Chapero sin saberlo

Castigado, follado y humillado por un maduro pollón.

Era un viernes por la noche, cerca de las nueve, y andaba yo por casa desnudo y muy caliente y con ganas de una buena polla, y como en ese preciso momento solo disponía de la mía, decidí ponerme un tanga, unos pantalones y una camiseta y salir en busca de una. Tengo 34 años, un metro ochenta y un culo muy tragón, así que en principio no me costaría mucho encontrar lo que buscaba. Me acerqué al Gayxample, el barrio gay por excelencia de Barcelona, a ver qué había de lo mío. Me metí en uno de los muchos bares que solía ir a los veintitantos y que ahora hacía unos cuantos años ya que no visitaba. Antes siempre acababa en alguna cama con uno o varios clientes de ese local,  y esta vez deseaba exactamente lo mismo. Me senté en la barra y me pedí una copa, di un vistazo a mí alrededor y lo que vi no estaba nada mal. Había hombres de diferentes edades, todos más grandes que yo, cosa que me ponía cantidad, ya que tengo una especial predilección por los maduros. Y en diez minutos y para suerte mía, se me acercó uno, de unos cincuenta largos, calvo, con barba, de complexión fuerte y con pinta de ejecutivo, es decir, con traje y corbata. “Hola, guapo. ¿Estás solo?”, me preguntó. “Estaba esperando a que viniese alguien como tú”, le dije girándome completamente hacia él. Me sonrió, se sentó a mi lado y empezamos a charlar un rato. Bien, tal vez es más acertado decir que me empezó a interrogar. Me imagino que estás aquí solo porqué tienes ganas de polla, ¿verdad? Pues bien, dime que te gusta. ¿Te gusta que te la metan duro? ¿Qué te follen la boca? ¿Qué te azotan y cojan del pelo mientras te penetran? ¿Qué te meen tu cara de niñato? Yo estaba bastante atónito ante lo que estaba pasando, pero el bulto de mi pantalón indicaba que también estaba muy caliente. Si quieres todo esto levántate y sígueme hasta el hotel más cercano, me dijo tocándome el rabo por encima del pantalón. Se levantó de la silla y salí derechito detrás de él. Eso sí, antes pagué mi copa.

Íbamos por la calle caminando muy aprisa, sin mediar palabra, hasta que paramos delante de un hotel, a dos o tres calles del bar donde nos conocimos. Entramos, pidió una habitación para dos, pagó con su tarjeta y nos dieron las llaves. Todo muy deprisa. La habitación estaba en la segunda planta y cogimos el ascensor, una vez dentro y mientras ascendíamos me cogió del pelo y acercó mi cara a su paquete. Le mordía su polla erecta a través del pantalón y él emitía unos leves jadeos. Llegamos a la segunda planta, aun con mi cabeza cogida por los pelos, me puso cara a cara con él, me ordenó que abriera la boca y me escupió dentro. Quiero ver como te lo tragas, y así lo hice. El muy cabrón sabía como poner cachondo a un cerdo como yo.

Entramos a la habitación, grande, espaciosa, con una cama de matrimonio enorme con dos mesillas de noche a cada lado y un baño al fondo. Ve al baño a limpiarte un poco y sal desnudo, yo te espero aquí. Que me den órdenes me pone muchísimo, como más me ordenen más saco mi lado pasivo sumiso, que dicho sea de paso, ya está siempre bastante a flote. Así pues, entré al baño, me limpie el culo para que me follara sin ningún susto y salí desnudo tal y como me ordenó. Y allí estaba él, sentado al borde de la cama, con la polla medio morcillona que ya en ese estado le debía medir unos 18 centímetros. Ponte a cuatro patas y acércate, cerdo. Y así me puse, gateé hacia el en cuatro y cuando estaba delante acerqué mi cara a su polla y me empezó a golpear con esta. Me daba pollazos a los dos cachetes y me preguntaba si me gustaba, a lo que respondía que por supuesto, que me encantaba. Hasta que llegó el momento en que me dijo basta, ahora chúpamela, puto cerdo. Me la metí en la boca y me tragué algunas gotitas de precum que había soltado mientras me golpeaba. La tenía totalmente erecta y le debía medir fácilmente unos 23 centímetros, de un grosor notable y con poco pelo, era bastante impresionante. Intentaba que me cupiera toda entera en la boca pero a decir verdad era bastante complicado, hasta que me cogió por la nuca y me obligo a hacerlo. Casi me da una arcada y empecé a soltar saliva, él tiró para atrás mi cabeza y le dejé el miembro chorreando, al igual que mi pecho. Prepárate, que repetimos. Volvió a encastarme contra su polla y me volvió a sacar de la misma forma, lo hizo varias veces y en alguna de esas me abofeteaba la cara y me escupía. Yo estaba totalmente erecto y entregado a ese hombre, y cuando me vio la erección me la piso con su pie en el suelo y me obligó a moverme, como si me estuviera follando el pie o el suelo. Así me gusta, perro. Que te humilles para mí. Para él quizá era humillarme pero para mi era un placer inmenso. Con su pie libre me daba patadas en el culo o me lo ponía en la boca para que lo lamiera. Estuvimos así un cuarto de hora hasta que me ordenó subir a la cama, en el borde y a cuatro patas.

Él se colocó detrás, de pie, me escupió en el ojete, me metió un dedo y empezó un mete saca brutal, yo gemía y gemía de placer, me movía facilitando la penetración, y cuando se dio cuenta de que entraba con mucha facilidad me metió un segundo dedo. Y yo, claro, todavía gemía más y más. Bien, veo que ya vienes muy dilatado de casa, menudo puto estás hecho. Ahora te voy a meter mi pedazo de carne y vas ver las estrellas. Me cogió de las caderas y me la metió de un solo golpe, al principió me dolió, pero al cabo de un minuto mi culo ya se había amoldado perfectamente a su pene. Empezó una follada brutal, se movía a un ritmo espectacular, estaba claro que este macho alfa se mantenía en forma. Me agarraba tan fuerte de las caderas que se podría decir que más bien me arañaba. Y cuando no me arañaba, me cogía del pelo, obligándome a tirar la cabeza hacia atrás mientras con la otra mano me azotaba fuerte. Me estaba pegando un meneo increíble, estaba haciendo conmigo lo que quería y yo estaba a punto de correrme, pero se ve que antes tenía que correrse él. Me la sacó de golpe y me dijo, ponte de rodillas en el suelo que te voy a llenar la cara de leche. Bajé inmediatamente y me arrodillé ante él, abrí la boca, saqué la lengua para no desperdiciar nada y empezó a jadear cada vez más alto hasta que empezó a soltar trallazos que se esparcieron por toda mi cara. Algunos fueron a parar directamente a mi boca, el resto a mis mejillas, nariz y frente. Cuando ya no le quedaba nada por soltar, se la chupé para limpiarle los restos y me ordenó que tragara todo lo que me había disparado en la cara. Me la limpié toda y me tragué toda su leche tal y como me ordenó, pero la cosa no acabo ahí. Abre la boca, que te voy a dar de beber. Abrí la boca y me meó de arriba abajo, me meaba en la boca y en el pecho, dejando un charco de pis bajo mis rodillas. Cuando terminó, me ordenó que lamiera el suelo y lo dejara bien limpio.

Mientras estaba como un perro lamiendo su pis del suelo él empezó a vestirse, una vez terminó me dijo que me subiera en la cama, sacó su cartera y me tiró dos billetes de cincuenta en la cara. Si tienes suerte y te vuelvo a encontrar por ahí te voy a volver a follar. La habitación es tuya hasta mañana a las doce del mediodía, si quieres subirte otro cliente esta noche le podrás cobrar un poco más. Hasta otra y buenas noches. Me había confundido por un chapero, y yo contento, bien follado y con cien euros en el bolsillo. Y una noche de hotel pagada.