Chica ama a chica

....yo tambien te quiero.

Es increíble que después de cinco años sigas escabulléndote en mis pensamientos como la primera vez que te conocí. ¿Lo recuerdas? Vivías en el mismo piso que yo en aquel entones, pero no nos conocíamos. Yo te había visto un par de veces en el ascensor pero no pasaba de un ¡Hola! Nada más. Nunca pensé que me iba a enamorar de ti como lo hice o como lo estoy a pesar de todo.

Tu hermana nos presento. Nunca pensé que eras la hermana de ni mejor amiga. Nos presento un día ferido en el que fue a visitarme encontrándote saliendo del ascensor. Te saludo y dijo: que estupida soy ¿Cómo se me paso que vivías en el mismo edificio? Mira, Valentina, ella es Elizabeth mi amiga. - ¡Ella es la de los dibujos de desnudos! – Si. Lo soy. Conteste sonriéndote. – Pues mucho gusto. Me contestaste. Cuando me sonreíste con esos ojos, mi amor, fue cono si pusieras tus dedos en mi corazón, tus labios en mi mejilla me hicieron pensar que quizás hay un cielo donde estas.

Los días pasaban y yo no te dejaba de pesarte y, a pesar de que siempre me pareció que eras bonita nunca repare en eso, no hasta que sentí tu perfume invadir mis sentidos cada vez que tomaba el ascensor. Con el tiempo, nos fuimos conociendo llegando a ser amigas, me visitabas en mi departamento, pasábamos horas conversando de todo. Teníamos muchas cosas en común, el leer un libro solo por curiosidad, el mismo gusto en las películas entre otras cosas, pero no el de dibujar desnudos me decías. Yo podía escucharte por horas. Te miraba y me perdía en tus ojos hasta que te sentía preguntarme: ¿Pasa algo? No. No es nada. Te respondía. Muchas fueron las veces en las que me sentía embrujada por tu mirada, siempre me mirabas fijamente como queriendo saber lo que pensaba. Pero nunca me lo preguntabas y yo no te podía decir que te amaba sin sentir la sensación de que te perdería.

Ya hace un año que estaba enamorada de ti y tú sin notarlo en lo absoluto. Eres muy despistada en ese sentido ¿sabes? Te di pistas de todas las maneras posibles de que me gustabas, pero tu ni caso. Te tomaba de las manos, acariciaba tu cabello e incluso lo besaba, pero no. Nada, aunque hubo momentos en los cuales estaba segura de que lo sabias o lo intuías. Muchas veces te quedaba a dormir conmigo, sobre todo cuando llovía y tú tenías la sensación que el cielo se rompía por lo que llegabas a mi puerta en pijamas, uno que te cubría lo esencial con un dibujo de Taz en el centro. Y ¿No se por que?, pero siempre me parecías más bella con el puesto.

Una de esas noches te sentí en mi puerta. No tenia que preguntar a que venias. Ya lo sabía. Pasaste y te sentaste en el sillón conmigo a ver una película (que ya estaba por la mitad) antes de irnos a dormir. La película termino a los 45 minutos. Te mire. No me di cuenta cuando te quedaste dormida en mi regazo. Parecías un angelito así, con los ojos cerrados con una paz que me enfriagaba el alma. La tentación de besarte era tan grande que de no ser porque entreabrías los ojos te habría besado en ese momento. Te incorporaste el verme mirándote. Preguntando: ¿termino la película? Si. Te dije levantándome y encaminándome hacia mi cuarto. Tu me venias detrás de mi cuando te sentí abrazarte a mi por la espalda al escuchar un trueno que lo ilumino todo yéndose la luz en todo el edificio. No te imaginas las cosas que sentí con aquel contacto. Una corriente eléctrica recorrió todo mi cuerpo y no pude hacer más que voltearme y aferrarme a ti como no lo había hecho antes. Te sentí estremecer al hacerlo. Y llevándome por un impulso acerque ni cara a la tuya sin saber siquiera donde estaban tus labios. Al segundo sentí tu aliento en mi rostro y supe que ya no había vuelta atrás. Si no te besaba ahora no lo haría jamás.

De a poco fue sintiendo tus labios en los míos y, para mi sorpresa estaban entreabiertos, te bese lentamente y a la vez con desesperación me fui sumergiendo en tu boca, que de pronto se abrió para mi, y sin pensarlo invadí cada rincón de tu boca con mi lengua entregándote todo el amor y ternura que no me creí capaz de sentir por alguien. Mayor fue ni reacción al ver que te separabas de golpe, como huyendo de mi cuarto y, del departamento también, porque sentí el golpe de la puerta cuando te fuiste. No se como pudiste irte si no había luz, pero lo hiciste y yo sentí que se me acababa el mundo y de pronto sentí lo que me acompaño por semanas. El maldito dolor en el pecho que no me dejaba respirar y acababa con mis fuerzas por no llorar.

Pasaron semanas antes de que me atreviera hablar contigo. Tú me ignorabas por completo y eso me dolía en lo más profundo. Fui a verte un día viernes por sabia que estarías allí. Toque el timbre y a los segundos abriste. Me miraste sorprendida. Yo sentía que me desmayaría de los nervios. - Necesito hablar contigo. Te dije y me inviste a pasar. Una vez dentro cerraste la puerta detrás mió y te encaminaste hasta el sillón. Te seguí y me senté frente a ti sin mirarte. No me atrevía a hacerlo, pero lo que te iba a decir tenia que ser de frente y sin vacilaciones. Levante la cabeza y me encontré con esos ojos que tanto me enfriagaban. Me dije a mi misma que lo tenía que hacer y te lo confesé: - Vale, lamento mucho lo que pasó, no quise ofenderte, pero no me pude contener, te bese y no me arrepiento…estaba diciéndote cuando me interrumpiste. - Yo no quiero hablar de eso…decías. - Yo me enamore de ti. Te corte. Te amo y, si eso te molesta tanto que no puedes ni mirarme a los ojos. No te preocupes porque me voy en cinco días. - ¿Qué? Dijiste. - Si. Ya no tendrás que huir para no verme ni esconderte para no saludarme. No quiero que tu vida ni la mía se vuelvan un infierno por mi culpa…así que…adiós. Ya no volveré a molesto más. Diciendo eso me pare y camine hacia la puerta sin escuchar una palabra de tu boca. Debo confesarte que tenia la esperanza de me pidieras que me quedara contigo, pero no lo hiciste y se me partió el corazón. Al llegar a mi puerta no pude mas con mi pena y llore como hace tiempo que no lo hacia.

No supe de ti en los dos días. No te vi ni sentí tu olor en el ascensor. Me preocupe, pero no te fui a ver, sino que le pregunté a tu hermana como estabas y ella me dijo que estabas enferma. Quise ir a verte, pero no me atrevía.

Los siguientes días fueron un infierno. Por una parte estabas tu y mis deseos de verte, saber como estabas y, por otro, estaba tu hermana que seguía preguntando por que me iba y porque no te hablaba ni tu a mi. Intento de todas las maneras saber lo había pasado entre las dos. Yo ya no sabia que decirle para que me dejara en paz, pero me conocía demasiado bien como para intuir que era delicado y por fin dejo de preguntar.

Llego el día en que debía entregar el departamento, (A las siete de la tarde debía estar desocupado). Cinco días en los que no salías de tu casa ni ibas a la universidad. Lo se porque varias veces vi al uno de tus compañeros ir a verte y llevar un montón de fotocopias para ti. No sabia que hacer. Quería verte, pero te dije que ya no te molestaría. La necesidad y el hecho de que te extrañaba demasiado ganaron y me presente en tu puerta, (después de pones todo lo que me faltaba por llevarme en el auto). Abriste. Me miraste y me dijiste: - Pasa. Yo te miraba los ojos y tenían ojeras, la nariz roja y la cara cansada. Al parecer estabas totalmente descompuesta por la gripe pero de todas maneras me parecías linda. No quise entrar en tu departamento: - No, gracias. Solo quería saber como estabas y también despedirme de ti. - ¿Despedirte? – Si. Hoy me voy. Un silencio infinito invadió el pasillo. Te quedaste callada. Yo luchaba contra mi misma para no abrazarte. Me sudaban las manos y sentía un calor en todo el cuerpo, (No tenia idea de donde venia porque estaba nublado ese día, pero quizás me lo pareció). – Bueno, es mejor que me vaya, ya es tarde y tú necesitas descansar…Adiós valentina. Y terminando de decir lo me encamine hacia el ascensor.

Me pesaban los pies al caminar. Pulse el botón del ascensor y entre en el. Al darme vuelta te encontré frente a mí deteniendo la puerta para que no se cerrara. Entraste al ascensor sin dejar de mirarme fijamente. Se cerró la puerta y pulsaste el botar rojo que detenía el ascensor en movimiento. Se paro en seco. Te acercaste a mí besándome en los labios con una dulzura. Nunca me habían besado así. Pegaste tú frente a la mía y dijiste: - Yo también te amo. Yo solo te sonreía sin decir nada. No me lo podía creer. Me dijiste que me amabas. Tú me mirabas confundida. Me que muda. Para cuando reaccione el ascensor seguía su curso abriéndose en el último piso. Estabas pálida, no sabias que decir. Te desvanecías…el dolor de cabeza y de cuerpo te gano. Te sujete como pude y presione el botón del tercer piso. Llegue a tu puerta apenas, pesabas demasiado inconciente. Estaba la puerta abierta y entre depositándote en el sillón, en donde entreabrías los ojos. – Hola. – Hola. Te desmayaste. Te informe. – Si, no me siento muy bien. – Lo se. No debiste seguirme si estaba mal. – ¿No querías que te detuviera? – Si, pero me hubieras llamado desde la puerta. Sonreíste. Entonces te bese y esta vez no te apartaste de mi. Estuvimos besándonos por cinco minutos hasta que me separe de ti y te aferraste a mi. No querías que me fuera y no lo hace. Me quede contigo aquel día. Dormí contigo, cuidándote el sueño. No hubo necesidad de explicaciones estábamos juntas y seguimos estando juntas. Llevamos cinco años viviendo juntas. Después de todo valió la pena haberte besado aquel día de lluvia.