena manoseada, al rato, sentí sus jadeos,  su líquido empezaba a salir caliente en mi boca.

-Trágala toda, perra inmunda.

Me tragué todo su semen y desde ese día, para mi no hay líquido más rico para tragar.

-¡Mira que había resultado putita la nieta del patrón!

Luego nos bañamos en el arroyo,  sin parar de tocarnos,  estuvimos un buen rato en el agua,  los dos desnudos.

Cuando volvimos a la orilla,  comenzó a besarme de nuevo.

-Ahora te quiero coger lindo. Te la voy a enterrar por puta.

-Soy virgen aún.

-No te creo nada, eres muy puta para ser virgen.

-Te lo juro.

Bajó a mi coño y me hizo deleitar con su lengua, me corrí dos veces.

Se subió arriba mío,  intentó penetrarme,  yo cerré las piernas quejándome que me dolía un poco.

-Estás bien mojada,  soporta unos instantes y verás que bien se porta el rabo dentro tuyo.

Fue penetrándome despacio y con cuidado,  yo sentía una molestia,  lo que me puso tensa,  empujó fuerte hasta el fondo,  un pequeño gritito de dolor salió de mi garganta.

-Soporta perra un poco y cuando le tomes gusto, no vas a querer que salga de adentro.

Se quedó quieto unos instantes,  y empezó a entrar y salir,  las paredes de mi vagina succionaban su pene, hasta que el dolor fue menguando y se fue transformando en placer.

Así fue cómo entregué mi virginidad, por caliente a un hombre mayor,  feo,  rudo y desdentado.

Por la noche cuando todos dormían,  me escapaba de mi cuarto y me iba a la casita de atrás a follar con Ramón.

Lo que más me excitaba era  su boca desdentada dentro de mi coño.

Al terminar las vacaciones en el campo y volver a la ciudad,  ya era toda una mujer bien cogida,  con experiencia de posiciones en la cama,  de cómo chupar muy bien un rabo,  y por sobre todo con muchos orgasmos en mi haber.

Ahora con 18 años,  era una traga pollas infernal,  que nada le daba asco.

Hace unos días,  fui a despedir a mi novio, como todas las noches hasta el portal del edificio.

Siempre antes de marcharse nos dábamos besos interminables en la boca,  muchas caricias,  y toqueteos de ambos,  como era de noche y tarde, no había nadie.

Esa noche en especial estuvimos largo rato besándonos y tocándonos.  Antes de irse me pidió que me levantar el top, para besarme los senos,  miramos para todos lados y como no había nadie,  lo dejé que me lamiera un buen rato,  el pobre se fue a su casa muy excitado.

Subí al ascensor y marqué el piso 20.  El ascensor es de esos modernos,  con puertas automáticas y totalmente hermético.

Iba mirando el marcador de pisos,  al llegar al piso 3,  el ascensor se detuvo y subió el portero de noche.

Nos saludamos, se cerraron las puertas,  el portero sin decir palabra,  giró y se puso frente a mi.

Extendió su brazo derecho y comenzó a tocarme sólo el pecho derecho.

Con el dedo gordo y el índice,  comenzó a frotar mi pezón,  que al instante se paró.

Yo no atiné a protestar,  la caricia era muy excitante.

Quedé apoyada en el ángulo izquierdo del ascensor,  y el portero, no paraba de rotar sus dedos regordetes con mi pezón,  los giraba rápido de derecha a izquierda y viceversa.

Era exquisito lo que me hacía sentir,  que me quedé quieta disfrutando con rabia su magreo.

Miré el marcador de pisos,  recién íbamos por el noveno y yo quietecita en el rincón gozando de la impertinencia del portero.

Piso 12,  mis bragas estaban húmedas,  y mis pezones sobresalían de la tela.

Piso 14,  mi respiración estaba agitada.

Piso 16, sus dedos seguían igual con su manoseo.

Piso 19, todo igual  y yo ya no podía parar mi corrida.

Piso  20,  me corrí y la puerta se abrió,  el portero salió y se perdió en las escaleras.

Al día siguiente a la mañana,  mi papá me llevó a mi clase de tenis, me estaba esperando en el auto,  cuando iba camino a abrir la puerta,  mi corta pollera blanca tableada,  el viento la levantó y el portero que estaba en la puerta vió mis blancas bragas.  Me senté al lado de papá y por la ventana pude ver como el portero me seguía con la mirada y una sonrisa socarrona se dibujó en su cara.

Al volver al mediodía,  nuevamente el ascensor se paró en el piso 3,  se abrió la puerta,  y volvió a subir el portero.

Esta vez estaba preparada para darle una bofetada,  cuando levanté el brazo lo tomó en el aire,  y lo sostuvo,  con su mano libre comenzó nuevamente a manosear mi pecho derecho.

Hizo los mismos movimientos que la noche anterior.  A los pocos segundos yo estaba rendida,  soltó mi mano,  y esta vez,  manoseó mis dos pechos,  uno con cada mano.

Nuevamente comencé a ver como iban pasando los pisos, sin protestar y gozando como una reverenda puta,  lo dejé que me sobara con fuerzas mis pezones,  al llegar al piso 20,  tuve otra corrida.

CONTINUARÁ.