Chef 5

Nuestro protagonista tiene sendas charlas con María y Veronica, una de ellas acaba de forma excitante.

Los siguientes días fueron de relax total. Cocinaba toda la mañana y me relajaba en la piscina por las tardes. El domingo decidimos el menú que serviríamos en el restaurante, para celebrarlo Martín, Claudia y yo fuimos a cenar a mi casa.

A las diez llegaron los hermanos con un par de pizzas.

—Pizza y película, como en los viejos tiempos —Dijo Martín sonriendo.

—Pasad, estáis en vuestra casa. Deja las pizzas en la cocina.

Estabamos a punto de ponernos a cenar cuando sono el timbre. Me sorprendí un poco al ver a María.

—¡Hola! —Dijo sonriente— Vengo a por un poco de sal. ¿Tienes?

—Claro. Pasa, pasa. Espera un momento.

En ese instante Claudia me empezó a llamar para que fuese a cenar, que las pizzas se enfríaban.

—Pensaba que estabas solo —Dijo Maria visiblemente molesta al reconocer la voz de Claudia.

—No. Estan Martín y su hermana, estamos celebrando que ya hemos decidido el menú.

—¿Hay sitio para una más? —Preguntó ella un poquitín desesperada por unirse.

—Claro... ¿Pero y la sal?

—No te preocupes, se la llevo a mi madre y vuelvo enseguida.

Desapareció casi a la carrera y yo volví al salón.

—¿Quién era? —Preguntó Martín con un trozo de pizza en la boca.

—María, me ha pedido sal y se ha auto-invitado a cenar.

Claudia soltó una carcajada.

—Esa putita venía con plan de follarte.

—No creo. Sabe que ahora mismo no conseguiría nada de mi.

Claudia y Martín se empezaron a reir.

—Claro que no... —Dijo Martín— Si se te tira a los brazos pidiendo guerra no la ibas a decir que no, chaval.

La conversación podría haber seguido por esos derroteros, pero Maria entró por la puerta que daba al jardín.

—Ya estoy aquí —Dijo ella poniendo una sonrisa de revista.

La cena transcurrió sin sorpresas ni altercados, pese al trato de silencio que se dieron Maria y Claudia. Los hermanos se fueron a su casa a las dos de la mañana y Maria y yo nos quedamos en el sofá.

—Parecen buena gente —Dijo María.

—Lo son. Claudia también, aunque ayer empezastéis con mal pie.

—No te preocupes. La entiendo, en su lugar habría hecho lo mismo.

—Me alegra que lo entiendas. Ahora voy a irme a la cama, que estoy matado. Y deberías hacer lo mismo que mañana es lunes.

La di dos besos, la señalé la puerta del jardín y me dí la vuelta.

—Victor.

Me dí la vuelta.

—¿Sí?

Ella abrió y cerro las manos varias veces, armándose de valor y cogio aire.

—Quiero volver a intentar tener algo contigo. Lo que hice estuvo muy, muy mal, lo se. Pero no he podido olvidarte, fue el mayor error de mi vida y quiero demostrarte que no soy la misma de antes.

Yo suspiré.

—María, como siempre he dicho, no puedo saber que deparará el futuro. Pero el presente lo conozco y, mi presente, no es contigo. Lo que sentía por tí se evaporó cuando decidiste matarlo al acostarte con otro.

Aparecieron lágrimas en sus ojos.

—Lo siento. Ha sido una idiotez por mi parte decirlo.

Antes de que pudiese decir algo salió corriendo por la puerta. Tras esto y, algo sorprendido por lo que acababa de pasar pero en paz conmigo mismo. Me fui a dormir. A la mañana siguiente, me encontre un mensaje de Verónica: quería verme y hablar.

Quedamos en un parquecito en el otro extremo de la ciudad. Parece que se tomaba muy en serio el que Maria no nos viese.

—Hola —Dijo ella al verme llegar— Gracias por venir hasta aquí.

—Hola. Tú dirás.

—Se sincero. ¿Sientes algo por Maria?

—¿Te ha dicho algo? —Dije sorprendido, poniéndome en guardia.

—No. ¿Ha pasado algo?

Yo suspiré. Si no se lo ha dicho poco tardaría.

—Ayer me pidió volverlo a intentar —Ví como Verónica se tensaba— La rechacé. Ya no siento nada por ella.

—¿Y por mí? —Dijo ella. Al segundo enrojeció y abrió los ojos. Había hecho la pregunta sin pensarlo.

—Me gustas, eso esta claro. Si estoy enamorado de tí, no lo se. Eso es algo que descubriré cuando pase más tiempo contigo. ¿Y tú?¿Qué sientes por mí?

Ella sonrió.

—También me gustas —Me acerqué a ella y nos besamos— Pero no quiero hacerle esto a María. Aun siente algo por tí. Y tampoco quiero que estes conmigo por vengarte de ella.

—Ella misma selló lo nuestro. Y ya me gustaste en el bar, cuando no sabía quien eras. Y me gustaste la primera noche y en la ducha a la mañana siguiente. Me gustaste en tu casa y me gustas ahora. María no tiene nada que ver con eso.

Ella me abrazó y nos volvimos a besar.

—Sígueme —Dijo ella— Tanta sinceridad debe ser recompensada.

Me guió por el parque hasta un conjunto de arboles y matorrales, había una pequeña abertura por un lado y, dentro del circulo de matorrales se estaba a salvo de miradas indiscretas.

—¿Que tienes en mente? —Pregunté mientras me besaba el cuello.

—Por ahora sentarme encima tuya mientras me empaló.

Entre sus atenciones y la frasecita mi polla se puso en pie de guerra. Me desabrochó los vaqueros y mi polla salió en todo su esplendor. Empezó a masturbarme con una mano mientras me besaba desesperadamente. Tras unos segundos se puso de rodillas y empezó a chuparme la polla sin control, pero solo lo hizo un minuto pues rápidamente me obligo a sentarme con la espalda apoyada a uno de los arboles.

Después, mirándome fijamente, se sentó encima mía, penetrandose lentamente. Suspiró con los ojos cerrados mientras se mordía un labio y apoyaba su cabeza contra mi pecho. Tras diez segundos empezó a moverse despacio, pero con firmeza. En pocos minutos se movía desbocada encima mía, provocando un orgasmo demoledor en ambos.

Desmadejada se dejó caer sobre mí para recuperar las fuerzas.

—No se que me pasa contigo —Dijo ella dándome un piquito— Cada palabra que dices o gesto que haces me ponen cachonda pérdida. Nunca me había pasado nada así.

Yo sonreí, complacido por el efecto que hacía en ella. Tras unos minutos nos arreglamos la ropa y dejamos el "escondite", fuimos a su casa y pasé allí el resto del día. Nos acostamso dos veces más, siendo la última especialmente agotadora.

A las doce nos despedimos y me fuí a mi casa, pero antes de dejarme marchar Veronica me hizo prometer que no le diría, por ahora, nada a nadie de lo nuestro.