Chef 4
Los padres de Victor se van de segunda luna de miel, lo que provoca una curiosa situación entre Maria y Victor. Aparece la hermana de Martín.
Unas horas más tarde entré en casa de Martin. Me miró sonriendo, había unos veinte platos en la mesa del comedor y otros tantos en la cocina.
—Parece que no has perdido el tiempo —Dije pasando el dedo por la salsa de unos filetes de ternera— Perfecto, como siempre.
—Sí. Pero no me decido. Todo me gusta. —El se acercó y se tiró en el sofa— ¿Qué tal con tus padres?
—Bien, bien. Después me encontré con Veronica —El me miró sin entender— La pelirroja. Y fuí a su casa.
El soltó una carcajada.
—Ese es mi chico. Bueno —Dijo el estirando los brazos— te he dejado una lista con los platos que quiero que vayas haciendo, yo voy a ducharme.
Tras esta conversación me puse a cocinar y, cuando Martín terminó, siguió cocinando conmigo. Estuvimos cocinando hasta las tantas de la noche y, cuando nos fuimos a la cama, el reloj marcaba las cuatro.
Los días siguientes fueron de un ritmo frenético: restaurar el restaurante, buscar gente para camarero, ayudante de cocina... El domingo recibí una llamada de mi padre.
—¡Hijo! —Dijo cuando descolgué— Tengo que decirte algo.
—Dime.
—Tú madre y yo nos iremos un par de semanas. Una segunda luna de miel. ¿Puedes pasar de vez en cuando por casa para ver que todo esta bien?
—Claro. ¿A dónde váis?¿Cúando os váis?
—Canarias y nos iremos este miércoles. Te dejaremos las llaves donde siempre. ¿Recuerdas el sitio?
—Claro.
—Bueno hijo, adios.
—Adios, papa.
Tras colgar fuí ha hablar con Martín.
—El miércoles mis padres se van de segunda luna de miel, iré a dormir allí dos semanas mientras busco un piso.
El asintió y seguimos trabajando en el restaurante. Los días siguientes fueron de pura rutina, trabajando. No me encontré con Verónica. Finalmente decidimos abrir el restaurante cuando mis padres volviesen de su viaje.
El miércoles acompañé a mis padres al aeropuerto a primera hora de la mañana. Después me fuí a la casa donde había vivido casi toda mi vida, fuí a mi antigua habitación y me tiré en la cama.
Un par de horas más tarde me despertaron los ruidos provenientes de la piscina de mi casa. Encendí la luz y, sin abrir la ventana, ví a Maria y a una de sus amigas, cuyo nombre no me acordaba, hablando animadamente en la piscina.
Fuí al baño a ducharme, me tomé una buena ducha caliente para recargar las pilas. Cuando me vestí y salí del baño me llevé un escobazo. Tras rehacerme de la impresión del golpe miré a mi agresora, Maria estaba preparando el segundo golpe. Con un rápido movimiento la quité la escoba.
—¿Se puede saber que coño haces? —Pregunté con mi mejor cara de mala hostia.
—¿¡Victor!? —Dijo ella— Pensabamos que era un ladrón.
De repente se escuchó una voz desde abajo.
—¡Ya he llamado a la policia! —Dijo la amiga— ¡Estas bien!
—¿¡Qué has hecho qué!? —Grité enfadandome por segundos y baje hecho una furia a la cocina —¿Cómo se te ocurre?
—¿Victor? —Dijo la amiga ella abriendo los ojos— Lo siento, pensabamos que había entrado alguien.
—Sí, sí. Ya me lo ha dicho Maria. Llama otra vez y dí que no pasa nada, coño.
Ella volvió a llamar y, en unos segundos, todo estaba solucionado.
—¿Qué haces aquí? —Preguntó la amiga.
—¿En mi casa? Intentar dormir. ¿Y vosotras que hacéis aquí?
—Tus padres nos dejan usar la piscina cuando se van —Dijo Maria que ya se había acostumbrado a mi presencia en mi casa.
Una tercera voz de mujer se oyó desde la piscina.
—¡Chicas! —Dijo la tercera desconocida— ¿Dónde estáis?
—¡En la cocina! —Gritó Maria.
En unos segundos la tercera chica entró en la cocina.
—Hola, chicas. ¿Qué tal est...? —Dijo sonriendo, pero al verme dejó de hablar y abrió los ojos— ¿¡Victor!?
Verónica me miraba completamente descolocada por mi presencia en la casa.
—Hola, Verónica.
—¿Os conocéis? —Preguntó Maria con desconfianza. En un tono que puso en alerta a Verónica.
—Sí. Estoy ayudando en la publicidad del nuevo restaurante que van a abrir. ¿Verdad? —Dijo con una gran sonrisa, pero con mirada asesina en los ojos.
—Sí. Nos esta ayudando mucho con la publicidad y demás.
La amiga nos miró suspicaz.
—No nos habías dicho nada de esto, Vero.
—No os cuento todo lo que pasa en mi trabajo —Dijo la pelirroja a la defensiva.
—Deberías hacerlo si tiene que ver con el ex de tu amiga —Dijo la amiga, acusando.
—¿Eres el ex de Maria? —Dijo Vero abriendo los ojos del todo— ¿Ese ex?
Verónica me miraba alternativamente a mí y a María. Ambos asentimos. En ese momento me sonó el móvil, era Martín.
—¡Tíííío! —Dijo con su habitual buen humor— Estoy en la puerta de la casa de tus padres. Abreme.
—No es un buen momento, tío —Dije intentando librarme de él. Pero siguió insistiendo— Vale, un segundo.
Tras colgarle fuí a la puerta y le abrí. Tras llevarle a la cocina se quedó un poco flipado al ver a Verónica (chica que reconoció del bar) y a Maria (que reconoció por las fotos que la enseñé a su momento). Tras esto, reponiéndose a la sorpresa, se acerco a la tercera chica.
—Martín —Dijo con una sonrisa dando dos besos a la chica— Cocinero y empresario.
—Rocio —Dijo ella poniéndo ojitos— Estudiante de derecho en la universidad.
Tras las presentaciones Martín consiguió relajar el ambiente y decidimos ir todos a la piscina tras dejar uno de mis bañadores a Martín. Un rato más tarde fuí a la cocina, a por un refresco, con el rabillo del ojo ví como Maria me seguía.
En la cocina se acercó a mí, avergonzada.
—Victor —Dijo ella mirando al suelo— ¿Podemos hablar?
Yo sopesé mis opciones y decidí que no podía ignorarla siempre.
—Claro. ¿De qué quieres hablar?
—De todo —Ella dudó— ¿Al final conseguiste ser chef?
—Sí. Soy el socio de Martín. ¿Y tú? —Pregunté un poco forzado— ¿Estas estudiando Psicología?
Ella asintió y ambos nos miramos, incómodo.
—Sobre lo que paso cuando estabamos juntos... —Intentó seguir pero la corté levantando la mano.
—No quiero hablar de eso. Es pasado y no quiero recordarlo.
—Solo quiero decir que se que traicioné tu confianza pero era muy joven y tonta. Me gustaría que volviéramos a ser amigos, como antes.
—Yo también era joven, pero no te engañé con nadie. No se si podemos ser amigos de nuevo, no puedo confiar en tí.
Ella suspiró, pero no parecía que iba a rendirse en breves.
—Me volveré a ganar tu confianza. Ya lo verás —Ella miró por la ventana y movió un pie— Bueno, vuelvo a la piscina.
Tras beber un par de tragos del refresco apareció Verónica, con cara de enfadada.
—¿Por qué no me dijiste que eras el ex de Maria? —Dijo ella acusándome.
—¿Por qué iba ha hacerlo? —Dije sin entender su tono— No sabía ni que os conocieséis.
Ella me miró, parecia un poco enfadada, pero no sabía por qué.
—Lo nuestro acaba aquí. No quiero problemas con Maria por tener algo contigo.
—¿Problemas? —Dije con desdén— No creo que yo le importe lo más mínimo.
—Mira —Dijo ella volviendo a poner esa mirada asesina— María la cago a lo bestia, eso es verdad. Pero no se lo perdona, no ha tenido novio ni rollos ni nada porque no es capaz de superarlo. Así que no me vengas con gilipolleces diciendo que no le importas.
—Sí tanto le importase no se habría follado a otro. De eso se trata una relación: confianza, respeto y fidelidad. Ella se paso los tres por el coño.
Ella puso los ojos en blanco.
—Eres idiota.
Ella se dió la vuelta para irse, pero se lo impedí. La atraje hacia mí y la intenté besar, pero ella se retorcia.
—Qué no, coño —Dijo susurrando— Maria puede vernos.
—¿Y? —Pregunté, pasando mis manos por su cintura mientras su negativa empezaba a tambalearse. Finalmente conseguí besarla. Estuvimos besándonos unos minutos, hasta que una voz nos hizo separarnos de un salto.
—¡Lo sabía! —Dijo una alucinada Rocio— Lo olí a la legua con las miraditas que os echastéis cuando ella apareció.
—Rocio —Dijo Verónica— Yo no sabía que él era ÉL.
Rocio puso los ojos en blanco.
—Lo sé. Pero ten cuidado lo que haces, el es terreno peligroso. Y lo sabes. Luego no me vengas llorando si Maria se entera y no se lo toma muy bien. Volvamos a la piscina, antes de que María sospeche algo.
El resto del día pasó sin pena ni gloria. Verónica ni me miraba mientras que María me asediaba con preguntas sobre mi vida. Finalmente, sobre las siete y media, hizo la gran pregunta:
—¿Tienes pareja? —Dijo ella con patente inseguridad. Yo miré a Verónica, que se puso pálida. Yo suspiré.
—No. Ahora mismo estoy soltero.
Maria sonrió, parecía más tranquila. En ese momento sonó mi movil. "Joder" pensé "Qué oportuna es la gente". Saqué el móvil y, cuando ví quien era, me sorprendió.
—Claudia —Dije sonriendo. Martín se acercó a mí— ¿Qué tal?
—Cabreadísima. ¿Esta mi hermano contigo?
—Sí. Pongo el manos libres.
—¿Qué pasa hermanita? —Dijo Martín.
—¿¡Se puede saber donde coño estás!?
—¿Perdona? —Dijo el sin entender nada.
—Te dije que hoy a las siete me pasaría por tu nuevo piso. ¡Pero aquí no hay nadie y llevo esperando media hora!
—¡JODER! —Dijo Martín acojonado— Es que estoy en casa de Victor y...
—¿Donde es? —Dijo muy, muy enfadada— Y voy.
Le dí la dirección. Diez minutos más tarde llamaron a la puerta y Martin, como un perrito acojonado, fué a abrir. Durante unos minutos escuchamos como Claudia gritaba a su hermano hecha una furia. Finalmente, salió a la piscina, acompañada por una avergonzado Martín.
—¡Hola! —Dijo con una sonrisa al verme. Pero miró con desconfianza a las chicas, desconfianza que se transformó en otra cosa cuando reconoció a Maria —Soy Claudia, la hermana de Martín.
Todas le saludaron y se fueron presentando. Cuando le tocó a María, la cosa se desmadró.
—Se quien eres —Dijo Claudia antes de que María pudiese decir su nombre— La cabrona que le puso los cuernos a Victor.
María se encogió pero Rocio y Verónica se levantaron como miuras, dispuestas a defender el honor de Maria.
—¿De que coño vas? —Preguntó Verónica.
—¿YO? —Dijo Claudia, poniendo cara de inocente— De nada. Solo digo la verdad y, mira, te estoy agradecida.
—¿Agradecida? —Preguntó Maria sin entender.
—Gracias a que le pusiste los cuernos cuando el te dejó y llegó a Madrid me lo pude follar un monton de veces —Dijo ella pasándome el brazo por la cintura y poniéndome ojitos y voz seductora— Que bien lo pasamos, ¿verdad?
En ese momento me dió por mirar tanto a Maria como a Verónica. Maria se había repuesto del golpe y ahora nos miraba a puntito de ir a matarnos. Verónica, por su parte, estaba más enfadada que nunca. No había visto nunca a nadie con una cara como la suya, parecía que estaba a punto de saltar sobre Claudia, pero se controló.
—Sí, lo pasamos bien. Pero eso fue hace mucho. Ahora tienes novio, ¿no?
Lo del novio pareció relajar a las dos chicas, pero Claudia abrió la boca y volvió a cabrearlas.
—No. Ya no. El muy gilipollas me dió a elegir entre irme con el a Valencia o venir aquí y cortar. Y tengo ganas de desahogarme. Esta noche me quedo aquí, contigo. Por los viejos tiempos.
Yo miré de reojo a Verónica, su nivel de enfado no hacia más que aumentar, aunque parecía imposible. Finalmente fue Maria la que habló, con rabia contenida.
—No puedes hacer lo que te dé la gana, bonita —Dijo María acercándose peligrosamente a Claudia— Victor se merece algo mejor. No una zorra despechada.
Claudia encajó bien el golpe. Pero sonrió con maldad.
—¿Algo mejor, eh? —Dijo sonriendo con superioridad— ¿Como una putita que se acuesta con cualquiera aunque tenga novio?
Maria abrio la boca y se lanzó a por Claudia. Apenas tuve tiempo para ponerme en su camino.
—¡FUERA! —Grité hasta los huevos— ¡TODOS FUERA DE MI CASA!
Todos me miraron sorprendido. Martín se llevó a su hermana y, unos minutos después, Roció arrastró a Maria y Verónica fuera. Yo me puse a ver la tele, unos minutos después me sonó el móvil, era Verónica, nos pasamos media hora discutiendo. Hasta que, cansado, la colgué. Al instante sonó el aviso de whatsapp. Era Claudia.
—Siento lo de antes. Es que al recordar lo mal que lo pasaste por su culpa se me cruzaron los cables. ¿Me perdonas?
Yo sonreí, le debía mucho, muchisimo a Claudia. Desde que la conocí se volvió mi confidente, mi mejor amiga.
—Claro que te perdono, pero controla tu genio.
—Hecho. Por cierto... —Ella dejó la frase en el aire.
—¿Sí?
—Estoy cerca de tu casa. ¿Puedo pasarme?
—Claro.
Unos minutos después sonó el timbre de la puerta. Allí estaba Claudia, que me abrazó al verme. Fuímos al sofá.
—Lo siento —Repitió.
—No pasa nada. ¿Es cierto que has cortado con Kevin?
Ella asintió.
—Joder, lo siento. Pero ya te dije que ese chico era gilipollas.
Ella sonrió.
—Y follaba de pena. Llevo meses sin tener un orgasmo decente —Me miró de forma pícara, mientras me acariciaba la pierna.
Yo pensé en la discusión con Verónica y sonreí, necesitaba desahogarme. La atraje hacia mí y la besé con dulzura. Ella se subió a horjacadas sobre mí y seguimos besándonos. Con auténtica urgencia nos desnudamos el uno al otro y ella se empaló sola.
Empezó a gemir, mientras me besaba. Mis manos se fueron derechitas a sus pechos y pezones, mientras acompasaba mi cintura a los movimientos de la suya. Haciendo acopio de mi fuerza me levanté todavía dentro de ella y la folle de pie. Ella se encaramó mí y empezó a morderme el cuello.
Un rato despues tuve que soltarla, pues tenía calambres en los brazos. Ella no perdió el tiempo y se puso a cuatro sobre el sofa. Con rapidez la penetré y me moví con fuerza, provocando unos fuertes gemidos de Claudia, quien me pedía más, más y más.
Cuando mis fuerzas me abandonaban y me acercaba peligrosamente al orgasmo baje el ritmo y me tumbé sobre ella, para que mis manos llegasen a las tetas y al clítoris. La retorcí los pezones mientras la atacaba el clítoris, lo que la provocó un escándaloso orgasmo.
Después, la giré y la folle a toda velocidad mientras la besaba, y me corrí dentro de ella. Al recordar que no llevaba protección me preocupé, pero ella me tranquilizó con un beso y dijo:
—Tranquilo. Tomo la píldora.
Nos estuvimos besando un rato y nos vestimos. La acompañé a la puerta. Antes de irse hizó una pregunta bastante escabrosa.
—¿Maria o Verónica? —Preguntó ella con una sonrisita.
—¿Perdona?
—He visto como te miran, las dos. Lo de María lo entiendo, supongo que no te ha olvidado. Pero con la otra solo se me ocurre que te la estes follando —Yo miré a otro lado— ¡Lo sabía!¿Te estas vengando de Maria follándote a su amiga?
Yo negué con la cabeza.
—No sabía que eran amigas. Si no no habría tenido nada con Verónica, ya me conoces.
Ella asintió, me dió un beso en la mejilla y se fue.