Chantaje II

Bueno, es mejor que me ames, aunque ahora mismo es poco relevante para mí, en cuanto a Don Florencio era algo que podías esperar, si no de él de cualquier otro. En este caso ha sido mejor que sea él. ¿No te parece? Dora estaba callada, a punto de romper a llorar. ¿Qué iba a ser ahora de ella? ¿De su relación con David? Todo había cambiado

Estaba en la cocina cuando oyó la puerta abrirse.

  • Hola cariño.

  • Por fin has vuelto - Lo abrazó, besándolo - ¿Que tal te ha ido amor?

  • Bien. Muy bien. Hemos cerrado un trato muy importante y por lo que se tú tampoco has estado perdiendo el tiempo.

Dora se sonrojo. ¿Qué quería decir con aquello?

  • ¿A qué te refieres amor?

  • ¿Te crees que soy estúpido? Sabía de tus vicios, de tu infidelidad, de tu deslealtad conmigo. Pero no hay mal que por bien no venga, como dice el estúpido refrán. Don Florencio me ha aumentado el sueldo y me ha doblado las comisiones. Además, te va a contratar, de forma esporádica, para que acompañes a clientes importantes que vienen de fuera y requieren de buenos tratos. O sea, dicho en plata, me fui a Londres como cornudo y he vuelto como tu chulo, con la ventaja que ahora te podré follar por donde lo han hecho todos y tu nunca me has dejado.

  • Pero querido, yo siempre te he amado…solo…solo que no podía evitarlo y…Don Florencio me ha chantajeado.

  • Bueno, es mejor que me ames, aunque ahora mismo es poco relevante para mí, en cuanto a Don Florencio era algo que podías esperar, si no de él de cualquier otro. En este caso ha sido mejor que sea él. ¿No te parece? Dora estaba callada, a punto de romper a llorar. ¿Qué iba a ser ahora de ella? ¿De su relación con David? Todo había cambiado.

  • Siempre tienes la opción de pedir el divorcio y largarte de esta casa. Pero piénsatelo bien, porque si lo haces no te dejaré volver y no sé de qué vas a vivir. Esto sí, si decides quedarte, hay algo que no quiero que pase con nadie. No quiero que te preñen, si tienes un hijo quiero saber que es mío.

  • Por favor, amor…No me dejes…No me abandones…Haré lo que tu desees…

  • Lo primero que deseo es tomarme una ducha y descansar un rato, lo siguiente follarte y lo tercero, que mañana a los once vayas a tomar un café con Doña Rosa. Insiste en conocerte después de haber visto el video con aquel semental. parece que tiene mucho interés en hablar contigo.

  • SI…SI…mi amor…

  • Tu amor y tu chulo, no lo olvides. Ya que no puedes quitarte el vicio solo follaras con quien yo o Don Florencio queramos.

Dora se quedó sola, en la cocina, llorando, mientras su esposo, su chulo, se duchaba y se tumbaba un rato a descansar.

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  • Hola. Tú debes ser Dora. ¿No?

  • Sí. Señora Rosa.

  • No me trates de señora, por favor, puedes tutearme y no te asustes, no me gustan las mujeres - Dijo con una amplia y franca sonrisa, mientras se sentaba en la mesa frente a ella.

Rosa, a pesar de sus cincuenta años, era una mujer atractiva, elegante, con su media cabellera rubia y sus ojos claros, sus senos, visiblemente más grandes que los de Dora. Toda una señora, pensó ella.

  • No sabes las veces que he mirado el video, la verdad y no quisiera que mi comentario te moleste, es que me excito viéndolo. Sobre todo, como te corres mientras te escupe en la cara, follándome en el suelo. Por dios, nunca había visto algo tan morboso. La bella y la bestia.

Lo decía todo sonriente, relajada. No era el caso de Dora, a la cual aquellos comentarios le ponían nerviosa.

  • Se que se pasó contigo, lo sé, pero se adivina que también hubo momentos de placer. Por esto te he traído una copia, estoy segura que en unos días o semanas, querrás verlo.

  • Gracias, aunque dudo que me apetezca mirarlo, salí de allí destrozada.

  • Tienes que comprender que es lo que se le pidió. De hecho, por lo que se, se le pagó. Seguro que puede ser menos bruto y un pene así…ufff. La verdad es que me dan ganas de probarlo.

  • No te lo recomiendo. En parte me lo merecía, no tanto por no haber obedecido sino por todo lo que había hecho, por mis deslealtades.

  • Ya, ya. No creas, aquí donde me ves, yo también llevo lo mío, aunque en mi caso con conocimiento de mi esposo, de hecho, fue él quien, ya hace años, me indujo y siempre lo he llevado con discreción.

  • Ojalá hubiese sido mi caso. todo habría sido más fácil.

  • No me lo quito de la cabeza, una mujer tan hermosa como tu con aquel hombre, Malik, creo que se llama. Podríamos ir las dos, pagaría yo, claro.

  • Por nada del mundo iría.

  • Mujer, sería distinto, sin tanta brutalidad, ya me cuidaría de dejárselo claro. Podría ir sola, pero lo que más me apetecería es ir las dos juntas, como buenas amigas.

  • No me pidas esto, no quiero volver allí.

  • Bueno quería convencerte, que no te vieses forzada. Pero ya veo que tendrás que ir a contra cuerpo. De hecho, ya lo he hablado con mi esposo y el tuyo, tu chulo y estoy segura de que sí que vendrás.

  • Pero…yo…yo…

  • Vendrás y ya verás como esta vez será distinto. Ya he concretado para pasado mañana. Te vendré a buscar a tu casa y quiero que vistas como la otra vez.

Dora palideció.

  • Te gustará. Ahora debo dejarte cariño. Llévate el USB.

Se levantó para darle un beso en la mejilla y fue a pagar. Dora permaneció allí un buen rato, paralizada delante de su café con leche.

Les abrió la puerta sonriendo, con sus dientes blancos resaltando en su cara, a diferencia de la otra vez les invitó, educadamente, a entrar. Vestía una camiseta negra de manga corta, ajustada, que resaltaba sus músculos.

  • Ya tenía ganas de conocerte Rosa, será un placer follarme a la mujer de Don Florencio. Pero pasar al salón. he abierto una botella de cava

  • Vamos, sentaros una a cada lado mío.  Quiero hacer un brindis para las zorras blanquitas.

Dora se bebió aquella copa de cava fresco de un solo golpe, a pesar del comportamiento de Malik seguía temerosa de él.

  • Tranquila mujer, nos lo pasaremos bien. La otra vez tenía que ponerte en tu lugar y por lo que sé lo conseguí. Pero, vamos, empezaros a desnudar ¿No? - Dijo mientras se quitaba su camiseta y ponía a la vista su increíble cuerpo

  • No, así no, la una a la otra, Me gusta ver como dos mujeres se desnudan mutuamente.

Cuando Dora, ya sin blusa ni sujetadores, quitó estos a Rosa, no pudo evitar mirar sus pechos, algo caídos ya, constatando su tamaño.

  • Tiene unas buenas tetas ¿Verdad? Tócalas, te estás muriendo de ganas. Seguro que las tiene muy sensibles.

Ante su duda fue la misma Rosa quien le cogió una mano y la llevó a sus senos, mirándola a los ojos, sonriendo. Nunca había acariciado los pechos de otra mujer, lo encontró agradable, excitante y más cuando vió como le temblaban los labios a Rosa, al tiempo que sus pezones se ponían erectos.

Malik había vuelto a sentarse en el sofá, completamente desnudo

  • Daros la vuelta. quiero ver vuestras nalgas. Ahora venid a sentaros aquí. - Se estaba tocando su inmenso pene, poniéndolo erecto. A punto.  Puso una mano en la cabeza de Rosa

  • Creo que deberías ser tú quien me la mame. Esta puta ya la ha probado.

Rosa dejó que guiara su cabeza hasta el objetivo de su boca.

  • ¡Más a fondo! ¡Joder! Y tú, arrodíllate y cómeme los huevos. Os gusta la polla de negro ¿Verdad putas?

A ella, al contrario de sentir su boca llena, nunca le había gustado aquello, pero sabía que estaba allí para obedecer en lo que le dijeran y prefería hacerlo y que no se torciera la situación. Adivinaba que Rosa estaba muy excitada por como babeaba, chupando. Él no las forzaba, aunque no se abstenía de decirles obscenidades mientras mantenía sus manos en las cabezas de ambas.

  • Las putas viejas sois las que mejor mamáis. Ni se te ocurra tragar la leche. Tiene que haber para las dos.

  • ¡Oh! ¡SÍ! Te voy a dejar tu boca llena de leche. Poneos de pie zorras. Quiero ver como la compartes. Quiero ver como os morreáis.

Dora sentía asco de aquello, de morrearse con una mujer. Una mujer con la boca llena de semen. Sintió su mano en su cabeza, vió sus labios acercarse, su boca. Pronto aquella sensación fue sustituida por las ganas de sentir su beso, su lengua, aquel sabor. Se excitó aún más cuando notó sus pechos apretando los suyos, su mano acariciando su clítoris.

  • JAJAJAJAJA, Vais a salir de aquí hechas unas bolleras, unas putas y unas bolleras.

De pronto se levantó y agarrando los cabellos de Rosa la colocó frente a la pared.

  • Se muy bien qué es lo que te gusta. Ya puedes imaginar quien me ha informado. Apóyate en la pared y saca bien tu culo de perra. Y tú ¡Ven aquí! - Entregándole un cinturón, con voz imperiosa le ordenó: ¡Azótala!

  • ¿Qué? Yo no puedo hacer esto.

  • ¿Que no puedes? Claro que puedes. No querrás que me ponga duro contigo. ¿Verdad? Dale fuerte.

  • Sí. Sí. ¡Dios mío! ¡Dame! ¡Dame! - se marcaban los azotes en sus nalgas. mientras enloquecida, culeaba.

Nunca había hecho nada así, ni siquiera lo había fantaseado. Pero verla allí, moviendo sus nalgas, comprobando como sus jugos empezaban a mojarle los muslos. Aquello era una locura.

  • Para. La vas a dejar marcada. Para ya.

Las dos estaban sudorosas.

La separó de la pared e hizo que se tumbara sobre la alfombra.

  • Ahora vas a disfrutar de mi polla blanquita de mierda.

A pesar de su grosor no tuvo problemas en penetrarla. Desde un buen principio Rosa empezó a jadear y a gemir.

  • Sí. Sí. Fóllame. No pares.

Le dio una fuerte bofetada.

  • A mí me tratas de usted y me pides las cosas bien. Perra.

Dora viendo aquello se excitó aún más, si esto era posible.

  • Perdone. Perdone señor. Fólleme. Fóllame por favor. Necesito sentir du polla, su poder.

  • Así está mejor.

Dora se arrodilló acariciando el cuerpo de aquel semental, cada vez más caliente, oyendo como Rosa se corría una y otra vez. Ella también deseaba aquello.

De pie, fumándose un cigarrillo, con su gran pene flácido, dándose un respiro y dejando a Rosa en el suelo, aun jadeando.

  • Ahora vendré por ti putita. Arrodíllate en el sofá, apoyando tus manos en el respaldo.  Te voy a follar bien.

Dora esperó al semental, a su polla, completamente lubricada, alzando sus nalgas. Sus deseos, su ansiedad, iban en aumento mientras esperaba sentir aquel pene. Tardó aún un tiempo, que se le hacía eterno, hasta que sintió como le penetraba su sexo, sin violencia, profundamente. Contorneaba su cuerpo, buscando desesperadamente su boca, sus gruesos labios. Quería sentir su lengua, dentro de sí, como sentía su polla y sí, la folló bien, como nunca lo habían hecho. El placer que sintió fue profundo e intenso. Ahora no le importaba estar allí. Ya no.

Rendida, sentada en el sofá, no entendía cómo un hombre podía tener la potencia sexual que tenía aquel, veía como con su propia mano hacía que aquel miembro volviera a ponerse erecto.

De pie, junto a ella, que no podía quitar la vista de su pene, le vió ponerse un condón.

  • Ven aquí, perra, a gatas, Te voy a dar por donde más te gusta.

Los ojos de Rosa brillaban de lujuria mientras se acercaba, obediente.

  • Lo tienes tan dilatado que seguro que no te dolerá. ¡Tócate!

La penetró delante de ella, su pene, lentamente, entraba en sus entrañas, enculada. No pudo evitar un grito de dolor que pronto se convirtió en gemidos de placer.

  • Cómele el coño a tu amiga. Bollera de mierda.

Dora nunca se podía haber imaginado aquello.  Se veía a ella misma cogiendo la cabeza de Rosa, mientras ella lamía su coño, su clítoris.

Los tres se corrieron al unísono. Los tres, incluido Malik, agotados. Rosa tirada en el suelo y ellos dos descansando en el sofá. Tres cuerpos sudorosos, tres bocas terminándose el cava.

  • Toma, tus trescientos euros. Han sido bien gastados - Dijo Rosa sonriendo

  • Espero volveros a ver por aquí. Toma el video, espero que haya salido bien. ¿Sabes Rosa? Más de una de tu círculo de conocidas también tiene sus vídeos. Sería divertido que los intercambiaseis. Una pena que, por confidencialidad, soy muy serio en esto, no pueda decirte sus nombres,

Las besó a las dos.  Despidiéndose de ellas. Agradecidas.

Ya de camino a casa, en el automóvil de Rosa, Dora empezó a acariciarle el muslo.

  • ¿Qué haces? ¿Crees que porque te he comido el coño tienes derecho a tomarte estas libertades?  Veo que aún no sabes cuál es tu sitio en todo esto. Hice mal en decirte que podías tutearme.  ¿No te das cuenta de que no eres más que una ramera?

Nuestra ramera,

  • Perdón. Perdón...Perdón…Señora.

  • Esto está mejor. Ahora sí, frótame el coño mientras conduzco y hazlo bien.

  • Si. Señora.

Ya no era nada. Nada más que una puta a la merced de ellos tres y de quien ellos decidieran. Sentía ganas de llorar.