Chantaje: Mi hijo abusó de mi
Tercera parte del relato Regalo de cumpleaños. El amigo de mi hijo hace otra fiesta en la que es invitado él mismo. Me tomará sin él saberlo. Nunca superaré el trauma.
Cuando llegué a mi casa estaba cansada y abatida. No sabía cómo y cuando iba a terminar los chantajes a los que me estaban sometiendo.. El paso que había dado Marcos hoy, invitando a los amigos de mi hijo a abusar de mi había traspasado todos los límites y me sentía totalmente indefensa. No podía contárselo a nadie, y sobre todo, tenía que evitar que mi hijo viera las fotos con mi cara.
Dije a Arturo, mi marido y a Carlos, mi hijo que no me encontraba muy bien, por lo que me fui a la cama enseguida. Estuve llorando largo rato y cuando se acostó mi marido, fingí estar dormida, aunque no pude pegar ojo esa noche.
A la mañana siguiente, todo fue normal. Estaba segura que Luis estaba al corriente de todo lo que había pasado en casa de Marcos, pero no hizo ningún comentario, y se limitó a darme el trabajo habitual y a llevarle su agenda como solía hacer diariamente.
Los días transcurrieron de forma rutinaria. Vi en un par de ocasiones a José Ángel, el padre de Marcos, aunque ya no me avergonzaba tanto encontrarme con ellos, imagino, que el motivo era que mis problemas ahora eran mayores, aunque no hubiera vuelto a tener noticias del niñato.
Una mañana, al llegar a la oficina, me llamó Luis a su despacho.
- Alicia, hace un tiempo me comentó que le gustaría cambiar de departamento. Yo sé que me odia por lo que pasó, pero, créame, que no tenemos nada contra usted, es más, justo todo lo contrario.
- Va a cambiarme de departamento?
- No exactamente, en realidad, hemos comprado una empresa y José Ángel y yo, hemos pensado que usted es la persona idónea para dirigirla. Es una oficina pequeña, en la que sólo trabajan cuatro personas, dos directores de departamento y una recepcionista, a parte de usted, que será la directora general.
Acepté sin dudarlo, al principio no tenía en cuenta el aumento considerable de sueldo que iba a tener en un puesto similar, sólo pensaba en huir de aquella situación.
Según pasaban los días, antes de mi incorporación al nuevo puesto, pensaba que me habían dado este cargo por los servicios prestados, porque me habían disfrutado, y pensé que al menos mi hijo disfrutaría de la mejor situación económica en casa, ya que el negocio de Arturo, iba de mal en peor.
Por fin llegó el día de mi incorporación al nuevo trabajo. Me acompañó Luis, que amablemente, me presentó al resto de mis subordinados. Una chica joven, Ana, como recepcionista y secretaria, Gabriel e Iñaki, ambos en torno a los treinta años, que tenían sus despachos propios como directores de departamento de la empresa.
Los días transcurrían mientras poco a poco me hacía con las riendas de mi puesto. Hacía todos los empleados me llamasen de usted, igual que yo a ellos, con el objeto de ganarme su respeto lo antes posible.
Una tarde, cuando le indicaba a Ana un trabajo que debía hacer, vino un mensajero con un par de paquetes, uno para cada director. No le di importancia, pero pronto me di cuenta que la tendría, y grande.
A la semana siguiente, como un día más, llegué a mi oficina. Mi sorpresa fue mayúscula al ver varios correos de Marcos. Había vuelto a incluir algunas fotos del primer día, y unos cortes de los videos que me hizo en su casa. No había ningún mensaje en ellos, pero sabría que recibiría noticias suyas. Me puse muy nerviosa. Mi cara cambió por completo. En ese momento, Ana llamó a mi despacho y cerré rápidamente la página de correo.
- Alicia, se encuentra usted bien?
- Si, si, no se preocupe.
Me dio una documentación y volvió a cerrar al puerta. Afortunadamente, ese día no recibí ninguna llamada, como temía, así que pensé que sólo pretendía asustarme.
Dos días después, Ana me llamó por el teléfono interno diciéndome que tenía una visita.
- El señor Marcos García está aquí. Quiere verla.
Mi corazón dio un vuelco. La sangre subió por mi cabeza quedándome totalmente colorada. No podía esquivarle, y pensé que habiendo gente en la oficina no podría hacerme nada, así que decidí atenderle.
- Buenos días, Alicia, que tal estás? Quiero hablar algunas cosas contigo.
- Qué haces aquí? Qué quieres ahora? No has tenido ya bastante? Y por qué no estás en el colegio?
- Recuerda que estamos de vacaciones de navidad. Vamos a reunirnos con tus directores. Tengo cosas que deciros a todos.
Temí que les fuera a enseñar las fotos o los videos, o que se le ocurriera alguna otra idea maquiavélica.
Los dos jóvenes se sentaron en la pequeña mesa de reuniones que tenía en mi despacho.
- El otro día, les envié un paquete con el book fotográfico tuyo, así como los videos en dvd filmados.
- Qué has hecho qué? Hijo de puta.¡¡¡¡........ Qué pretendes?
- Tenía que compartirlo con alguien, pensé en Carlos, tu hijo, pero imaginé que preferías que lo hiciera con tus subordinados.
Un silencio se hizo en la sala, mientras que yo me derrumbaba, poniendo las manos sobre mi cara, y comenzando a llorar.
- Tranquila, no es tan grave. Te diré que a los dos les han encantado tus fotos y tu actuación en la película.
Me levanté de la silla y me fuí al baño. No pensaba volver a sentarme con ellos. Me quedé encerrada en el lavabo, pero Marcos vino y me habló a través de la puerta.
- Vuelve al despacho para seguir hablando, porque sino, tendré que hablar con tu hijo.
Las palabras mágicas, las que todo lo podían, las que se referían a que pudieran enseñar a Carlos, a su madre en situaciones delicadas.
Me senté de nuevo con ellos.
- El trato es el siguiente, dijo Marcos. Vamos a irnos los tres a mi casa. Estaremos solos, ya que mi padre está de viaje.
Comencé a llorar, a suplicarle.
- Quereis violarme de nuevo? Filmarme, fotografiarme, humillarme.............
- Sólo el día de mi cumpleaños fue sin tu consentimiento, el último día aceptaste voluntariamente, pero te prometo que en esta ocasión no habrá ni fotos, ni cámaras de vídeo. Esta vez no puedes poner la excusa que tienes que trabajar, puesto que eres la directora general. Eso si, tienes que darles permiso a ellos, dijo riendo.
- No, esta vez no lo haré. Se terminó el chantaje.
- Bien, entonces será Carlos quien venga a mi casa a ver unas fotos y un video. Adiós Alicia.
Marcos se levantó y llegó a salir del despacho en dirección a la salida. Oí como se cerraba la puerta de la calle. Tardé unos segundos en reaacionar.
- Gabriel, por favor, dile que vuelva. Dije en voz baja.
A los pocos instantes regresaron los dos. El joven se apoyó en la puerta, y me preguntó
- Tienes algo que decirme?
- Si. Iré a tu casa si me prometes que será la última vez que utilices estas fotos y el video para chantajearme.
- Te doy mi palabra . Iñaki, sino te importa, me gustaría que fuésemos en tu coche.
- Por supuesto, sin problema.
En una media hora llegamos al lugar. Marcos le dijo que aparcarse en el garaje que se comunicaba con la casa y entramos directamente al salón. Todo me resultaba ya familiar para mi desgracia.
Mis dos compañeros no hablaban nada y se limitaban a obedecer las órdenes del chaval..
- Sentaos, por favor. Aún queda un rato para comer, así que nos entretendremos un poco hasta ese momento.
Hice caso y me senté, pero estaba muy tensa. Sabía que en breve comenzarían a jugar, y que yo sería su juguete.
- Si os parece, seguro que Alicia estará encantada de bailar para nosotros a la vez que se queda un poco ligera de ropa. Va muy abrigada y seguro que tiene calor, explicó burlándose.
Puso música y me indicó que empezara a bailar. Es cierto que iba abrigada, un jersey negro de cuello alto, una falda verde de lana hasta la altura de las rodillas y mis piernas forradas por unas medias negras.
- Otra vez más no, por favor,no,no,no. Dije llorando desconsoladamente.
Marcos me agarró por el hombro, me acompañó y me subió encima de la mesa para que comenzara a bailar.
Me movía lentamente, sin ganas y tampoco hacía nada con mi ropa, por lo que me volvió a llamar la atención y me quité el jersey.
- Tiene unas tetas fenomenales, verdad chicos?
Llevaba un sujetador negro, pero mis tetas se marcaban perfectamente. Los dos muchachos asintieron con la cabeza aunque seguían sin hablar, sin duda porque tenían menos confianza con Marcos, pensé.
- Chicos, teneis que liberaros, que el espectáculo es para todos. Continúa Alicia........., pero antes, juega un poco con la falda, súbela un poco de abajo a arriba, para que ellos puedan ver tus muslos.
Lo hice, la movía hasta un palmo por encima de mis rodillas, pero quería terminar pronto. Quité los botones y cayó al suelo. Mis bragas quedaban tapadas por los pantis.
- Quítate las medias, no me gustan, no son eróticas.
Lo hice de forma rápida, quedándome sólo con el tanga y el sujetador, ambos negros, como solía usar.
- Baja de la mesa, Alicia. Seguiremos aquí.
- Ahora es cuando me toca preparar la mesa, verdad? Pregunté indignada.
Recordaba el último día, en el que además, tuve que hacer de criada.
- No, hoy eres la invitada, no has de hacer nada. La otra vez fue una grosería el hacerte trabajar.
Marcos pidió a los otros dos hombres que le ayudasen a poner la mesa, y servir la comida. Cuando hubieron terminado se dirigió a mi.
- Hay algo que aún no hemos hecho tú y yo.
Me quedé aterrada, sabía que era maquiavélico.
Voy a quitarte el sujetador, que me encanta, y quiero que me beses, como si fuera tu marido, con lengua, un beso largo.
Se acercó a mi, y metió su lengua en mi boca. Mientras, con sus manos buscó la parte de atrás de mi sostén. Tiró de las gomas y lo sacó hacia él. Mis pechos al descubierto.
Mis dos compañeros no me quitaban los ojos de encima, estaba muy nerviosa, por lo que los pezones se pusieron de punta. Los odiaba, estaba dispuesta a despedirlos según volviesemos a la oficina, pero Marcos pareció leerme el pensamiento.
- Alicia, no quiero que pienses por un momento en librarte de Iñaki y de Gabriel. Si eso sucediese, me enfadaría mucho, y tendría que hablar con quien tú sabes.
Ante la maldad de chico, volví a llorar de nuevo.
- El otro día cometimos otra falta de caballerosidad, que fue, que comieses sólo con tu braguita. Hoy te he traído algo de ropa, ponte esto.
Me entregó una bata negra, de gasa totalmente transparente, abierta, que sólo tenía un pequeño broche a la altura de mis pechos.
- No paras de humillarme, verdad?
Ahora fueron los tres los que sonrieron. Me puse la prenda. Nos sentamos, y comenzaron a comer. Yo no podía probar bocado sabiendo lo que me esperaba tras la comida.
Los tres dieron buena cuenta de los manjares que estaban en la mesa. Cuando estaban a punto de terminar, me dio un ataque de pánico y comencé de nuevo a llorar.
- Alicia, tomaremos el postre en el plato, en cuatro platossssss. Tranquilízte.
Todos rieron, y yo me sentí ligeramente aliviada de que no me utilizasen a mi para ello.
Cuando terminaron, ellos recogieron la mesa y se sentaron en el sofá. Yo no me moví de mi silla. Mantenía los brazos cruzados, intentado cubrir mis pechos.
Marcos se dirigió a mi, y me situó en el centro del salón, muy cerca de donde estaban ellos. Yo seguí con los brazos cruzados, intentando ocultar mi cuerpo, principalmente a mis compañeros.
- Sabes lo que tienes que hacer verdad? Dijo con una estúpida sonrisa en la boca.
- Qué quieres que haga?
- Quítate la bata, estamos en la sobremesa.
- Me dejarás ir si me la quito?
- No, pero sabes lo que haré sino lo haces. Estarás unas horas aquí y luego no volveré a molestarte más.
Con lágrimas en los ojos, la desabroché y me la quité cayendo al suelo. Rápidamente, volví a taparme los pechos con las manos.
- Esas manitas estiradas hacia abajo, Que te portaste mejor en la oficina, que enseñabas todo sin protestar, volviendo a reir, mientras que los compañeros comenzaban a liberarse un poco.
No tenía ni idea lo que éste malnacido me tenía preparado, pero me sentí muy nerviosa, puesto que no sería nada bueno para mi.
- Alicia, uno de estos dos chicos va a quitarte tu tanga. Elige quien quieres que sea
- Qué? No voy a hacer eso. Decídelo tú si quieres, cabrón.
- Qué mal educada eres. Se lo diré a tu hijo. Le diré que eres una zorra, una ninfómana, y que te encanta que te fotografíen.
Mis piernas estaban muy juntas. Me quedé llorando en silencio. No sabía que decir.
- Y bien? A quien eliges?
Miré a mis dos compañeros. Sólo en pensar en uno de ellos, me daba una vergüenza terrible. Miré a Gabriel, y..............
- Iñaki.
- No, no. Así no. Quiero que digas. Iñaki, por favor, podrías quitarme las bragas?
Respiré hondo, suspiré y pronuncié sus palabras.
- Iñaki, por favor, podrías quitarme las bragas?
Mi compañero se levantó, se acercó a mi, y agachándose, desplazó mi tanga por mis caderas, muslos, rodillas, hasta terminar en los pies. Con delicadeza, lo cogió en sus manos.
Los otros dos aplaudieron.Yo intenté taparlo, pero de un salto Marcos se levantó y colocó mis manos sobre mis caderas. Mi sexo ahora estaba como la primera vez, con una fina comisura de pelo en continuación a mis labios. A mi marido le gustaba más así y me depilé de esa forma.
- Chicos, qué quereis que haga vuestra jefa?
Sé que has dicho que era una grosería tomar el postre sobre ella, pero me encantaría tomar nata en su coño y en sus tetas.
- Ya sabes, dirígete a la mesa, y colócate como la otra vez
- Cabrón, me prometiste antes que no tendría que hacerlo.
- Ya, pero ellos son mis invitados, y no puedo decirles que no a nada.
Gritando no, no, no me dirigí hacia la mesa. Iba llorando. Marcos venía detrás de mi, y me subió encima. Se dirigió a la cocina y trajo un bote de nata.
- Las piernas bien abiertas, y los brazos hacia atrás. Van a comerte, dijo riendo.
Separé las piernas, hasta dejar a la vista mi clítolis y estiré los brazos, como me había ordenado. Vertió nata, cubriendo mis tetas e introdujo dentro de mi útero la salida del bote, brotando hacia el exterior.
- Soy vuestra compañera, por favor, no sigais.
Ni tan siquiera se dignaron a contestar y marcos dio vía libre.
- Toda vuestra, comenzad
Como sino hubieran comido uno se acercó su lengua a mi coño, mientras que el otro comenzó a chupar mis tetas, hasta que se hartaron, dando buena cuenta de la nata que había sobre mi. Cuando terminaron, vi que ambos tenían la cara blanca.
- Ahora la ducha, dijo Iñaki, que ya estaba totalmente lanzado.
Me lavaron bien, lógicamente tocándome por todos sitios. Me proponía no hundirme, para no darle ese gusto al niñato, y no lo hice, pero mis agujeros y mis pechos quedaron muy limpios por las pasadas de las manos y dedos más que por el agua.. Después volvimos al salón de la casa.
- Qué quereis hacer ahora?
- Me gustaría follarla, en una silla, yo me pondré debajo y ella encima.
- Por favor, Iñaki. Nos llevamos bien. Soy mucho mayor que tú. Estás casado, por favor, no lo hagas.
Fingía no escucharme. Puso una silla en el medio y se sentó. Gabriel, que también se sentía muy cómodo ahora, me dio un cachete y me dijo que me pusiera encima de Iñaki. No tenía alternativa, todos los hombres son unos hijos de puta, pensé, bueno, todos menos mi hijo Carlos, él era un cielo.
Obedecí y me coloqué encima de él que se había quitado los pantalones. Tenía un pene enorme, mucho mayor que mi marido, y de todos los que me había utilizado en los últimos meses.
Me hizo un poco de daño, y eso que estaba mojada por la ducha. Me la metió y con sus manos en mi cintura me levantaba, lo que hacía que mis tetas bailasen. Su lengua acariciaba mis pezones, y aunque no sentía ningún placer, se iban poniendo duros. Cuando iba a correrse, me apretó hacia abajo, disparando su semen a mi útero.
- Gabriel, a ti que te apetece? Sé que te gustaría darle por el culo, pero eso sólo está reservado para mi.
- Entonces que me la chupe, contestó.
No se movió del sofá, y yo me acerqué, deseando terminar lo antes posible con ellos para poder marcharnos y olvidarme de todo esto. Ahora estaba consiguiendo no llorar, al menos, no les daría ese placer.
Cogí su miembro, y le di dos chupadas. Gabriel empezó a chillar. Sabía que no duraría demasiado, así que me esmeré, y en menos de 15 segundos, mi cara se manchó de blanco, para mi alegría y para su desesperación.
- Alicia, quiero volver a sodomizarte, dijo Marcos.
Estuve a punto de gritar, y suplicar que no lo hiciera, pero quería mantenerme digna, y me limité a decirle
- Hazlo de una puta vez, será la última. Después de hoy, se acabó. Lo has prometido.
Me dolió mucho, y mordiéndome los labios conseguí no gritar. Marcos sabía como aguantar sin correrse y lo estaba haciendo. Después de las primeras embestidas ya no me hacía daño y terminó corriéndose. Por fin, había terminado mi calvario. Me había sentido humillada ante mis compañeros y por supuesto ante el niñato, una vez más, pero mucho menos que en las otras dos ocasiones, y por fin todo había terminado, pensé.
Me dirigí hacia mi ropa.
- Aún no hemos terminado. Nos quedaremos un rato más. No tenemos prisa, no te vistas aún, me gusta verte desnuda.
Le obedecí, no tenía otro remedio, pero me extrañó, y pensé que tal vez estaban esperando para recuperarse y volver a tomarme. Entonces sonó el timbre de la puerta. Me asusté mucho, temí que pudiera ser el padre de Marcos, o que hubiese ............
- Es capaz de haber invitado a alguien más pensé.
Marcos salió a abrir la puerta, y dijo a los dos directores de mi empresa que se fueran al garaje. A los pocos instantes, volvió a entrar él solo.
- Alicia, he de decirte algo.
- Ya lo sé, hay otro amigo tuyo que quiere divertirse conmigo, verdad?
- Si, así es. Sólo quiero comentarte que ese amigo es Carlos, tu hijo.
- Hijo de puta, dijiste que no le dirías nada si hacía todo lo que tú querías, y lo hice.
- No le he dicho nada. No sabe quien es la mujer que está aquí, ni la de las fotos. Quería conocerte y no pude decirle que no. Le dije que no podría verte la cara y aceptó.
- Dios mío. Qué hago ahora, me has hundido, cabrón. Juro que te mataré. Mi vida ya yo vale nada.
- Toma, ponte esto.
Era una máscara de cuero como las que se usan en las sesiones de bondage. Sólo tenía aberturas en los ojos, en la nariz y en la boca, con unos orificios de metal, lo que hacía irreconocible la cara.
Me derrumbé y comencé a llorar. Ahora ya no podía contener las lágrimas, eso si, lo hacía en silencio para que mi hijo no me oyese desde fuera.
- No voy a hacerlo, le dije.
- Entonces entrará ahora, y te verá desnuda. Pasarán también Iñaki y Gabriel, que están escondidos en el garaje. Pensará que eres una zorra, y que te lo has hecho con los tres. Algo que es cierto. Él cree que la persona de las fotos es una ninfómana, una zorra exhibicionista. Estoy seguro que le encantaría saber que eres tú.
No podía pensar. Sólo quería que Carlos no supiera nada de esto. No podía permitir que viese a su madre en esta situación.
- Mi hijo me reconocerá aunque me ponga la máscara
- No lo hará. Quítate el reloj, las pulseras y los pendientes y tampoco hables, no debe reconocer tu voz. Mientras yo guardaré tu ropa.
Hice todo lo que me dijo, estaba aterrada y muy nerviosa.
- Ponte el tanga y la bata. Que no te vea totalmente desnuda.
Pensé al menos la braga me permitiría tapar mi sexo. Me daba una vergüenza terrible que me viese así. Sólo podía esperar que no me reconociese. No llevaba nada que me pudiese identificar, que él hubiera visto antes.
Marcos me colocó la máscara, metiendo todo mi pelo hacia dentro, para que no quedase ninguna constancia de mi identidad.
Iba vestida con una máscara, una bata transparente y un pequeño tanga negro. Y mi hijo iba a entrar a ver a una mujer que le ponía a mil y que no sabía que era su propia madre. Comencé a llorar mucho. Quería irme, la máscara me ahogaba. Sólo esperaba que se conformase con verme y se marchase.
- Voy a hacerle pasar.
Mi mente sólo lloraba, pedía que me viese y se marchase. Me puse de pie y los esperé en medio de la sala. Puse mis manos sobre mis pechos para que no los pudiera ver y empecé a rezar en silencio
Carlos entró acompañado de Marcos y se acercó a darme dos besos. Noté sus labios en la máscara.
La señora X. Por favor, quita tus manos de los pechos, mi amigo querrá verte bien. Señora X, él es Carlos, uno de mis mejores amigos.
Guauuuuuuu, dijo mi hijo. Está usted igual de bien que en las fotos. Lástima que su deseo sea que no te vea la cara, porque debe ser muy guapa. Pero respetaré sus deseos, aunque si cambia de idea, me gustaría ver su cara..
Según iba hablando, recordaba al niño que di a luz hacía ya 18 años. Se había convertido en un hombre.
- Qué quieres de ella, Carlos? Te complacerá en todo.
Que le complacería en todo? Cómo podía decirle semejante burrada?. Era un cabrón, pensé.
- Quiero que se quite la bata.
Mis lágrimas caían por mis mejillas. Lloraba tanto que no podía ver.
Por favor, hijo, no me pidas eso, pensé. Vuelve a casa, te lo suplico.
Señora X, quítate la bata, mi amigo quiere verte, dijo Marcos.
Aunque mis tetas se transparentaban, los segundos que pasaron hasta que mis manos llegaron al botón, fueron eternos, y aún más, cuando me la saqué y la tiré al suelo. Mi hijo jamás me había visto sin la parte alta del biquini. Jamás hacía top less en la playa. De inmediato, de forma instintiva, coloqué mis manos para taparlos.
Marcos se dio cuenta, se acercó a mi, y me estiró los brazos dejando mis senos desnudos.
Carlos me tocó los pechos. Jugaba con mis pezones. Se los llevaba a la boca.
De vez en cuando, hacía algún ruído con mi nariz y boca, puesto que no paraba de llorar. Temía que se diera cuenta, por lo que procuraba hacerlo en silencio. Mi hijo me estaba tocando, al igual que lo hacía su padre.
- Marcos, puedo quitarle el tanga?
- Por supuesto, y hasta puedes quedártelo si te gusta. Estoy seguro que le encanta que sus amantes se lleven su ropa interior.
- De verdad que puedo quedármelo? Ya sabes que aún no he estado con ninguna mujer.
Mi hijo era virgen. Sólo suplicaba que no se estrenase conmigo. Me iba a bajar el tanga? Se iba a quedar con mis bragas? Joder, se lo iba a hacer a su madre.
Voy a bajárselas
No lo hagas, por favor hijo, no lo hagas. Gritaba en silencio. No podía hablar, pero no quería que me viera desnuda. No quería que se excitase conmigo.
Estuve a punto de pegar una voz, pero aguanté. Él se dirigió a mi tanga, como lo habían hecho otros. Lentamente, una vez más bajaron mis bragas hasta llegar al suelo. Las sacó por mis tobillos y las guardó en uno de sus bolsillos.
Mis manos se acercaron a tapar mi vagina. Era algo instintivo por estar en frente de mi hijo.
- Le encanta taparse. Su mayor morbo, es que un hombre le diga que separe las manos, y deje su coño a la vista. Hazlo tú.
Qué hijo de puta, pensé. Era retorcido y mala persona. Pedía a dios que no me lo pidiera. No quería seguir con esto. Ni tan siquiera cuando abusaron de mi sus compañeros de clase me había sentido tan humillada.
- Señora, puede apartar las manos? Me gustaría ver su sexo.
Lo hice, despacio me coloqué en posición de firmes, moviendo la cara de vergüenza. Lo de menos era que Marcos me viese ya. En realidad lo había hecho muchas veces. No tenía importancia que lo siguiese haciendo. Pero mi hijo.......
- Sabes, Marcos? Es el primer coño que veo tan de cerca. Lo tiene igual que en las fotos. Se nota que se cuída para que la fotografien guapa.
- Es tuya, puedes hacer con ella lo que quieras.
Las palabras de Marcos autorizando a mi hijo a hacer conmigo lo que quisiera me abatían, y que mi hijo estuviese viéndome y utilizándome, me humillaban como jamás me había sentido, en ninguno de los momentos en que todos esos cabrones me habían follado.
- Marcos, me gustaría pedirte algo. Hay algo que me deseo. Quiero hacerle unas fotos, como las que me enseñaste.
Mi corazón volvió a sobresaltarse. Quería unas fotos eróticas.. Mi hijo quería unas fotos eróticas mías. Por dios, esto era de locos.
- Como quieres las fotos?
- Me gustaron las del sofá.
- Ali.......Señora X, por favor, puede ir al sofá. Dijo Riendo.
Este cabrón me había vuelto a chantajear allí mismo. Había estado a punto de pronunciar mi nombre.
Temiendo que pudiera cometer alguna estupidez, fui al sofá.
- Señora X, dijo Carlos. Quiero que se abra de piernas, como las fotos que le hizo Carlos.
Mis lágrimas caían a borbotones. Temía que en algún momento traspasasen la máscara de cuero y notasen que lloraba. Me abrí de piernas mucho, y mi hijo empezó a tomar fotografías, algunas de cuerpo entero, otras a mis pecho, mi máscara, pero sobre todo, dirigidas a mi coño.
- Le puedo hacer alguna con la bata, por favor? Quiero que la deje abierta mientras la fotografías.
Me levanté a coger la bata, y me la puse como mi hijo me lo estaba pidiendo. Hizo muchas, me pedía que me colocase en distintas posiciones y siguió fotografiandome.
- Señora, por favor, déjeme ver su trasero.
Marcos se acercó a mi cuando estaba de espaldas, tiró de mi cabeza hacia abajo y con sus manos, abrió mis nalgas y mi coño para que pudiera seguir fotografiando.
- Qué mas quieres hacer?
- Ya lo sabes. Quiero estrenarme, pero antes, ya que me has dado sus bragas, voy a romperlas por delante para que se las ponga.
- Por favor, no, hijo no, soy tu madre, gritaba en silencio.
Con unas tijeras rompió prácticamente todo el triángulo delantero, dejando las gomas que lo cubrían.
- Se las puede poner y volver al sofá, por favor?
De nuevo volví a abrirme de piernas, esta vez con un tanga que no tapaba nada. Él volvió a fotografiarme. Sin duda intentaba emular a su amigo Marcos. Cuando terminó, Marcos le preguntó.
- Dónde quieres hacerlo?
- No sé, en una cama?
Su compañero trajo un colchón autohinchable. En pocos segundos estaba preparado.
- Señora por favor, túmbese y abra las piernas mucho, sin quitarse la bata, ni el tanga, le haré unas fotografías más.
Me daba vergüenza que me fotografiase pero mi temor era aún mayor, sabiendo lo que iba a pasar.No podía dar crédito. Mi hijo me iba a hacer el amor. No podía soportarlo, iba a volverme loca. Tenía que haber destapado todo el primer día y haber parado todo.. Ahora ya era tarde, obedecí y le abrí las piernas para que hicera más fotografías.
Carlos sacó un preservativo de su cartera. Sabía a lo que venía.
Yo tomaba la píldora, y la verdad es que todos me habían follado sin goma, aunque con mi hijo, prefería cualquier distancia, aunque fuese una simple goma de latex.
- No Carlos. Esta señora es muy limpia y se la puede follar sin condón.
Volví a insultar mentalmente a Marcos.
Mi hijo se desnudó y se colocó encima mío. Estaba muy empalmado, por culpa de su madre, pensé. Noté su pene dentro de mi. Giré mi cabeza. No quería verle la cara mientras lo hacía.
Era muy torpe, y daba fuertes embestidas.y en una de ellas noté como un chorro caliente se deslizaba por mi útero.
Antes de irse, se acercó a mi, y me dio dos besos.
Iñaki y Gabriel salieron del garaje. Marcos me trajo la ropa y me quitó la máscara. Pegué un grito y comencé a llorar en voz muy alta.
Me dejaron unos minutos hasta que me tranquilicé y me vestí.
Nos fuímos a la oficina. Cuando nos bajamos, Iñaki me dijo que sentía todo lo que había pasado, pero que Marcos les había amenazado con despedirlos sino hacían lo que él quería.
- Ya, pero lo habeis pasado de puta madre, verdad? Dije indignada.
No contestaron. Tengo la palabra de Marcos que no volverá a repetirse algo similar. Espero tener también las vuestars.
- Ambos asintieron con la cabeza.