CHEMA EL GORILA. Si con mi padre 2

Hoy tu culo pide comida- me decía - y yo lo voy a saciar. Solo con decirlo mi culo boqueaba y yo me dejaba llevar, pero aquello ya no era amor paterno ni filial, aquello era sexo puro y duro.

CHEMA. Si, con mi padre -2-

(IMAGINAOS LA ESCENA: Un cuarto de estar cualquiera, un sofá cualquiera y la luz de una televisión cualquiera que ilumina a dos hombres sentados en él. El mayor, un hombre de unos cuarenta años con un cuerpo muy fuerte y poderoso tapizado de vello negro, con una musculatura animal, va cubierto por una camiseta de tirantes blanca que se ajusta en sus enormes pectorales dignos de un gorila, con unas pantorrillas musculadas que sostienen unos muslos gigantescos que terminan bruscamente en la blancura de sus calzoncillos de algodón que sostienen sus testículos y a la pitón dormida a modo de bolsa.

A su lado descansa su hijo, digno descendiente de su padre, creado a su imagen y semejanza, pero con la ternura de los 18 años. Descansa con la cabeza sobre el hombro del mayor. Aún con su escasa edad, posee un cuerpo espléndido idéntico al de su padre pero con 20 años menos. La camiseta del chico es de color gris y se ajusta a los pectorales tensando la tela, pero los calzoncillos son idénticos a los de su padre y guardan otra pitón aún dormida.

El padre acerca la boca a la sien de su hijo y le besa con ternura, el hijo levanta la cabeza para que los labios de su padre lleguen a los suyos y que la lengua lama sus dientes y luego entre en su boca para saludar a la más joven, que la recibe y la acaricia.

Mientras, el chico lleva su mano a la entrepierna del mayor para acariciar el cipote oculto bajo la suave tela de algodón . Nota como se va endureciendo y creciendo y entonces introduce la mano por la abertura lateral sintiendo la suavidad de la tela, es una sensación que le apasiona y le excita al máximo, hasta que palpa la verga dura y venosa que va creciendo y endureciéndose, pero le queda mucho para llegar a su esplendor. Mientras las bocas juegan, la mano de Chema acaricia el querido falo de su padre.

- Vamos al dormitorio hoy te voy a estrenar- le susurra al oído-. El chico se estremeció pero al ver que su padre se levantaba y le ofrecía su mano para ayudarle a levantarle, no lo dudó, le dió la suya y se fueron hacia el dormitorio abrazados y con la pollas emburradas.

Al llegar a la habitación, lo primero que hizo mi padre fue quitarme lentamente la camiseta y luego acariciarme el cuerpo que gracias al ejercicio había tomado unas dimensiones y una dureza importante, se detuvo en pellizcarme los pezones brevemente y luego fue bajando la mano por la espalda hasta meterla por el calzoncillo y empujarme el culo hasta que los dos paquetes se encontraron. Hizo presión con su pelvis mientras metía una mano por la rendija de las dos nalgas hasta que un dedo llegó a mi entrada, donde se detuvo para acariciarla, mi ano respondió con un pequeño espasmo. Gemí y le mordí el hombro. Fue bajándome el slip mientras me acariciaba el ojal con los dedos mojados en saliva cosa que me excitaba en extremo. Se apartó unos centímetros para poder bajar el calzoncillo y desnudarme del todo, dejándome a su entera disposición.

  • Chema, te voy a dilatar para hacerte el menor daño posible. Ponte a cuatro en el colchón.

Mientras le obedecía se desnudó y sacó de la cómoda un maletín metálico que yo no conocía.

Me abrió las cachas y comenzó con lo que a mi más me gustaba, jugar con la punta de su lengua alrededor de mi orificio, lo que me provocaba unas pequeñas descargas de excitación que hacía que el músculo se contrayera. Me encantaba esa sensación. Luego fue abriendo el agujero con la lengua y luego, ayudándose con las manos lo abría más y escupía. Llegó el turno de los dedos, que cubiertos de crema me los fue introduciendo y abriendo el conducto. Todo este preámbulo me proporcionaba un gran placer y excitación que se reflejaba en la cantidad de líquido que manaba de mi capullo.

LOS DILDOS: Nunca había experimentado con los dildos y esa iba a ser la primera vez. Untó de lubrificante el más pequeño, que entró sin problema. Sentí placer mientras jugaba con el en mi interior. Luego vino el mediano que era de buen tamaño, pero no se acercaba ni de lejos al tronco de mi padre. Lo introdujo lentamente, sentí algo de resistencia, pero enseguida conseguí que entrara del todo. Me gustó como rebasaba el obstáculo hasta que lo introdujo del todo. Lo movía en círculos para dilatarme más y eso me excitó hasta que tocó algún punto interno que hizo que un chorro de precum saliera de mi polla. Eso me excitó más aún.

Llegó el tercero que era de color negro y de un tamaño más que considerable, debía medir más de treinta centímetros de largo y como seis centímetros de diámetro. Lo mojó bien y comenzó a introducirlo lentamente, con cuidado. Al principio todo fue bien, fue sorteando las dificultades hasta que llegó a un punto infranqueable que me hizo gemir de dolor. Mi padre paró un momento y comenzó a sacar y meter el cetro lentamente hasta que llegaba al punto cerrado sin forzarlo y así, una y otra vez, hasta que en un momento, el esfínter se abrió y dejó pasar el enorme falo negro. Gemí porque me dolió, pero enseguida el dolor pasó dando paso al resto del consolador. Una vez dentro, mi padre volvió a jugar con mi canal para dilatarlo. Eso me gustó más.

LA PENETRACIÓN. Cuando mi padre pensó que ya estaba lo suficientemente dilatado, decidió que le había llegado el momento de la iniciación. Se embadurnó el cipote de crema, puso su capullo en mi agujero y comenzó una lenta y suave penetración. Con el primer empuje introdujo sin problemas su capullo pero, aunque me había dilatado con maestría, su pollón era mucho para mi culo. Me susurraba que me tranquilizara, que me relajara, que no hiciera fuerza, me abrazaba y me mordía el hombro mientras, lentamente, iba introduciendo su tranca en mi interior.

Me dolía, pero era un dolor que podía aguantar por el amor que le tenía y porque debía saber que sentirían a los que les follaría en un futuro. Me dolía pero me relajaba para que fuera entrando pasando por las puertas medio abiertas. Gemía de dolor en algún momento. Las piernas me temblaron en otro, un sudor frío empapó el vello de todo mi cuerpo, pero yo quería que siguiera, que lo lograra, que lo lográramos...y lo logró...cuando creía que aquello iba a ser eterno, me abrazó con fuerza y noté como su estómago acariciaba mi culo y noté el vello de su pubis en mis nalgas. Me abrazó y me besó el cuello. Se quedó quieto. Y me susurró que ya estaba todo dentro y que había sido un valiente. Respiré y me relajé. Lo peor había pasado. Ahora entendí porque las chicas no querrían pasar por esa experiencia.

Me abrazó sujetándome el pecho sintiendo el calor de su pecho en mi espalda, mientras comenzaba un movimiento de pelvis haciendo que poco a poco y suavemente su polla saliera y entrara de su encierro. Al comienzo me molestaba pero a causa del masaje interno que me proporcionaba, me fui dilatando y sintiendo un placer extraño, porque aunque me dolía, sentía placer y quería que continuara, quería saber en que acababa todo aquello. El masaje de la suave piel de su bate en mi esfinter me hacía gemir.

Le pedí que me diera la vuelta, que quería verle mientras me penetraba y no se como lo hizo pero me giró sin sacar la tranca de mi culo, me dio la vuelta dejándome frente a él. Me sujetaba las piernas en V sobre sus enormes brazos y me miraba sonriendo. Le devolví la sonrisa y el se inclinó sobre mi para morrearme. Ahora no era un beso de padre a hijo, ahora era un beso lleno de lujuria en la que la boca buscaba todas las sensaciones posibles para llegar a una gran excitación. Me contagió con su lujuria y yo le respondí con la misma intensidad.

Los movimientos pélvicos comenzaron a intensificarse a la vez que la lujuria le hacía morderme los labios hasta hacerme sangre, el cuello y los hombros hasta marcarme con sus dientes y yo me abría las piernas con las manos para dejar entrar el trabuco paterno y cerraba el conducto para notar el roce al salir de mi interior.

Era tal la excitación y la lujuria que sentíamos que gemíamos y gruñíamos hasta emitir gritos sordos del placer que estábamos sintiendo.

Mi padre, ya fuera de sí, me agarró, se tumbó en la cama arrastrándome con el quedando yo encima suyo. - Cabalga- me dijo.

Comencé cabalgando al "paso" para disfrutar lentamente de la entrada y salida de aquel instrumento que me hacía disfrutar tanto porque ya no sentía ningún dolor. Desde mi postura observaba a mi padre que estaba desencajado del placer que estaba recibiendo, los ojos entornados, el sudor cubriendo todo su cuerpo haciendo de su vello pequeños regueros negros. En un momento de excitación levantó los brazos dejando al aire sus peludos sobacos sudados y no me resistí a lamerlos, lo que le produjo un escalofrío, que yo aproveché para cabalgarle al "trote". Gemía como un animal en celo mientras yo me insertaba su cipote.

Estábamos fuera de nosotros. Yo estaba totalmente dilatado y lo único que sentía era una excitación como nunca jamás la había sentido. Me decidí y comencé con el "galope". A lo bestia...hasta que me desboqué hasta el final...hasta el último suspiro.

Mi padre se quedó inmóvil. En un instante su cuerpo se tensó, las venas de sus hombros, de su frente y de su cuello se inflamaron, noté como se hinchaban los nódulos del cuello y noté el primer espasmo de su polla seguido de un torrente de fluido dentro de mí. Fue el primero de varios que fueron inundandome. La sensación fue tan fuerte que mi cuerpo se estremeció, mi polla respondió estallando en trallazos de lefa. El primero le llegó hasta la frente, el segundo a la boca y los demás fueron disminuyendo la trayectoria alojándose en el vello de su pecho y de su abdomen.

Nos fuimos relajando y fui cayendo sobre el inmenso y amado cuerpo paterno hasta que nuestros pechos se empaparon de semen. Llegué hasta su frente para limpiarle mi leche, luego a su boca para lamer mi fluido y compartirlo con el. Nos abrazamos. Me quedé encima de él con su rabo dentro de mi esperando que se deshinchara mientras nuestras lenguas se acariciaban.

No se cuando, pero me dormí con su miembro en mi interior.

Después de aquel día, mi ojete parecía que había adquirido vida propia y de repente se contraía pidiendo carne, eso me ponía nervioso, no se cómo mi padre lo notaba -Hoy tu culo pide comida- me decía - y yo lo voy a saciar. Solo con decirlo mi culo boqueaba y yo me dejaba llevar, pero aquello ya no era amor paterno ni filial, aquello era sexo puro y duro.

  • Joder tío me has puesto a mil.

  • Pues imagínate como estoy yo solo de recordarlo.

  • Y ahora te pide comida.

  • Ya te digo.

  • Yo no te puedo saciar como tu padre, pero algo puedo hacer.

  • Hazlo...pero hazlo ya porque está boqueando.

Y volvimos a follar como dos salvajes.