Charla feminista
Dulce no está enteramente de acuerdo con las ideas de la monitora que viene a dar un curso de igualdad, y menos aún cuando ésta intenta leerle la cartilla al bueno de Beto.
-….Lo que debemos tener claro, es que nuestro cuerpo es nuestro, NUESTRO solamente, y eso implica que no es en absoluto un instrumento de placer exclusivo del varón. Todas nosotras, aquéllas que estamos casadas o tenemos novios, sabemos que a veces, nos forzamos a tener sexo sin tener ganas, sólo por darles gusto a ellos, pero, ¿acaso ellos nos dan gusto a nosotras cuando son ellos los que no tienen ganas y nosotras sí? ¡Es preciso romper con eso! No digo que os castiguéis sin sexo, pero si no os apetece, decidlo sin más, igual que lo dicen ellos…. Eeh… Dulce, por favor… tu novio vuelve a estar en la puerta, ¿te importa? Me está poniendo nerviosa.
Sonreí y fingí sorpresa, aunque yo sabía de sobra que Beto volvía a estar atisbando por el cristal de la puerta con carita de pena. Me levanté y entreabrí la puerta para hablar con él.
-¿Os queda mucho….? – susurró nada más verme.
-Beto, corazoncito… sé paciente, cuando acabemos, volveré a mi mesa a trabajar contigo, como todos los días, pero no nos espíes más, ¿quieres? Pones nerviosa a la profesora. – sonreí – Sé bueno.
Beto me devolvió la sonrisa, pero tras sus grandes gafotas había unos ojos muy tristes. Parecía un cachorrillo desamparado cuando se marchó camino a nuestra mesa, que hoy tenía sólo para él. Se volvió a mitad de camino para mirarme de nuevo y me saludó con la mano, no pude evitar mandarle un beso y estuvo a punto de desandar el camino, pero negué con la cabeza y le hice gestos para que se fuera a nuestro puesto, intentando contener la risa. Yo también le echaba de menos, a decir verdad, estábamos de seminario por la igualdad, y eso significaba que los hombres quedaban excluidos, y una chica venía a contarnos que teníamos que querernos a nosotras mismas, que no debíamos consentir que ningún hombre nos pisoteara, y ahora salía con el sexo…
-Dulce, entiendo que es tu pareja y le quieres, pero si le tratas con dulzuras cuando sabes que ha hecho algo que no debe, no hacemos nada. Ya es la cuarta vez que tenemos que echarle, no es momento de llamarle "corazoncito", sino de decirle que se largue con un poco de firmeza.
-Beto no hace nada malo, sólo pretendía verme… - le defendí.
-Se empieza por ahí, y se acaba controlando las llamadas que recibes. Dulce, no te dejes engañar, ese hombre no es normal… Claro que todos, en mayor o menor medida, pecan de querernos controlar. Si alguna más tuviera aquí a su pareja, veríamos que la conducta del novio de Dulce, se repetiría en ellos, todos desean que su mujercita no se relacione con demasiada gente, y menos aún con mujeres que les hablan de feminismo, porque eso representa un peligro para ellos…
"Bla, bla, bla…." Pensé, recordando que si no fuera porque el seminario de igualdad era obligatorio y contaba para el currículum, a buena hora estaría yo aguantando toda aquélla tontería. Era normal que la que impartía el seminario (intentaba recordar su nombre, pero no lo lograba) se sintiera un poco incómoda con Beto, él suele producir ese efecto a veces… Mi Beto es una persona que no gusta demasiado de los cambios, suele establecer rutinas porque se siente seguro en ellas. Cuando algo cambia a su alrededor, lo acepta si no le queda más remedio, pero enseguida intenta meterlo dentro de su orden particular. Y dentro de ese orden, me enorgullece decir que yo soy una de las cosas más importantes. No me da vergüenza reconocer que él lleva mejor que yo la cuenta de mi período, para saber en qué noches haremos cositas y en qué noches necesito analgésicos y mimitos, y eso es sólo un ejemplo… así que cuando le dije que ese día no me sentaría con él por el seminario, la práctica totalidad de su sistema de orden se derrumbó estrepitosamente.
Así, cuando apenas llevábamos diez minutos en la pequeña salita de juntas, la del seminario se quedó mirando a la ventana, porque Beto estaba allí, mirándome con ojos tristes, pasando la mano por el marco de la ventana y haciendo pucheros. Otra de las veces se había paseado mirando hacia la sala, con el mismo disimulo que un elefante con patines en una cacharrería, y por el estilo las demás veces. La chica de la charla empezaba a estar hasta las narices, y mirándola desde fuera, podía entenderlo, pero sintiéndolo mucho, no iba a llamarle la atención a Beto porque a ella se le antojara, el bueno de mi Betito no tenía la culpa de quererme ni yo iba a regañarle por eso. De hecho, a mí me gustaba que quisiera estar conmigo y se pasara de vez en cuando a mirar… estaba pensando en eso, cuando oí algo que me hizo contestar:
-Perdona, perdona que te interrumpa, pero… ¿estás diciendo que tenemos que negarnos a tener sexo con nuestros maridos?
-Tanto como negaros, no… salvo que no queráis, entonces sí debéis negaros. Pero sí debéis hacerles saber que deben respetaros. El que sean vuestros maridos o novios, no implica que os deban tratar de cualquier manera, vosotras no sois muñecas hinchables. Sois señoras, eso quiere decir que hay prácticas sexuales que son implícitamente machistas y repudiables, y podéis y debéis negaros a realizarlas.
-¿Te refieres….? – intervino Gema de Blas, con cara de "vamos a ver hasta dónde llega ésta".
-Especialmente al sexo oral y anal.
Gema disimuló bastante mejor que yo, ella dijo "ah…" como si incluso lo encontrase interesante, yo solté la risa, que intenté disfrazar con una tos. Otra de las compañeras, ya mayor, casada y con dos hijos, habló a su vez:
-¿Y… y qué pasa si esa práctica también nos gusta a nosotras? Porque yo… yo tengo una amiga que dice que por detrás, es estupendo. Vamos, yo no sé, porque yo no…. Pero ella dice que le encanta.
-Eso es imposible. – contestó la profesora categóricamente – el sexo anal es doloroso, sucio y acaba inutilizando el músculo del esfínter hasta que éste ya no puede controlarse. No tiene terminaciones nerviosas, no puede producir placer. Tu amiga se ha acostumbrado a ello porque da placer a su pareja, pero no porque realmente le guste a ella. Es un claro caso de mujer esclavizada: por complacer a su compañero, se deja rebajar y humillar. Dile a tu amiga, que tenga cuidado… el siguiente paso, puede ser que se deje golpear para seguir complaciéndole. El sexo anal es brutal y animalesco, los hombres que lo piden suelen acabar necesitando pegar para excitarse. Una mujer, una verdadera mujer liberada, no se rebaja a hacer esas cosas, ese tipo de cosas sólo las hacen las mujeres esclavas, las de misa y mantilla, las que viven supeditadas en todo al varón… ¿Dulce, quieres decir algo?
Esta vez, ni disfrazando de tos la risa pude evitarlo, se había notado. Gema me miraba con una mano delante de la boca, intentando aguantarse ella misma.
-Perdona, es por la paradoja… - confesé. – De toda la vida, me han venido diciendo que ese tipo de cosas, en el sexo, sólo las hacen las putas. Pero es la primera vez que alguien me dice, que ese tipo de cosas ahora, sólo las hacen las santas.
-Es cierto, por h o por b, pero el caso es que nunca se puede disfrutar de lo que a una le da la gana. – remató Gema, y todas soltamos la risa… todas, menos la de la charla, que nos miraba con severidad.
-No es algo para tomar a broma. Se trata de nuestra propia dignidad, y eso no es cosa de risa. ¿Sabéis que hay mujeres, muchas mujeres en el mundo que son obligadas a mantener relaciones sexuales?
-¿Y… porque ellas son obligadas a tener sexo, nosotras no podemos disfrutar del nuestro? – preguntó alguien.
-No se trata de eso, se trata de que… el sexo es satisfactorio, sí, pero debe serlo para los dos, el hombre y la mujer, y eso implica que las prácticas en las que uno de los dos no obtiene placer, curiosamente la mujer, no debéis permitirlas.
-¿Y qué pasa si nosotras también obtenemos placer…? – dije yo – Porque en mi caso, no es una amiga, soy yo misma, cuando le hago sexo oral a mi pareja, yo disfruto lo indecible viendo las caritas que me pone… - hablé saboreando las palabras, porque sabía que eso la molestaba, y las chicas estallaron en risas, y hasta se oyó un "¡cuenta, cuenta!"
-¡Por favor, por favor…! – la chica intentaba poner orden – Creo que este es un seminario de igualdad, no hemos venido aquí para hacer confidencias asquerosas.
-Pero, Maravilla, ¿qué tiene de asqueroso el dar placer a tu pareja…? ¿Es que también está mal cuando ellos nos hacen cunnilingus a nosotras? – intervino Gema, mira, ahora ya sabía cómo se llamaba la monitora, por fin.
-No… eso no tiene nada que ver, es más, eso es algo que deben hacer para excitarnos.
-¿Y porqué ellos sí, y nosotras no?
-Porque en su caso, es una práctica machista, en el nuestro, es una simple caricia que nos prepara para el sexo; ellos no lo necesitan, ellos se excitan enseguida… nuestro cuerpo es distinto, requiere más tiempo, mayores estímulos… Es más, os diría incluso que hasta la penetración vaginal es inadecuada, porque las mujeres gozamos con el clítoris, no con la vagina. Los hombres, deben estimularnos el clítoris manualmente hasta hacernos llegar al orgasmo, y la penetración sólo debería producirse cuando se desee la fecundación o sólo en caso de que la mujer lo precise para llegar al orgasmo.
-Es curioso, algo así decía la ex mujer de mi novio… - me sentía casi enfadada – Y yo sigo sin entender, con ése razonamiento, por qué se casó con él, y por qué le abandonó después. No quería un hombre, quería un vibrador, todo lo demás le sobraba. Mara, si algo semejante a lo que tú dices, estuviera diciéndolo un hombre, lo lincharíamos, y con razón, ¿por qué ha de ser adecuado cuando lo dice una mujer?
El rostro de Maravilla expresaba una intensa frustración, como si le diese rabia que todas fuéramos unas idiotas por no adoptar de inmediato sus teorías. Finalmente, intentó recobrarse y sonrió.
-Creo… que esto se está desviando un poco. Tal vez sea mejor que nos tomemos ahora el descanso, después seguiremos y trataremos sobre las desigualdades laborales.
Bastante aliviadas, nos pusimos en pie y salimos para disfrutar de nuestra media hora de descanso. La mayoría de las chicas se fueron a la cafetería o salieron al exterior, yo fui directamente a la mesa de Beto, pero me la encontré vacía.
-Si buscas a tu costillo, está abajo, desayunando. – me dijo Serrano, uno de los compañeros. Le di las gracias y bajé a buscarle, si hubiera mirado el reloj hubiera podido saberlo sin acercarme a la mesa, Beto siempre desayuna a las once y media, pero había salido con tantas ganas de alejarme de aquélla tiparraca hembrista, que ni me había fijado. Bajé casi trotando por las escaleras, rabiosa por verle un ratito, pero apenas llegué a la cafetería, se me borró la sonrisa. Maravilla estaba frente a Beto, inclinada sobre la mesa a la que él se sentaba a diario, y a juzgar por la carita de mi Beto, parecía estar leyéndole la cartilla.
El pobre se echaba hacia atrás en su silla, mirándola con ojos muy abiertos, expresión de temor, y sin atreverse ni a tragar el trozo de plátano que tenía en la boca. Me acerqué y pude oír lo que le decía:
-…espero que no vuelvas a aparecer por la sala de juntas, o tendré que dar parte de tu conducta, y ándate con mucho cuidado, porque lo que haces con Dulce puede ser considerado maltrato psicológico, tu comportamiento demuestra que intentas dominarla y eso puede ser psicopático… - hubiera querido pegarle un grito para asustarla, tal era mi indignación, pero apenas entré en el campo de visión de Beto, éste sonrió como si acabase de rescatarlo de un dragón de seis cabezas, se levantó corriendo y se colocó detrás de mí, agarrándose a mis hombros y agachándose un poco.
-¿Porqué no te metes en tu vida? – espeté a la monitora, intentando obviar que el hecho de que un hombre de casi cuarenta tacos se ocultase tras de mí, me parecía a la vez terriblemente ridículo y absolutamente enternecedor. - ¿Quién te ha dicho que asustes a mi novio, con qué derecho le dices tú nada?
-Dulce, yo sólo intento ayudarte, es obvio que éste hombre tiene un problema contigo, que puede desembocar en agresividad… y no sé si habrás pensado en una posible descendencia, pero yo de ti, la haría hacerse la vasectomía.
-¿Qué te hace pensar que necesite ayuda? ¡Mi Beto no tiene ningún problema, y tú no eres quién para juzgarle! Que puede ser agresivo…. ¿Cómo te atreves a hablarle así, no le conoces! Puede que no sea muy listo… ¡pero es el hombre más bueno del mundo! – Mi voz temblaba un poco de lo indignada que estaba, y Carvallo, el Inspector, que estaba desayunando con Gema, se acercó a ver qué pasaba.
-Dice que puedo ser un psicópata… - susurró Beto, señalando a Maravilla. Carvallo puso gesto de incredulidad, y soltó la carcajada sin poder contenerse. Si Mara hubiera conocido al Zorro Carvallo sólo la mitad de bien que nosotros, aquello hubiera despejado todas sus dudas; el Zorro no se ríe nunca, salvo cuando detecta un fraude, pero entonces usa su risita maliciosa, una carcajada como aquélla, puede que haya soltado como cuatro en toda su vida…
-Señorita Maravilla… - Dijo Carvallo, conservando aún la sonrisa – Entiendo que usted, no nos conoce, lo juzga desde fuera… si me permite hablar con usted unos minutos, le explicaré porqué su idea de que nuestro Beto pueda ser agresivo, es totalmente absurda…- se llevó la mano a la espalda como si fuera a rascarse, pero nos hizo un gesto con los dedos para que nos fuéramos. Tomé a Beto de la mano, y mientras él se llevaba a la monitora a la mesa que compartía también con Gema, me lo llevé de allí.
-¡Será… guarra! – mascullé, saliendo de la cafetería. - ¡Decirle algo así a mi Beto, a mi corazoncito! ¡Que se haga ella la ligadura de trompas, no te….! ¡Ojalá Carvallo la inspeccione!
-¡Dulce…! – Beto me apretó la mano entre las suyas – No está bien desear cosas malas a los demás…
Le miré con ternura, mi enfado se marchó al instante. Así es mi Beto, a él le acaban de llamar psicópata, de insinuarle que me maltrata, pero es incapaz de enfadarse aún así, ¿cómo puede nadie ser tan bueno…? Y como me suele suceder, cada vez que soy consciente de lo inocente y bondadoso que es, el morbo de tentar a alguien tan tierno, me puede. Le acaricié la cara con las manos y mi Beto me sonrió y puso morritos para que lo besara, cerrando los ojos. Pegué mi boca a la suya y dulcemente, apresé su labio inferior entre los míos. Beto dejó escapar un suspiro y puso los ojos en blanco, es muy sensible a los besos… tiré de él suavemente, abrí la puerta del pasillo, entramos y la cerré, echando el pestillo tras de mí. Estábamos casi completamente a oscuras.
-No… no deberíamos estar aquí… - susurró él – Esto es el armario de las escobas, el conserje se enfadará si nos pesca… - Le callé encajonándole contra la pared y plantándole un beso de los que más me gustan, de lengua salvaje. A pesar de la oscuridad, pude ver a mi Betito desorbitando los ojos, mientras su lengua, pensando sin él, me devolvía las caricias. – Du… Dulce…
-Sí, corazoncito… quiero que hagamos cositas, si es lo que me vas a preguntar – murmuré, frotándome contra su cuerpo, ya erecto, pero a pesar de que las caderas de Beto se movían tímidamente también para disfrutar del roce y el calor, se había colocado las manos a la espalda y parecía luchar por no seguirse moviendo. - ¿Qué pasa, vidita…? No irás a decirme que tienes jaqueca… - bromeé, mientras le besaba el cuello y la cara, acariciándole con la lengua.
-Oh, no, y aunque la tuviera, no dejaría de… de tener ganas… - No, no las pesca, jamás será capaz de coger una ironía… pero me da igual – Es que… lo que decía la monitora… ¿N-no… no te estaré obligando a hacer algo que en realidad, no quieres hacer…? ¿No me estaré aprovechando de ti…? A fin de cuentas… no estamos casados… ni siquiera vivimos juntos aún… yo todavía me estoy divorciando. Me… me encanta que hagamos cositas tan a menudo, pero me da miedo pensar que quizá lo haces… sólo para complacerme a mí… A lo mejor, preferirías no hacerlo tanto…
Por un momento, me quedé sin palabras. De Beto, sí que se habían aprovechado. Para empezar, su esposa, que le usaba como a una especie de dildo que además pagaba facturas, pero ni siquiera le dejaba eyacular y que nunca fue capaz de darle ni un poquito de cariño, dormían en camas separadas y a pesar de que ella estaba de señora sin trabajar, tampoco hacía nada en casa… hasta que me conoció, no sabía lo que era tener un orgasmo estando despierto, porque ella le había metido en la cabeza que la eyaculación debilitaba, y debía contenerla, así que estaba limitado a las poluciones nocturnas, que era lo único sobre lo que ya no podía ejercer control… y pese a todo, él pensaba si no se estaría aprovechando de mí… Con ternura, le cogí de las manos y se las puse sobre mis nalgas.
-Beto… ¿no se te ha ocurrido pensar que a lo mejor soy yo quien se aprovecha de ti? – murmuré muy cerca de su oreja, moviendo mis manos sobre las suyas, invitándole a tocarme.
-Pero… eso no se puede… t-tú eres una chica…
-¿Y sólo por eso, ya no puedo sacar provecho de nadie, sino que todo el mundo se aprovecha de mí? – separé las piernas y retiré una mano para subirme lentamente la falda, de modo que el bulto de su pantalón se frotaba contra mis bragas y entre mis muslos, mientras Beto empezaba tímidamente a mover las manos, sobando mis nalgas una contra otra. – Piensa, corazón… generalmente, ¿quién de los dos es el primero en pedir cositas al otro?
-Tú – contestó sin dudar, pero enseguida se corrigió, mientras el balanceo de sus caderas era ahora mucho más evidente – Pe-pero eso lo haces porqueee… - la excitación le iba dificultando el habla – porque… porque sabes que me gusta mucho… y yo tengo ganas casi siempre…
-¿Y te imaginas que a mí, no me gusta…? – aprovechando que sus manos ya se movían solas, sin dejar de frotarme en círculos contra él, me desabroché la blusa que llevaba bajo la chaquetita del traje y me saqué los pechos por el escote. Beto resopló. Si había intentado ofrecer algún tipo de resistencia, ésta acababa de caer tan estrepitosamente como el Imperio Romano. – Mi corazoncito, si tú lo pasas bien haciendo cositas, yo lo paso tan bien como tú… todo el gustito que tú sientes, también lo siento yo… - bajé la mano hasta el bulto de su pantalón y el bueno de Beto tembló de pies a cabeza, soltando la sonrisa, y se mordió los labios cuando notó que le bajaba la cremallera y mi mano se introducía entre sus ropas, acariciando su ariete y sacándolo de la ropa interior, para que se frotase contra mí, desnudo… - Aaaah…. A mí también me da… mucho placer cuando lo hacemos…
Mi propia excitación también me impedía hablar y mi boca entreabierta se encontró con la suya, nuestras lenguas se acariciaron, dándose golpecitos y haciéndose caricias, mientras nuestros cuerpos se balanceaban en un baile combinado… las rodillas me temblaban de excitación, y dirigí una mano a mi entrepierna, me hice a un lado las bragas y guié suavemente su miembro hacia mi entrada. Beto dio un escalofrío y un gemido se escapó de su pecho al notar mi calor, mientras yo me recosté sobre su pecho, estremeciéndome al sentirle tan cerca, tan poderoso… me puse de puntillas y me dejé deslizar, y mis manos se crisparon sobre sus hombros cuando la oleada de plenitud y placer me inundó al empalarme con él, y Beto se tapó la boca con una mano, para aguantar los gemidos que querían escapársele, y una gota de sudor le recorría la cara.
-Haaah… ¿ves… ves como a mí también… me gusta mucho….? – musité como pude, moviéndome en círculos sobre su tita, cuyo calor tórrido me hacía flotar de placer - ¿Te parece que… te aprovechas de mí…? Si a mí no… no me gustara, tal vez… pero con lo que me haces gozar… quizá sea yo quien saca más provecho…
Beto, moviéndose también en círculos, ajustaba su balanceo al mío, mientras su mano derecha reptaba lentamente por mi cuerpo, en dirección a mis pechos, pero como si no se atreviera a ir directamente a por ellos. Sonriendo, le tomé la mano y la puse sobre ellos, tenía la piel tan caliente, que por contraste, su mano me parecía tan fresca… Beto sonrió con algo de corte y acarició mis pechos, jugueteando con mis pezones entre sus dedos.
-Yo… yo no lo sé… - admitió Beto; sólo pensar ya era pedirle mucho, pero pedirle pensar cuando la mayor parte del riego sanguíneo estaba alimentando otra cabeza, ya era pasarse – Sólo sé que me gusta mucho… estoy muy a gustito dentro de ti, no quiero que dejemos nunca de hacer cositas, no quiero que te canses de mí… si sé que también a ti te gusta mucho… ya no me preocupo.
¿¿¿Por qué era tan adorable??? ¿Cómo se las apañaba para ser tan tierno y que le saliera natural? Me lancé a por su boca sin poder contenerme y mis caderas iniciaron solas un movimiento mucho más frenético, frotándome salvajemente. Beto emitió un gemido ahogado y me apretó contra él, mientras le desabrochaba torpemente la camisa con una mano, quería ver su pecho peludo, besarlo y apoyar mis tetas en su piel cálida.
Mi cuerpo se movía en círculos apresurados, de atrás hacia delante, su tita ardiente hacía estragos en mi interior, mientras Beto gemía y casi sollozaba de placer entre mis brazos, agarrándome las nalgas con una mano e intentando con la otra abrazarme y tocarme los pechos, cambiándola de sitio cada poco rato, mientras no dejaba de pedirme besos… cada vez que mi boca bajaba por su cuello o me inclinaba un poco para lamer la garganta y el inicio de su pecho, gemía como un cachorrito, sacando la lengua, lamiendo mi piel, para que le besara de nuevo, lo que hacía de inmediato… a Beto le encanta besar, sabe que lo hace muy bien y además es una caricia que le enloquece… mi sexo ardía, el placer se hacía más intenso a cada vaivén, y la dulce lengua de Beto, con sabor al plátano de su almuerzo, sólo hacía que el gozo creciese cada vez más.
-Beto… Betito… - gemí, casi sin voz, y él entendió, y apoyándose en la pared con los hombros, me agarró fuerte y me embistió con rapidez, ¡tuve que morderle para no gritar! Beto me apretó contra él al sentir mi boca succionando de su cuello, el placer subió desde mis paredes vaginales y estalló en mi vientre, haciéndome contraerme desde las nalgas, apresando la tita de mi compañero en mi cuerpo, mis piernas se acalambraron y me pareció que mi columna se derretía mientras el placer me hacía sentir recorrida por la electricidad maravillosa del orgasmo; Beto acarició suavemente mi nuca y un "mmmmmmmmmmmmmmmmmmh…" que me salió del alma me fui imposible retenerlo… A él se le escapó la risa floja mientras yo me relajaba, disfrutando de la dulce sensación de bienestar…
Beto me daba besitos suaves en la cara mientras se movía muy lentamente dentro de mí, él no había terminado… y se me ocurrió entonces que, en el tiempo que llevábamos juntos, le había besado la tita en varias ocasiones… pero nunca hasta el final. Quizá fuese por darle en los morros a la tía de la charla, pero el caso es que sentía un antojo tremendo de sentirle estallar en mi boca.
-Betito, corazón… - susurré. - ¿Quieres que haga algo muy bonito para ti…?
Mi compañero sonrió con timidez, y asintió, mudo. Le besé fugazmente y me arrodillé, su tita estaba empapada y ardía, era tan gruesa que sólo a duras penas me cabía en la boca, no es que sea monstruoso, pero es algo grandecito y mi boca es pequeña, eso da impresión de que sea mayor todavía de lo que es… Empecé a chupar el glande, succionándolo dentro de mi boca, forzando la mandíbula para que entrase lo más posible, apenas entraba hasta la mitad del tronco, pero para Beto, que gemía como si se fuese a echar a llorar de un momento a otro, era más que suficiente.
-Aaay… ay, Dulce… m-me gusta mucho… me gusta mucho cuando me haces eso… con la boca… mi Dulcita, cuánto te quiero… - Beto estaba a punto, no le quedaba mucho, e inicié el movimiento arriba y abajo, sintiendo cómo sus piernas daban temblores y no sabía qué hacer con las manos que le tiritaban. Su tita supuraba dentro de mi boca y mis labios húmedos dejaban marcas brillantes en ella, por la manteca de vainilla que usaba. Mi mano derecha le acariciaba, apretándole, y la izquierda la metí dentro de sus ropas y jugué con sus bolitas peludas. Mi Betito parecía a punto de morirse de placer, se agarró los brazos y cerró los ojos, sonriendo de gusto, y entonces me avisó - …no puedo más… para… ahora… - pero yo no me detuve. Beto no supo si excitarse u horrorizarse, pero ya era tarde, retiré las manos y lo agarré de las nalgas, metiéndola todo lo más adentro que pude, sin dejar de mover la cabeza – no, no… que no aguanto, que no… no… puedo…. – Todo su cuerpo dio un temblor y reprimió los gemidos, encogiéndose sobre sí mismo, mientras se derramaba poderosamente en mi boca, un espeso chorretón bajó directamente a mi garganta, tragué intentando evitar basquear, estaba más al fondo de lo que había previsto, pero lo logré, tragué sin pensar, apartándome ligeramente para tener aire y tragué una segunda vez… estaba muy caliente, y casi dulce, Beto comía mucha fruta…
Mi novio temblaba todavía mientras yo succionaba y lamía su glande, limpiándolo. Se tapaba la boca con las dos manos, y me miraba con risueña timidez, como si le hubieran contado un chiste verde.
-¡Hala… hala… hala…! – musitó por fin, mientras yo misma le guardaba la tita en el pantalón y le cerraba las ropas.
-¿Te ha gustado…? – pregunté, incorporándome, pero Beto no fue capaz de hablar más, sólo me besó y me apretó contra él, con su adorable sonrisa de tontorrón. En medio de su abrazo, le oí sollozar "uhú-uhú-uhum…", como a veces se le escapa cuando se siente muy feliz o enternecido por algo… generalmente, porque acabamos de hacer el amor. Le abracé y le acaricié la nuca… aprovecharse él de mí… es cierto que su bondad me resultó tan morbosa que no pude evitar caer en sus brazos, pero si eso era aprovecharse de mí, lo aceptaba encantadísima.
-Eeeeh… bueno… a petición del Inspector Carvallo, he decidido remodelar el curso. Dado que se trata de un seminario de igualdad, tal vez sea mejor que no participen sólo las mujeres, sino que también los hombres tengan cabida en él. – Maravilla parecía estarse preguntando algo como "¿…cómo hemos llegado a ésta situación?", pero el caso es que en la planta de trabajo ahora le prestábamos atención todos, hombres y mujeres (habíamos tenido que salir de la sala de juntas y dar el seminario en los puestos, porque allí no habríamos cabido ya).
-A mí me gustaría saber si es lícito que yo tenga que tragarme todas las comedias románticas que ponen en la tele, pero cuando se trata de ver el fútbol, mi mujer me mande a verlo al bar, y encima se queje de me paso las tardes en él… - preguntó Serrano levantando la mano, y Maravilla parecía cada vez más sorprendida.
Carvallo había tenido una gran idea haciendo el curso mixto, y yo prefería no saber cómo habría convencido a la monitora… sobre todo después de que, nada más vernos, ya arriba, en nuestra mesa, hablando como si nada, nos hubiera dedicado su sonrisa zorruna y se hubiera acercado a nosotros susurrando "¿os habéis divertido, sinvergonzones….?". Yo le pregunté qué quería decir poniendo mi cara más inocente, pero el Zorro se había limitado a sonreírnos más y a decirle a Beto que apoyase la mano en el otro lado del cuello, que el mordisco se veía mucho… A ver, si es que a éste tipo le llaman Zorro, y es por algo, ¡es por algo…!