Chica bien, se porta mal (2)

Agotada, con mis partes íntimas inflamadas, los pezones ardiendo de las lamidas y chupadas...

Habían pasado tres días de mi último encuentro con el gordinflón del portero,  ya me daba fastidio tener que tomar el ascensor,  pero vivía en un piso 20 y de ninguna manera, iba a subir por las escaleras porque ese viejo cretino,  me molestaba.

Estaba muy enojada y del mal humor.

No sabía si era porque el viejo gordinflón no me volvía a manosear los senos. No quería reconocer que a mi me había gustado y hasta me había hecho correr con solo magrear mis pezones.

Había que ser demasiado puta para que ese adefesio del portero pueda excitar a alguien,  pero a mi con sólo manosearme,  me hizo correr, y, lo que más me molestaba,  era que él disfrutaba y se había percatado que con sus toqueteos escabrosos, podía hacer conmigo lo que se le diera la gana.

Ni pagando una fortuna ese espécimen, bola de grasa, iba a tener una joven como yo, y el muy rufián,  se daba el gusto de pasar tres días sin intentar un encuentro ¿eso era lo que me molestaba? Más rabia sentía.

Mis padres se fueron unos días al campo, mi novio y yo aprovechamos a irnos a pasar el día a un hostal, desde la mañana.  Ya entrada la noche,  y casi agotada de tanto jaleo, besos, caricias y sexo,  me dejó en la puerta del edificio.

Se quedó esperando desde el auto  a que yo tomara el ascensor y se fue a su casa,  pues debía viajar con urgencia con su mamá, pero volvería en dos días.

Agotada,  con mis partes íntimas inflamadas, los pezones ardiendo de las lamidas y chupadas que me había dado mi novio a lo largo del día,   subí al ascensor.  Era tal el cansancio que  ya me había olvidado del portero y sus arremetidas contra mis grandes tetas.

Al llegar al tercer piso,  el ascensor paró y muy campante, subió el portero.

Un escalofrío recorrió mi espina dorsal,  y el corazón comenzó a latir más rápido.

Me quedé quietecita y con la mirada hacia el piso,  apenas se cerró la puerta,  se puso frente a mí.

-Buenas noches, putita, te voy a dar algo que te gusta.

Con fuerza y sorpresivamente,  me bajó  el top hasta la cintura, tiró tan fuerte hacia abajo que mis generosos pechos saltaron al aire,  venía de un día a todo sexo con mi novio,  y pensé no me voy a excitar.

No hice ningún movimiento para frenarlo, era inútil,  yo ganaba en altura, pero él ganaba en fuerza.

Acercó su inmunda boca, y unas gotas de babas cayeron sobre mi pecho.

Abrió su boca grande y se metió parte de un seno en su boca,  su lengua babosa y blanda comenzó a lamer mi pezón,  mientras con sus dedos pellizcaba el otro.

La sensación que sentí fue maravillosa,  iban pasando los pisos, y yo rogaba no llegar porque quería seguir sintiendo esa lengua siniestra que me hacía perder la razón.

Al llegar al piso 20,  ya me había corrido.

Con fuerza apretó el botón hasta el subsuelo,  y el ascensor comenzó a descender.

-Bájate la falda, puerca, te haré ver el paraíso, puta.

Sin la más mínima  resistencia hice lo que me pidió.

-Ahora quítate las bragas, perra sucia.

Bajé mis bragas,  como me ordenó.

Se agachó y fue directo a mi coño empapado.

Abrí mis piernas,  ofreciéndole mi vulva depiladísima,  sin un solo bello.

Metió y sacó su dedo anular,  incontables veces,  mientras lamía mi clítoris con devoción.  Su lengua se movía ágilmente,  mientras su dedo entraba y salía.

Antes de llegar al subsuelo,  me había corrido.

Volvió a marcar el piso 20,  mientras el ascensor iba ascendiendo,  me puso de espaldas, y comenzó a besar mi ano,  mientras sus manos jugaban con mi clítoris,  más me lamía, más me tocaba,  más quería que siguiese.

Me metió dos dedos dentro del orificio del ano,  cuando se cansó de meter y sacar sus dedos,  me puso de frente,  y volvió a presionar el botón y descendimos al subsuelo.

Me hizo agachar y me metió su pene entero en la boca.

Lo llamativo de su rabo era el grosor,  más que su largo.

Me tomó fuerte de la cabeza y empujó hacia adelante,  su polla erecta tocaba mi garganta.

Comenzó a moverse dentro de mi boca,  empezó a follarme,  su falo quedó mojado de mi saliva,  yo me lo tragaba con deleite,  mientras él tiraba de mis cabellos con fuerza,  me decía:

-¡Puta, puta, la más puta del edificio.

Sus palabras groseras,  me calentaban más.

Marcó el piso 20, y empezamos a ascender.

-¡Chupa, puta, chupa!

Y yo chupaba y chupaba.

Al llegar al piso 17,  quitó su verga de mi boca.

Y comenzó a masturbarse,  largando todo su semen en mi cara.

Lo desparramó todo por mis mejillas y cabello,  me hizo que le chupara los restos que quedaban en sus regordetes dedos.

Cuando se abrió la puerta en mi piso,  salió y se fue musitando por las escaleras.

-Cuánto más finas son estas,  más putas.

Me dejó en el ascensor sola y con la cara llena de semen. Recogí mis prendas y entré en el departamento,  pensando qué era una suerte que mis papás no estuvieran y me vieran en ese estado calamitoso.

Fui al baño y me miré en el espejo,  por mis mejillas corría el semen del gordo asqueroso,  lo fui juntando con mi dedo índice y me lo chupé.

Por la mañana mientras desayunaba,  ya eran los últimos días en ese departamento,  iba recordando cada momento de lo vivido en el ascensor.

Pensándolo fríamente me sentía sucia y usada, pero satisfecha.  Haciendo un balance de lo vivido en todo el día con mi novio,  y las subidas y bajadas del ascensor con el portero,  él viejo infame en mucho menos tiempo me había hecho correr y gozar más,  que todo el día con mi novio,  eso era lo llamativo de esta situación.

Sentí el timbre de la puerta,  miré por la mirilla y vi que era el portero.  Al sentir mis pasos detrás de la puerta,  me dijo:

-¡Abre perra!, no te olvides que tengo copia de todas las llaves de los departamentos del edificio.

Abrí la puerta, él miro hacia los costados,  me dio un empujón,  y se metió dentro de la sala.

-¿Qué hace aquí, váyase o llamo a mi papá.

-Niña, tu papá y tu mamá están en el campo. –Riéndose a carcajadas, me dijo:

-¿Sabes que tu estúpido y rico padre me pidió que te cuidara estos días? Jajaja,  no sabe de lo puta que es la hijita. ¡Vamos perra,  desnúdate, que te quiero follar, vamos!

Dándome una palmada en el trasero.

-Vamos, a la cama de tus papis, te quiero culear allí, ¡vamos, apúrate!

-Con esos modales de patán, no va a conseguir nada.

-No seas ridícula chica,  apenas te toco te corres como una golfa. ¡Vamos desnúdate,  muéstrame ese cuerpo que me vuelve loco!

Me quité la ropa,  despacio,  sintiendo que mi rajita me estaba traicionando.

-¡Te voy a follar como nunca te folló ese afeminado que tienes de novio! Estoy seguro que con él no te corres como conmigo.

Y era verdad lo que decía,  ese viejo cerdo me excitaba al extremo máximo.

Había llegado a la conclusión que yo tenía una mente muy sucia, y me excitaban estas situaciones como la del ascensor, con personajes deformes, viejos y feos como el jardinero, o este viejo degenerado.

Se desnudó delante de mí,  sin ninguna vergüenza de su cuerpo lleno de grasa y deforme.

Sus manos eran rechonchas,  sus brazos cortos, y ese vientre voluminoso,  que no me dejaba ver su pene colgando.

Era peludo como un mono,  sus tetillas rechonchas caían hacia los costados,  no tenía atractivo alguno,  pero a mi me calentaba como nadie.

Desarmó la cama matrimonial de mis papás,  se acostó y me dijo:

-Vamos perra faldera, ¿qué esperas que no tienes mi rabo ya en tu boca, ¡vamos, chúpalo puta de mierda!

Su trato indecoroso, sus palabras sucias me calentaban.

Metí mi cabeza en su entrepierna,  busqué su pene, escondido tras la grasa de su abdomen.

Para facilitarme el camino,  levantó sus piernas hacia arriba,  y asomó su falo, semi duro.

Lo llevé a mi boca,  mientras lo acariciaba suave,  mientras tanto,  pasaba mi lengua por todo su ano,  metía mi lengua en su orifico anal, y se lo lamía, recorría todo su canal, desde los testículos hasta el agujerito,  entre tanto lo masturbaba.

Le gustaba lo que le hacía porque su falo creció dentro de mi mano,  cuando lo sentí rígido,  lo llevé a mi boca, me lo tragué entero,  llevaba su tronco grueso y erecto hasta la  garganta,  salía y entraba.

Miré hacia el espejo y vi la escena.  Era realmente tragicómico, con sus piernas cortas y peludas levantadas y yo una chica de la alta sociedad chupándolo como si fuese el hombre más bello del mundo.

Bajó sus piernas y me empujó hacia atrás.

Se subió arriba mío,  su peso era muy grande para mi cuerpo,  pero lo soportaba porque sabía que iba a empezar a lamerme y eso me hacía perder el control.

Fue con sus manos regordetas a mis pechos, que apretaba y lamía, pasando su  esponjosa lengua por mis pezones erectos.

Los apretaba con sus labios,  mucho rato, tanto que me ardían agradablemente,  de sus mordidas,  yo me agitaba entra las sábanas.

Bajó siempre lamiéndome toda hasta mi coño,  que estaba inundado de jugos.

-Vaya, mira que te mojas de nada, puta!

Me lamió y lamió hasta hacerme correr varias veces,  pidiéndole que no acabase de chuparme así.

Me puso de espaldas,  acomodó una almohada en mi vientre,  dejando mi trasero más alto.

-Te voy a follar por el culo, ese culo paradito, me lo voy a comer hasta saciarme.

Abrió mis nalgas,  buscó mi orificio anal, y metió su dedo índice,  lo movía circularmente,  cuando lo tuvo todo dentro,  metió el anular,  fue dilatando mi trasero. Cuando estuvo dilatado lo suficiente,  se acostó,  me puso de espaldas,  tomé su tranca dura y fui buscando el agujero de mi trasero.

No pude ni la primera, ni la segunda vez meterlo,  a la tercera,  emboqué justo, él empezó a empujar hacia adentro, yo me iba sentando sobre su pistola,  cuando había entrado la mitad de su verga,  me tomó de las caderas y empujó fuerte hacia adentro,  me lo enterró todo de un solo empujón.

En segundos quedé enculada,  pasó uno de sus brazos para adelante, con un dedo me tocó el clítoris,  y con la otra mano me zarandeaba los pezones.  Sentía su respiración agitada  y nuestros gemidos se confundieron.

Por momentos no se movía, y  me pajeaba rico, mis jugos fluían a medida que su dedo me frotaba,  yo misma comencé a moverme,  para sentir toda su verga dentro de mi ano.

Comenzó a darme duro por atrás, cada movimiento suyo,  era la gloria, lo máximo,  lo mejor.

Me cogió duro y fuerte, mientras me insultaba y denigraba diciéndome todo tipo de asquerosidades, que a mi me calentaban más y más.

-Te voy a llenar ese culo de puta de leche,  ya verás puta de mierda.

Tal cual lo dicho me llenó el trasero con su semen.  Lo que salió lo recogió con sus dedos y me obligó a que se los chupara.

No me sentí obligada, lo hice con el mayor de los placeres.

Por la nochecita volvió y me cogió de nuevo y lo siguió haciendo las veces que quiso, y dónde quiso,  yo no me podía resistir a sus embestidas.

CONTINUARÁ.

P.D: Gracias por sus comentarios, cualquier cr´tica, buena o mala,  siempre ayuda,  pueden hacerlo aquí o a mi correo.  Gracias.