Chantaje a una mujer casada (2)
De nuevo, aprovechando mi infidelidad anterior, vuelven a someterme en contra de mi voluntad.
Habían pasado varias semanas desde que aquellos hombres me chantajearon. Desde entonces no había vuelto a tener ninguna experiencia sexual, ni tan siquiera con mi marido.
A diario, miraba mi móvil y pensaba que en cualquier momento volvería a sonar, para citarme en la oficina de Carlos y someterme de nuevo.
Una mañana, el teléfono sonó. Era Carlos. Su voz sonó segura, como siempre. Marta, buenos días. Como se encuentra la chica más guapa de la ciudad? Me apetece, nos apetece, a unos amigos y a mi, verte.
Como te atreves a llamarme de nuevo?, le respondí. Ya tuvisteis todo lo que me pedisteis hace unos días. No volveré a estar con vosotros.
Marta, cielo, creo que no estás en condiciones de negarte a lo que tan amablemente te estoy pidiendo. Quieres que tu marido vea las cintas de tu amigo Pedro, o de como te tiraste a los más importantes empresarios de la ciudadl
Es más, vendrás hoy especialmente guapa, en realidad quiero que vengas de uniforme.
De uniforme? Que estás diciendo? Si, de uniforme. En realidad no quiero correr el mínimo riesgo y pretendo que vengas totalmente equipada, muy bonita, como eres, pero además sexy, y eso lo vas a conseguir vistiendo, como yo te indicaré a continuación.
Me sentía tan humillada escuchando sus palabras, que no acertaba a decir nada. Mira preciosa, quiero que vengas con ese traje de chaqueta blanco, de falda corta, que a veces usas con tu marido los domingos por la mañana para salir a pasear. Deberás traer un tanga blanco debajo de esa preciosa falda, Ah, sé que está refrescando ya, termina el verano, pero no quiero que vengas con medias. Por último te diré que será esta tarde en mi oficina, a las 9 de la noche.
Estás loco, le respondí. Estoy casada y no puedo salir de casa por la noche. Carlos soltó una gran carcajada y me respondió. Sabemos que tu marido, esta noche no va a estar en casa. Está de vuahe y no vendrá a dormir, ante lo cual, no será necesario que busques ninguna excusa.
Totalmente perpleja, colgué el teléfono y caminé sin rumbo. Tenía un total control sobre mi. Al rato llegué a casa. Estaba sola, pero antes de nada quise asegurarme, de forma autómata, que tenía toda la ropa que me había solicitado. Un vestido corto y blanco, que le encantaba a mi marido, y un tanga blanco.
Y cuantas veces más serán? Dijisteis que me daríais la cinta la otra vez.
Y lo hicimos, te dimos una copia de ella, sólo que decidimos quedarnos con el original y grabar otra con tu fantástica actuación, con mis amigos.
En mi cabeza, no paraba de meditar las consecuencias de no presentarme a la cita. Si ellos cumplían su amenaza, y Javier, mi marido, veía los dvd, mi matrimonio se iría a pique, y dejaría de vivir tal y como vivía ahora. Todo lo que yo era, lo era gracias a él. Vivía en su casa, conducía su coche, y en realidad, mi profesión era ser su esposa, supongo que en parte, una cara bonita a quien presentar en sociedad y una dama de compañía para sus cenas de negocios.
Estuve tumbada hasta la hora de arreglarme. Aún en ese momento, dudaba en asistir o no a la cita. Si quería conservar la situación actual que llevaba, debería acudir. Sería sólo unas horas, y tal vez, esta sería la última vez que me chantajeasen.
Cuanto lamentaba el haber tenido ese desliz con Pedro. En realidad, no fue más que un polvo, uno más como los que echaba con mi marido de vez en cuando, ahora, cada vez, más de tarde en tarde, y desde que sucedió mi chantaje, no me había vuelto a tocar. Me duché y comencé a vestirme. Me miraba al espejo, y mi cuerpo resaltaba la ropa sexy que me iba poniendo. Mi tipo era casi perfecto, capaz de cautivar a cualquier hombre. Me lamentaba, que la ropa tan bonita que me estaba poniendo, me la tendría que quitar en breve, y que mi cuerpo sería usado por unos viejos verdes, de mente caliente, que me harían suya y me someterían a todos sus caprichos. Como lamentaba en ese momento aquel desliz con mi amigo.
A las nueve en punto, estaba en la puerta de la oficina de Carlos. Llamé y él mismo salió a recibirme. Me hizo pasar, y allí había tres hombres más, pero ninguno estaba en la primera vez que acudí al despacho.
Muy guapa, realmente preciosa. En ese momento, Carlos, hizo ademán de levantar mi falda, pero le aparté la mano con cierta fuerza.
Ummmmmmmm, se nos pone rebelde la niña. No pasa nada. Te dije que tenías que venir con la ropa adecuada. Veo que llevas el vestido que debes, pero quiero que te subas un la falda, para comprobar que tambien es el tanga blanco.
Aunque sabía lo que me esperaba, no pude evitar ponerme colorada. Que pretendeis? Hasta cuando durará esto?
Te doy mi palabra que esto terminará hoy. Puedes estar segura. Ahora, por favor, enséñanos tu tanga.
Volví a ponerme colorada, agaché mi cabeza y lentamente subí mi falda, hasta que mi tanga quedó a la vista de los cuatro hombres.
Perfecto, entonces podemos comenzar la fiesta. Sin bajarte la falda, comienza a desnudarte de cintura para arriba. Hazlo despacio, y que te veamos bien.
Como una autómata, comencé a hacerlo. Dedsabroché primero mi camisa, y me la quité. Posteriormente, sin dejar demasiado tiempo, hice lo mismo con mi sujetador. Mis dos tetas quedaron firmes, apuntando a los ojos de los mirones que estaban en el despacho.
Perfecto, ahora gira en círculo para que todos veamos tus tetas.
Es perfecto, me encanta. Sabes? Creo que no quiero que te quites la faldita. En realidad ahora no tapa nada, y me gusta como te queda. Quiero que me entregues tu tanga, así que dámelo.
Iba a enseñar mi rajita a todos esos tíos. Sólo Carlos la había visto, y los demás iban a obtener mi preciado tesoro, al menos ahora, verlo
Lentamente, bajé mi braguita y mi coño, esta vez, totalmente depilado, quedó a disposición de las miradas de los cuatro hombres que estaban en la sala.
Es preciosa, realzó uno de los tíos. Es perfecta. Noté la ausencia de Carlos, que había ido a otro despacho y apareció con un maletín. Al abrirlo, sacó varios artilugios sexuales, de sex shop. Había penes vibradores, esposas, capuchones.........
Me asusté un poco al ver todo aquello.
Tranquila Marta, sólo queremos que disfrutes un poco mientras sacaba un enorme pene de latex. Dos hombres me agarraron por los muslos, y termine con las piernas abiertas, encima de la mesa. Mientras tanto, Carlos, comenzó a pasar su mano, por mi entrepierna. Otros dos hombres, comenzaron a besarme los pechos. Yo estaba tumbada en la mesa, con las manos hacia atrás, y siendo sobada por todos los lugares de mi cuerpo.
Intentaba cerrar los ojos, y a veces perdía la noción del tiempo, lo que me llegaba a hacer disfrutar. Comenzaron a meterme por mi vagina el pene artificial, y a veces reconozco que sentía cierto placer. Dos hombres que sabían tocar las tetas a una mujer, y otro metiendo un aparato por mi chochito.
Otro de ellos, metió su mano y se dio cuenta que estaba mojada. Hizo un comentario jocoso sobre el tema, y me hizo aún sentirme más humillada. Me daba una vergüenza horrible estar así. Comencé a llorar, y a suplicar.
Carlos habló. No te preocupes, ahora disfrutarás más, y mientras sacó su polla y comenzó a embestirme. Me la metía y sacaba a su antojo, mientras lo único que podía hacer era mantener mis piernas abiertas. Mis labios notaban como su polla iba creciendo, y su excitación y aumento de movimiento, me hacían presagiar, que se correría en breve. Así fue, en un momento, llenó mi coño de leche.
Otro de los hombres metió su polla en mi boca. Mientras, otro iba metiendo de nuevo su aparato en mi coño. Estaba totalmente expuesta a las tropelías de estos tíos. Deseaba que eso terminase cuanto antes, así que me empleé a fondo, y conseguí que se corriese enseguida, y mi boca quedó llena de leche tambien. Con mi vagina, apreté fuerte mis labios, e hice que de nuevo mi raja se cubriera del semen de otro de los tíos que me sometían.
Pensé que todo había terminado. Pero de repente Carlos me dijo que faltaba algo. Queremos tu culito, Marta.
Yo me estremecí y enfurecida les dije que eso no. Era virgen por detrás, y quedó claro la otra vez que no tocarían mi ano.
No, no, no, no, no, no. No quiero que me hagais eso. Habeis tenido toda mi colaboración.
Marta, no estás en disposición de exigir nada, dijo Carlos con voz seria y rotunda.
Uno de nosotros va a metértela por el culo, pero no sabrás quien es. Para eso te pondrás una máscara en la cabeza, y estas esposas por detrás. Dos hombres te sujetarán para que permanezcas a cuatro patas.
No daba crédito a lo que estaba oyendo. Mientras lloraba y suplicaba, procedieron a taparme mi cabeza y a ponerme las esposas, que sin demasiada resistencia tuve que soportar.
Alguien sacó un bote de aceite lubricante, y comenzó a meter su dedo impregnado por mi ano.
En ese momento, lloraba, no por el dolor, que aún no existía, ni por la humillación, sino porque mi marido me pidió cientos de veces, tener sexo anal, y no se lo consentí, y ahora estaba a disposición de cuatro tíos, que me harían eso y no sé cuantas cosas más. Mi marido siempre se portó bien conmigo, siempre me dio todo, y yo iba a dar mi culo a unos desaprensivos. Dos hombres me sostenian, para que tuviera mi trasero en vilo, y a disposición de ser penetrado.
De repente, sentí una fuerte embestida, que me hizo gritar. Mi ano se desgarraba, y noté como una polla se abría paso entre mi culo. Entre sollozos, oí un perfume que me resultaba familiar. El tacto de las manos tambien lo era.
Por Dios, este es mi marido. Javier grité. Quería desatarme pero no pude. Al final, noté su leche, que entraba dentro, hasta el fondo de mis intestinos.
Me desataron, y rápidamente me quité la máscara. Vi a Javier. Había sido él quien me había sodomizado. Le miré llorando. Por qué has hecho esto?
Me miró con cara de odio. Hecho? A cuantos te has tirado, zorra?
Cielo, por favor, me amenazaron con contarte todo, enseñarte videos.
Nada inventado, nada que no hubieses hecho, no crees?
Te contaré algo, que resultará de tu interés.
Tu amigo Pedro, trabaja para mi. Yo le ofrecí dinero para que se acostase contigo. Quería darte por culo, porque jamás quisiste hacerlo conmigo, pero realmente lo que más me importaba, era divorciarme de ti, dejarte tirada, y poder casarme con la chica con quien llevo saliendo durante mucho tiempo, y por quien viajo tanto.
No podía creerlo. Javier salió de la sala, no sin antes decirme que no quería que durmiese esa noche en su casa.
Abochornada, comencé a vestirme. Cuando llevaba puesta la braguita, me derrumbé y comencé a llorar. Que haré ahora, estoy sola, sin dinero, no tengo nada. Me habeis arruinado la vida.
Carlos echó unas carcajadas y me dijo. No te preocupes. Por mi parte, podemos repetir esto, digamos........... un par de veces al mes. Te lo pagaré bien. Me excitas mucho, y traeré a mis clientes, para que disfruten de una mujer de bandera, como tú. Una vez dicho esto, salió de su oficina.
Los otros tres hombres, se quedaron. Creo que se apiadaban de mi, les daba pena. Me ayudaron a vestirme y me acompañaron a la calle. Uno de ellos, sacó 500 euros de su cartera y me dijo que buscase un hotel para dormir esa noche. Mañana lo verás todo mucho más claro.
Mi vida actual había terminado, comenzaba una nueva etapa, y tal vez como puta para Carlos.