Cheese and Sex
Una pareja de apenas 18 años. Una experta y la otra aun virgen, ambas dispuestas a acostarse por primera vez con la otra.
— Ema, has venido. — la sonrisa de Ane al ver a su novia hizo que se viese aún más radiante.
— Sé que no te gusta quedarte sola en casa por las noches —cuando llegó a la misma altura que la oradora le dio un tierno beso en los labios—. Además… es la oportunidad perfecta para pasar un fin de semana juntas.
Ese comentario añadió un leve rubor a la cara sonriente de Ane. Llevaban tiempo saliendo juntas, pero nunca habían tenido un fin de semana entero para ellas solas, siempre que dormían en casa de la otra con los padres en casa, tenían que dormir separadas para que no hiciesen nada.
Aun teniendo 18 años, Ane no había tenido sexo nunca, antes de salir con Ema siquiera había dado un beso. La relación de ambas era de un enamoramiento continuo, cada dia se enamoraban más de la otra, y aunque Ane no tenía prisa por perder la virginidad ni Ema quería asustar a su pareja por intentarlo, ambas sabían que Ema se masturbaba antes y después de cada cita pensando en Ane, desesperada con probar a su novia de una vez por todas, que la volvía loca con cada gesto.
Pasaron la tarde en el salon viendo películas, cenaron tranquilas y, según el postre se acercaba, pasaban cosas por la cabeza de Ema, cosas que no sabía si entraban siquiera en la normalidad del sexo. Se levantó de la mesa y una idea fugaz pasó por su cabeza para luego mirar a su novia.
— Ve a tu cuarto… yo llevo el postre.— Ane asintió y subió a su habitación, era tarde y estaba cansada, así que se tumbó en su cama mirando hacia la puerta.
Cuando vio entrar a su amada, esta traía una bandeja con un bol de cereales, galletas y queso en spray, una americanada que ambas adoraban.
Comieron los cereales, claramente sin leche, mientras se hacían sandwiches con el queso y las galletas, hablando de todo lo que ya habían hablado pero disfrutaban hablar, dándose besos entre bocado y bocado, entre frase y frase, hasta que uno de esos besos no siguió con la conversación y cortó el postre.
Se fundieron en un beso lento y cariñoso, olvidándose de lo demás, deseando no parar jamás. Ane estaba nerviosa, sabía por como iba ese beso que Ema no podrá contenerse esta vez como tantas otras veces lo había hecho, pero a la vez le gustaba saber que sentiría por fin el placer que podrían darse la una a la otra.
Ema acariciaba la cintura de su novia mientras la tumbaba con cuidado en la cama, quedando ella encima, sintiendo como su amante se calmaba poco a poco, relajando los músculos y disfrutando tanto como ella, cuando se separaron sus labios a un se rozaban.
— Dime que estás lista… por favor…— solo consiguió un asentimiento de cabeza, pero fue suficiente para que se desatara.
Empezó a besar el cuello de la joven virginal que tenía debajo de sí misma, sintiendo como su propio cuerpo le pedía que fuese más rápido, pero calmandose como podía para no asustar a su primeriza pareja.
Pasó sus manos por la cadera de Ane, levantando la camiseta, dejándole a la vista su pálida piel, con sus pechos pequeños y redondos cubiertos por el sujetador gris claro adornado con flores. Al ver aquello no pudo más que besar cada una de las tetas, pegando sus cinturas por el calor que sentía en su interior. Sintió las manos de la joven intentando quitarle la camiseta pero, al no poder, se la quitó ella misma, dejando su cuerpo a la vista. Sus pechos eran considerablemente más grandes que los de la chica de debajo, y sus pezones peleaban con su sujetador negro de lo duros que estaban por la excitación. Las inexpertas manos acariciaron su cadera y sonrió de lado, viendo lo tierna que era y lo pervertida que la iba a volver.
Acercó su boca de nuevo al sujetador gris para morder las tetas aún cubiertas, arrancándole un quejido a su dulce novia. Desató despacio el sujetador y lamió despacio aquel canalillo que quedaba frente a sus ojos para luego lamer despacio uno de los pezones mientras masajeaba despacio el otro con sus dedos. Ane no pudo más que suspirar de placer mientras se dejaba hacer, hipnotizada por lo bien que hacia Ema todo lo relativo a darle placer.
Movía su lengua juguetona por el pezón, con cuidado, parando una vez estaba totalmente erecto para dirigirse al otro, acariciando el primero con los dedos para mantener la sensación de placer. Cuando ambos estaban erectos, los pellizcó a la vez mientras subía a besar los labios de su amada, algo secos por la excitación, se paró cuando sus labios iban a rozarse.
— Yo solo beso labios húmedos… así que tendré que buscarme otros…
—¿Q-qué…? — vió como Ema bajaba despacio por su cuerpo y le desnudaba de cintura para abajo, soplando suavemente sobre su clítoris — Agh… Emmy…
No pudo decir una palabra más, los gemidos se escapaban por sus labios cuando sintió que una lengua traviesa entraba en su bajina mientras unos humedos labios la besaban. Ema bajó las manos despacio, acariciando el frágil cuerpo de Ane, hasta llegar a la altura en la que ella estaba jugando. Usó su pulgar para acariciar el clítoris de la joven que no se había ni masturbado, era la persona más virginal que había conocido, y le encantaba pervertirla.
Se apartó un poco para introducir dos dedos en esa deliciosa feminidad que acababa de probar. Estaba tan húmeda que entraban con extrema facilidad. Mientra movía los dedos lentamente en el interior empezó a lamer lentamente el clítoris de su novia para mantener el placer que había creado en ella. Separó los dedos despacio, haciendo que Ane arquease la espalda y agarrase la almohada con fuerza para no estirar del pelo a Ema, quien no había hecho más que empezar.
Ema conocía perfectamente las maneras de dar placer, cuando se acercaba el orgasmo y cuando reducir la velocidad para que no llegase y así maximizar el placer en tiempo e intensidad. Pronto comenzó a notar como esa deliciosa vagina empezaba a contraerse y las piernas de su preciosa chica a temblar por el placer, fue entonces cuando paró.
— Ema… ¿Qué haces…?
— Yo también quiero disfrutar…— cogió el bote de queso y echó un poco en su propio canalillo para después pasar la mano por la nuca de la confundida Ane. Ema sabía que era demasiado inocente como para saber hacerlo bien, asi que tenia que echarle imaginación para que aprendiese a darle placer— Lámelo… despacio, rozando mi piel con tu lengua…
Cuando por fin reaccionó, la primeriza lamió despacio el queso, sintiendo como la piel de Ema se erizaba por el contraste del queso frío y su cálida lengua. Se podía perder entre esos pechos, cuando acercó las manos para acariciarlos se dio cuenta de que no le daba para cubrirlos con las manos.
— No me habia dado cuenta de lo grandes que eran… — se atrevió a lamer lo que quedaba fuera del sujetador mientras lo desataba, por suerte para ella, era un cierre frontal fácil de desabrochar.
Cuando esos exuberantes pechos quedaron al descubierto se sintió bloqueada, hasta que oyó de nuevo el spray de queso y se fijó en que cubría uno de los pezones de su semidesnuda compañera.
Poco a poco fue comiéndolo, sintiendo como Ema acariciaba su cuerpo hasta llegar a la feminidad de ambas, empezando a masturbarse mientras la masturbaba a ella. Los gemidos salían de la boca de ambas, pero Ane no dejó de lamer los pezones de su pervertidora hasta que quedaron totalmente duros.
Ema aceleró el movimiento de los dedos cuando Ane se acercó a besarla, quería llevarla al placer del orgasmo a la misma vez en la que ella llegaba. Cuando empezó a temblar de placer no pudo hacer otra cosa que acelerar el ritmo, sabía que nunca había experimentado un orgasmo y quería que el primero fuese especial.
Se dieron la vuelta, quedando Ane debajo, aun siendo masturbada por Ema mientras esta le ponía sus perfectos senos en la cara.
— Lamelos… acalla tus gemidos en ellos…
Paró sus manos para rozar sus clítoris entre ellos, alejando el orgasmo, pero apremiando a Ane para que obedeciera la orden. Cuando lo hizo volvió a masturbarse y a masturbarla, con aún más intensidad, abriendo los dedos dentro de las húmedas cavidades que ambas tenían, rozando su clítoris contra el de ella mientras esta ahogaba sus gemidos en su pecho.
En poco tiempo ambas llegaron al orgasmo y Ema se tumbó junto a Ane, mientras admiraba con suaves caricias la perfecta figura que tenía ante sus ojos.
— ¿Por qué no me habías dicho que esto era tan genial…? — la joven suspiraba de placer, con la respiración agitada, hablando como podía.
— Te parecerá aún más genial cuando estés segura de ti misma y empecemos a experimentar…
Ambas se dieron un cariñoso beso, mientras Ema abrazaba a Ane, sonriente por haber hecho el amor con la única persona que de verdad había amado en ese sentido en toda su vida.