Chantaje, traición, y a pesar de todo, Amor 8

El castigo que Julia recibió acabó por vencerla del todo.. Ni siquiera una palabra de oposición o queja a las órdenes de su dueño.. Era ya completa y realmente una mujer esclava. Convencída además de ello.. Y hasta feliz.

Chantaje, traición, y a pesar de todo... Amor (8)

Oí como aquellos hombres se iban. Pronto sentiría el latigazo de la llamada de Javier en todo mi cuerpo. La espera a recibirlo se me hacía eterna; esa angustia era tanto o peor que la propia sacudida eléctrica que iba a recibir y con toda seguridad que Javier lo sabía y de ahí que me hiciera sufrir la espera.. Unos largos veinte minutos después lo sentí: Un calambrazo en mi vagina que se extendió a mis muslos y me hizo doblar el cuerpo llevando mi mano al pubis pretendiendo con ello evitar o paliar al menos aquel miedo e insufrible dolor que me paralizaba y estremecía todo el cuerpo hasta mis desnudos y fríos pies.

Corrí inmediatamente a su despacho sin esperar siquiera a reponerme de la dolorosa sacudida eléctrica que tanto temía, antes de que se le ocurriese enviarme otra. Toqué con mis nudillos respetuosamente a su puerta y, como siempre, unos diez segundos después, me autorizó a entrar..

– ! Pasa !- Me ordenó tajante. Y a paso ligero, descalza y de puntillas (obligada manera de andar ante él en señal de respeto y que tanto le gustaba) llegué frente a su mesa.

– Dime Javier- Mostrándome todo lo sumisa y dócil de que era capaz.

– Me han dicho esos tíos que te has portado muy bien y eso como siempre, me gusta-

– Si, Javier. Ya ves que te obedezco en lo que quieras-

– Si, pero no como yo quiero y lo sabes bien-

– Pero hago todo lo que me mandas...- Me interrumpió bruscamente.

– ¿Ves? Ya estás replicándome.. ¿Quien coño te ha permitido hablar..? Tú sólo puedes hablar cuando yo te lo permita. Obedeces bien si, pero siempre con réplicas, cuando no quejas o peros por no hablar de tus fallos conmigo que no me demuestran el respeto que quiero de ti, como por ejemplo ésta misma mañana con tu marido en que te demoraste en obedecerme al ordenarte que te desnudaras; y luego presentándote a mi con los zapatos y las medias.. ¿Quien carajo te crees que eres tú para ponerte nada que yo te haya ordenado quitar, ni hacerme esperar cuando te mando hacer algo puta de mierda..?-

– Nadie. No soy nadie ya lo sé. Perdona, no me esperaba encontrar aquí a mi marido. No volverá a pasar te lo prometo-

– Seguro que no linda. Seguro que no y pienso asegurarme de ello. No sólo vas a ser una esclava; vas a pensar como una esclava que es lo que te falta. Toma, reparte esas piedrecillas a partes iguales en tus zapatos y póntelos-

Puso sobre la mesa una cajita en la que había pequeños guijarros con los que iba a torturarme los pies.

Fui a por mis zapatos e hice lo que me ordenó. Con dificultad me los puse, sintiendo de inmediato el punzante dolor en las plantas de mis pies en cuanto el peso de mi cuerpo los hizo literalmente clavarse en ellos.

Volví frente a su mesa caminando con toda dificultad, como si estuviese borracha.. Tanto era el dolor. Era uno de sus castigos favoritos, como ya os conté que una vez me hizo en mi casa pero con huesos de aceituna.

Volvió a poner sobre la mesa otro de sus crueles juguetitos: Unas pinzas metálicas, dentadas y unidas por un cordón de cuyo centro partían otros dos del mismo grosor.

– Ponte eso también en las tetas-

Pincé mis pezones con aquellos crueles bocados que me atenazaban dolorosamente. Por suerte para mi, no eran demasiado fuertes y se podían soportar. Una vez colocadas las pinzas, él mismo ató los extremos de los otros cordones a los dedos corazón de mis manos, de tal manera que en cuanto yo estirase o levantase los brazos, tiraría de las pinzas y estas a su vez de mis pechos. Aquello sí que era realmente doloroso pues en cuanto acabó de atármelos me ordenó cruzar las manos en la nuca. El cordón que unía las pinzas estaba ligeramente tensado y la longitud de los otros era la justa para que cualquier movimiento de mis manos me obligase a tirar (no demasiado) de mis mordidos pezones.

En ésta posición, bien castigados mis pies y mis pechos, me hizo seguirle hasta el salón. Bajar las escaleras de ésta guisa fue todo un tormento. Despacio, muy despacio, fui bajando los escalones uno a uno con el consuelo de no caer ya que tuvo el “generoso detalle” de ir delante de mi para protegerme de una más que posible caída dado el precario equilibrio de mi cuerpo apoyado sobre aquellos zapatos de quince cms. de tacón y el dolor que no me permitía caminar con seguridad. O tal vez estuviese cuidando de no estropear su mercancía si acababa rodando por las escaleras.

Por fin llegamos al salón y en uno de sus lujosos y confortables sillones se acomodó el Señor mirándome como complacido de su “obra”. Así me tuvo, frente a él durante unos tres embarazosos y aterradores minutos. Además del dolor estaba asustada.. No paraba de pensar que en cuanto aquello acabase sería la perfecta esclava que quería: No más castigos de él, no más pegas a sus órdenes, ni olvidos a sus instrucciones tal y como exigía de mi. Porque de todas formas siempre acababa haciendo todo lo que me mandaba, así que para qué sufrir de añadido sus crueles castigos. Su silencio, adivinar qué estaría maquinando hacerme ahora era otra tortura psicológica sumada al castigo físico que ya padecía. Su penetrante y escrutadora mirada, cargada de mala leche, me tenían completamente atemorizada. Como conociendo mi pensamiento y temores, por fin habló

– Julia, yo mando y tú obedeces. Y obedeces inmediatamente, sin objeciones, sin lamentos ni ruegos con los que te demoras en hacer lo que YO QUIERA. Así que en adelante, desde ahora mismo, esta frase va a ser para ti como fervorosa oración que vas a grabar en tu mente por tu propio bien cariño. Vas a obedecerme con toda prontitud y hasta con absoluta devoción: Tú mandas y yo obedezco.. ! Punto ! Esa frase será siempre religión para ti y te repito e insisto en que es por tu propio bien. Tú decides si obedeces con o sin dolor. No tienes que ser muy inteligente para decidir que es lo que más te conviene. Te lo digo porque no pienso dejarte pasar ni una tontería más. Así que contesta qué decides...-

– Si.. Sssi. Que no quiero que me castigues más Javier.. Tú mandas y yo obedezco.. Y, y te prometo que nunca más diré nada. Sólo hacer lo que me digas en cuanto me lo mandes.-

– Eso es preciosa.. Exactamente eso es lo que quiero.. Pero mejor es grabarlo bien en tu bonita cabeza haciendo que me lo repitas unas cuantas veces para asegurarme de que entiendes muy bien lo que quiero... Ahora ponte de rodillas, a cuatro patas y ofreciéndome el culo con las piernas abiertas al máximo-

Me arrodillé inmediatamente, poniéndome a gatas y acercando mis pechos al suelo para no tirar de ellos al estirar los brazos en esa postura. Pero no, no iba a permitirme ni siquiera el más mínimo alivio

– Retira esas tetas del suelo. Levántate hasta que vea las cuerdas bien tensas-

Poco a poco y como pude fui subiendo el cuerpo hasta asegurarme de que entre mis dedos y mis pechos los cordones no presentaran ni la más ligera curva, bien tensados y tirando al máximo de mis pezones. Quería con toda mi alma agradar a aquel sádico que me tenía en su poder en un intento de lograr que se compadeciera de mi y acabara con aquello de una vez. El dolor era ahora casi peor que estando de pie. Y aunque liberada del peso de mi cuerpo sobre los pies, estos me seguían doliendo ya que las piedrecillas aquellas las sentía clavadas y el dolor, no tan intenso, continuaba castigando.

Las piernas abiertas todo cuanto pude, bien ofrecida a lo que sin duda iba a hacer ahora: Golpearme en las nalgas con su cinturón que sentí me pasaba suavemente por los muslos y entrepierna, amenazante.

– Vas a ir contando los correazos que te de y a continuación repetirás con cada uno lo que quiero oír y que no olvidarás jamás ¿Entendido?-

– Claro, claro que si Javier. Tú mandas y yo obedezco ¿no?-

– Eso es nena. Ya sabes que no me gusta castigar sin motivo. Y tú me has dado razones para que tenga que hacerlo ¿verdad que si?-

– Si, si.. Tienes razón.. De verdad, no volverá a pasar. Te lo juro-

– Claro que no volverá a pasar. Después de esto seguro que no preciosa-

Me hizo esperar un largo rato antes de soltarme el primer correazo. De nuevo la tortura de la terrible espera. No sabía cuantos golpes iba a darme, pero “su frase” ya la tenía yo bien grabada en mi mente. Ya no eran necesarios más castigos, pero no podía decirselo. Sólo dejarle hacer hasta que se hartase.

Me llegó el primero.. Con la fuerza de mil agujas clavándose en mi piel; un escozor que me hizo ver las estrellas-

– Uno.. Tú mandas y yo obedezco-

– Dos.. Tú mandas y yo obedezco- Encima del primer golpe. Aquello fue como hierro al rojo que me quemaba horrores-

– Tres.. Tú mandas y yo obedezco- Igual que el anterior, en el mismo sitio que los anteriores, no alternaba una nalga y otra. Los propinaba seguidos en el mismo lugar que los anteriores para hacer más doloroso el castigo.-

Y así hasta cinco. Luego, otros cinco de la misma forma en mi otra nalga. Ya en el tercero no pude contener mis lágrimas y llorando repetía la frase nada más sentir el terrible y candente mordisco que cruelmente hería mi piel.

Nunca más. Nunca más volvería a objetar nada a sus mandatos. Cualquier cosa que él me ordenara yo lo haría con rapidez y sin rechistar lo más mínimo. Me quedó muy claro, bien claro: Él mandaba y yo obedecía.. Sin más.

Por fin quedó satisfecho y esperaba rogando a Dios que no tuviese en mente otra de sus perversas y demenciales torturas.

Volvió a ponerse su ancho y más que temible cinturón y se sentó. Di gracias al cielo porque aquel horror parecía haber terminado.

Jamás me había castigado así. Quería una mujer absolutamente esclava de él, sometida dócilmente a su voluntad para lo que quisiera y, ! ya la tenía ! Juro que ya la tenía: Obedecerle con dolor u obedecerle sin dolor. Sólo esas dos opciones me dejaba. Y me quedó muy claro con cual me quedaba...

– Levántate y ven aquí-

Despacio, separando mis manos del suelo con cuidado de que no tirasen más de mis doloridos pechos, hincando uno de mis pies en tierra con fuerza para repetir lo mismo con el otro e incorporarme, corrí todo cuanto me permitían aquellas piedras a ponerme frente a él.

– Levanta un pie hacia atrás y sujétalo con tu mano en el tobillo-

Ahora todo el peso de mi cuerpo sobre un solo pie. No, aquello no había acabado. El muy endemoniado sádico aún no estaba contento. Sentí que el pie sobre el que sólo me apoyaba se me iba a romper. Al echar la mano hacia atrás para sujetar mi otro pie, las pinzas mordían ahora con más saña mis pezones. Aquello era insufrible; sangriento que se deleitase con mi dolor. Ya llevaba casi una hora soportando su crueldad y bien podía ya, sabiendo perfectamente que su esclava había sucumbido del todo, dejar de torturarme.

– El otro-

Afortunadamente me tuvo así muy poco tiempo. Cogí mi otro pie de la misma forma y ésta vez el intenso dolor pasó a mi otro pie y mis pechos de nuevo. Le miré suplicante arrasados mis ojos en lágrimas y sin que se me ocurriera pedirle, ni siquiera rogarle, que acabase. Él decidía cuando. Eso me quedó bien grabado en mi mente como él quería. Sólo obedecer: Obedecer lo que fuera.

Me hizo a conciencia sentirme su esclava.. Mis hijos ya sólo eran una excusa con la me justificaba y consolaba, y a mi marido ya lo había perdido, me lo quitó él como cosa que le estorbaba para tener sin obstáculos a su esclava. Y por eso, por sentirme de él, de su propiedad, tenía que reconocer que soportaba todo aquello por no perderle; ya no. No podría vivir sin estar a sus pies.. No lo soportaría y por eso yo misma nunca hice el menor movimiento para escapar de sus garras. Simplemente me excusaba en proteger a mi familia, pero eso sólo fue verdad durante un tiempo. Después fue ya por mi propia voluntad. Siempre consiguió hacérmelo ver y hoy más que nunca. Si no, cómo se explica que ninguna mujer soportara todo aquello sin hacer al menos algo, cualquier cosa: Informarme de cómo salir de ahí; preguntar discretamente a alguien. Seguramente hubiese hallado alguna solución y además nunca sabría ya si Javier se hubiese atrevido a cumplir sus amenazas temiendo como temía que la policía “husmease” en su vida. Pero no, nunca hice nada. Ya dije en una ocasión que yo misma no quería cambiar las cosas... Me tenía completamente dominada y como un simple juguete sexual dispuesta a satisfacer cualquiera de sus caprichos y cualquier cosa que quisiera: Lo que fuera. Yo lo haría siempre.. Acababa con aquellos castigos de completar su labor de convertirme en su devota esclava. Así me lo decía siempre mi sexualidad y mi sexo. Y ahora también mi mente. No iba seguir engañándome, me gustaba. Me gustaba y excitaba muchísimo que hubiera conseguido a todas luces hacerme suya: De su propiedad. Una mujer dispuesta a todo por y para él.

– Bien nena, ya puedes bajar el pie.. Supongo que ahora lo tienes todo bien claro ¿no?-

– Por supuesto que si Javier. Muy claro, tú mandas y yo obedezco-

– Perfecto entonces. En ese caso es como si te hubieses autocastigado ¿verdad?-

– Claro que si; ha sido por mi culpa. Por no obedecerte como tú me tienes dicho-

– Exacto. Pórtate como quiero Danessa y no volverás a sufrir así-

– Gracias cariño. Nunca más volveré a sufrir esto, no por mi culpa faltándote en nada. Te lo juro-

– Buena respuesta. Bien, acércate que te quite las pinzas-

Hubiese preferido hacerlo yo. Ir muy despacio pues sabía que aquello me iba doler el doble en cuanto la sangre volviera fluir después de la presión que soportaron mis pechos. Pero quiso quitarmelas él, y por nada del mundo iba a contradecirle.

Y así fue. Nada más presionar un poco para abrirlas volví ver las estrellas. Ya salió una con lo que me figuré tres veces el dolor del que ya padecía.. La otra, exactamente lo mismo. Y aún así, fue para mi la oportunidad de mostrarme a él como la esclava que me sentía y le pertenecía

– Gracias Javier por quitarmelas. Ya verás que nunca más volveré a cometer ninguna falta ni hacer nada que no te guste-

– Muy bien preciosa mía, eso espero-

– Te aseguro que si cariño, tú mandas y yo obedezco-

Por primera vez en mucho tiempo me miró de aquella forma que ya casi no recordaba; con esa dulzura con la que me cautivó. Y como buena tontita, esa mirada me llegó al corazón sin importarme ya nada de cuanto había pasado.

Nos miramos ambos así durante unos segundos que me transportaron al cielo olvidando todo dolor físico.

– Estás sucia de esos tíos, sino te lamería esos lindos pezones para aliviarte el dolor. Quítate los zapatos y ve a ducharte-

– Gracias amor mío.. Vuelvo enseguida y muy limpia para ti-

Saqué mis pies de aquella tortura y tuve que sacudir con los dedos algunas piedras que estaban bien pegadas a las plantas de mis pies; casi clavadas. Las eché de nuevo a los zapatos y corrí descalza al baño..

Bajo el reconfortante chorro de agua caliente casi que me sentí feliz. Feliz por que por fin había vuelto a ver esa mirada que durante mucho tiempo eché de menos; feliz por sus tiernas palabras con las que quiso y logró consolarme no sé si por cariño o compasión. Pero me daba igual, todo me daba igual. Lo importante era que había mostrado sentir algo por mi. Me había dejado bien claro lo que yo era: Suya, de él en todos los sentidos. Y era lo único que en esos momentos me importaba.

Seguía con el temible huevo metálico en mi interior. Él no me había autorizado a quitármelo y eso era sagrado para mi. Sólo mi señor y propietario tenía el poder para permitirme sacarlo de donde él lo puso. Y además, yo sabía que no volvería a utilizarlo hoy.. Hoy no.. Me lo decía aquella mirada que me sostuvo unos segundos y aquellas cariñosas palabras que me dirigió...

Si volvía a faltarle o hacer o decir cualquier cosa que le disgustase, yo misma le rogaría que me castigase. Era su hembra-esclava, él mi macho que me poseía y para mi no había en esos momentos nada más en el mundo.

Diez años menor que yo y tenía que respetarle y obedecerle porque él es un hombre y yo una mujer a su servicio. Así está impuesto por la Madre Naturaleza en la inmensa mayoría de las especies y somos muchísimas las mujeres que ni podemos ni queremos cambiar eso. Sobre todo yo, debo reconocerlo. Soy propiedad de un hombre que puede hacer conmigo lo que le apetezca. Y por fin estoy plenamente convencida y feliz de ello.. Solía antiguamente decirse que la letra con sangre entra, y en mi ese dicho ha sido bien evidente realidad. Tanto mi corazón como mi mente han dejado de luchar contra lo que puede, y quien puede más que yo. Finalmente rendida por completo al macho dominante. Sólo con ese pensamiento ya mojaba, clarísima manifestación de mi cuerpo acorde con mi condición de mujer sumisa, que rompió definitivamente con toda regla social.. Faltaba únicamente poner de acuerdo mente y cuerpo y eso Javier lo hizo a la perfección conmigo. Ahora, tenía pleno derecho (según me tenía más que convencida) a disfrutar de su bien ganado “trofeo”. “La naturaleza habla y el género humano no escucha..” como dijo Victor Hugo: Pues bien, yo SÍ iba a escucharla (en lo que a mi concernía).. Después de tanto tiempo con él y en hora y pico de castigos me hizo ver definitivamente lo que realmente era y me sentía yo: Una hembra sometida al macho, como así ha sido siempre desde la aparición de todas las especies animales, incluida la humana.

Seguro que, como yo, muchas mujeres han perdido un tiempo precioso de sus vidas encerradas en ese “armario” de los convencionalismos sociales antes que dar libertad a sus instintos; como hay muchas mujeres encerradas en cuerpos de hombre y viceversa, que no pueden, que tienen miedo o no saben salir de ese armario. Yo también sufrí desperdiciando demasiado tiempo de mi vida, hasta que mi todo poderoso Señor supo cómo sacarme de ese cruel e injusto encierro.

Bien limpio, aseado y perfumado mi cuerpo, cepillados a conciencia mis dientes y boca para él, relajada y feliz por la ducha además de mi determinación a pertenecerle, corrí de nuevo a su lado a satisfacer cualquier deseo o simple capricho que su esclava pudiera darle. Y todos esos pensamientos, placentera ducha incluida, en diez minutos.

Seguía en el salón. Cómodamente sentado en el mismo sillón y examinando unos papeles.

En silencio, me arrodillé a su lado esperando sus órdenes sin molestarle. Pocos minutos después, apartó los papeles y me miró a los ojos y todo mi cuerpo. De rodillas, sentada sobre mis talones con los pies de puntillas y las manos en la espalda (postura que sabía le gustaba) esperé ofrecida y ansiosa a que me ordenase lo que quisiera.

– Has tardado poco nena. Y hueles muy bien, a hembra muy femenina. Como a mi me gusta-

– Por eso lo he hecho Javier. Sé que te gusta el perfume y para ti me lo pongo. Además para eso me lo compras, para servirte como te gusta-

– Ven aquí preciosa y siéntate a mi lado..-

No podía creer aquello: Sentada a su lado.. Me levanté como un rayo a “obedecerle”.

– Has cumplido ya los cuarenta y tres y cada día estás más buena. No me extraña nada que esos tíos me paguen tan contentos. Como si hubiesen hecho la inversión de su vida-

– Gracias mi rey. Sabes que lo hago para ti-

– Desde luego y espero que no tenga que volver a castigarte. Lo haces todo a la perfección cariño, sólo te falta entender que no puedo tolerar tus quejas ni lamentaciones porque eso puede hacer que te vuelvas cada vez más rebelde hasta llegar alguna vez incluso a desobedecerme en algo importante. Y no estoy dispuesto a consentir que eso llegue a pasar-

– Tú mandas y yo obedezco, sin más. Nunca más oirás de mi una sola palabra de queja. Haré lo que tú me digas y cómo tú quieres-

Acto seguido volvió a mirarme fija e intensamente y un segundo después me atrajo hacia él besándome en los labios muy suavemente para a continuación regalarme aquel maravilloso y apasionado beso que tanto me enloquecía de placer. Tenía en mis brazos de nuevo al maravilloso, encantador, seductor y viril hombre que conocí y que creía haber perdido para ser sólo su simple esclava. Ahora la vida me agasajaba con este idílico momento en el que recuperaba a mi hombre pensando que aún sentía algo por mi una vez lograda la esclava que quería. Me sentía inmensamente feliz, disfrutando mientras nos besábamos con verdadero ardor y me sobaba a su entero placer los pechos y mi chorreante sexo que fielmente le obedecía y más cuando metía tres de sus dedos en él moviéndolos en círculo, acariciando cada centímetro de mi interior, pellizcándome suavemente tanto el clítoris como los labios vaginales que de vez en cuando me agarraba con la mano entera apretándolos delicadamente, para luego volver a introducirme sus dedos todo lo adentro de mi que podía; se los empapaba bien para llevarlos a mis pechos y pezones hasta ponérmelos tan mojados que brillaban, cosa que conseguía en sólo dos o tres pases de su mano desde mi coño a las tetas.. Volvía a recoger con sus dedos más de mi abundante flujo vaginal y mojarme hasta el cuello continuando con el incesante masajeo en los pechos; suaves y húmedos pellizcos en mis recientemente castigados pezones.

El inmenso placer de sentir sus expertas caricias mientras seguíamos besándonos, me embriagaba de inefable satisfacción y gozo.. Tal vez sólo estuviese “inyectándome” una dosis de su potente droga (pensé sensatamente) pero todo me daba igual.. Soy de él, adicta irremisible, y necesitaba esa droga. Le pertenezco y puede hacer conmigo lo que le apetezca y cuando le apetezca. Darme o quitarme lo que quiera y cuando quiera.

Ahora pasó su lengua por todo mi cuello (por el lado seco ya que el flujo vaginal jamás lo quería en su boca) y mordisqueando los lóbulos de mis orejas..

– Vaya, hacía tiempo que no disfrutaba de estas tetas y coño tan jugoso magreándolos como me gusta. Y de esta piel tan suave en estos muslos y piernas que son mías como toda tú-

– Claro que si amor mío. Tuya, toda tuya para lo que quieras. Me tienes en tu poder, te pertenezco. No soy nada sin ti. Te adoro aunque me lleves al mismo infierno. Soy tu esclava Javier, tu esclava y haré siempre lo que tú mandes-

– Claro que si esclava mía.. Eres de mi propiedad y toda esta hermosura me pertenece-

Volvimos a besarnos mientras yo le acariciaba la cabeza suave y delicadamente con mis dedos y uñas; mi otra mano en su velludo pecho masajeándole lenta y sensualmente a la vez que pegaba mi rodilla a su abultada bragueta. Ya ni recordaba la última vez que me tuvo así... Lo que ahora disfrutaba tan intensamente compensaba con creces todo cuanto me había hecho y todo lo que me quedara hacer para él.. Cualquier cosa.

– Ojalá me dieras más momentos como éste mi Señor- le dije suplicante y dulcemente a la vez que le sonreía candorosa.

– Y los habrá putilla mía, los habrá siempre que te comportes como lo que eres-

– Tu esclava y tu puta ¿no, Amor mío..?-

– Exacto preciosa, pero sin la “r” final me gusta más-

– Amo mío-

– Eso es. Tendrás esto pero sólo cómo y cuando a mi me apetezca como ahora-

– Claro que si Amo..r mío. Sólo cuando tú quieras pero dámelo alguna vez-

– Vale. Por cierto, esta noche tengo una reunión de negocios aquí con unos colegas. Te vas a ocupar de servir y de ser muy amable con ellos-

– Claro que si mi Señor. Os serviré y seré con ellos muy “amable”. Tú mandas. Y.. ¿Quieres que sea así de amable con ellos..?- Le pregunté mientras seguía con mis caricias en su pelo y pecho, mi rodilla masajeando su bragueta y mis labios y dientes mordisqueándole las orejas y mejillas-

– No, puta. Así no.. Esto es sólo para mí ¿entendido..? Con esos tíos serás amable y servicial en todo lo que quieran de ti. Pero sólo como lo que eres: Mi esclava. Nada de mostrarte tan cariñosa y mimosa como ahora. Sólo obedecerles dándoles a entender a estos y a cualquiera a quien te entregue que lo haces porque me obedeces a mi-

– Ya lo sé mi adorable Señor.. Sólo era broma, sabes que no quiero estar con más hombres que contigo. Y si lo hago es porque tú me entregas a ellos. ¿Crees que voy a disfrutar con nadie lo que ahora me estás dando..?-

– Pues ten cuidadito con esas bromas. Entregarte de esta forma es únicamente para mi-

No pude evitar soltar una risa de triunfo. No quería que se me enfadara, no ahora. Y por eso reí, pero muy brevemente..Era muy feliz en esos instantes porque oleadas de orgullo y satisfacción inundaron todo mi ser.: Algo le importaba yo; alguna cosa sentía por mí si mostraba celos a que me comportase así con otros. Comportarme sólo como su esclava y que los otros hombres así lo viesen, era la forma en la que quería que me mostrase para que él pudiese siempre presumir de una mujer atractiva y deseable para los demás hombres, pero de su exclusiva propiedad.

La cara interna de mis muslos me avisaban de que iba a mojar el sillón de forma inminente como si lo hubiesen puesto bajo un grifo. Estaba exageradamente cachonda.. Era mi verdadera, real y auténtica esclavitud. Por eso mismo estaba allí, y siendo una esclava.

– Claro que si cielo. No quería molestarte, no lo he podido evitar. Pero no volverá a pasar, te lo prometo- Le respondí acariciándole en la mejilla con todo respeto.

– Ya, voy a darte yo “bromitas”.. Ahora chúpame la polla como ya sabes que me gusta.

– Ahora mismo mi Señor. Lo que tú mandes-

– Y ya puedes sacarte ese huevo del coño-

– Si, cariño.. Gracias-

Tiré del hilillo y aquello salió prácticamente solo, cayendo por la simple acción de la gravedad. Tan mojada estaba. Sentí el enorme alivio de notarlo salir y la alegría de saber que aquello significaba que me iba a follar, cosa que estaba deseando ansiosa por mi exagerada calentura.

Inmediatamente me arrodillé ante él quien pronto se acomodó en el amplio sillón repantigándose y poniendo los brazos a cada lado del asiento dispuesto a disfrutar de su esclava.

Bajé la cremallera de su pantalón y muy delicadamente, sintiendo en mis dedos el calor y dureza de su pene, quise sacarlo despacio pero afloró con ímpetu una vez libre del calzoncillo exigiendo mi boca. Allí estaba de nuevo después de tanto tiempo. Tieso y egoista, reclamando el placer que iba a darle su esclava. Porque él era mi otro (o mi verdadero) Amo. Sus venas hinchadas, el glande dilatado y violáceo, con gotitas preseminales escapando incontenibles y que me estaría tragando en unos instantes.

Después de los obligados besitos de respeto, lo humedecí con la lengua y lentamente lo fui metiendo en mi boca. Conforme entraba más se hinchaba y me costaba llevarla hasta mi garganta; luego la sacaba igualmente despacio mientras la chupaba suavemente y las gotitas aquellas se convirtieron en un hilillo de ellas que pronto tragué

La saqué del todo para acariciarla con mi lengua y labios a todo su alrededor y de arriba abajo hasta llegar a sus cargados testículos que, inflamados y duros, también esperaban su parte de placer. Dos o tres pelillos me entraron en la boca que molestaban bastante y que evitaba tragarme pues se quedaban en la garganta y luego no había forma de sacarlos. Traté de alejarlos de la garganta pues no podía permitirme interrumpir el placer de mi Señor para sacarme esos pelos con los dedos. Tuve suerte y moviendo mucho la lengua pude traerlos hasta mis labios, lo que hizo jadear de gusto a mi hombre al sentir más y mejor las caricias por esos movimientos más rápidos de la lengua. Volví a subir mis caricias teniendo ya esos pelillos en los labios que llevé hasta la mitad del pene y dejarlos allí de tal forma que mientras volvía a metermela en la boca muy despacio como él quería, con mis dedos pude retirar los muy molestos pelos sin que Javier se diese cuenta de la operación. Deslizarlos con mi mano fue de lo más sencillo en aquella verga que, como siempre, la empapaba de mi saliva por exigencias de mi dueño y señor que siempre lo quería así.

Diez o doce minutos entregada a su exigente polla lamiéndola toda, acariciándola con los labios, chupando, besando, tragando alguna gruesa gota de semen que anunciaban su inminente orgasmo hasta que de repente me agarró por los pelos sacando bruscamente su pene de mi boca y empujándome contra el respaldo del sillón, de rodillas y de espaldas a él, me penetró salvajemente.. Solté un pequeño grito de dolor y placer que sabía le gustaba mucho y le ponía aún más “furioso” a la hora de poseerme y gocé como nunca de su imperiosa embestida.

– Vaya cómo está este coño. Tan chorreante que casi no siento nada de resbaladizo que lo tienes putilla- Me dijo aquello mientras me bombeaba cada vez más ferozmente.. Yo entraba en el paroxismo del placer. Era soberbia su manera de follarme.

– Tú me pones así Amo..rmío. Soy tuya Javier, tu..tuya para lo que quieras. No me dejes nunca..por fav..por favor, ! Nunca ! Seré lo que tú me mandes, pero no me dejes..-

– ¿Dejarte.? Claro que no, eres..eres una hembra demasiado valiosa. Pero eso.. depende ti puta. ..Te gusta ser mi esclava ¿verdad? Sabes que lo sé desde hace mucho tiempo, por eso..por eso te he castigado hoy, porque tus tontas quejas no tienen ni sentido ni cabida en una perfecta hembra como tú sometida del todo a lo que me salga de los cojones-

– Si, si cariño.. Tienes..tienes razón, toda la razón. Castígame cuanto quieras si otra vez vuelvo a fallarte o equivocarme en lo..lo que sea..Te adoro mi Señor..te adorooo-

– Eso no lo dudes nena, no lo dudes jamás. En adelante mira bien lo que haces, y sin hablar..sin hablar siquiera sin que yo te lo ordene-

– Por..por supuesto que no dueño mío.. lo que tú mandes Javier.. Tú mandas y yo obedezco.. Sólo obedezcoo-

Y toda esta “conversación” mientras me bombeaba con toda su furia hasta lastimarme gozosamente por todo el interior de mi vagina. Su soberbia polla (sin ser grande) me exploraba y taladraba como ninguna.

Quiso ahora mi ano que poseyó de un golpe y sin ninguna dificultad. Dilatado por él y otros hombres y copiosamente lubricado por mi me lo metió de un golpe entrando con la misma suavidad y facilidad que si de mi boca o coño se tratara. Sólo me dolió un poco al meterla, luego ya sus bestiales empujes eran otro maravilloso placer que él me enseñó..

Allí descargó abundantemente, llenándome toda de su esperma. Me tenía en el culmen y éxtasis del placer. Yo cooperaba ansiosa moviéndome hacia atrás y delante follándome yo misma a la vez.

La sacó de allí para metermela de nuevo en el coño, más empapado aún si cabe.. Y allí fue donde me venía ya incontenible, el poderoso orgasmo que sacudiría todo mi cuerpo en electrizante placer.

– Por..por favor mi Señor, ¿puedo, puedo correrme..?- No podía hacerlo sin su permiso, como ya sabéis-

– Vale, vale te lo permito puta porque hoy te lo has ganado-

– Gracias Amor mío..gracias..graciaaas-

Ya tenía el permiso de mi todopoderoso Señor.. Podía dejarme ir a mi entero placer y libremente así lo gocé. Con espasmos y contracciones en las paredes de mi coño que me hacían vibrar en oleadas de inmenso gusto poniéndome la piel de gallina en todo mi cuerpo...

Él terminaba ya siendo sus movimientos fuertes aún para dejarme del todo satisfecha (cosa que le agradecí infinito) pero más lentos y cadenciosos. Cuando se hubo asegurado de que yo acababa también, la sacó e inmediatamente me arrodillé ante él para limpiar y secar su polla, (una más de sus muchas exigencias antes de que ésta, satisfecha, languideciera) cosa que hice con absoluta entrega y devoción mientras con mi mano contenía su semen que al incorporarme escapaba a raudales de mi culo antes de que manchara su alfombra; pues si eso llegara a pasar tendría luego que limpiarlo con mi boca sorbiéndolo y tragándolo hasta dejar la alfombra limpia y seca. Cosa que una vez pasó porque no me dio tiempo a retenerlo y durante largo rato me tuvo quitando el esperma de la alfombra succionándolo y secando con los labios, tetas y manos hasta dejar su lujosa alfombra completamente seca y limpia como si allí no hubiese caído nada.

Ahora me afanaba en limpiar y secar su maravillosa polla. Pero más que limpiar, agradecía con mis chupadas y caricias a ese satisfecho y venerable pene que me hubiese regado y concedido la enorme satisfacción que tanto necesitaba. Así que bien merecía una escrupulosa y esmerada limpieza, toda mi entrega y devoción por darmela.

Él me castigaba, me vejaba humillándome constantemente y yo, su hembra, le daba placer... Injusto si, pero así lo quería el hombre, el macho dominante y por eso para mi era, es y siempre será, una lógica y natural aceptación de esa injusticia. Como su esclava que soy. Además yo también recibía mi parte de gozo, aunque sólo fuera cuando él quisiera concedérmelo demostrando con ello mi absoluta falta de libertad. Pero lo dicho, todo me daba igual. Lo que él quisiera cuanto, dónde, cómo y cuando él me lo exigiera.

Volvió a sentarse en su sillón siguiéndole yo con su polla en mi boca. No me autorizó a dejar de limpiarle y yo debía continuar hasta que él me ordenara.. Satisfecho ya, me ordenó volverla a meter en su pantalón. Como siempre con dificultad por la decreciente pero aún dura erección, conseguí guardarla suavemente como preciado tesoro y cerré su cremallera. Besé finalmente, agradecida, su bragueta.

– Gracias mi Señor. Mi querido y adorado Señor-

Permanecí de rodillas ante él, mirándole dulce y cándidamente. Mi sumisión y entrega eran ya absolutas. En mi escala de dignidad y amor propio, había tocado fondo; bajado al cero.

– ¿Quieres que te traiga alguna cosa para tomar?-

– Si, tráeme una cerveza y unas aceitunas-

– Vale, enseguida te sirvo cariño-

Corrí a la cocina tras mi respuesta de rigor y al poco tiempo ya estaba arrodillada ante él echando la helada cerveza en el vaso, poniéndola en la mesilla que tenía justo a su lado junto con las aceitunas; atenta a que con sólo una mirada suya a la mesa, las pusiera en sus manos. Ni la más insignificante molestia teniendo cerca a su esclava para servirle.

– Me he dejado el tabaco en el despacho. Ve a por él-

– Vale, enseguida vuelvo mi Señor- le respondí sonriente, feliz.

Descalza y de puntillas como siempre, corrí a obedecerle. Ya de vuelta puse su tabaco y el encendedor cerca de él. Fue a coger el vaso pero yo me anticipé a ponerlo en su mano; cogió un cigarrillo e inmediatamente encendí su elegante mechero ofreciéndole lumbre con total servilismo.

Exhaló una larga bocanada de humo y me miró.

– Como te he dicho esta noche tengo reunión de negocios con algunos de los encargados de dirigir mis empresas. Vienen como cada mes a rendirme cuentas de cómo van las cosas. Les pago bien ya que un directivo contento hace que la empresa produzca. Además de eso mantengo con ellos una relación casi de amistad asegurándome así su total fidelidad trabajando para mi. Una forma de motivarles que hasta ahora me ha ido muy bien. Por eso quiero que se sientan a gusto ya que dirigen mis empresas. Uno lleva la inmobiliaria, otro el local de alterne y el que se ocupa del concesionario de coches. Con ellos viene un señor que distinguirás enseguida pues es el de más edad a quien quiero que pongas especial atención sin descuidar a los otros. Me interesa mucho tenerlo como cliente pues no sólo tiene pasta en cantidad sino además muchas y buenas influencias.-

– Bien Javier, estaré atenta a él. No te preocupes cariño- hablaba ya de “atender” a otros hombres como la cosa más natural del mundo.

– ¿Vienen a cenar también?- Lo digo por si tengo que preparar comida..-

– No, llegarán tarde. Solo copas durante y después de la reunión. Si más tarde quieren comer, ya te ocuparás-

– Vale- Solo copas, aquello prometía prolongarse hasta la madrugada y conmigo sirviéndoles ,más aún-

– Te pones el uniforme de criada. Pero uno discreto, no quiero ninguno de los otros tan provocativos...Y tu collar-

– De acuerdo-

– Bueno tengo que acabar de repasar estos papeles para esta noche. Vete a la cocina y prepárame algo de comer. Me avisas cuando lo tengas listo. Estaré en el despacho-

– ¿ Qué te apetece que te haga..?

– No sé.. Haz lo que quieras. Ya sabes lo que me gusta y lo que no-

– Bien Javier. Me voy entonces a la cocina pero antes, quisiera pedirte algo si me no te importa, (era mi oportunidad ahora que estaba de tan buen humor y tan cariñoso conmigo-

– Dime

– Verás, no es sólo por mi rey mío. Y por favor no lo tomes como una queja, ya sabes que siempre haré lo que tú mandes, pero ya te digo que es por ti también; hoy me has besado en la boca tan maravillosamente como siempre amor mío y por eso digo que también es por ti. Me refiero a cuando sirvo a los hombres a los que me prestas, clientes o amigos.. Quisiera que me prohibieras tragarme su semen, tengo miedo de que cualquier día me contagien de algo y de contagiarte a ti. Por eso te pido que no te lo tomes como protesta ni nada parecido-

– No, ya sé que no es una protesta. Eso es algo que ya no puedes hacer conmigo ni en sueños..-

– Desde luego que no, Javier. No se me ocurriría nunca poner trabas a tus órdenes-

– Eso es. Y si, tienes razón en lo que me pides pues como hoy, hay días que me apetece besarte en la boca y el menos pensado pillo algo. Por eso te busco clientes de los que me fío para que no te contagien ninguna venérea. Pero eso puedes evitarlo tú misma poniendo un poco de maña al asunto-

– Si cariño, pero no es lo mismo. Me tienes prohibido besarles en la boca y si insisten, basta con decirles que es orden tuya para que no sigan con eso. Pero siendo cosa mía, por mucho que les diga y como tú me prestas a lo que quieran, al final la mayoría de las veces no lo consigo- le respondí muy sumisa y lastimeramente-

– Bueno está bien. A partir de ahora te lo prohíbo. No tienes que seguir tragando la leche de los tíos, excepto la de aquellos que me interesen mucho. Lo mismo que los besos: Como norma general no lo harás, excepto que yo te indique lo contrario. Eso si, nada de escupirla ni en el suelo (aunque la limpies después) ni en el water; es una falta de respeto. Te las restriegas en las tetas o dónde el cliente te mande, o la echas en los zapatos ¿está claro..?-

– Muy claro cariño mío.. Gracias. Te prometo que así lo haré.. Gracias-

Por fin. No tendría que tragarme sistemáticamente esa cosa que tanto me costaba a veces hacer llegar a mi estómago. Sólo la de mi dueño y Señor y ya unos pocos a lo que me lo ordenara expresamente. Me acerqué a él y le besé la bragueta en señal de gratitud y respeto. Sonriente y feliz, corrí a la cocina.

Llegó la noche y sus dos colaboradores y posible cliente a quienes serví solícita las copas que me fueron pidiendo y todo aquello que quisieran.

Me ocupé discretamente, más amble y casi con cariño al mayor de ellos. Al cliente de Javier, quien aprovechó a fondo mis atenciones pues me sobaba a su gusto por donde quería y cuanto quería ya que yo no me movía de su lado mientras estuviese tocándome.

Llevaba puesto mi uniforme de criada que, aunque el más discreto de ellos que tenía, llamaba bien la atención. La verdad se adaptaba muy bien a mi cuerpo haciéndome muy atractiva: Era un vestido negro de una pieza, en tela de ante, que me llegaba hasta unos tres dedos por encima de las rodillas, mangas muy cortas (sólo un poco por debajo de los hombros dejándome los brazos completamente desnudos) ribeteadas de encaje blanco como el cuello. Iba abotonado en la parte delantera y el primer botón me quedaba justo en la base de mis pechos por lo que dejaba a la vista un más que generoso escote hasta el punto de que dejaba ver parte de mis sonrosadas aureolas, delantal blanco atado por detrás de la cintura algo mas corto que la falda del vestido. Medias color carne y los consabidos y obligados zapatos negros de doce cms. de tacón con la cofia y el collar que con aquel nombre grabado me mostraba como propiedad de un hombre.

Sin querer presumir, aquellos hombres (Javier incluido) me miraban con deseo y lujuria. Iba en verdad muy atractiva. Y mi orgullo y satisfacción crecían por momentos. Comprendí y sentí que socialmente yo no era nada.. Pero también que siguiendo mi instinto y deseos naturales era el centro de atención allí donde fuera y, de esa forma, me encontraba bien: Feliz y contenta conmigo misma. Algo inimaginable e impensable unos meses atrás. Como yo, mucha gente se ve sorprendida e incluso alucinan aceptando resignadas hasta dónde les lleva el destino..

Desde que llegaron no dejaron de mirarme y de hacer comentarios que me halagaban: Que si vaya cosa bonita de mujer, qué piernas, qué tetas.. ¿Donde has encontrado esta hermosura etc. etc.. Yo agradecía sumisa y docilmente, con amplia sonrisa, aquellos piropos que aunque resultaban humillantes por la excesiva confianza, la total falta de respeto hacia mi como mujer, no podía evitar sentirme satisfecha de la imagen que les ofrecía sintiendo además el orgullo de que mi Señor los oyese.

La reunión se prolongó hasta la dos de la mañana.. Acabada ésta, y a propuesta de Javier, se trasladaron a la sala de estar. Una estancia muy parecida a un pub, lujosamente amueblada y toda enmoquetada dónde volvieron a sentarse cómodamente entre risas y ambiente muy agradable.

Dejaron el despacho todo lleno de vasos, ceniceros cargados que sin duda por la mañana yo tendría que limpiar y ordenar.

Allí mismo había otro mueble bar con toda clase de bebidas. Fui a la cocina a por vasos limpios y volví a servirles las copas y todo aquello que hiciera más agradable la “fiesta” que iban a comenzar y en la que lógicamente yo sería la principal protagonista.

Una de las veces que me incliné ante uno de los hombres para llenar su copa (dejando bien a su vista mi escote) y de manera confiada e indolente me metió mano sobando mis pechos a su antojo y yo le dejaba hacer como era mi obligación con ellos. Sacó uno fuera del uniforme y así me lo dejó. Cuando pasé a servir a otro de los señores y me retiré de él mirándole sonriente, volví a meter mi seno en el uniforme. Entonces Javier me llamó. Me arrodillé a uno de los lados de su sillón como me señaló, me desabotonó el primer botón del uniforme, sacó mis tetas y me indicó que continuara sirviendo. Temí haber cometido un error que no le gustó; pero no. Sólo demostraba orgulloso con ese gesto su poder sobre mi ya que habiéndome sacado él las tetas, yo no podía ya volver a ponerlas dentro de la ropa ya que fue mi Señor quien las sacó. Así que desnudos mis pechos y ofrecidos a los hombres por orden de él, volví a mi tarea de servir. Aquello me gustó, me gustó que alardeara con una simple acción y sin palabras, del absoluto dominio sobre su esclava.

Luego se montaron un juego conmigo: Quien más aguantase mis caricias sin eyacular ganaría y, el premio, yo misma: Una noche entera con el ganador. Los tres hombres dieron ventaja al cliente para que ganase siguiendo instrucciones de Javier, su jefe.

Y bueno, podéis imaginaros lo que vino a continuación.. Huelga añadir detalles pues es obvio por lo que tuve que pasar. Sólo deciros que esa noche viví mi primer Gang Bang sufriendo una situación de lo más sórdida y vergonzosa por mi parte, pero a la vez sintiéndome cada vez mejor por dar a Javier lo que quería y sobre todo procurar a mis ya “pervertidos” instintos sexuales desenvolverse tranquilos en su medio natural...

A las cuatro de la mañana acabó todo. Los hombres se fueron y el cliente de Javier quedó en llamarme para acudir a su casa y recibir su “merecido premio”.

En cuanto quedamos solos Javier usó mi cuerpo como quiso haciéndome de todo. Más dulce y cariñoso aún que por la mañana. Como siempre viví con él, agradeciéndole con todo mi corazón, el extraordinario y maravilloso tiempo de sexo que me regaló. Estaba muy cachondo luego de verme actuar dócil y servilmente como mujer esclava de su propiedad, ante sus empleados y cliente.

Completamente satisfecho, se tumbó en la cama y me ordenó darle un masaje en la espalda. Con eso quedó al poco tiempo dormido y, silenciosamente, fui a recoger, ordenar y limpiar las dos salas que los hombres habían usado como a mi misma.

Tenía que volver temprano a mi casa y era mejor hacerlo ahora que no medio dormida si me acostaba con él...

A las siete de la mañana, casi sin haber dormido nada, desperté muy delicadamente a Javier para pedirle permiso de regresar a mi casa.

Me lo dio y llamé a un taxi. A diferencia de otros días en los que volvía a mi mi casa aliviada, ahora iba sumamente preocupada por lo que pudiera encontrarme allí. Y efectivamente mis temores se confirmaron: Allí estaba mi marido, sentado en el salón, habiendo mentido a los niños sobre que hoy tenía el día libre y una botella de whiski que ocultaba bajo uno de los brazos del sillón...

Fue una noche en la que, siendo ya consecuente conmigo misma, me lo pasé bien. Ahora me tocaba pagar. Pagar y bien lo que estaba haciendo y viviendo..Ahora además, mientras mi dueño dormía plácidamente, tendría que aguantar todo lo que estuviese en su amargado ánimo espetarme...

CONTINUARÁ...

Bueno amigos espero esta capítulo que haya sido de también de vuestro agrado. Procuraré no tardar tanto en el próximo Y muchas gracias por vuestros comentarios.

Ferhil.