Chef 7

Victor y Verónica avanzan en su relación

Las siguientes semanas fueron un auténtico infierno. Tras varios meses reformando el restaurante mi cuerpo tardo en acostumbrarse de nuevo al infernal ritmo de la cocina. Lo que me ayudaba a seguir era mi amor por la cocina y mi amor por Verónica.

Casi dos meses después entramos en diciembre y empezamos a preparar planes para el puente de la constitución.

—Voy a cerrar el restaurante cuatro días —Dijo Martín cuando el turno de cena había acabado y estabamos recogiendo—Hay que recargar pilas. Las navidades son un auténtico coñazo agotador para un restaurante.

—¿Vas a ir a algún sitio?

—Rocio y yo nos iremos unos días a Madrid. Hemos encontrado un apartamento a buen precio.

—¿Rocio? —Pregunté sorprendido— ¿La amiga de Verónica?

El asintió.

—Llevamos viendonos unas semanas y es encantadora. Me ha dicho que tiene ganas de conocer Madrid y me ha faltado tiempo para prepararlo todo. Puedes invitar a Vero. Rocío sabe lo vuestro y no le importa ocultárselo a María.

—¿De verdad?

—Sí. Quiere mucho a su amiga pero piensa que metió la pata hasta el fondo y si no puede superarlo es cosa suya. No tuya que no tienes culpa de nada.

Yo asentí con una sonrisa.

—Pues cuando llegue a su casa se lo comentaré.

—¿Vivís juntos?

—No. ¿Por?

—Porque siempre vas a su casa después de cerrar. Seguro que hasta tienes un cepillo de dientes y ropa allí.

—Tío, nos haces trabajar en un régimen que raya con la esclavitud. No tengo otro momento para verla.

Martín se empezó a reir a carcajada limpia.

—Y que sepas que me reservo el derecho de pernada.

Le dí un pequeño codazo y ambos nos reímos.

—Ya te diré algo mañana cuando nos veamos.

Tras esto seguimos recogiendo el restaurante y preparándolo todo para mañana. Finalmente, una hora después, nos despedimos y me dirigí a la casa de Verónica.

Me saludó con un beso y unas caricias.

—¿Podemos hablar un momento? —Pregunté según entre por la puerta.

—Claro. Dame un segundo que guarde el ordenador y me cuentas.

—¿Qué tal lo llevas?

—¿El trabajo? —Yo asentí— Bien, espero. Es bastante complicado hacer publicidad sin que recuerde demasiado a otro producto. Pero espero acabar dentro del plazo.

Un minuto después Verónica se sentó a mi lado en el sofá.

—Martín nos ha invitado a pasar unos días en Madrid por el puente de la constitución. Ha reservado una apartamento durante cuatro días y me ha dicho que nos podemos apuntar.

—¿Seguro? —Dijo ella no muy convencida— ¿No se sentirá como si fuese una carabina?

—No creo. Salvo que su novia le deje plantado, claro.

—¡¿Martín tiene novia?! —Preguntó con auténtica sorpresa.

—Sí, sí. Y nunca adivinarás quien es la afortunada —Ella me miró esperando que se lo dijese— Rocío.

Vero abrió mucho los ojos ante la sopresa.

—¿Rocío?¿Mi Rocío? —Yo asentí— Que calladito se lo tenía. En cuanto nos veamos pienso sonsacarle todo. ¿No le importa que vayamos en plan pareja?

—Según Martín no. Piensa que la que tiene que pasar página es María.

—Entonces por mi no hay problema.

Tomamos un par de copas y nos empezamos a besar en el sofá. No tardamos mucho en pasar a la habitación, desnudarnos y tirarnos sobre la cama. Intenté bajar para comerla el coño pero me lo impidió:

—No. No. Quiero sentirte dentro cuanto antes. Estoy ya lista.

No me hice de rogar y poco a poco la penetré con firmeza pero muy lentamente. Esta vez podría decir que hicimos el amor en vez de practicar el sexo. Fue mas íntimo, pasional y gratificante de lo normal.

A la mañana siguiente me desperté con ella abrazada a mi, con su cabeza en mi pecho y una pierna por encima de las mías. Dado que era imposible levantarme sin despertarla y que me había despertado algo pronto decidí quedarme admirando su belleza mientras dormía.

A los quince minutos se despertó.

—Buenos días, cariño —Me dijo con una sonrisa y me dió un pico en los labios— ¿Llevas mucho despierto?

—Unos diez o quince minutos —Contesté devolviéndola la sonrisa y el pico.

—Podrías haberme despertado.

—Prefiero verte dormir, estas preciosa.

Ella volvió a sonreir y se incorporó para besarme con más facilidad.

—Me gustaría repetir lo de anoche pero tengo que avanzar con el trabajo. Sigue durmiendo si quieres. ¿Te despierto a alguna hora en particular?

—No es necesario. Si te vas a levantar no me apetece seguir en la cama. Duchate si quieres mientras te preparo el desayuno.

Ella se levantó y se fue a la ducha. Yo me estiré y me levante. Fuí a la cocina y la preparé unas tortitas. Que estaban listas justo cuando ella salió de la ducha.

—Que buena pinta —Se acercó a mí y me dió un beso de verdad.

—Ve desayunando. Voy a darme una ducha.

—Te espero, tranquilo.

Me duche lo más rápido que pude y me uní a Verónica que estaba poniendo sirope de chocolate y nata en las tortitas.

—Gracias, amor.

Desayunamos en silenció mirándonos y sonriendo cada dos por tres. Cuando terminamos de recoger y lavarnos los dientes Vero se pusó a trabajar y yo me tiré en el sofá.

—Puedes poner la tele si quieres. No me molesta.

—Tranquila.

Hora y media más tarde me levanté y me dispuse a irme a trabajar. Me acerqué a Verónica que seguía absorta en su trabajo.

—Tengo que irme, que tengas un buen día —La dí un beso en la cabeza— Te amo.

—Igualmente.

Me dí la vuelta y me dirigí a la puerta. En el momento en el que mi mano se posaba sobre el pomo Vero se levantó de un salto.

—Me... me has dicho que me amas.

Yo  me puse tenso.

—¿Te ha molestado?

Ella sonrió.

—Claro que no, tonto. Pero es la primera vez y no me lo esperaba. Ven aquí —Ella me abrazó y me dió un beso espectacular— Yo tambien te amo, corazón.

Yo sonreí lleno de felicidad y la levanté en vilo y dí vueltas en círculos.

—O me bajas o te meto en el dormitorio y llegarás tarde.

La bajé y la volví a besar con dulzura. Nos despedimos y me marché al restaurante. Cuando llegué Martín ya estaba preparándolo todo en la cocina. Al verme entrar me miró intensamente y dijo:

—Estas muy féliz. ¿Ha pasado algo?

—Vero y yo nos hemos dicho que nos amamos. Por cierto, nos apuntamos al viaje a Madrid.

—Me alegro por tí —Dijo dándome una palmada en la espalda—En el descanso te doy los detalles. Pero ahora tienes que ser un buen esclavo y ponerte a currar.

Yo sonreí y me dispuse ha hacer mi trabajo.

La espera hasta el puente de la constitución se me hizo muy larga. La relación con Verónica había avanzado mucho desde que nos dijimos que nos amabamos. Pero ella aún tenía algo de reservas a contárselo a María.

—No es el momento —Me decía siempre que se lo comentaba—Dejame preparar el terreno.

Finalmente llegó el día señalado y nos juntamos las dos parejas en el apartamento de Martín a las once de la mañana.

—¿Todo listo? —Preguntó él cuando llegamos— Pues en marcha.

Él y Roció irían delante turnándose para conducir y Verónica y yo iríamos detras haciendo manitas todo el viaje. A la hora de volver seríamos Vero y yo los que nos tocaría ir delante y turnarnos para conducir.

Llegamos a Madrid a la una y media de la tarde. A las dos nos dirigimos a un pequeño y acogedor restaurante italiano del centro. Dicho restaurante se había hecho un nombre en el poco tiempo que llevaba abierto y era casi imposible conseguir reserva.

—El dueño y cocinero es amigo nuestro. En cuanto supo que veníamos a Madrid nos obligó a pasarnos por su restaurante. Tenemos mesa a las dos y media.

Unos minutos antes de la hora entrabamos en el restaurante. Nos acercamos al Maitre.

—Buenos días. Tengo una mesa a nombre de Martín Rubio.

El Maitre no necesitó ni hojear la lista de reservas.

—Siganme —El Maitre nos guió hasta una mesa para cuatro cerca de ventanal— Esperad un momento.

Cuando se fué nos acomodamos en la mesa y, al momento, el cocinero del restaurante salió de la cocina y se dirigió con una sonrisa a nuestra mesa. Martín y yo nos levantamos.

—¡Marcos! ¡Que bien te veo!¿Has adelgazado? —Dije cuando se acercaba a nosotros.

Nos abrazó a los dos.

—Es lo que tiene hacer lo que te gusta doce horas diarías. Vosotros seguís como siempre —Se fijó en Roció y Verónica que se habían levantado.

—Soy Marcos. Un amigo de estos dos granujas.

—Yo soy Verónica, la novia de Victor.

—Y yo Roció, la de Martín.

Se dieron los respectivos besos y Marcos se dirigió a Martín y a mí.

—Invita la casa. Pedid lo que queráis.

—No es necesario —Dijo Martín.

—Sí. Sí que lo es. Pasamos por mucho en el anterior restaurante. A vosotros ni a vuestras parejas pienso cobraros.

—Pues gracias— Dije con una sonrisa— ¿Qué nos recomiendas?

—Mis especialidades siguen siendo las mismas. Pero si quereís os traigo un surtido de todo lo que tenemos en la carta.

Miramos a las chicas.

—El surtido nos parece bien —Dijeron las dos al unísono provocando una sonrisa en ambas.

—Pues el surtido será —Dijo Marcos mirándonos a los dos, quienes asentimos.

—Pues me vuelvo dentro. Ha sido un placer veros. Antes de iros avisadme para despedirnos.

Las siguientes dos horas fueron una auténtica delicia. Marcos puso todo su empeño en que sus especiales invitados se fuesen con un buen recuerdo de su restaurante y de sus platos.

—Con la comida italiana el chico es un crack —Dijo Martín.

—Sí. Esta buenísimo —Corroboró Vero.

El resto de la comida trascurrió con una charla banal sobre los planes que teníamos para estos días. Un poco después dimos por terminada la comida y avisamos a Marcos, que en seguida salió para despedirse. Tras una nueva ronda de abrazos y hacerle prometer que iría algún día a nuestro restaurante nos fuímos.

—¿Y ahora qué? —Preguntó Rocio.

—Pues no se tú —Contesté— Pero me muero de sueño. Propongo volver al apartamento, echarnos una siestecilla y decidir después lo que haremos.

El resto del día transcurrió bastante bien. Despues de la siesta paseamos por la Gran Via y fuímos a la plaza mayor. Martín y Roció no hacían más que hacerse fotos pero Vero y yo, poco amigos de las fotos, solo nos hicimos un selfie y poco más A las once de la noche entramos en un garito a cenar. A las dos de la mañana estabamos en casa. Nos despedimos y nos fuimos cada uno a nuestra habitación.

Me tumbé en la cama y Verónica se acurrucó a mi lado, besándome. Nos quedamos en ese plan de besos y caricias un rato. Hasta que unos gemidos ahogados llegaron de la otra habitación.

—No pierden el tiempo esos dos —Dijo Vero con una sonrisa. Al momento los gemidos de Rocío se escucharon claramente— ¿Les enseñamos como se hace?

Yo sonreí y la atraje más hacía mí. Nos desnudamos en unos pocos segundos y se puso a comerme la polla con auténtica devoción. Tras unos minutos cambiamos de posición y Verónica se abrió de piernas y empecé a comer, lamer  su coño y succionar y apretar su clitoris.

En ningún momento trató de ocultar sus gemidos y ahogaron los de Rocío. Pero enseguida Roció dejó de disimularlos y en la casa había un verdadero escándalo entre las dos chicas que parecían competir en quien disfrutaba más.

Me acomodé entre sus piernas y la penetré lentamente. Ella me susurró al oido.

—Me encanta hacer el amor contigo. Pero hoy prefiero sexo salvaje y brutal.

Sin hacerme de rogar aumente la fuerza y rapidez de las embestidas provocando que subiese más el volumen de los gemidos y que la cama golpease contra la pared. Tras un rato en esta postura se abrazó a mi y giró sobre si misma, quedando ella encima de mí. Cogió un poco de aire y se colocó a gusto para empezar a cabalgarme con fuerza. Tras esta posición decidió levantarse y apoyarse con las manos en la pared mientras levantaba su culito. De un salto me levanté de la cama y volví a penetrarla contra la pared hasta que me corrí en su interior.

Al sentir mi leche dentro de ella Verónica alcanzó un demoledor orgasmo que hizo que le temblasen las piernas y perdiese el equlibrio. La cogí en vilo y la lleve hasta la cama. La casa estaba en completo silencio asi que supuse que Martín y Rocio debían haber teminado tambien.

Verónica me miró, me besó y se acurrucó a mi lado. Quedándose rápidamente dormida. Yo no tardé mucho más en dormirme.

A la mañana siguiente nos despertamos cuando Martín y Rocio estaban desayunando. Tras la ducha de rigor acompañada con un polvo mañanero nos unimos a ellos. Al vernos Rocío enrojeció y Vero no se aguanto las ganas de molestarla un poquito.

—Parece que ayer tuvisteis una noche movidita, ¿verdad? —Rocío enrojeció incluso más.

—No tanto como vosotros —Dijo Martín— Entre los golpes de la pared y el escándalo no sabíamos si estabais follando o te estaba matando.

—Me estaba matando a polvos —Dijo Vero con una sonrisa y besándome —No tienes quince años, Rocío. No se por que te pones tan roja.

—Soy así, coño. Dejame en paz.

Todos nos reimos y Vero decidió dejarla en paz. El resto de las vacaciones fueron bastante bien. Nos lo pasabamos genial por el dia y follabamos como cosacos por la noche.

Volví a nuestra ciudad con la sensación de que todo iba perfecto y nada podía salir mal. Pero como siempre, lo bueno termina. Un día después de llegar a Madrid me llamó una alterada Verónica.

—Se ha enterado de lo nuestro —Dijo con un hilo de voz.

—¿Quién?

—¿Quién va a ser? Maria.