Chantaje en mi matrimonio
Un matrimonio sufre las consecuencias de sus perversiones, cae en manos desalmadas que les harán probar cosas humillantes.
Cuando un matrimonio no funciona y se rompe se suele decir que todo es culpa de que en la cama no se rinde bien, en nuestro caso, no era del todo cierto, éramos un buen matrimonio, nos queríamos, como creo, todo el mundo se suele querer, había confianza, no la faltaba a ella una frase cariñosa en su boca cada vez que me veía y yo cumplía con ella cada vez que veía en su cara el más mínimo gesto de picardía, mi Ana y yo no se puede decir que no fuéramos una buena pareja.
La verdad, el tener yo una tienda de zapatos me hacía estar mucho tiempo fuera de casa, nunca había dejado una mañana de abrir mi comercio y como apuraba a última hora para atender a los comerciales o algún cliente de confianza rezagado, siempre Ana me echaba en cara que llegaba tarde, sabía que eso la cabreaba porque, como no habíamos podido tener hijos, la soledad de la espera a su marido la iba enfadando cada día más.
Decidí entonces poner ordenador en casa y conectarla a Internet, así estaría entretenida y no me echaría tanto en falta, además me permitiría escaparme al gimnasio algún que otro día ya que la musculación era otra de mis grandes pasiones; mis compañeros del gimnasio siempre se reían de que no iba por que la parienta no quería y la verdad había meses que no aparecía por él y cuando acudía ya casi no conocía a los nuevos chavales que se habían apuntado e intentaban quitarnos el puesto a los incondicionales, que con los años, habíamos desarrollado una buena amistad, siendo para mi el verdadero grupo de amigos con los que contaba fuera del trabajo y del gimnasio.
Ana era toda una mujer, en casa no perdía el tiempo y siempre estaba cuidándose manteniendo una figura potente, la misma que desde el primer momento me encandiló y me hizo dejarla preñada antes de tiempo y así obligarnos a casarnos rápido y corriendo, una pena que luego ella perdiera a nuestro hijo y hasta hoy no me haya podido dar descendencia; un poco celosa si que es, como en la tienda contrato a mujeres jóvenes para atender el apartado de hombres, muchas veces la he visto acercarse disimuladamente a la tienda para comprobar como era mi trato con ella, pero como también sabe que soy muy noblote, que jamás le pondría los cuernos, rápidamente se le van los celos cuando comprueba que no soy yo sino algún que otro compañero del gimnasio el que viene a probarse solo zapatos con tal ver a las chicas arrodillarse ante ellos y con una sonrisa para cambiarles las botas.
Como es he dicho todo normal, hasta que como pasa siempre en la vida, cuando menos te lo esperas, todo cambia; un día mi mujer comenzó a proponerme ver pornografía por Internet, como un juego que diera un punto de erotismo a nuestras relaciones sexuales, así que antes de hacer nada veíamos trailers de películas que ella seleccionaba, primero normalitos pero luego no tuvo problema en mostrarme desde tríos hasta orgías; los dos, pero sobre todo yo, estábamos descubriendo nuevos mundos.
Cada vez que íbamos a follar como conejos no había que mandar señales de pareja sino encender el ordenador, hasta el punto que cuando oías gemidos en la habitación del ordenador acudíamos corriendo para no perder comba de la propuesta que nos iba a hacer el otro; pero no supimos poner el freno en el momento oportuno y lo que era un pequeño incentivo paso a ser algo fundamental, así que mientras me deleitaba viendo una película porno mi mujer se encargaba de masturbarme y luego yo hacer lo propio, una cadena de favores, más que sexo, era en lo que se estaba convirtiendo nuestra vida matrimonial.
Inclusive yo en el trabajo pensaba como mi mujer estaría fantaseando buscando material mientras yo trabajaba y eso me fastidiaba, no teníamos medida y cuando antes solíamos salir a tomar algo o hacer una escapadita, ahora, nuestra mente volaba de perversión en perversión.
Todo tuvo un límite el día en que me dí cuenta que quizás había que parar, no bastaban ya ver penetraciones duras o multitud de actores follando, había que subir el listón y entrar al trapo como si nada, como si lo que hasta ese momento era un escándalo para nosotros, ahora lo admitiéramos como algo normal; me refiero a dos semanas en la que Ana me ponía películas de dominación, de sexo duro pero forzado, donde ellos y ellas no eran más que objetos de disfrutes de amos y amas, al principio tuve que hacerme a una materia que antes, no es que no la entendiera, sino que la aborrecía, y ahora las erecciones prolongadas, que le costabas sus sudores a mi mujer bajar con mamadas duraderas, daban a entender que era una de mis materias pornográficas preferídas.
Como os decía, hasta que un día dije basta, a Ana no le gustó, pero fue lo mejor, mi cabeza no hacía más que pensar en sexo todo el día, mi mujer había quedado a un lado frente a tanta lujuria, y le dije que si ella quería que siguiese consumiendo lo que quisiera cuando yo trabajaba, pero que cada noche volveríamos a la vida íntima de pareja.
Durante varias semanas pude ir desintoxicándome de todo el tipo de vida que yo estaba sufriendo y, claro, ella no lo hizo pero respetó el acuerdo de hacerlo cuando no estuviera; semana tras semana mi vida sexual volvió a la normalidad, pequeños impulsos, que pronto frené, de volver a la habitación de los ordenadores y volver a pedir a Ana lo que sabéis, eran la única alteración; quizás la única no, muchas veces cuando ella mamaba mi polla me veían a la cabeza escenas pornográficas que había grabado en mi cabeza, pero eso no lo sabía mas que yo y que me hacían subir de temperatura mi cuerpo para descargar todo mi semen en su boca bajo exquisitos orgasmos
Ana no venía ya a vigilarme en la tienda, no tenía mucho tiempo de salir a la calle, mi cabeza aseguraba que todo era culpa del porno, hasta que un día al llegar a casa, me cogió de la mano y me llevó al salón, me dijo que me sentara y me dijo: no se si he hecho bien o no, quería darte una sorpresa y ahora que me he tirado a la piscina, me estoy repensando lo que he hecho la agarré de la mano y la dije: no te preocupes, dime que has hecho que seguro lo comprendo.
No podía oír lo que mi mujer decía, ni en mis más arriesgadas fantasías habría dado el paso que ella dio, por culpa de haber indagado por páginas de dominación, un chaval de la ciudad le comió la oreja con la idea de que fuéramos sus sumisos; como ella sabía que fue la parte de la pornografía que más me excitó y del susto había precipitado mi salida de ese mundo, era una buena manera de reconquistarme para su causa y probar cosas nuevas, así que por correo electrónico había aceptado un contrato de sumisión, que entre otras lindezas decía que tanto yo como ella seríamos convertidos en unas vulgares putas a disposición del amo no podía mi cabeza asimilar esas palabras.
Cuando terminó de contármelo, no sabía donde poner la mirada de vergüenza, entonces yo le quité hierro al asunto: no te preocupes, seguro que solo quiere vernos follar y si se pone tonto voy y le denuncio por hacer estas cosas; tan solo me dijo ella que mañana por la noche había fijado la cita aquí en casa.
Al día siguiente tuve una carga de trabajo tremenda, hasta el punto que olvidé la cita de la noche, las rebajas absorbieron toda mi capacidad y llegué casi a la hora de la cita a casa; mi mujer algo nerviosa ya me dijo que me metiera a ducharme de inmediato que iba a llegar al chaval y me dijo que no podíamos fallar, esas palabras de mi mujer sí que me impactaron, llenaron mi cabeza y daban vueltas, era la primera vez que íbamos a meter a alguien en nuestra relación y encima "no podíamos fallarle", un leve escalofrío recorrió mi cuerpo antes de entrar a la ducha, en el fondo me estaba empezando a desubicar con lo que podía suceder, sobre todo, porque las palabras de mi mujer diciendo la necesidad de contentar al chaval había producido en mi una erección que un buen chorro de agua fría, al menos, pudo al momento calmar.
Cuando sonó el timbre, supe que era mi responsabilidad ir a abrir, tenía que mostrar cierta autoridad y darle a entender que yo llevaría los hilos de esa aventura; cuando abrí la puerta e intenté poner cara de amo de la casa, está se cambió en una de sorpresa, la verdad no había perdido tiempo en imaginar como sería, aunque de manera inconsciente mi cabeza había prefijado la imagen de un chico joven con ganas de probar cosas nuevas, así que cuando vi a nuestro invitado dos sensaciones me invadieron: le conozco y me conoce.
Me quede parado y cometí el primer error, mi bloqueo le dio tregua a marcar el ritmo de la primera conversación: me dejas pasar o te vas a quedar ahí como un estúpido mirándome; pude balbucear una contestación rápida y dejarle entrar, cerré la puerta y me quede un rato parado analizando la situación mientras escuchaba como mi mujer le saludaba y le ofrecía asiento a mis espaldas.
Cuando me giré, pude comprobar como ella cogía una bolsa de deporte que llevaba y la colocaba a un lado, ella no preguntó de donde venía pero yo lo sabía, no conocía su nombre, pero su cara sí, cada vez que desde hace unos meses había acudido a hacer pesas, ese chaval con su grupito de chulitos engreídos tomaba control de las mejores zonas para ejercitarnos relegando a los más mayores que cada vez éramos menos y con menos ganas de líos, su cara de superioridad se había fijado mucho en mí y demostrado que él dirigía al resto los que se ejercitaban con él en el gimnasio, me mandaba señales de que procurase no tener problemas con él.
Cuando me dirigí al sofá con ellos, mi mujer empezó a preguntarle de donde venía y rápidamente yo dije: eso no importa, cada cual fuera de esto tiene su vida; entonces él con el mismo gesto dijo: si hacemos todo lo pactado esto no tiene porque salir de aquí, efectivamente; la cara de incomprensión de mi mujer ante los dos mensajes ocultos era normal, pero nosotros habíamos dicho todo lo que había que poner sobre la mesa: sabía que mi gente me tachaba de calzonazos y que si se iba de la lengua, no sólo se consolidaría esa imagen mía sino la degradaría con lo que mi mujer había pactado, sabía que era uno de mis puntos débiles y no tuve más remedio que levantar mis cartas y dejar al descubierto mis debilidades ante un tío que no tendría mas de 24 años y que con una frase había dejado claro que el chantaje estaba servido: o me comportaba como él quería o se iba de la lengua con toda la gente que me tenía aprecio y amistad: mis compañeros del gimnasio.
Demostramos desconocimiento de la material al no saber que hacer ante tal situación y de nuevo le dábamos un as al invitado para que se aprovechara de ello; se acercó a mi mujer y nos dijo, tocándola el culo,: así que vosotros sois los ejemplares que necesitáis pasar un mal rato bajo mis putas órdenes, se que la guarra de tu mujer había contactado con varios amos por Internet pero nunca imaginé que me elegiría a mi, con mi fama de cabrón, para convertiros en mis esclavos, se que es fuerte el contrato de sumisión que me habéis remitido, pero no me asombra tanto, siempre hay gente como vosotros que necesita que gente como yo os demos una lección, que es dura pero que también os excita como perras en celo; no os voy a dar mucho la brasa con lo que habéis asumido, pero tened claro lo siguiente: en esta casa mando yo a partir de ahora, sois mis putos esclavos y voy a hacer todo lo que me salga de los huevos para joderos, entendido?
Mi mujer me miró asustada, el que hubiera elegido una de las peores opciones seguro respondía a que no se había enterado bien y encima me veía sin reaccionar, no sabía que estaba entre la espada y la pared, que si hubiera llegado a casa un dominador desconocido, ya estaría en el rellano con alguna ostia y con pocas ganas de dar una orden, pero el cabrón que había elegido había sido la peor elección de mi mujer, y ella no solo no lo sabía, sino que tampoco podía contárselo, así que respondí con voz seca: entendido.
Se hizo un silencio cortante solo interrumpido por el manoseo del chaval al cuerpo de mi mujer y el sonido de sus joyas al meter la mano por debajo de la blusa para tocar su pechos y examinar sus partes; entonces me miró con cara de desafío y me dijo: vamos a ver si es verdad lo que por el chat me contó tu mujer, que te pones como una perra en cuanto ves una escena de dominación, desnúdate que vea como tu pollita disfruta al ver como disfruto de tu mujer.
Al principio dude que hacer, si coger y largarme, pero no podía dejarla sola, porque si me desnudaba y notaba como la perversión suya hacía efecto en mi cuerpo, no tendría argumentos para negarme a nada, pero cuando mi mujer se dirigió a mi y me dijo: porque no le haces caso, tarde un minuto en quedar completamente desnudo ante ellos y mi miembro ya demostraba su interés en todo lo que estaba pasando.
Cuando los dedos suyos comenzaron a estimular las partes bajas de mi mujer y esta comenzó a gemir, el calor que inundó mi cuerpo no podía imaginarlo; estaba viviendo situaciones que antes, ni ante el ordenador había vivido; entonces conocimos su nombre porque no dijo: a partir de ahora cada vez que me veáis sin hacer nada debéis preguntarme: ¿Amo Rafa desea algo de mí? y os ordenaré lo que me de la gana.
Pienso experimentar con vosotros todo lo habido y por haber, así no tendréis que ir mirando por Internet nada.
Entonces coge el movil y llama a su casa a decir que no irá a dormir porque se queda en casa de un colega hasta el próximo día, nada más colgar le dice a mi mujer que saque de la bolsa de deporte la ropa sudada y que meta a la lavadora para que mañana tenga ropa limpia; esta se queda parada y entonces coge y suelta una bofetada a mi mujer a modo de advertencia que sus órdenes se cumplen al instante y en ese momento, sale de mi un arrebato de pasión y le voy a recriminar su actitud, pero él se acerca y me agarra los cojones haciendome arrodillarme del dolor; entonces dice: me parece que aquí alguien no ha aprendido la lección, y mientras mi mujer saca su ropa de la bolsa, éste le dice vamos a educar al esclavo, coge su slip sudado del gimnasio y sin escrúpulos lo introduce a presión en mi boca y me deja allí dolorido y con ese veneno en la boca.
No podía imaginar lo que estaba viviendo, el olor a macho de su slip inundaba mi boca y mi nariz, había conseguido hundirme más en medio del chantaje que estaba viviendo; todo era muy duro, no sabía como iba a poder salir y lo peor comprobar como todo era aceptado por mi cuerpo; ante mí tenía un chaval más débil que yo, quizás su cuerpo musculazo podría ser portada de una revista de jovencitas pero mis años de gimnasio jugaban a mi favor a la hora de una demostración de fuerza, la putada era el puto chantaje del que se estaba aprovechando, la puta chulería que en el gimnasio me daba rabia soportar ahora excitaba mi puto cuerpo.
Cuando pude levantarme, fui al baño a ver como iba la limpieza de su ropa, aunque me extrañó no oír la lavadora funcionar; nada más ver a través de la puerta, comprobé que mi mujer no tenía la parte de abajo del traje, estaba lavando a mano su ropa en la pila mientras él agachado, lamía y jugaba en su coñito, formaban una combinación perfecta de movimientos que con solo verlo hubieran excitado a cualquiera; mi mujer movía su cuerpo a ritmo de sensaciones internas y movimientos por frotar el jabón en su ropa.
Cuando contempló la erección que tenía, me miró y me dijo: así me gusta, ante todo disfrutando; mientras tragaba la poca saliva que su slip en la boca me dejaba pude contemplar como se bajo los pantalones y comenzó a follar a mi mujer con un desenfreno total, como necesitando correrse en sus entrañas, olvidándose entonces de que yo estaba allí.
No utilizó condón, seguro que a mi mujer se le escapó que no la iba a poder dejar preñada; cuando mi mujer tuvo que soltar el jabón y el cepillo de lavar en la pila porque ambos habían llegado a un profundo orgasmo cometí el error de tocarme la polla para ayudarla a liberarse de la carga que mis huevos habían acumulado, entonces Rafa sin haber escurrido bien todo su semen en el coño de mi mujer, se acercó a mi y me agarró del cuello diciéndome: como te toques la polla o hagas algo sin mi puto permiso salido de mierda te vas a enterar; tengo que reconocerlo, esas palabras pudieron conmigo.
Chorreándole la polla de semen, me llevó al salón, me sacó su slip de la boca, me agarró del pelo y me dijo tirando de la cabeza para arriba: no quiero verte disfrutar con tu polla delante de mí, mariconadas las justas, cuando folle con tu mujer, cuando quiera y estés al lado, mirando con la cabeza bien para abajo y dejando tu polla disfrutar de lo que oye.
Fue la última vez que tuvo que decírmelo, cada vez que desde ese día decidió tener sexo con ella, adopte esa forma de cornudo consentidor, era lo único que podía hacer, sabía que me estaba cavando mi propia tumba, pero no tenía remedio.
Lo peor fue cuando en el gimnasio me cruzaba con él, no sabía donde mirar, su mirada altiva y sin complejos se clavaba en mi cara para forzarme a darme la espalda a riesgo de morirme de miedo ante una reacción suya contando todo lo que nos estaba haciendo.
Cada vez era más normal llegar a casa del trabajo y ver a mi mujer preparándole la cena, mientras el desnudo en nuestro cama la requería para tener sexo, nada más verme entrar me llamaba y me obligaba a prepararla para follarsela, a planificar posturas que implicasen que yo la inmovilizaba para que su polla la penetrase por todos los agujeros, para luego bajo sus insultos tener que ayudarla a limpiar el semen que derramaba sin pudor por su cuerpo.
Cuando nos quedábamos solos mi mujer y yo no hablábamos del tema, se daba por hecho que éste había quedado fuera de la agenda matrimonial, el sexo era cosa de Rafa, que no tenía porque desconfiar de que hiciéramos nada a sus espaldas, éramos todo suyos.
Cuando venía cabreado por algún tema, mi cuerpo recibía el castigo, pude apreciar que la tortura no era su fuerte, pero pronto descubrió que verme suplicar que dejara de golpear mi culo o gritar de dolor ante una tortura de mis pezones o testículos le era también muy placentero, así que cuando llegaba a casa y él estaba, debía desnudarme rápidamente y ofrecerle mi cuerpo.
Un día mi mujer se acercó a mi trabajo nerviosa, me dijo, tengo malas noticias, creo que Rafa se ha echado novia, me ha mandado un mensaje que hoy no va a ir y que mañana quiere hablar con nosotros a primera hora, creo que nos va a dejar; mi cuerpo no sabía como reaccionar, parte de mí se alegraba que el suplicio se acabara pero otra que recordaba como todo el erotismo de las situaciones humillantes que nos hacía vivir había provocado las mayores excitaciones de mi vida; me había amoldado a sus ordenes y sacaba lo mejor de ellas sin importar lo bajo en que caía.
Cuando iba a cerrar la tienda, para dirigirme a casa a la cita se presentó Rafa en ella, me dijo que bajara los cierres, entonces pasó al interior y se sentó en un sofá en los que la gente se prueba los zapatos, me arrodille ante él como si fuera a probarles unos y él agradeciendo el gesto me ordenó levantarme y me dijo: como seguro que ya sabes tengo pareja y no puedo compatibilizarla con tu mujer, así que al ver a tu mujer tan triste por mi pérdida, y comprobar que tu matrimonio ya no puede sobrevivir sin una carga de perversión he pensado en incumplir la norma que nos pusimos, he seleccionado a tres de mis colegas del gimnasio, quiero que uno de ellos me sustituya.
Aquella proposición me pilló por sorpresa, como me había acostumbrado a decir si y solo si a todas las proposiciones de Rafa, no sabía si seguir actuando así o poner un poco de autoridad; entonces él, a modo de concesión, me dijo que para que la transición fuera bien me dejaría a mí elegir.
No se si hice bien pero cuando acepté solo pensaba en que así mi mujer no me aborrecería por apartarla de un mundo donde necesitaba vivir y cuando Rafa se marchó poniendo hora y lugar al casting donde elegiría a su "sucesor".
No hable del tema con Ana, me veía con fuerzas para resolver yo el problema y presentarselo como un regalo, igual que hizo ella la primera vez; cuando llegué al piso donde Rafa me había citado, me lo encontré solo, de manera innata nada más entrar me desnude como era la norma de los meses anteriores y me senté en el sofa mientras él preparaba algo en la cocina.
Cuando sono el timbre, Rafa me anticipó que eran ello, me mando ir a la cocina y me ordenó que cuando pasara un rato acudiera con los platos de comida que había en la mesa y se la ofreciera a ellos; en el momento que me vieron entrar desnudo y haciendo funciones de chacha, comenzaron a reirse y tuve que bajar la cabeza para que la vergüenza que sentía no se notara, pero como estaréis imaginando mi polla no pudo resistirse ante tal humillación, no podía más, no sabía donde meterme.
Cuando ya estaban comiendo Rafa hizo una demostración de su superioridad, contándoles como me portaba de bien, de cómo el tipo del gimnasio era su puto sumiso, y cuando entro a contar como se lo había pasado con mi mujer todos se pusieron a mil, incluido yo.
Entonces Rafa me dijo que era el momento de elegir, pero mi cara de desconcierto al no haber recibido ninguna información sobre ellos para poder hacer un juicio acertado le dio pie a Rafa para concederme un poco más de ella: bajaros chicos los pantalones y mostrarle vuestras pollas, es justo que sepa como será el miembro con el que goce su mujer.
Esta jodido y enrabietado, ese no era el acuerdo al que habíamos llegado, esto era más de lo mismo, así que cometí un error, elegir al que la tenía más pequeña y encima dar a entender que esa había sido la causa de la elección; había hecho una tontería, encabronar a quien me tenía cogido por las pelotas.
Fue rápido, con tono serio, el chaval me dijo: gracias, los otros pusieron cara de resignación y éste a modo de regalo dio su primera orden: no te voy a llevar a casa con ese empalme de polla, pajeate delante de nosotros mientras me dices que te excitaría que hiciera con tu mujercita.
Estaba de rodillas, desnudo, con las piernas levemente separadas, tocando mi polla con las dos manos, sintiendo espasmos de placer e intentando que no afectasen a la narración de fantasías con mi mujer; la situación era patética pero el sustituto me había puesto en mi sitio rápido, hasta que me corrí, y deje caer todo mi semen en el suelo del piso.
Un alivio generalizado inundó mi cuerpo, cuando estaba superando el momento, comprendí como elegi mal, la mano del nuevo agarro mi pelo y me acercó al suelo diciendo: limpia con tu boca lo sucio que has dejado el suelo; me hizo tragar mi semen en un gesto de desesperación que anticipaba que mi elección no era la de un follador pervertido sino que también era un puto fetichista.
No hubo problema en la presentación a mi mujer, rapidamente supo complacerle, el único cambió lo sufrí yo, ya que a modo de humillación, ordenó que mientras follaba con mi mujer, yo tenía que lamerle los pies, quería darme a entender que de día me preocuparía de los pies de los clientes y de noche de los suyos; lo peor, que me hizo encontrar placer en algo tan sucio.
Muchos días acudía antes a la tienda y me ordenaba que lamiera sus pies mientras él me daba las instrucciones de lo que debía hacer; era más perverso que Rafa y supo explotarlo en mí, hasta el punto que tuve que darle trabajo en la tienda, vamos que se metió en ella para darme órdenes a mi y encima cobrar un sueldo.
Me prohibió ir al gimnasio y con el tiempo ver como mi cuerpo perdía potencia al lado suyo, además para evitar que fuera a follar con mi mujer mientras él se ejercitaba con las pesas, antes de irse, me obligaba a pajearme en la trastienda ante su mirada de desprecio.
Así comenzó a anularme hasta el punto, que paso lo que os dije al inicio: se rompió el matrimonio, sí vivíamos juntos mi mujer y yo, pero se fueron sucediendo uno tras otro, cada uno experimentaba con nosotros de una manera distinta, pero al final mi mujer no sentía mi presencia sino la de un sumiso y solo esperaba la llegada del chaval de turno.
Solo quiero acabar diciéndoos, que cuando mis amigos del gimnasio dejaron de verme y perdí el contacto, el chantaje no podría tener efecto, pero poco importaba, en el fondo, necesitaba ya ese roll de que un puto chaval follase a mi mujer ante mí, que me ofendiera con órdenes morbosas y comprobara que mi cuerpo las aceptaba y agradecía.
Solo os digo que cuando Rafa acudía a mi tienda a comprar unos zapatos, mis rodillas se flexionaban automáticamente y lo hacían voluntariamente, de agradecimiento el vicio que había intoducido en mi cuerpo.