Charo se separa… de piernas

Estaba aquel verano trabajando en un pueblo pequeño, cuando al decirle a la médico que el marido de una mujer de ese pueblo era primo mío ésta me miró con sorpresa y me dijo: ― Sabrás qué se separan

Como bien sabéis, aunque mi nombre es Roberto todo el mundo me llama Róber. Para los que aún no me conocéis sólo decir que no hace mucho que cumplí los cuarenta y un años y vivo en el sur de España. Por lo demás, soy alto y de piel morena por herencia genética de mi bisabuelo, que no era español. Padezco de una grave adicción a los deportes al aire libre: senderismo, trail, ciclismo, etc. Como seña de identidad diré que soy elegante y me gusta vestir con clase. La ropa es como la educación, dice mucho de uno mismo y abre muchas piernas... En cuanto al sexo, si bien no poseo el vigor sexual de un adolescente sí suelo follar con mi fascinante mujer un par de veces por semana, que para ser padres de familia no está nada mal. Como último detalle sólo diré que tengo entre las piernas más de lo que a muchas mujeres les coge en la boca.

Estaba aquel verano trabajando en un pueblo pequeño, cuando al decirle a la médico que el marido de una mujer de ese pueblo era primo mío ésta me miró con sorpresa y me dijo: ― Sabrás qué se separan ¿no? ¡Cómo está la vida! Claro que por lo visto con un hombre no tiene suficiente… ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!”.

Me pilló de sorpresa, no tenía ni idea de que se fueran a separar. Tampoco tenía pruebas de lo otro, más allá de que Charo siempre fuera impecablemente maquillada y le gustase lucir sus bonitas piernas y su exuberante escote como a tantas otras. Hasta entonces mi opinión sobre la mujer o ex mujer de mi primo es que era una calientapollas “como tantas otras” y no una golfa, pero al parecer había información que yo no conocía.

Charo fue la típica chica de pueblo que al marchar a la ciudad se convirtió en más pija y más peripuesta que una dependienta de Zara, y tras conseguir un puesto de funcionaria su engreimiento y altivez alcanzaron cotas impensables, justo el tipo de mujer que le gustaba al necio mi pobre primo, para desgracia suya.

Físicamente, Charo era una mujer de unos cuarenta y pocos años, morena de pelo y de piel. Conservaba unas curvas más que excitantes a base de ir al gimnasio con su hermana, ya divorciada por aquel entonces. Charo era bastante guapa, cuidaba mucho su apariencia, maquillaje del bueno, perfumes exclusivos, vestuario y complementos a la última, etc. Pero todavía se las daba de ser más atractiva de lo que en realidad era, siempre exageradamente femenina en sus gestos, al hablar o en su forma de andar. Una creída en toda regla, vaya. No tardaría en engañar a otro incauto con sus encantos y brujerías.

Por aquel entonces, yo era unos 12 años más joven que ella y tenía un cuerpo muy atlético hecho a la competición deportiva.

La médico me contó que la ex de mi primo estaba en el pueblo ya que su madre acababa de ser operada de la rodilla. Obviamente no me lo pensé. Si su madre estaba convaleciente debía hacerle una visita de cortesía.

Efectivamente, allí me la encontré y como siempre, impecablemente arreglada. Parecía que se hubiera preparado para ir al juzgado a trabajar. Es abogada, llevaba puesta una blusa marrón escotadísima, falda y medias negras, y zapatos de tacón.

Me invitó a pasar para que saludara a su madre. Después de saludar y charlar con la pobre mujer me despedí, pero en vez de marcharme me puse a hablar con su hija en el pasillo. Le pregunté cómo llevaba la vuelta al pueblo. Charo no tardó mucho en contarme que estaban en trámites de separación. Estuvimos hablando un rato, y de repente noté que Charo se dio cuenta de mi mirada maliciosa, y pasé al ataque.

― Hablando de operaciones, es que te has operado las tetas ― de sobra sabía que no, pues Charo tenía de siempre un buen par de tetas.

― ¡Pero qué dices! Son las mismas de siempre, y bien que me las miraste en la boda ―contestó con sorna.

― ¡Ufff! Como todos, creo ―replique en mi defensa― ¡Menudo escote llevabas!

― La verdad es que sí. Un poco escandalosa sí que iba. ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!

― Ya te digo que yo te habría comido a ti en lugar de la paletilla ―bromeé.

Entonces Charo separó las piernas y sin cortarse un pelo hizo a un lado la tela de sus braguitas mostrándome el tesoro que entre ellas tenía guardado. Yo me quedé un poco parado, no porque no la viera venir, se notaba que estaba cachonda, sino porque lo tenía depilado.

― Si quieres aún estás a tiempo ―sugirió.

Al parecer Charo no llevaba bien la tranquilidad del ambiente rural. Necesitaba urgentemente algo de diversión.

― Sí claro, eso mismo sería un buen entrante ―dije a la vez que colocaba mi mano sobre su rodilla separando más aún sus piernas― Mira que jugoso está, debe estar riquísimo.

Acto seguido me arrodillé y comencé a dar lametones internándome por entre sus muslos. Charo estaba excitadísima, de su almeja brotaba más y más flujo. Mientras le sacaba brillo a su clítoris con mi lengua decidí probar algo. Juntando tres dedos escurrí los lúbricos fluidos de su charquito hacia el pequeño orificio entre sus nalgas, y sin más le metí un dedo por ahí.

― ¡OHHH! ―gimió de inmediato.

“¡BINGO!” Pensé al ver como se retorcía de placer en cuanto empecé a meter y sacar el dedo de su trasero. “¡Con lo pija que es y mira cómo le gusta por el culo!”

“Pero eso mejor dejarlo para otra vez” ―recapacité― “Si a la primera le dejo el ano escocido… seguro que ya no me deja ni que me acerque”.

Sin embargo sí mantuve mi dedo metido en su culo, hasta que al poco llegó su primer orgasmo.

― ¡OOOOOOH! ―gritó.

Entonces dejé de comerle el coño y le junté las piernas haciendo que las levantara como estaba, recostada en el sillón. En esa postura tenía su culo a mi antojo y enseguida me puse a follarla fuerte con mi dedo. Bombeé veloz en su ano hasta que al final noté como su esfínter se cerró con fuerza, a la vez que Charo daba un brutal grito de placer.

― ¡AAAAAAAAH!

― ¡Hija! ¿Qué ocurre? ―se oyó preguntar a su madre desde la habitación.

― ¡Las hemorroides, madre! ¡Las hemorroides! ―respondió Charo a voz en grito.

― ¡Ay, pobrecita! ¡Baños de asiento…! ¡Con agua tibia!―sugirió su madre desde lejos.

― ¡Sí, madre, sí! ―replicó Charo sonriendo a pesar de tener mi dedo dentro del culo.

Entonces fue la mujer de mi primo quien pasó a la acción levantándose e indicándome que me sentara yo en el sillón.

― Por Dios, Róber, ¡qué hermosura de polla!

Sin poder resistirse se agachó y me comió la polla con ganas, aunque muy poco tiempo. Le urgía más otra cosa. Se colocó a horcajadas sobre mí y empezó a cabalgar con mi polla dentro de su cálido coño.

― ¡AH! ¡AH! ¡AH! ¡AH! ―suspiraba tratando de hacer el menor ruido posible.

― Quieres que me la meta por el culo, ¿verdad que sí, Róber? ―me preguntó de sopetón casi implorando que confirmara sus sospechas. Tenía la falda remangada en la cintura y con sus manos se agarraba fuerte sus nalgas.

― Por supuesto ―respondí de inmediato.

No tardó en meter la mano entre sus piernas y utilizar mi llave para abrir su particular “caja de los truenos”.

― ¡OOOOGH! ―su gemido enseguida confirmó mis sospechas. Charo gozaba como una loca con el sexo anal.

¡Clack! ¡Clack! ¡Clack! ¡Clack! ¡Clack!

Estuvo cabalgando un buen rato, subiendo y bajando entre el deleite y el delirio. Al principio costó, pero pronto entraba y salía holgadamente. Cuando parecía que iba a caer rendida, yo aproveché para quitármela de encima y sin mediar palabra se la metí en la boca. Charo estaba como atontada por el placer, lo que aproveché para agarrarla bien la cabeza y comenzar un enérgico vaivén en su boca.

¡Chups! ¡Chups! ¡Chups! ¡Chups! ¡Chups!

Y entonces Charo se puso manos y boca “a la obra” con determinación. La verdad me sorprendió que una chica de cara tan remilgada me estuviera chupando la polla de aquella forma. Hay muchas mujeres que te la chupan deseando vaciarte los huevos lo antes posible, pero también las hay que realmente disfrutan con una buena polla en la boca. Se la tragaba hasta la campanilla, me masajeaba las pelotas a la vez, y cuando sólo me chupaba el capullo me pajeaba al mismo tiempo.

― Joder, se te da bien, ¿eh Charo?

¡Slups! ¡Slups! ¡Slups! ¡Slups! ¡Slups!

Yo quería regalarle el semen acumulado de una semana, así que no me esforcé en aguantar el trabajito. La mujer de mi primo debió notar el sabor de mi liquido preseminal mezclarse con su saliva, pues de repente sus mejillas se hundieron cuando empezó a succionar con fuerza.

¡GLUPS! ¡GLUPS! ¡GLUPS! ¡GLUPS!

Aquel libidinoso y profundo sonido gutural era tan perturbador que no tardé en empezar a eyacular. Es fantástico vaciarse en la boca de una mujer, mirarla a los ojos y ver como se sobresaltan sin poder hacer nada para que dejes de expulsar esperma una y otra vez. Es como si tú semen las dejara drogadas.

No permití que Charo sacara de su boca ni un centímetro de mi polla hasta un buen rato después. Me encanta que lo saboreen bien. Entonces, Charo echó la cabeza hacia atrás haciendo brotar mi semen por la comisura de sus labios.

― ¡Pero hija! ―oí que prorrumpían desde la puerta.

La señora Carmen se sostenía con una mano apoyada en el marco de la puerta. Charo se quedó descompuesta mirando a su madre. Tenía la barbilla, el cuello y las tetas cubiertos de esperma.

― ¡Qué maravilla, señora Carmen! ¡Mire cómo me la ha dejado! ―alabé son sorna meneando mi verga entumecida.

Lo que no esperábamos ni Charo, ni yo fue oír a su madre decir:

― Haces bien, hija, haces bien…