Charo II. Vuelta de tuerca

Las cosas pueden cambiar entre Charo y Enrique con la aparición del hermano de ella.

Charo II. Otra vuelta de tuerca

Charo estaba un poco rara; pasó unos días muy melancólica, pensativa, algo inusual en ella, y unas semanas después parecía estar agitada y nerviosa, irritable y preocupada. Yo la veía y sabía que algo le pasaba. Ni papá ni mamá parecían enterarse de nada. Peor que eso, un día llegaron nuevos problemas a casa: a papá le habían retirado la licencia de conducir, mala cosa para un taxista: perdió también su licencia de taxista y su trabajo. Se apuntó al paro y empezó a beber aún más –que no es poco- y a volver a casa de madrugada completamente ebrio y, a veces, violento. Mamá se pasaba el día trabajando en lo de siempre, limpiando escaleras y algunos pisos, y llegaba exhausta a casa donde aún le esperaban las tareas del hogar, pues nadie ayudaba en casa. Y papá se ponía de un humor de perros si no tenía la comida sobre la mesa "a la hora de comer", que venía a ser cuando a él le parecía. Yo, a mis veintiséis años tenía que tener cuidado para que papá no se pasara con mamá, y aunque no me metía en su vida, me preocupaba mi hermanita. Y como digo, Charo estaba algo rara. Así que, al fin, me decidí a hablar con ella. Pasé por el supermercado donde trabajaba, y la encontré en la caja atendiendo a una señora mayor, que le preguntaba por mamá; "¿Cómo está la Manoli?". En el barrio casi todo el mundo se conoce, por lo menos la gente como nosotros: Charo es cajera en el supermercado, mamá limpia pisos y escaleras de muchos de los bloques del barrio, y yo trabajo en el taller mecánico. Así que por una cosa u otra somos conocidos en el barrio… y eso puede hacer que las viejas se la pasen por el supermercado cuchicheando, como esta ahora, que Charo manda a la mierda de mala manera, más borde de lo prudente. Por suerte la vieja ya se va y el encargado no escuchó nada.

Aquella tarde, en un bar del barrio, hablo con Charo, que parece no querer contarme nada, se cierra en banda, responde con evasivas… pero al final se derrumba ante mi insistencia, y se pone a llorar. Le paso la mano por la cara, le seco las lágrimas y le doy mi apoyo, pero tiene que contarme todo. Parece sacarse un peso de encima al tener con quien compartir su pena, y me cuenta que está preñada. Me preocupo y le pido si sabe quién es el padre, y si piensa tener la criatura. No sabe qué pensar, ni obviamente puede contar con papá y mamá, no quiere dar más problemas y sabe que no puede mantener una criatura, que además no quería… y sí, aunque no tenía tomada la decisión parece que en el fondo sí sabía claramente que debía optar por abortar. ¿Y el padre? Tras algunas evasivas, me contó que seguramente sería un chico llamado Enrique, pero que no sabía nada de él más que su nombre, que se notaba que tenía buena educación y que tenía un coche caro…; tendría mi edad, quizás un año o dos menos, y solo teníamos su número de teléfono. Al seguir yo preguntando y preguntando, me acabó confesando sus dos encuentros, en la discoteca y luego en el coche, tratada como una puta. Me quedo atónito, me enojo… salgo de mi asombro, me enfado y me enfado, con él, con ella… me cago en todo y salimos los dos del bar. Andamos un rato sin decirnos nada, y le digo luego: "Este hijo de puta te violó". Ahí, en la discoteca, tratándola como una puta, diciéndole que le coma la polla, que eso y que lo otro…, y luego en el coche… Pero no. Ella lo niega y me deja claro lo que hay: "Él nunca me obligó a nada. Fui yo quién me fui con él al baño de la disco y quién se fue a buscarlo en aquella calle, esperándole para que me follara. Soy yo que…" No pudo seguir, empezó a llorar, y poco después solo balbuceaba "Es culpa mía… Soy una puta… soy una puta asquerosa… es culpa mía…".

Dos días después, ya más serenamente, decidí que había que tener la seguridad que el padre era el chico ese; yo quería conocerle y tener un intercambio de opiniones… Así que acordé con Charo que le mandara un mensaje muy provocativo a Enrique. Ella le envió un mensaje muy rastrero: "Hola cariño. ¿Cómo estás? Te echo mucho de menos, lo pasé muy bien contigo. Me gusta ser tu puta y que me utilices como te de la gana. Te espero caliente. Tu puta, Charo". Poco después él le envió un mensaje: "Hoy tengo ganas de ir de putas. Si estás por la calle xxxx quizás tengas suerte y esa puta seas tú. Si quieres tener este honor viste muy zorra: hay muchas putas para escoger ahí".

Cuando leí el mensaje tuve ganas de matar al cabrón ese que trataba a mi hermana de esta forma, y me enojé con ella porque se dejaba tratar así (si no esta vez, que era un anzuelo, sí que lo hizo antes, y así acabó… preñada de aquél cabrón). Yo quería venganza, y me fui con mi hermana al mismo sitio donde se había puesto la anterior vez en la calle, en la misma esquina, entre las putas que ahora ya la conocían y la miraban muy mal; al parecer la puta nueva estaba empezando a merodear demasiado por ahí

Yo estaba cerca de mi hermana, oculta entre la oscuridad y los coches estacionados. Ella, más cerca de la luz para que Enrique la viera. Yo, desde mi escondite, no veía ninguna diferencia entre mi hermana y las otras putas, y me estaba poniendo caliente con tanta carne fresca por ahí. Pasaron unos cuantos coches, muy lentamente por entre las putas. Algunos paraban aquí, allá… frente a Charo no paró ninguno, porque ella no hizo nada para atraer los clientes. Las otras mostraban sus pechos o se acercaban a la ventanilla; ella solo estaba allá parada y si alguien parecía que mostraba interés, ella se echaba atrás y se hacía la antipática: eso bastaba, con la competencia de chicas increíbles que había por ahí, para que nadie le hiciera caso. Pasaron pocos minutos hasta que ella vio el coche de Enrique acercándose; como antes, no hizo grandes ademanes para detener el coche, aunque esta vez sí se acercó a donde pasaba el coche. Vio que, en efecto, era Enrique, quien la miró como si no la conociera de nada, como a una puta más de las de esa calle; la miró como sospesándola, como mirando el ganado, y no pareció satisfecho pues siguió su camino, sin mirarla en ningún momento a los ojos o hacer como que la conocía, ni le dijo nada ni siquiera bajó la ventanilla. Desapareció abajo por la calle, y Charo se quedó ahí perpleja. Se me acercó y me comentó: "Ese era. Ni siquiera se paró…". Pensé un momento, no sabía muy bien qué hacer… pero bueno, siempre que uno va en coche por las calles a ver las putas, acostumbra a hacer un par de vueltas a la calle, una primera de reconocimiento y la segunda quizás ya buscando la puta que interesa… Así que, según eso, aún podía ser que Enrique volviera a pasar, así que debía volver a su sitio y esperarle. Charo, pues, se puso de nuevo en su sitio, y en efecto unos minutos más tarde su coche se acercaba. Pero se paró frente a la puta anterior a Charo, la puta que había discutido con Charo la otra vez. Ahora la puta estaba en la ventanilla hablando con Enrique, y poco después entraba en el coche y parecía que le estaba haciendo una mamada. Poco después ella bajaba del coche, pero Enrique seguía en el coche, ahí parado. La puta se fue a llamar a otra chica, y las dos entraron alegres en el coche de Enrique, que ahora sí se iba bien deprisa por la calle, pasando veloz junto a Charo y perdiéndose a lo lejos. Justo entonces se acercó un chulo, que se había dado cuenta que Charo estaba merodeando por ahí, y antes de que el tipo llegara y la cosa se complicara, salí en busca de Charo y me la llevé de allí, volviendo los dos a casa un tanto desanimados.

Al día siguiente, decidí no darme por vencido. Por lo visto Enrique disfrutaba humillando a mi hermana, y irse justo con la puta que estaba a pocos metros de ella, no era más que una provocación, para humillarla. No fue casualidad que de todas se fuera con la más próxima… y eso significa que Charo era importante para Enrique, pues la tenía presente, aunque fuera solo para divertirse humillándola. Si Charo se arrastraba más, seguro que a Enrique le excitaría y mordería el anzuelo… teníamos que seguir, pues, con nuestro plan. Le pedí a Charo que mandara otro mensaje picante y rastrero a Enrique: "Hola cariño. Ayer estuve en la calle esperando que me follaras. Soy tu puta y solo quiero darte placer, y nunca te pediré nada a cambio. Ninguna de esas putas te adora como yo. Te quiero". Enrique respondió unas horas después, aunque estoy seguro que se reprimió un buen rato para hacerse esperar. "Hola zorrita. La verdad que ni te ví, esta lleno de putas apetecibles por ahí. Quizás deberías hacerte ver más…". Charo y yo entendimos claramente el mensaje. Aquella noche fuimos de nuevo al mismo lugar. Seguro que Enrique pensó que Charo estaría colgada de él y por tanto estaría loca por estar ahí con las putas esperándole. Así lo creí y por eso fuimos al lugar, convencidos de que tarde o temprano aparecería Enrique.

Charo vestía más puta que nunca, nada que envidiar a las otras. Como el día anterior, no hizo nada para atraer a los demás coches, por lo cuál no tuvo problemas con las otras chicas. Pero sí que vino, al poco de llegar, el chulo del día antes. Se acercó a Charo y le pidió qué hacía ahí; con ella habíamos acordado qué hacer si venía el chulo, y si las cosas se ponían feas intervendría yo. Pero no hizo falta, Charo se dejó sobar por el chulo y le prometió que solo se iría con un solo cliente, ni uno más, y que si él la veía con más de un cliente, estaba dispuesta a pagar las consecuencias. Con esto y un magreo, y un billete de cincuenta euros, bastó para que el chulo la dejara estar ahí… Eso sí, ese tracto era solo por esta vez: si la veía por ahí de nuevo, tendrían que arreglar las condiciones de su cooperación

Bien, el caso es que por lo menos esa cuestión no se puso fea y podíamos centrarnos en Enrique, sin tantos nervios por la situación de Charo entre las putas y los chulos. Por mi parte, estuve al tanto que el chulo no le hiciera daño a Charo, pero me puse muy caliente al ver como la manoseaba, la besaba en el cuello, le metía los dedos bajo las bragas… pensé que Charo era realmente un poco puta, que hacía de anzuelo para atraer a Enrique pero que también lo estaba pasando bien. Con el chulo se mostró muy complaciente, y casi pensé que se arrodillaría a hacerle una mamada, más por ganas que por ganarse su confianza. Pero no fue así, él se fue y ella se quedó por ahí, viendo pasar los coches sin hacerles demasiado caso, hasta que dentro de un rato escuchamos el motor de un coche estacionado a unos sesenta metros, los faros que se encendían, y el coche que se acercaba: era Enrique. Conducía muy lentamente, viendo a todas las putas; paró en todas ellas, a charlar con ellas. Nosotros supimos que el muy cabrón hacía rato que estaba por ahí, espiando a Charo, y seguramente habría disfrutado con la escena del chulo. Ahora su auto se acercaba, ya estaba solo a veinte metros de Charo y entre ellos había solo dos putas, las que se habían ido con él la noche anterior. Ahora se detenía en la primera, y hablaron y se rieron unos segundos, pero todo quedó en unos besos y un magreo. Siguió el chico hasta la siguiente puta, la que estaba junto a Charo. Bajó la ventanilla, y tenían un feeling muy fuerte, hablando y riendo los dos… A Charo le empezó a disgustar aquello, y temíamos que otra vez pasara lo de la noche anterior… estábamos nerviosos ante la situación, y la puta parecía que iba a entrar ya en el coche. Entonces Charo empezó a agitar la mano, el brazo en alto, llamando a Enrique, como una cualquiera, y se le acercó contorneando el cuerpo, y se sacó sus tetas dejándolas al aire, al frío de la noche, como hacen las otras putas… y yo en mi rincón notaba como mi polla se ponía muy dura. Y la cosa funcionó, la conversación de Enrique con la puta se terminó y el coche se acercó unos pocos metros hasta Charo, que metió la cabeza por la ventanilla y se portó como una auténtica profesional. Como la otra vez, Enrique estacionó ahí mismo en doble fila y le dijo a Charo que estaba muy guapa, y que estaba mejorando, que pronto sería una de las putas más codiciadas de la ciudad, y que le hiciera una buena mamada. Y Charo, después de darle besos y caricias y dejarse manosear sus pechos al aire, se apresuró en hacerle una buena felación. Este era el momento que yo debía utilizar para salir de mi escondite y aparecer para salvar a mi hermanita. Me acerqué al coche, y abriendo la puerta de atrás del conductor me metí dentro, y puse mi navaja al cuello del chaval, un tipo de mi edad pero que no estaba acostumbrado a la vida de barrio y se asustó mucho. Yo por un momento solo le puse la navaja al cuello, balbuceé pero no logré decir nada, mi mirada se fue abajo donde mi hermana chupaba aquella verga con fruición, sin duda con ganas… por más que quisiera vengarse del chico, parecía que estaba prendada de él o por lo menos estaba sexualmente volcada en él. A mi me puso muy muy caliente ver a mi hermana ahí a pocos centímetros de mi comiendo polla, y parecía chuparla muy bien, y el chico estaba en el cielo y ella también, y a pesar de mi entrada ella seguía chupando a pesar del plan, y él justo al sentir el filo de la navaja en su cuello se corrió en la boca de mi hermanita. Finalmente logré hablar: "No te muevas ni un pelo cabronazo". Él no se movía en absoluto, y seguramente no se dio cuenta de la complicidad de Charo conmigo, sino que me tomaría por un ladronzuelo. La verdad es que Charo seguía con lo suyo, limpiándole la verga con su lengua juguetona, y a mi esto me ponía a mil.

Hice conducir el chico un rato, lejos de las putas, y en cuanto encontramos un lugar para estacionar dejamos el coche. Le robé la cartera, para así tener también todos sus datos (él ya se haría un nuevo documento de identidad y tarjetas nuevas…). Le obligué a sacar dinero suficiente para pagar cualquier cosa relacionada con el aborto o problemas que pudiera tener mi hermana por su culpa. Luego le di un botecito para que lo llenara de esperma. Como estaba muy nervioso, no podía ni siquiera tener una erección, y fue mi hermana la que acabó echando una mano, nunca mejor dicho, y le pajeó hasta que el tipo se corrió llenando el botecito. Luego le até las manos con unas esposas que habíamos comprado en un sex shop junto a otros objetos, y le encerré en el maletero de su coche. Conducimos hacia las afueras de la ciudad y detuve el coche entre unos matorrales, junto a la desembocadura del río. Me hice con una caña, de las muchas que hay ahí, y saqué al chico del maletero. Le hice arrodillarse frente a mi hermana, y ella le puso un collar de perro atado a una cadena que ella tenía. Luego decidimos andar unos pasos por ahí, Charo delante tirando de la cadena, seguida de Enrique, que iba de rodillas como podía, cayéndose de morros en el suelo a menudo, sintiendo las piedras y el terreno en sus rodillas marcándose. El suelo era irregular, con varios charcos y mucho fango, de forma que las rodillas de Enrique y su cuerpo cuando caía se iban enfangando. Además Charo apresuraba el paso y tiraba más fuerte de la cadena cada vez que pasaban por un charco o una zona con más fango, de forma que Enrique se caía adelante, de cara en el fango o el charco, toda la cara sucia y escupiendo.

Cuando ya nos pareció suficiente, Charo decidió detenerse, cuidándose de quedar parada frente a un charco, con Enrique pues, en medio del charco. Charo se plantó frente a él, y yo seguía detrás de Enrique, abatido y cabizbajo arrodillado con el agua en sus rodillas maltrechas. Las botas de Charo, de tacón alto, no eran muy buenas para caminar por ahí y por eso se detuvo. Y, con voz clara y autoritaria dijo: "Bésame las botas; lame, límpialas. Las quiero relucientes". A mi esta situación me tenía caliente, y más ahora al ver a mi hermana, vestida así como una puta, tan preciosa y autoritaria, dominando a ese cabrón. Y Enrique, aturdido, parecía no responder. Y… ¡plas! Una bofetada de Charo le cruzó la cara. No hizo falta más, el tipo se puso a besar y lamer las botas de Charo, poniendo así el culo en pompa para mí, que desde atrás sentí como era mi momento. Le desabroché el pantalón, le dejé el culo al aire (el pantalón remojándose en el fango), y empecé a azotarle el culo con la caña. Él gritó de dolor y se giró hacia mí, pero le cayó otra bofetada de Charo, que le agarró por la oreja y le acercó de nuevo a sus botas. Y así, Enrique decidió obedecer y seguir con las botas de Charo, a ver si así éramos un poco más compasivos con él. Por mi parte le di unos cuantos azotes, hasta ver su culo al rojo vivo. Charo no le dejó levantar cabeza hasta tener las botas bien limpias, dándole también el largo y afilado tacón de aguja para que lo chupase, todo lleno de fango como estaba. Luego Charo le pidió que le quitara las botas, y al tener las manos atadas en la espalda tuvo que bajar la cremallera de las botas con la boca, y luego para ayudarla a sacárselas, tiraba de la bota mordiendo el tacón. Cuando tuvo las dos botas fuera, Charo le dio con las botas fuerte en la cara. "¡Imbécil! Me vas a dejar la marca de tus dientes en los tacones…". Yo le di otro azote en el culo, y le dije. "Eres un patoso. Deberías comprarle otras botas…". "Sí, sí… claro… no te preocupes, yo te compro otras botas…", dijo mirando a Charo, suplicando con la mirada que le dejáramos ir ya. Charo se rió y le escupió en la cara. Por lo visto había descubierto un nuevo rol que quizás ni ella conocía. De ser humillada por ese chico, ahora era ella la que le trataba muy mal. Quizás pensó que la relación sexual podía mantenerse, y aún más, ser ella ahora la que controlaría al otro. Eso parecía satisfacerla.

¿Así que me comprarás unas botas…?

¡¡Sí!!

Sí… ¿qué?

Sí, Charo.

¡Plas! Otra bofetada cayó sobre él.

A partir de ahora me llamarás, Ama, ¿entendido?

Sí… sí, Ama.

Jajaja… Bien, eso esta mejor… Mmm… si así estás más atractivo incluso que antes… te sienta bien el collar, esta posición de rodillas… esta forma de dirigirte a mi tan respetuosa… jajaja… Vamos a llevarnos bien, ¿verdad?

Sí… sí, Ama.

Y vas a ser muy obediente, ¿verdad?

Sí. Sí, mi Ama. Seré muy obediente… obedeceré en todo

Jajaja… Así me gusta. Anda, vamos

Y nos fuimos los tres de nuevo hacia el coche, Enrique de rodillas, por supuesto, y con la cadena atado a su Ama Charo, que ahora andaba descalza. Al llegar al coche, Charo quiso que Enrique le lamiera y besara los pies, algo sucios por el terreno, de fango y agua sucia de los charcos. Y el obediente Enrique le besó y lamió los pies hasta dejarlos impecables, bien limpios, y luego por orden de Charo le hizo también unos masajes a los pies. Mientras, yo me aparté un poco y saqué mi verga completamente erecta, a punto de estallar, y empecé a pajearme. Me corrí enseguida. Cuando volví al coche, Charo me preguntó donde me había metido. "Me fui aquí atrás a mear", contesté.