Chantaje y lujuria.
Nicolás posee unas fotos comprometidas de Clara, y no duda en beneficiarse de ellas,ignorando el hecho de que ambos comparten un lazo familiar.
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Nicolás bloqueó el móvil y lo volvió a meter en su bolsillo. Su padre seguia hablando sobre algo relacionado con la política, mientras cenaban. Nicolás se zampó lo que le quedaba de comida en el plato y sintió un zumbido en el bolsillo. Disimuladamente, lo sacó y vio que era un mensaje. Lo leyó y sonrió.
Se levantó, sorprendiendo a su madre y a su hermana menor, pues eran las que menos tardaban en comer. Recogió su plato y lo llevó a la cocina.
-Mamá, voy a coger una cosa del trastero-dijo Nicolás, a modo de explicación. Su madre suspiró y le dejó ir.
-Ten cuidado con los monstruos-se burló su hermana, de unos trece años. Nicolás le sacó la lengua y se marchó de casa. Bajó las escaleras con precipitación, sintiendo la boca seca y el corazón latiendo con fuerza. Se detuvo ante la puerta situada a su izquierda, en la primera planta. Estuvo tentado de esperar allí pero decidió que sería mejor abajo. Riendo para sus adentros, siguió bajando. Llegó al hall y abrió una puertecilla vieja, de madera. Emitió un chirrido cuando la abrió pero no le importó. Encendió las luces y se deslizo hacia el fondo. La cochera era amplia, tanto que una parte de ella la habían diseñado como cuartos, usados por los vecinos como trasteros. En la derecha, en el fondo, se situaba una chimenea, una tele y dos sofares viejos. Enfrente de la chimenea, se abría un espacio que era usado como cocina, y para ello contaba con una mesa, lavaplatos, frigorífico y una vitrocerámica.
Nicolás acarició la superficie de madera de la mesa, sintiendo un cosquilleo en sus dedos. Recordó lo que había sucedido allí la última vez. Escuchó un leve portazo y el sonido de unos pies bajando por las escaleras y sonrió, satisfecho. La puertecilla se abrió y ella entró. Vestía un pijama rojo, con dibujos de fresas aquí y alla. Sobre éste, una bata rosa, atada a su cintura. Ella se aproximó a Nicolás, con paso firme y seria. El joven sonrió y alzó una mano, colándose por dentro de la bata para tocar su seno derecho.
-Noto que no llevas sujetador-comentó él, riendo por lo bajo. Las mejillas de la joven enrojecieron y ella golpeó su mano. Nicolás volvió a reír y acarició su cuello con dos dedos. -Resistirse es inútil-indicó él. Ella soltó un suspiro y sus ojos brillaron, a punto de romper a llorar.
-No llores, prima-la aconsejó él, acercando su rostro al de su prima para besar sus labios. Como siempre, ella no abrió sus labios, sino que la lengua del joven se estrelló contra una muralla dura pero carnosa y dulce. Él enredó una mano en su cabello rubio oscuro, que le llegaba hasta los hombros y por fin cedió. Su lengua se introdujo en su boca durante un instante. Él se alejó un paso de ella, y cogió su mano derecha, guiándola hasta su miembro endurecido, que formaba un bulto en su pantalón del pijama azul oscuro que llevaba.
-Por favor, primo, no...-pidió ella. Él soltó un suspiro de desesperación y le contestó en un tono autoritario que se callara.
-Si no hubieras hecho lo que no debías-añadió él, en un tono más cariñoso. Él siguió restregando la mano de ella por su miembro, fuera del pantalón. Clara, que era como se llamaba su prima, bajó su cabeza y sollozó.
-Imagina que soy uno de los muchos niñatos que te han follado en algún lugar de este pueblo-le dijo él, en tono burlón.
-No soy una puta-le espetó ella, enfadada.
-¿Quién ha dicho que cobraras por ello?-indicó él.-Chupa, prima-añadió él. Clara se arrodilló ante él de mala gana. Miró a sus ojos, intentando buscar compasión en la mirada de su primo pero sólo encontró la llama de la lujuria. Con resignación, bajó los pantalones y los calzoncillos a la vez, hasta los tobillos. La polla de Nicolás salió como un resorte, erguida y orgullosa. Clara no ocultó la mueca de asco que apareció en su rostro. Guardando una cierta distancia con aquel miembro viril, lo cogió con una mano y empezó a hacerle una paja. Nicolás soltó un suspiro de desesperación y agarró un buen puñado de cabello de su prima, provocando que ella gimiera de dolor.
-¿Acaso no sabes cómo hacer una puta felación? No me jodas, Clara-le gruñó él, soltándola. La joven se acercó a la polla, que daba pequeñas sacudidas, y la volvió a coger con una mano. Esta vez, dio pequeños besitos a la punta, cerrando los ojos. Nicolás también los cerró, deleitándose con la lengua de su prima, que se deslizó por el glande, trazando círculos. Más tarde, recorrió el tronco y aplicó aquí y allá besos fugaces. El roce de los labios de su prima en su glande enloquecía a Nicolás, quien se abandonaba al placer. Clara se introdujo la polla en su boca, y empezó a jugar con su lengua. La rodeaba y le proporcionaba pequeñas succiones.
-Eso es, prima, demuestra lo que sabes-susurró él, acariciando el cabello de su prima. Clara siguió aplicada en su tarea, usando una mano para realizarle una paja al tiempo que seguía lamiendo la punta en su boca. Nicolás sintió un escalofrió recorriendo su espalda y agarró la cabeza de su prima, marcando el ritmo. Ella agarró su culo con sus manos pequeñas y se limitó a engullir la polla del joven.
-Mmm,mmm,mmm-gemía ella. Nicolás abrió los ojos y se regodeó de la imagen de su prima. Su cabeza alejándose y aproximándose, chupando su polla, con los ojos cerrados, concentrada en su tarea y su cabello suelto, golpeando levemente sus hombros. Casi deseó descargar en su boca su leche, pero se contuvo.
-Basta-le dijo él, soltando su cabeza. Ella se limpió la boca con un pañuelo de su bata y le dirigió una mirada dolorida.
-Desnúdate de cintura para abajo-le ordenó. Ella obedeció, bajándose los pantalones y las braguitas azules que llevaba puestas.
-Si me vas a follar, usa un condón-le recordó ella, con un ademán de su mano. El rostro de Nicolás se contrajo, repudiando aquello.
-No te voy a follar, tranquila-le replicó él. Nicolás se agachó ante ella y observó su vagina rasurada, a la cual le estaba creciendo poco a poco su vello púbico oscuro.
-Esto fue tu perdición, prima-comentó él, alzando su mano izquierda y pasando dos dedos por su monte de Venus.-La primera vez era una pequeña jungla, escuchaste mi sugerencia-añadió él. Su prima no comentó nada. Los dedos de Nicolás bajaron por la vagina, hasta llegar a su raja. Tenía los labios un poco abultados. Los acarició y aproximó su nariz, oliendo su aroma a hembra. Su otra mano agarró una de las nalgas carnosas de su prima y la apretó. Pasó su lengua por la raja, mojándola levemente.
-Lástima que estés seca, prima-se quejó él, deslizando un dedo por su raja.
-Termina pronto-le apremió ella.
-¿Por qué? ¿Tienes algo que hacer aparte de zorrear?-le gruñó él, dando un mordisco a su muslo izquierdo. Ella soltó un gemido de dolor y se alejó dos pasos de él, casi tropezando con los pantalones y las braguitas al estar rodeando sus tobillos. Él se limitó a reír por lo bajo y se aproximó a ella.
-Con lo fácil que es obedecer,querida prima-le dijo él, aflojando el nudo de su bata. Ella no añadió nada y le dejó hacer. La bata cayó al suelo y él agarró los dos senos, por encima de la ropa. Hundió los pezones y sonrió.
-Desnúdate-le susurró él. Le encantaba dar órdenes. Sabía que Clara no soportaba ser sumisa. Ella se quitó la prenda y la dejó encima de la bata. Estaba tan preciosa. Nicolás suspiró. Su cabello algo revuelto, aquel brillo de furia en sus ojos, su media sonrisa, sus pechos pequeños, coronados por pezones rosados y pequeñas aureolas; su vientre plano fruto del ejercicio físico que realizaba casi todos los días; la vagina depilada, incitándolo a devorarla y por último, sus braguitas y pantalones aprisionando sus tobillos, a modo de cuerdas. Se aproximó a ella y volvió a besarla, casi con desesperación. Ella rodeó sus hombros con sus brazos y acogió su furiosa lengua. La polla de Nicolas dió un respingo y golpeó su vientre, muy cerca de su vagina. Ella lo notó y agarró su polla con una mano, volviendo a jugar con ella.
-Te deseo-susurró ella en su oído, y tras ello, lamió el lóbulo de la oreja. Él volvió a estremecerse y cerró los ojos, intentando creer sus palabras.
-Te deseo tanto, mi coño se humecede cuando te veo desnudo-comentó ella, mientras lo besaba y seguía pajeándolo. Él agarró uno de sus senos y lo apretó, sintiendo su dureza y calidez. Le encantaba disfrutar del tacto de sus senos.
-Están deseando que los lamas-susurró ella. Nicolás sintió el impulso de atrapar un pezón entre sus labios y morderlo con los dientes pero se controló. Intentó volver a adueñarse de la situación y le ordenó que se tumbara en un sofá. Ella hizo una mueca de fastidio, se deshizo de los pantalones y las braguitas y se aproximó a uno, tumbándose boca arriba. El corazón de Nicolás se aceleró aún más al verla en aquella postura. Un pie se apoyaba en el respaldo del sofá mientras que el otro descansaba sobre el suelo, exponiendo su vagina con facilidad. Las dos manos de ella se aferraban a sus senos, y entreabría los labios, soltando gemiditos fingidos. Él se aproximó a ella y siguió meneándose la polla, intentando retrasar el orgasmo.
-Tócate abajo-la apremió él. Clara deslizó una mano lentamente hacia su vagina, y se pasó dos dedos por encima de la raja, arriba y abajo. Cerró los ojos y gimió un poco más alto. Nicolás soltó un largo suspiro de placer mientras su polla se convulsionaba y soltaba tres chorros que impactaron contra el cuerpo de Clara: uno, contra su cara, otro en sus senos y otro, casi sin fuerza apenas, contra su vientre.
-Me has puesto sucia-le reprochó ella, corriendo a limpiarse el semen cuando él se alejó de ella, Se frotaba la piel como si hubiera estado expuesta a algún producto químico peligroso. Él se encogió de hombros y le contestó que eso no era asunto suyo.
-Para la próxima, traéte un condón-le indicó él. Clara puso mala cara.
-Que tengas novio no es excusa para mi, prima-le contestó él, sonriendo.-Si tu coño aguanta una polla, puede aguantar dos. Incluso tres-añadió él, soltando una carcajada.
Al día siguiente, Clara no estaba de humor. Salió de su casa lo más temprano posible, tras comer un par de tostadas y discutir con su madre sobre algo tan trivial como que no quedaba café. No era su día, y ella lo sabía. Todo por culpa del idiota de su primo. Le pegó una patada a una papelera pequeña que había en una acera, en un gesto inútil de sofocar su ira. Detestaba el placer que inundaba la cara de su primo cuando la obligaba a hacer aquellas cosas tan repugnantes. Cuando había vuelto a su casa, se había bañado con saña, restregando con la esponja las zonas sucias. Se sintió asqueada hasta que el sueño la inundó pero ni en ellos encontró paz porque soñó con que su primo la vejaba de mil formas distintas. Se levantó respirando con fuerza a altas horas de la madrugada, con el corazón latiéndole a mil por hora. Todo a causa de que había tenido un orgasmo. Se había quitado las braguitas y las arrojó a un rincón del cuarto. Frustada, porque la cara del hombre que la había follado en un callejón oscuro era la de su primo.
-Hola, Clara-la saludó un joven que se encontraba apoyado en la puerta del instituto. Era más alto que Clara y fibroso. Siempre llevaba un boli en la mano izquierda y ahora se encontraba fumando tranquilamente, mientras la observaba.
-Hola, Ricardo-musitó ella, subiendo las escaleras dispuesta a entrar al instituto. Las miradas de ambos se cruzaron y ambos asintieron con la cabeza.
Fue a tercera hora, durante el recreo, cuando se encontraron. Clara subió a la segunda planta, donde se encontraban los servicios de los chicos, y se aproximó a la puerta, titubeando. Con algo de tímidez, tocó con los nudillos la puerta y aguardó. Miró nerviosa hacia un lado y otro, temiendo la llegada de algún profesor. La puerta se abrió y una mano la ayudó a entrar.
-Pasa, guapa-susurró Ricardo. Clara y él se abrazaron y compartieron un largo beso. A Clara le encantaba el olor a tabaco del aliento del chico.
-¿No hay nadie?-preguntó Clara. El joven negó con la cabeza y le quitó la mochila, dejándola oculta en un rincón.
-Estamos solos-respondió él, cogiéndola en brazos y alzándola en el aire. Clara soltó una risa limpia y volvió a besarlo.
-Me gusta que seas tan fuerte-le confesó ella. Ricardo sonrió y la llevó hasta el servicio más apartado. Ella abrió la puerta azul y se volvió a posar en el suelo. Ambos entraron, a duras penas, pues enseguida volvieron a besarse, esta vez más apasionadamente. Ricardo era el capitán del equipo de baloncesto, un chico con una fama que le precedía. Era rubio, de ojos claros y tenía una cicatriz bajo el ojo izquierdo. Y era un buen amante. Clara mordió uno de sus labios, mientras el chico tanteaba bajo el jersey de Clara el broche de su sujetador. Aquellos encuentros furtivos habían comenzado hacía dos meses, cuando él la invitó a que subiera. Llevaban saliendo siete meses, siempre en secreto. Ni los amigos sabían que estaban juntos. Exceptuando a Nicolás.
-¿Ya estás así y sólo me has quitado el sujetador?-preguntó ella, pícara, metiendo una mano bajo el pantalón del joven. Ricardo sonrió y lamió el cuello de ella. Clara soltó un gemido y entrecerró los ojos, disfrutando de la caricia. Le encantaba eso. Ricardo arrojó el sujetador de ella afuera, a un rincón limpio. Al sujetador, siguieron los pantalones de Ricardo, deportivos y anchos. Y el jersey de Clara, dejándola con una camiseta de interior blanca en la cual se apreciaba sus senos y se clavaban sus pezones.
-Te deseo tanto-susurró ella, metiendo una mano bajo los calzoncillos y aferrando su miembro palpitante y cálido. Ricardo la tenía más grande que Nicolás, de ello no le cabía dudas a Clara. La joven mordió suavemente el cuello del joven y éste tanteó sus pechos por encima de la camiseta. Clara le quitó la sudadera y la camisa de interior, dejándolo desnudo de cintura para arriba. Acarició con la mano libre uno de los pectorales marcados de Ricardo y besó el otro. Él siguió magreando sus senos y ella se desprendió de la camiseta. El joven se arrodilló ante ella y le bajó los pantalones, dejándola con un tanga rosa. Pasó un dedo por encima de la raja de Clara y se hundió levemente. Ella soltó un gemido y acarició el pelo corto de Ricardo.
-Me encantas, Ricardo-suspiró ella. El joven alzó sus ojos y le dirigió una mirada pícara.
-A mí me gusta esto-repuso él y le bajó el tanga. Clara se mordió levemente el labio inferior mientras sentía los besos de Ricardo en la cara interna de sus muslos.
-Más arriba, más-suplicaba Clara, mientras las manos del joven acariciaban sus nalgas y sus labios se deslizaban por sus muslos. Su coño estaba húmedo y ansiaba ser besado, acariciado, penetrado. Clara soltó un ligero suspiro cuando el joven soltó su aliento cálido sobre su raja.
-Mmm-gimió ella. Ricardo sacó su lengua y la aproximó a su raja. Apenas un toque, una caricia que estremeció a Clara. La lengua del chico empezó a subir y bajar, deslizándose por la raja, haciéndola disfrutar.
Ohh, sí-suspiró ella, cerrando los ojos y abandonándose. Agarró uno de sus senos con una mano y empezó a juguetear con el pezón. El chico lamía su raja, hundiendo ligeramente la lengua en su entrada. Con dos dedos, separó los labios y siguió con su labor. Clara soltó otro gemido. Ricardo despertaba tantas sensaciones en ella. El joven, usando la mano libre, encontró su clítoris, y lo estimuló con el dedo índice.
-Ricardo, eres el mejor, mmm-susurró Clara, sintiendo que su vagina parecía un horno. Clara hundió el pezón y lo pellizcó ligeramente. Ricardo continuó devorando su vagina y esta vez la penetró con su lengua. Aquello hizo gemir con más fuerza a Clara. La yema del dedo acariciaba su clítoris, provocando que Clara disfrutara de un enorme placer.
-Me voy a correr, Richi-susurró ella, sonriendo. Lo sentía. Sentía las palpitaciones. Si el chico continuaba así, ella estallaría. Se agarró con más fuerza el seno y con la otra mano, hundió la cabeza del chico en su vagina. Éste la penetraba ahora con un dedo, mientras usaba la lengua para estimular el clítoris.
-¡Ohh, síi, síi, me corro, me corrooo, mmmm!-gimió con más fuerza Clara, sintiendo que su vagina se contraía con fuerza. El chico lamió sus jugos, mientras Clara se sentía aliviada y más ligera.
-De espaldas a la pared-le susurró él, cuando terminó de lamer sus jugos. Ella asintió y apoyó las manos en el retrete, mostrando sus nalgas y la entrada de su vagina palpitante. El joven se bajó los pantalones y los calzoncillos y pasó una mano por sus caderas. Clara movió su cintura, incitándole a que la follara.
-Mi coñito quiere juego, Richi-ronroneó ella. El chico apoyó una mano en la cabeza de Clara, impidiendo que ésta se volviera para observarlo y acercó su miembro cálido a la entrada de Clara. Pasó su polla por la raja, notando como los labios se abrían para acogerlo en el interior.
-Oooh, Richi, eres muy malo-protestó ella, en un tono bajo. El joven empezó a hundir su miembro y cogió la cintura de la joven.
-Mmmm-gimió Clara, mientras sentía la penetración. La polla de Ricardo era tan cálida, tan dura y le provocaba tanto placer. El chico la fue penetrando lentamente, iniciando un ligero mete saca, como si ensayara. Aquello provocaba que Clara soltara leves gemidos. La chica sentía una gran calidez entre sus muslos, sentía que su corazón latía con fuerza y quería más y más. Su volcán amenazaba con estallar.
-Más, Richi, fóllame más, por favor-pidió ella. El chico no se hizo de rogar e inició un mete saca con mayor rapidez. Su polla entraba y salía de la vagina de Clara, taladrándola.
-¡Ohh, síi! ¡Máas, más, máas!-gemía Clara. Clara sentía que la cintura de Ricardo golpeaba sus caderas y su polla desterraba de su mente el recuerdo de Nicolás.
-¿Quieres más, zorrilla?-la insultó él. Aquello le encantaba a Clara.
-¡Oh, síi, quiero más, más, máas. Fóllame duro!-le pidió ella, soltando grandes gemidos. La polla de Ricardo trazó círculos en su interior y el joven azotó con la mano libre sus nalgas.
-Mmmm, me encanta-comentó ella. El joven la penetraba con fuerza, hundiendo su polla en ella hasta que la chica gimió con más fuerza.
-¡Aaah! ¡Me vengo!- gemía ella. Ricardo sentía que su orgasmo estaba cerca pero siguió penetrándola. Sabía que Clara tomaba la píldora. No habría problemas.
-¡Toma mi leche!-exclamó Ricardo, sintiendo que su polla palpitaba dentro de ella.
-¡Oooh! ¡Síi! ¡Dámela toda, síii!-pidió ella, mientras se corría. Los jugos de ambos se mezclaron en un caos frenético. El joven retrocedió unos pasos, apoyándose en la puerta del servicio y respirando con fuerza. Su polla perdía volumen y se encogia. Clara se irguió y se volvió hacia Ricardo. Ambos sonrieron y compartieron un beso, esta vez más tierno.
-Me encanta-comentó ella, apoyando su cabeza en el pecho de él. Ricardo no respondió y acarició el pelo de Clara. La mirada del joven se volvió hacia la cisterna, situada encima del váter, donde brillaba un puntito rojo, camuflado. El puntito tintineó y se apagó y él asintió, satisfecho.
-Ha sido increíble-dijo él.
Clara corría con prisa, en dirección a su casa. El pecho le iba a estallar y esquivó a duras penas a dos niños pequeños pero siguió corriendo.
-No puede ser-se decía, mientras se aproximaba más al bloque de pisos donde vivía. Torció por una calle y siguió corriendo. Todo había ido tan genial...
Finalmente, llegó al portal del piso y allí se encontró a Nicolás, que se disponía a abrir la puerta. Jadeante, entró en el portal y aferró la mochila del joven, arrojándolo contra una pared.
-¡Has sido tú!-exclamó ella, sofocada. Nicolás parecía confundido e intentó zafarse de su prima pero ella se lo impidió. Le colocó una rodilla sobre sus testículos.
-Responde-exigió ella. Nicolás bajó una mano y tocó su culo.
-Parece que no llevas nada debajo-comentó él, en un tono bajo. Ella se liberó de la mano y apretó el brazo que oprimía el cuello de Nicolás. Éste puso mala cara y empezó a ponerse rojo.
-Cerdo asqueroso y repugnante, ¡déjame en paz!-le espetó ella, retrocediendo dos pasos. Nicolás inspiró con fuerza, tras toser un par de veces. Su mirada brillaba con un centello de furia y su boca se contrajo en un rictus de ira. Clara se estremeció ligeramente.
-El tanga que te he robado es poco para lo que podría haberte hecho-comentó él. Clara no se amedrentó sino que se encaró con él.
-Si Ricardo se entera de esto, te pegará una paliza-le amenazó. Nicolás empezó a reír.
-Qué inocente eres, prima-dijo él, mientras cruzaba la puerta y seguía riendo. Clara se quedó allí, parada, sorprendida por la reacción de Nicolás. Todos sabían que Ricardo era fuerte y cuando se enfadaba, terrible. Nicolás debería haberse sentido aterrado. No sería la primera vez que su primo sufriera algún susto por parte de Ricardo. Incluso las chicas le hacían bromas pesadas.
Ya en la tarde, Clara bajó las escaleras hasta la casa de su tía. Le abrió Nicolás, con una sonrisa de oreja a oreja.
-No esperaba tu visita, prima-comentó él, colocando una mano sobre su vagina disimuladamente cuando pasó junto a él.
-¿Estás solo?-preguntó ella, volviéndose hacia él cuando éste cerró la puerta. Nicolás pasó junto a ella rápidamente.
-Ahora mismo no, estoy acompañado por ti-susurró, en un tono divertido. Clara pusó los ojos en blanco y lo siguió.
-Quiero hablar contigo-dijo ella, mientras se dirigían al cuarto de Nicolás.
-Lo suponía-respondió él, abriendo la puerta de su cuarto. Estaba desordenado, con un montón de trastos arrojados aquí y allá. La cama estaba deshecha, las cortinas apenas dejaban entrar la luz del día y la televisión encendida. Pero Nicolás no estaba sólo.
-Vuelvo en otro momento-dijo ella, volviéndose.
-Entra, Clara-replicó Nicolás, con un tono suave mientras se sentaba en un silla. Era un chico quien acompañaba a Nicolás. Fred. Un chico tan repelente como su primo pero mucho más feo. Era pelirrojo, estaba algo gordo, sus mejillas eran redondeadas y a menudo se sonrojaba, enrojeciendo la blanca piel que le caracterizaba, disimulando las numerosas pecas y espinillas que cubrían sus mejillas y nariz. Sus ojos eran pequeños y juntos, y tenían un destello malévolo. Clara obedeció a su primo, de mala gana, y permaneció de pie en la puerta, cruzada de brazos. Fred la observaba de soslayo, mientras jugaba con Nicolás a un partido de fútbol en algún juego de Play.
-Cierra la puerta, prima, y saluda a Fred, que ha venido a verte-dijo Nicolás, sin volverse.
-Hola, Fred-susurró Clara, sintiendo que el estómago se le encogía y preocupada por la intención que Fred pudiera tener.
-Ho...hola, Clara-respondió él, haciendo una torpe reverencia inclinando su cuerpo.
-¿Qué querías, Clara?-preguntó Nicolás.
-¿Tienes café?-preguntó ella, forzando una sonrisa.
-No, no has venido a eso-respondió Nicolás, pausando el juego y volviéndo hacia ella-has venido a preguntar...
-...Si habías aprobado el examen-interrumpió Clara.
-No, querías preguntar por qué te había robado el tanga-dijo Nicolás, con una media sonrisa en su rostro. En comparación con Fred, Nicolás era más delgado, era un canijo. Tenía el pelo demasiado largo y le ocultaba las orejas, que eran un poco grandes. Su pelo tenía un brillo extraño, como si extendiera una capa de grasa por su pelo. Los ojos eran más grandes que los de Fred pero sus cejas eran más gruesas y erizadas . Y además, ambos eran más pequeños que Clara, pese a poseer la misma edad. Dieciséis años.
-¿Qué estás diciendo?-preguntó Clara, preocupada y algo nerviosa.
-No finjas, Clara, sabes que me puedo enfadar-le recordó Nicolás. Fred ya no se cortaba y observaba su cuerpo con cierta expectación.
-Primo, ¿qué pretendes?-inquirió ella, temblándole la voz.
-Fred ha venido para disfrutar de tu compañía, al igual que yo-explicó Nicolás, con cierta lentitud, como si a Clara le costara entender lo que decía
-No es posible-respondió Clara, sobrecogida.-¡Me prometiste que no habría terceros!
-Así que es verdad-añadió Fred, abriendo mucho la boca.
-Pues claro, idiota, yo siempre digo la verdad-le espetó Nicolás, dándole un codazo-es cierto que te prometí eso, Clara-dijo él, cruzándose de brazos-pero también es cierto que no esperaba por tu parte ningún ataque de ira y mucho menos que me golpearas, o lo intentarás, al menos-se apresuró a añadir, dirigiendo una sonrisa forzada a su amigo.
-Me robaste el tanga mientras estaba con Ricardo-le respondió ella, alzando un poco la voz.
-¿Ricardo?-repitió Fred, horrorizado.
-Tranquilo, Ricardo no nos hará nada-explicó Nicolás.
-¿Cómo estás tan seguro? Oye, Nick, no quiero problemas-decía Fred, haciendo ademán de levantarse.
-Yo no soy el único que utiliza a Clara-dijo Nicolás.
-¿Cómo?-inquirió Clara.-¿Qué has dicho?
--Actúa para nosotros, Clara-la ignoró él, haciendo un gesto teatral. Fred aplaudió, como si fuera un espectáculo del circo.
-No voy a hacer nada delante de él-insistió Clara, negando con la cabeza. Nicolás se encogió de hombros y cogió el móvil.
-Pues entonces colgaré la foto en Internet-dijo él.
-¡Espera!-exclamó Clara, alzando las manos.-Lo haré-añadió, sintiéndose derrotada. Los aplausos de Fred fueron más sonoros.
-¿Qué quieres que haga, Fred? Eres el invitado-preguntó Nicolás.
-Quiero...Quiero...-se dijo Fred, tocándose la barbilla y cerrando los ojos.-¡Quiero que orine como un perro!-exclamó. Nicolás se sorprendió y se encogió de hombros. Se levantó y acompañó a Clara al cuarto de baño.
-¿Tengo que hacerlo?-preguntó Clara.
-El invitado así lo desea-respondió Nicolás. Clara se sintió hundida.
-Esta será la última vez-dijo Nicolás, en un susurro.
-¿Estás seguro de ello, primo?-preguntó Clara, sintiendo que la esperanza renacía en su corazón. Aquella respuesta ensombreció el rostro del joven.
-Me duele que no creas mi palabra-respondió él.
Andaron un trecho y llegaron al cuarto de baño. Nicolás abrió la puerta e invitó a ambos a pasar adentro.
-¿Dónde lo hago?-preguntó Clara.
-En la ducha-explicó Nicolás-y luego, limpíalo.- Nicolás cerró la puerta y se quedó afuera.
Clara odió más a su primo por dejarla sola con Fred. El chico se apresuró a abrir las portezuelas de la ducha y la invitó a entrar con otra forzada reverencia. Clara se acercó a ella e hizo un gesto de asco.
-Vamos, my lady-dijo él, en un tono fingido de cortesía. Clara no dirigió ninguna mirada al joven y se bajó los pantalones vaqueros que llevaba, que le cubrían la mitad de los muslos, junto a las braguitas azules. Fred se agachó y las cogió, husmeándolas, mientras Clara se introducía en la ducha, tras quitarse las zapatillas.
Clara se colocó a cuatro patas y alzó una de ellas, apoyándola en la portezuela, dejando expuesta su vagina. El chico se arrodilló y se acercó, soltando un suspiro.
-Lo...tienes...afeitado-comentó él. Clara no respondió y se concentró. Pensó en las cataratas del Niágara, en la lluvia, en el torrente rápido de algún río de montaña. Era difícil teniendo a menos de medio metro la cara enrojecida de Fred. El muchacho tenía clavada su vista en su entrepierna. La joven cerró los ojos y se intentó relajar. Al principio fue un chorro pequeño, que se extinguió enseguida pero al cabo de unos segundos la vagina de Clara expulsó un pequeño riachuelo de líquido dorado. El líquido chocaba contra la superficie de la ducha, salpicando a Clara. Finalmente, el flujo se detuvo y se redució a simples gotitas. Fred soltó un suspiro de placer y se puso en pie, observando como Clara cogía la alcachofa de la ducha y limpiaba aquello. La joven se irguió con rapidez y se volvió hacia Fred, sorprendiendo al joven y provocando que éste retrocediera unos pasos.
-¿Satisfecho?-preguntó ella, en un tono de fingida cortesía. La joven hizo ademán de recoger la ropa y la puerta se abrió.
-Vamos, prima, el espectáculo sólo ha comenzado-anunció Nicolás. Fred salió y se encaminó hacia el cuarto mientras Clara se colocaba las braguitas.
-Sólo las braguitas, Clara-indicó Nicolás. La joven intentó protestar pero su voz murió en su garganta. Le arrojó a Nicolás el pantalón y caminó hacia su cuarto. Tuvo que soportar una cachetada de su primo en sus nalgas.
Ya en el cuarto, Nicolás cerró la puerta tras de sí y sonrió a Clara.
-Bésame en la boca-ordenó Nicolás. Fred se había sentado en la cama y tamborileaba sus rodillas con sus dedos. Clara se acercó a regañadientes y le besó. No abrió sus labios y Nicolás no se lo pidió. Fue breve y enseguida ella retrocedió.
-Breve pero apasionado-comentó Nicolás.-Fred, pide algo.
-Que se quite la ropa y se haga un dedo-exclamó ilusionado el muchacho, volviendo a aplaudir.
-Vamos, vamos, Fred, no agobies a la muchacha-bromeó Nicolás-será mejor que se desnude sensualmente.
Los dos chicos se sentaron en la cama, mirándola. Clara cerró los ojos y limpió un espacio con los pies, apartando cosas del suelo. Empezó a mover la cintura mientras sus manos bajaban desde sus pechos hasta el borde de su sudadera morada. Se la quitó con rapidez y la arrojó al suelo. Clara se volvió y apoyó las manos en la pared, inclinando la espalda. Ya sólo le quedaba la camiseta de interior, el sujetador y las braguitas. Remarcando las nalgas, levantó el talón del pie y luego el otro, de tal forma que una de sus caderas destacaba sobre la otra. Clara prefería no observar a los dos jóvenes y seguir clavando su mirada en la pared blanca. Se irguió, y movió la cintura de izquierda a derecha, desprendiéndose de la camiseta. La arrojó hacia atrás, contra ellos, y se volvió. Nicolás había agarrado la prenda de ropa y ambos clavaban su mirada en el sujetador que imitaba la piel del tigre. Sorprendiendo a Clara, ninguno de los dos estaba pajeándose.
-Que nos presente sus respetos-murmuró Fred, con la voz entrecortada. Nicolás desvió la mirada del sujetador y observó durante un segundo a su amigo. Se volvió a Clara y asintió con la cabeza. Clara sabía que significaba esa expresión. Y lo que implicaba. Se acercó a los jóvenes y tragó saliva. Ambos parecían ansiosos. Clara bajó su mirada y observó los bultos que había en los pantalones de ambos. Se arrodilló y llevó una mano a cada uno, presionándolos. Ambos tenían una erección considerable. Nicolás sonrió y Fred suspiró.
-Primero al invitado-dijo Nicolás. Clara dirigió una mirada de odio a su primo y el joven agradeció aquel gesto a su amigo. La joven se volvió hacia Fred, sin observar su rostro. Su mirada se clavaba en el pantalón de aquel muchacho. Siguió palpando la polla del joven. Volvió a tragar saliva, al tiempo que su primo se situaba detrás suya y le desabrochaba el sujetador, cuyo broche se encontraba por delante. Clara bajó los pantalones al joven y observó el bulto de su polla, que erguía los calzones. Ya poseían éstos una mancha de humedad. Tenía los muslos gordos y un vello rojizo los cubría. Nicolás le desprendió del sujetador, facilitando la tarea Clara. Al instante, Fred se lanzó a tocar un seno.
-Quieto-dijo Nicolás, golpeando su mano levemente-eso después. Es mi turno.
Fred rezongó y se bajó los calzoncillos él mismo, impaciente. Clara contuvo una naúsea. El miembro del joven era más grueso que el de Nicolás y pequeño. Sus testículos eran enormes para su edad y poseía una gran mata de vello rojizo. Clara agarró el tronco con una mano, y cerró los ojos. Así era mejor. Quizás podría imaginarse que estaba con Ricardo. Sería difícil, pero podía intentarlo. Empezó a subir y bajar la mano, mientras Fred suspiraba y Nicolás le amasaba los senos. Aumentó la velocidad, admirando la dureza del miembro. Nicolás le pellizcó los pezones.
-Chupásela, está deseándolo-musitó Nicolás en su oído.-Y míralo, él quiere que lo mires.
Clara agachó el rostro y abrió los ojos. Ante ella, a escasa distancia, se encontraba aquella polla. La punta ya estaba llena de jugos y sus dedos siguieron subiendo y bajando. Inclinó más el rostro y sacó la lengua. Su primo le retorció los pezones y ella gimió de dolor.
-Míralo.-Clara alzó la mirada justo cuando su lengua lamía la punta. El rostro de Clara era incapaz de ocultar el asco que sentía pero aquello sólo proporcionaba más placer a Fred. En el mentón, le crecía una pelusilla y su rostro resultaba más feo con aquella expresión de placer.
-Clara, una de las chicas más guapas de la clase. Qué tanto nos ha criticado a ambos, y nos ha perjudicado. Nadie creería que acabaría chupándote la polla, ¿eh, Fred?-dijo Nicolás, trazando círculos alrededor de los pezones. La cabeza de Clara subía y bajaba, engulliendo lentamente la polla del joven. Fred no contestó ya que estaba concentrado observando aquello.
-No te vayas a correr, Fred-le aconsejó Nicolás. El chico se sintió ofendido.
-Tengo autocontrol-le espetó. Clara pasaba su lengua por el tronco del muchacho, mientras su mano seguía subiendo y bajando. Evitaba observar el rostro del joven pero tenía que hacerlo en ocasiones. Nicolás se cansó de tocar sus senos y se sentó junto a Fred.
-A los dos-dijo Nicolás, bajando sus pantalones y calzoncillos y liberando su polla. Clara agarró su polla con una mano y se lanzó a devorarla con la boca mientras seguía pajeando a Fred con la otra mano.
-Parece que le gustan las que ya ha probado antes-bromeó Nicolás. La joven succionó el miembro del joven, provocando una ola de placer en su primo.
-Quiero lamer su vagina-pidió Fred. Nicolás ordenó a Clara que se levantara y el joven se sentó en un extremo de la cama. Fue Fred quien bajó sus braguitas, dejándola desnuda. Clara se desprendió de ellas y se subió a la cama, colocándose a cuatro patas. Nicolás apartó un mechón de pelo de la frente de su prima mientras ésta volvía a lamer su polla. Fred agarró ambas nalgas de la joven y deslizó su lengua por ellas, en dirección a su entrada vaginal. Nicolás acarició la espalda de su prima y Fred llegó a su vagina. Nicolás lo sintió porque la espalda de su prima se estremeció ligeramente. Quizás ella también disfrutara aquello. Nicolás alzó el rostro de su prima y la volvió a besar. Ésta opuso resistencia, de nuevo. Fred seguía pasando su lengua por su vagina, de arriba hacia abajo. Nicolás alejó el rostro de su prima un poco, observándolo. Clara poseía una mirada firme y serena, aunque sus ojos estaban brillantes. Estaba a punto de llorar. Y entonces, gimió. Tenuemente, pero él lo escuchó. Clara volvió a bajar su cabeza y a lamer su polla. Nicolás apenas podía contener sus carcajadas. ¡Ella intentaba ocultar sus gemidos! Al parecer, Fred sabía lo que hacía. Nicolás se sintió un poco celoso porque Clara nunca había gemido con él, voluntariamente. Observó a su amigo. Ya sólo mantenía una mano aferrada a sus nalgas. Quizás estaría usando a la vez sus dedos y su lengua. Clara jugaba con su polla en la boca y éste volvió a alzar su rostro.
En esta ocasión, Clara se mordía un labio, aguantando los gemidos. Una lágrima caía por su mejilla. Nicolás se la quitó y apoyó sus labios en los de ella. Esta vez, ella devoró su boca. Con desesperación. Volvió a gemir dentro de su boca. Fred ya había empezado a penetrarla con un dedo y su lengua. La lengua de Clara danzaba con la de Nicolás, en una pelea titánica. Y sus gemidos continuaban. Frustado, Nicolás se separó de ella y su prima se arrojó a sus brazos, mordiendo su hombro para controlar los gemidos. Movía su cintura. Fred le azotó las nalgas y ella alzó su rostro, soltando un gemido. Ya no volvió a intentar controlarlos, sino que siguió gimiendo en el hombro de su primo, junto a su oído.
-¡Ooooh, síii! ¡Máaas! ¡Dame máas! ¡Oooh!-Fred siguió golpeando sus nalgas y lamiendo su vagina. Con un dedo, tocaba su clítoris.
-¡Mmmm, síii, sabes como hacerlo, mmmm, me gusta, mmm!-gemía ella. Nicolás se hartó y se levantó.
-¡Es mi turno!-exclamó, acercándose a Fred. El joven se apartó y Nicolás se colocó tras su prima. Agarró su miembro y lo llevó hasta sus labios vaginales, que estaban abiertos. Empezó a penetrarla, pegándole en el culo. Fred se limitó a tocarse, mirando como la penetraba. Pese a sus embistes, Clara no gemía. Siguió esforzándose, cambiando de ritmo. Más despacio, más rápido, más despacio. Incluso trazó círculos con su polla. Nada. Clara no soltaba ni un gemido. El joven azotó sus nalgas, hasta dejar sus dedos marcados. Agarró con una mano su cabello rubio y siguió penetrándola.
-Es mi turno-dijo Fred. Nicolás lo ignoró y siguió embistiendo.
-Me toca-insistió Fred, con un tono más firme. Nicolás detuvo sus movimientos y se bajó de la cama.
-Toda para ti-le contestó, sentándose en la silla. Fred le pidió que apoyara sus piernas en sus hombros, y Clara se tumbó boca arriba sobre la cama. Fred hundió su polla dentro de ella, poco a poco, hasta el fondo. Estaba húmedo y cálido y su interior acogía su miembro con facilidad. Clara se tocó los senos, soltando un gemido. Nicolás casi se golpea una rodilla con su mano derecha. ¡Cómo era posible que su prima no soltara ningún gemido con él! Fred se movía torpemente, como era algo propio de un virgen. Clara, pese a ello, parecía disfrutar y le daba instrucciones.
-Más rápido, un poco más despacio...mmm, sí, aasí oooh...ahora muévela dentro de mí...mmm, síii, tócame una teta...síii, me encanta.
Nicolás se levantó y se sentó junto a Clara, observando el espéctaculo. La polla de Fred entraba y salía del coño de su prima y ésta no paraba de gemir.
-¡Ahh! ¡Síii! ¡Máas rápido ahora! ¡Síi, síi, síii! Me corroo!-gemía su prima. Una ola de felicidad y placer inundó el rostro de su prima y sonrió ampliamente. Fred salió de su interior y lamió su vagina.
-Mmm-gimió ella.
-Pónte en el centro, de rodillas-le ordenó su primo, visiblemente enfadado. Clara se levantó y obedeció. Fred se apartó, de mala gana.
-¿Qué vas a hacer?-preguntó Fred.
-Es mi turno y también el tuyo. Pero ordeno yo. Y ordeno que nos corramos en su cara-exclamó Nicolás, en un tono autoritario.
-¿Y no sería mejor en su coño?-preguntó él.
-Idiota, no tenemos condones-le replicó Nicolás. Fred asintió y se aproximaron a la chica. Los dos chicos empezaron a tocarse, mientras Clara permanecía de rodillas, apoyadas sus manos en los muslos de ambos. En ocasiones, la chica lamía la polla de alguno, otorgando más tiempo a la de Fred. Nicolás fue el primero en correrse, estampando su semen en la frente de la joven. Fred tardó más tiempo pero fue ayudado por Clara, quien se tragaba su miembro glotonamente. Fred alejó la cabeza de Clara y apoyó una mano en su frente, mientras con la otra seguía pajeándose hasta que su semen salió, rugiente y numeroso. La joven abrió la boca, en un intento de tragárselo, pero el semen también impactó otras zonas.
Ya calmados ambos jóvenes, se subieron los pantalones mientras Clara se limpiaba el semen con las braguitas, por orden de Nicolás.
-Así notarás nuestros jugos-le dijo éste, en un tono sarcástico.
Nicolás despidió a Fred quien se marchó a regañadientes, quedándose a solas ambos primos. Clara ya se había abrochado el sujetador cuando se abalanzó contra su primo, empujándole y cogiendo el móvil. El chico lo intentó evitar, pero fue inútil. Clara lo cogió, esquivó a su primo y lo llevó al váter, donde lo arrojó.
-La próxima vez que me amenazes con alguna foto comprometida-le dijo ella, aferrando sus testículos-ten al menos la mínima inteligencia de guardar esa foto en otros lugares, estúpido. El rostro de Nicolás se ponía colorado y le costaba respirar. Clara se apartó y le propinó un puñetazo en el estómago, que dobló al chico y lo encogió en el suelo.
-¿Qué crees que he hecho?-preguntó él, con la voz entrecortada. El rostro de Clara palideció y le aferró del pelo.
-¿Dónde están las fotos?-le inquirió ella. Su primo hacía muecas de dolor e intentaba zafarse.
-Yo...yo no las tengo,¡suéltame!
-¿Quién las tiene?-preguntó Clara.
-¡Tu...tu novio, suéltame!-chilló Nicolás. Clara lo soltó, afectada. Se sentó en el suelo, junto a su primo, sintiendo que el suelo se hundía bajo sus pies.
-¿Ricardo?-dijo ella, temblando.