Chantaje a una asistente social
Aprovechando las fotos del primer encuentro, el joven empresario Marcos vuelve a tener una cita con la asistente social, esta vez, acompañado por el sobrino y un compañero de trabajo de esta.
Después que Marcos y los dos hermanos me sometieran, obteniendo además, todas aquellas imágenes del encuentro, sólo quería borrarlo de mi mente y pedía a Dios que no se supiera nunca nada de aquello.
A la mañana siguiente, al llegar al despacho, preparé el informe, de manera favorable y firmé la autorización para que los jóvenes pudiesen vivir juntos. No quería volver a verlos en mi vida. Todas las amenazas que habían hecho sobre el destino de las fotos, me habían convencido para muy a mi pesar, pasar por alto el asunto.
Conseguí que el temor, la vergüenza y la humillación quedaran en un segundo plano, olvidando momentáneamente el incidente. Todo fue más o menos normal hasta aproximadamente un mes después, en el que Marcos me llamó por teléfono.
- Paqui, quiero decirte que disfruté mucho de ti.
Me puse histérica. Le grité y amenacé con denunciarles por lo que me hicieron. Le contesté con todo tipo de improperios y colgué. Pasé el resto de día muy nerviosa, pero no hubo novedades hasta la mañana siguiente.
En torno a las diez, Ángel, un compañeros unos años más joven que yo, con quien no tenía una relación demasiado amistosa, me pidió que fuese a su despacho. Le consideraba un borracho y tenía ciertas sospechas de haber manipulado algunos informes que había elaborado. La cuestión es que al llegar allí me enseñó un par de fotografías en las que se nos veía a Julio y a mi en situaciones muy comprometidas, explicándome que las había enviado Marcos, y que iba a denunciar el hecho de haber abusado de un menor, además de enviar toda la historia a la prensa.
Me derrumbé y me puse a llorar. Aunque odiaba que me hubiera visto desnuda junto al muchacho, en actitudes obscenas. Le conté lo que había pasado, como me drogaron entre los tres y luego fotografiaron el encuentro. Desesperada, le pedí que me despidiesen o que yo misma, presentaría mi dimisión.
- ¿No te das cuenta de la gravedad del asunto? Todas las pruebas indican que para aprobar que los hermanos viviesen juntos, te has acostado con él. Si esto sale a la luz, quedarte sin trabajo, es un problema menor.
Me explicó todo. Mi hijo y mi sobrino iban a la misma clase que Julio. Se enterarían ellos, además de mi marido, mis padres y el resto de la familia. Además, tendría un serio problema legal.
Estaba agobiada, no podía pensar. Ángel me pidió ir juntos a ver al empresario. No sabía qué querría para no hacer público lo que pasó. Aunque Ángel no era de mi confianza, era la única persona de mi entorno que parecía estar de mi lado.
Fuimos a la oficina. Fue mi compañero quien entró en su despacho primero. A los pocos minutos salió y habló conmigo.
- Dice Marcos que le has amenazado con denunciarle, por ello, antes que lo hagas, quiere adelantarse.
- No pensaba hacerlo. – Respondí, intentando salir airosa.
- Te creo. Pero él quiere asegurarse que no lo harás. Para ello quiere que grabes un video, en el que pides perdón a los hermanos por haberles forzado a tener relaciones contigo a cambio de permitir que pudieran vivir juntos.
- Eso es mentira. Ellos me forzaron. Me drogaron y violaron. No lo haré.
- Paqui. Con las imágenes, el informe favorable y el testimonio de los hermanos, no te creerán. Te aconsejo que hagas lo que te pide, pero es tu decisión. Si no lo haces, hoy mismo lo denunciará.
Le pedí unos minutos para pensar, pero no podía hacerlo. Quería salir de aquello como fuera. Marcos tampoco me daba tiempo, ya que me dijo que si salía de allí, procedería a denunciarlo. Accedí y llorando, pedí ante la cámara perdón a Julio. Cuando terminé me ofreció un ordenador con el archivo, y me obligó a mandarlo al correo del muchacho.
Por la tarde, ya en casa, me di cuenta de mi error.. Si tenía pruebas, ¿qué necesidad había de un reconocimiento por mi parte? Odiaba que se hubiera enterado Ángel, mi compañero, aunque parecía estar a mi lado, pero, ¿y qué confianza tenía Marcos con él para haberle contado todo?
No quise pensar más. Me fui a la cama. Los días siguientes, en el trabajo, fueron incómodos, aunque tranquilos. No me gustaba como me miraba Ángel. Afortunadamente, no hizo comentarios a lo que había sucedido y poco a poco me fui tranquilizando.
Fue a la semana siguiente cuando me di cuenta que todo había sido un montaje. La provocación de Marcos, la amenaza de la denuncia y el conocimiento del asunto y la ayuda improvisada de Ángel. El martes, a media mañana, el joven empresario volvió a llamarme teléfono.
- Paqui. Quiero que vengas a mi casa a la una y media. Tienes la dirección en tu correo.
- No iré. – Respondí indignada. – Jamás volveré a verte.
- Creo que lo harás. Si no, el video pidiendo disculpas, las fotos, los testimonios de los dos hermanos, saldrán a la luz. Si no vienes, esta misma tarde estará todo en manos de la prensa y mañana se iniciarán las actuaciones legales.
No podía dar crédito a lo que estaba sucediendo. Temblando, guardé mis cosas en el bolso, salí de la oficina y comencé a caminar sin rumbo, pensando, aunque poco podía hacer, a parte de acudir a casa de Marcos. Allí sabía lo que me esperaba.
Cogí el coche e introduje la dirección en el gps. Pasé por la casa antes de la hora así que decidir seguir circulando con el coche. Se veía que era un barrio rico, por la calidad y tamaño de las casas que allí había. Terminé aparcando en la puerta, diez minutos después de la hora a la que me habían citado. Me abrió el propio Marcos.
- Buenos días, Paqui. Llegas tarde. – Dijo, invitándome a entrar. – Me alegro que hayas venido tan guapa.
Ni me había dado cuenta de como iba vestida, pero si, era un conjunto con un traje de lana gris, con falda corta y chaqueta, camisa negra y unas medias tupidas color fucsia. Era un conjunto que me había regalado mi marido y que me gustaba mucho.
Me llevó al salón donde se encontraba Ángel. Me violentó verle, aunque no me sorprendió. Temía que estuviese allí y acerté. Se acercó a darme un beso, pero le esquivé. Mi barbilla comenzó a puntearse y mis ojos rezumaron.
Me invitaron a sentarme. Había una mesa llena de comida preparada, en frío, para hacer un cóctel. Estaba incómoda y a la defensiva. Sabía lo que pasaría en la casa, y pensar en mi compañero, me resultaba insoportable, pero aún lo fue más lo que me encontré después de sonar el timbre.
Al ver a mi sobrino Rubén me entró un profundo agobio y malestar. Me indigné, les grité y les dije que me iría de la casa, todo ello con una profunda angustia, fruto de mi llanto.
- Se te va la fuerza por la boca, Paqui. Todos sabemos que no te vas a ir. No tienes otra salida.
- Hijos de puta, canallas¡¡¡. – Me derrumbé delante de los tres hombres.
Las escasas opciones de haber podido salir airosa de esta situación, habían terminado en el momento en que acepté grabar mi declaración de culpabilidad. ¿Cómo pude ser tan ingenua?
Estaba descolocada, violenta. Rubén era hijo del único hermano de mi marido. Su madre y yo, además de cuñadas, habíamos sido muy amigas, pero ella enfermó gravemente cuando él tenía 6 años, y había muerto hacía dos. Al principio pasaba mucho tiempo en nuestra casa, aunque su carácter se agrió bastante tras su muerte. Poco a poco nos fuimos distanciando.
- Rubén, por favor. Vete a casa. No debes estar aquí.
- Claro que debe estar aquí. Yo le he invitado. – Respondió Marcos. – Por cierto, como ya estamos todos, podéis picar algo y beber. ¿Qué quieres tomar, Paqui?
- No quiero nada que venga de ti.-- Contesté orgullosa.
- Entonces ponte en medio del salón y muévete, que podamos observarte. Ah, y no quiero ninguna negativa porque puede que si eso sucede, deje de interesarme el trato.
- Eres muy mala gente, y vosotros..... – Dirigiéndome a mi sobrino y a mi compañero – no sois mejores que él.
Puso música y me fue dando las directrices de lo que tenía que ir haciendo. Primero fue posar, después una especie de pase de modelo con la ropa que llevaba. Me hizo inclinarme varias veces, tumbarme en el sofá, levantar las piernas, subirme un poco la falda................ hasta que me ordenó que hiciera un strep tease.
En ese momento me quedé petrificada. Miré, pidiendo compasión a mi compañero Ángel y a mi sobrino, sobre todo a este último. No podía estar haciéndome aquello. No daba crédito. Marcos me dijo que me recostara sobre el sofá y así lo hice.
Empecé quitándome la chaqueta, tal y como me indicó el anfitrión y acto seguido hice lo mismo con la camisa negra que llevaba. Me había quedado de cintura para arriba sólo con el sujetador. Ahora ya no quería mirar a ninguno de los tres hombres que allí estaban.
Lo siguiente fue desprenderme de la falda. Iba abotonada por un lado y cayó por si sóla. Mis medias, opacas, cubrían mis piernas.
Avergonzada y humillada ante la atenta mirada de los tres, seguí deleitándoles con el espectáculo. Sentada en el sofá, Marcos ordenó que me quitase los pantys, quedando tan sólo vestida con el sujetador y el culote.
No quería pensar, no quería ver las caras de los tres hombres. En realidad no quería estar allí. El anfitrión me dejó tranquila unos minutos mientras comían, bebían y charlaban animadamente. Me sorprendía el vocabulario soez de Rubén, a quien jamás había oído hablar así.
El joven empresario se acercó y de la mano me llevó al centro del salón.
- Paqui. Yo ya he visto todo lo que ahora te da vergüenza mostrar, pero quiero que te quites el sujetador.
- Por favor¡¡¡ No lo permitas – Imploré a Ángel. – ¿Tú estás de acuerdo con esto? – Pregunté a mi sobrino.
Los dos callaron y de nuevo Marcos me recordó todo lo que pasaría si no accedía a todo lo que me pidieran.
- Vamos rubita. Sé buena y enséñanos esas tetas tan grandes que tienes.
No tenía alternativa. Miraba hacia el suelo, esperando oír de alguno de ellos que parase, pero sólo hablaba el anfitrión, que me animaba a quitarme el sujetador.
No tenía alternativa y echando las manos hacia atrás solté el enganche. Mostré mi pecho izquierdo, y lo jalearon. Para evitar más comentarios, continué haciéndolo de espaldas.
Marcos me pidió el sujetador y con muchísima rabia se lo di. Estaban los tres hombres detrás mía. Lo siguiente fue pedirme que me diera la vuelta. Lo peor, era que entre ellos, estaba mi sobrino.
Lo hice, muy despacio. Miraba al suelo. Mis manos tapaban mis pechos.
- Paqui, baja las manos y míranos a la cara.
Miré a Marcos. No podía mirar a Ángel, ni a mi sobrino. No podía hacerlo. Aunque no podía verme en un espejo, mi cara debía mostrar la desolación que sentía y mis lágrimas la frustración y vergüenza.
Pensé que sería cuestión de pocos instantes que ordenaran quedarme totalmente desnuda. Temblaba en esos momentos, pero sorprendentemente, Marcos me entregó una prenda y dijo que me la pusiera.
Reía diciendo que la había comprado en un mercadillo. Era una blusa negra, semitransparente, pero dentro de aquella situación, me sentía mejor teniendo mis pechos apretados, aunque siguiesen a la vista.
Me puse la camiseta rápidamente. Me llegaba a la altura del ombligo, además de estarme muy holgada. Hice un nudo por debajo para que me apretase y quedara más sujeta.
Me sentí un poco aliviada, aunque seguía muy nerviosa. Marcos me ofreció comer o beber algo, pero sólo acepté un vaso de agua. Después fui a mi bolso y encendí un cigarrillo. Inhalé el humo con ansiedad. Aún estaba lo peor por llegar.
Me senté. Un espejo de la casa me mostró lo ridícula que estaba. Los tres individuos terminaron con la comida que estaba sobre la mesa y procedieron a retirar los platos y llevarlos a la cocina. Por mi parte, los miraba con recelo, esperando a no sabía aún qué.
- Paqui, ahora iremos con los postres. Por cierto, esa camiseta transparente te sienta estupendamente, pero ahora queremos que te la quites.
Volví a agobiarme, no tanto por volver a descubrir mis pechos, que ya la camiseta apenas la tapaba, sino porque se iban a volver a cebar conmigo y ahora no sabía hasta dónde.
Me lo tuvo que repetir, pero no tenía otro remedio que acceder. Volví a quedarme tan sólo con el culote.
Mi cabeza divagaba. Mi compañero, pero sobre todo mi sobrino. Dios mío. Qué vergüenza¡¡¡ Qué humillación. Era algo insoportable.
- Paqui. Vamos a tomar el postre.
- ¿Y qué? – Pensé. – ¿Acaso seré yo el postre?
Me contesté a mí misma todo aquello. Fuese lo que fuese no iba a ser de mi agrado.
- Antes que sigamos con todo esto, nos gustaría que te quitases las bragas.
No por esperada la orden, me causó menos desasosiego. Volví a llorar con fuerza y a implorarles que me dejaran marchar. Sabía que no podría hacerlo, era demasiado para mi. Mis súplicas y excusas al decir que era una mujer casada, que mi sobrino estaba allí, que no podía ver aquello, tan sólo sirvió para provocar sus risas, sobre todo las de Rubén.
Me sentía mareada, no podía creer lo que allí estaba pasando. Estaba de rodillas, sobre uno de los sofás. Agarré mi culote e hice ademán de quitármelo, incluso lo llegué a separar de mi cuerpo con los dedos, lanzando las gomas hacia delante, pero no podía.
- Es duro para una mujer decente bajarse las bragas delante de un compañero de trabajo, pero sobre todo, delante de su sobrino.
Estaba muy avergonzada. Arrodillada, con los pechos tapados, no controlaba la situación. No podía hacerlo. Llevaba razón Marcos en su comentario. Era tremendamente duro hacerlo y sobre todo, lo que empresario hacía y decía para que mi humillación fuera aún mayor.
- Paqui, vamos a ayudarte. Entre Ángel y yo te vamos a quitar las bragas. Rubén, tu sobrino, se colocará enfrente de ti. Así podrá ver el espectáculo a escasos centímetros.
- Dios mío¡¡¡ Eso es una aberración. Rubén. Por favor¡¡¡¡ Márchate de aquí y no hagas caso a lo que están diciendo.
- Vamos mujer. Has sido siempre la obsesión de tu sobrino. También la de tu compañero.
- Es cierto tía. Siempre me has gustado, pero jamás habría imaginado que lo que hoy está pasando sería posible.
- Pero Rubén. He sido como tu segunda madre. Te has quedado muchas veces en mi casa y te he tratado como a mi hijo.
- Claro Paqui. – Respondió Marcos. – Muchas veces has visto desnudo a Rubén. Ahora, lo justo es que él te vea a ti. ¿No crees?
- Eso es una aberración¡¡¡ No podéis hacerlo. Por favor¡¡¡¡¡¡¡¡ Nooooooo¡¡¡¡
Los dos se acercaron a mi y me colocaron delante del sofá donde estaba situado mi sobrino. Llevaba unas bragas muy tupidas y me cubría los pechos con las manos. Comencé de nuevo a llorar abundantemente, mientras Marcos y Ángel, bajaban lentamente el culote, quedando mi sexo expuesto a la vista de los dos hombres y sobre todo, lo que más me humillaba, de mi sobrino.
Lo deslizaron hasta los tobillos hasta sacarlo por debajo de mis pies. Miré a Rubén de refilón, a quien vi de forma borrosa por mis ojos turbios. Los otros dos sujetos también se colocaron delante para contemplarme.
Marcos me dio unos azotes en el culo. Después mis manos tuvieron que quedarse en posición de firmes, mostrándome totalmente desnuda ante sus ojos.
- ¿Qué te parece tu tía? ¿A que cubre tus expectativas? ¿A que está muy buena? ¿Te gusta?
Un poco cohibido, aunque supongo que mucho menos que yo, su respuesta fue un simple asentimiento con la cabeza. No obstante, su mirada, sus ojos, demostraban que disfrutaba de lo que estaba viviendo. Sin embargo, si contestó Ángel.
Tengo que decir que tengo una compañera espectacular.
¿Te gusta tu tía? Hoy puedes disfrutar de ella. Eres el invitado especial. – Volvió a recalcar Marcos.
Sus palabras me humillaban aún más. La orden siguiente fue tumbarme sobre la mesa. Cubrí mi sexo y mis pechos, pero me hizo colocar las manos sobre el tablero de la mesa. Ángel separó mis piernas, dejando mi vagina expuesta. Instantes después, Marcos apareció con un bote de nata y unas guindas. Empezó cubriendo mis pezones y colocó la fruta sobre ellos.
Después hizo lo propio con mi sexo, tapándolo por completo y colocando la tercera guinda sobre él.
Con las piernas separadas, expuesta a las miradas y tocamientos, era mucho más de lo que podía soportar.
A la orden del anfitrión, los otros comenzaron a tomar “su postre”. Era horrible. Me tocaban por todos lados. Sus dedos se acercaban a la nata, rebañándola. Cada uno cogió su cereza, dejando la situada en mi sexo al anfitrión.
Por último, hicieron una cruz con nata tomando como base mi ombligo. El empresario invitó a mi sobrino a que lo tomase directamente desde mi cuerpo.
Risas y comentarios jocosos, sobre todo de los otros dos babosos hacia mi sobrino y hacia mi.
- Rubén. Vete¡¡ ¿No ves que se están burlando de ti?
- Paqui. No sigas por ahí o igual tengo que enseñar ciertas fotos y algún video. Ahora, vamos a la ducha.
Volví a llorar. No me dieron tiempo a pensar. Entre Ángel y Marcos me agarraron en volandas y me llevaron al lujoso baño del que disponía la casa del joven empresario.
- Te vas a duchar delante de nosotros. Empieza a quitarte la nata y luego te iremos diciendo.
Avergonzada me coloqué de espaldas, pero de inmediato hicieron que me diese la vuelta. Después, me agaché y sumergí mi cuerpo en la bañera. Aunque mis manos intentaban una y otra vez tapar mis pechos y mi sexo, las órdenes eran que las apartase.
No paraban de comentar, según ellos, “lo buena que estaba”. Continuas referencias a mis pechos y a su tamaño, a lo bien que me conservaba y la suerte que tenían de estar allí conmigo.
- Marcos. Al natural es mucho más atractiva que en las fotos que nos enseñaste.
Odiaba los comentarios que hacían sobre mi. Me sentía sucia aunque estuviese en la bañera.
- Lávate bien el coño. Lo queremos bien limpio.
No hice caso y seguí echándome agua, pero a la respuesta de Marcos cambié de idea.
- Lo haces bien, o lo hacemos nosotros.
Lo frotaba, avergonzada y llorosa pasaba mi mano sobre mi sexo del que ya no quedaba nada del dulce que anteriormente habían echado. Marcos volvió a abrir el enorme grifo del baño y me indicó que lo pusiera debajo del agua.
Cuando se cansaron de ver el espectáculo que les estaba ofreciendo, Marcos me entregó una toalla.
- Sécate y vete para la habitación.
Respiré durante unos instantes de los momentos en que me había quedado sola. Fueron sólo un par de minutos porque de inmediato, el joven empresario me llamó para decirme que me esperaban.
Salí del cuarto de baño envuelta en ella y me dirigí al salón, donde Marcos me señaló el camino a la habitación.
Al asomarme a la puerta pude ver a mi sobrino, totalmente desnudo, tan sólo cubierto por una pequeña toalla. Me quedé paralizada hasta que de nuevo, el anfitrión me habló.
- Vamos Paqui. Pasa, pero antes de hacerlo quítate la toalla.
Pasé desnuda al cuarto y acepté la orden siguiente que fue tumbarme en la cama. Me tiré directamente sobre ella.
- Me encanta tu trasero, que me consta que yo estrené, pero ahora, gírate para contemplarte por delante.
Tuve que hacerlo. Me di la vuelta para que pudieran contemplarme por delante, como Marcos me había indicado. Una vez más, mi deseo de taparme quedó opaco ante la orden de apartar las manos.
- Dejaremos que sea tu sobrino el primero que te toque abiertamente. Y digo abiertamente, porque abrirás bien las piernas para que te toque el coño como es debido.
- No puede hacerlo. Noooooo.
Marcos y Ángel me sujetaron los tobillos y apartaron mis piernas, exponiéndome ante Rubén.
- Búscale la pipa, el clítolis. – Dijo ahora envalentonado Ángel.
Era horrible. Comencé a chillar mientras mi sobrino sobaba mi sexo. Tomó mi clítolis y lo apretó. Noté como me tocaba el glande y este salía hacia afuera.
Jugó con él hasta que decidió meter el dedo en mi vagina. Lo llevó hasta dentro y comenzó a jugar y a moverlo dentro de ella. No podía dejar de mantener las piernas abiertas, permitiendo que, aunque no estaba excitada, su dedo se impregnase de mis más íntimas humedades.
Sacó su dedo y entonces fue Ángel quien se acercó a mi. Me resultaba asqueroso. Probablemente era la persona que hasta aquel momento más odiaba de mi círculo laboral. Ahora, sin duda, ese odio había aumentado exponencialmente.
Con disgusto, enrabiada, llorosa........ Volví a separar las piernas. Suplicaba para que parase, pero no tenía nada que hacer. Sus asquerosas manos llegaron a mi sexo, volviendo a tocar mi vagina, introduciendo su dedo en ella, sintiendo que casi llegaba a mi útero.
La siguiente orden que recibí fue que me incorporase. Marcos me sujetó la espalda. Estaba tan abatida que no podía cerrar las piernas. Fue el momento en que mi sobrino aprovechó para tocarme
los pechos. Le miré con pena. Estaba destruyendo toda la relación familiar que habíamos mantenido durante tanto tiempo. Jamás podría ya mirarle de la misma forma en que lo había hecho hasta ahora.
Lo siguiente fue, en un impulso incontrolable por su parte, tirar su boca hacia mis senos, mordiéndolo y haciéndome daño con su movimiento.
Todos se desnudaron. Ahora estaba aterrada. Sabía que el momento de mantener una relación más extrema con ellos iba a comenzar.
Marcos me agarró fuertemente el pecho, situándose en mi espalda. Rubén les ayudaba. Tan sólo era una marioneta en manos de aquellos tres indeseables.
- Rubén. Como sobrino de nuestra invitada, serás el primero en probar su boca.
- Nooooo. Hijos de puta.
Aunque era evidente que iban a hacerlo, oírlo fue duro para mi. El sexo oral lo consideraba tremendamente íntimo. No podía ser.
- ¿Sabes una cosa, Paqui? Rubén es virgen. Se va a estrenar hoy contigo.
- No, por favor, no lo hagas.
El pene de mi sobrino terminó entre mis labios mientras hablaba. Empezó a moverse. Le notaba muy excitado, fruto de su inexperiencia. Era un crío. Mientras su mano no paraba de acariciarme, al igual que la de los otros dos hombres.
Mareaba mi cabeza, movíéndola como una coctelera. Estaba mareada y apenas podía respirar, pero en unos segundos mi boca se llenó de semen. Un chorro enorme. Me atraganté y comencé a toser. Mi sobrino acababa de eyacular en mi boca. Fue un cantidad enorme lo que hizo que escupiera sobre su miembro, llenando este de semen.
Rieron. Se burlaron de mi sobrino y de mi por haber escupido lo que me había echado en la boca. Me dieron unos instantes para recuperarme y volvieron a agarrarme, ahora su intención era situarme sobre la cama.
Fue mi compañero quien se quedó entre mis piernas. Marcos me agarró fuertemente los pechos mientras que Rubén me mantenía incorporada
Notaba su pene sobre mi sexo. Lo rozó para después penetrarme sin ninguna consideración. Volví a gritar y a suplicar pero su excitación impedía que pudieran escuchar nada.
Ángel me agarró por la cintura y con la ayuda de mi sobrino me incorporó del todo haciendo que me colocase sobre él. Notaba como su pene clavaba dentro de mi.
Marcos tomó mi cabeza. Miré su pene y vi que estaba totalmente erecto. Me agarró violentamente del pelo y me obligó a realizar la segunda felación de la tarde.
Ángel me agarró la cintura fuertemente. Yo soy menuda y él bastante grande por lo que no tuvo ninguna dificultad. Por su parte, el anfitrión seguía manejando mi cabeza mientras mi boca albergaba su enorme miembro a la vez, que con ayuda de Rubén, me daban fuertes azotes en mi trasero y lanzaban comentarios humillantes sobre mi. Mi compañero estaba ansioso hasta el punto de descolocarme, retirar a Marcos y tumbarme en la cama, para de manera tradicional, con la postura del misionero, seguir penetrándome,
Era mi compañero y le habría matado en ese momento, pero me tenían en sus manos. Tenía que obedecer y sólo pensaba ya en que todo terminase, aunque se lo tomaba con mucha calma, sacando y metiendo su pene con tranquilidad, saboreando el tiempo que tenía para disfrutar de la presa que tan fácilmente había obtenido.
Su excitación y sus movimientos fueron más fuertes hasta notar que estaba a punto de eyacular.
- Por favor. No llegues dentro. Hazlo fuera. – Grité suplicando.
No hubo respuesta. Tan sólo noté como un chorro caliente llegaba hasta mi útero. Sacó su pene dejando mi sexo impregnado de su semen. Sin darle tiempo, me entregó un rollo de papel higiénico y me ordenó que me limpiase. Este mes no había tomado la píldora. El encuentro que mantuve estando drogada, había disminuido mi deseo sexual y había dejado de tomarla.
Había quedado tan extenuado que siguió tumbado mientras que sus dos compañeros continuaban conmigo.
Rubén se colocó detrás de mi. Estaba rodeada por los tres. Marcos observó lo que hacía el más joven, situado por detrás, con la idea de penetrarme y le llamó la atención.
- Rubén. Puedes follarte a tu tía, pero por el culo no. Eso sólo está reservado a mi.
- No. no. No lo hagas.
- ¿Qué no quieres que hagamos? Que tu sobrino te folle o que yo te de por culo.
- Dejadme marchar. No voy a decírselo a nadie.
- De eso estoy seguro. No se lo dirás a nadie, porque has venido aquí voluntariamente, a convencernos para que no digamos nada de lo que hiciste hace un mes.
De nuevo me desarmaron. Después de hablar, Marcos llevó de nuevo mi boca hacia su pene. Ahora no chillaba, no decía nada, pero mis lágrimas rodaban por mis mejillas.
Rubén ya se había recuperado. Su pene erecto penetró en mi vagina. Esto ya era lo último que me podía pasar. Mi propio sobrino había eyaculado en mi boca y ahora...................
- ¿Ahora? Nooooooo. Por favor, Rubén. No te corras dentro de mí. Te lo suplico. No lo hagas.
De nuevo fue rápido. No tardó apenas. Sin duda el impulso de su juventud le hacía no poder contenerse demasiado. Habían vuelto a hacerlo. Ahora había sido mi propio sobrino.
- Cabrón – Dijo Marcos riendo – Cada vez que te corres dejas todo perdido. Antes se le salió por la boca y ahora por el coño.
Marcos decidió parar. Se le veía muy excitado pero hizo que sus amigos y compañeros de fatigas se levantasen. Vi que sonaba algo de plástico. Levanté la cara y me di cuenta que era un preservativo. Por mi parte, me toqué la entrepierna y vi que estaba empapada de semen de mi sobrino. Ahora me dieron el papel higiénico a mi para que yo misma me limpiase.
Una vez aseada me hizo tumbar de nuevo en la cama. Se puso el preservativo.
- Después de haber follado con estos, no quiero pringarme. ¿Lo entiendes verdad?
Lo hacía para seguir humillándome. Me penetró y empezó a moverse bruscamente. Sabía de su excitación y no tardó apenas en correrse y llenar la goma.
Bueno. Voy a descansar un poco. Mientras, haz algo por tu compañero. Hazle unas chupaditas a ver si consigues que se corra.
Me senté en la cama. No podía pensar. Miré a mi sobrino que ya se había vestido parcialmente. Quería terminar lo antes posible y llevé mis labios a su pene.
Le costaba volver a excitarse. No se levantaba. Eso hizo que Marcos me diera instrucciones, indicándome que pasar la lengua por sus testículos, por la punta de su pene, cerrar más los labios
Fue muy duro, porque no sólo era abrirme de piernas sino que tenía que esforzarme por hacerle disfrutar. Intentaba pensar que era mi marido quien estaba allí. Al final, poco a poco su pene fue creciendo y noté que iba a eyacular. Afortunadamente, esta vez supe que iba a hacerlo y aparté mi cuerpo, no llegando a alcanzarme ninguna gota de semen.
Apenas me dieron tiempo de nada. Fue Marcos quien dijo que quería que volviera a excitarle. Me causó cierta tranquilidad que su pene estuviera flácido, pero aún así me lo metió en la boca.
Para excitarse, hizo que me tumbara en la cama y abriera las piernas. Mientras mi boca lo trabajaba sus dedos comenzaron a hurgar en mi sexo, llegando a introducir su dedo.
Ahora no era él quien movía mi cabeza. Al igual que a su amigo Ángel, tuve que ser yo quien agarrara su pene y lo introdujese. Toda la felación era trabajo mío.
Al estar tieso mandó parar. Temía aquello. Sabía lo que tocaba, tal y como él preguntó.
- ¿Sabes lo que toca ahora, verdad Paqui?
- No me hagas eso, por favor. Seguiré con la boca, con la mano...........
- Eso ya me lo has hecho. Ahora quiero disfrutar de tu culo.
Estaba vencida. Sabía que ya quedaba poco aunque fuera lo más difícil y físicamente más doloroso.
Echó un poco de vaselina sobre mi ano y sin demasiados miramientos me introdujo en pene, haciéndome un daño horrible.
Me la introducía, después cambiaba de posición y volvía a hacerlo. Era horrible. Empezó de lado, después se colocó debajo, haciendo que yo estuviera encima de él. Cada vez que me volvía a penetrar, veía las estrellas.
Llegó dentro de mi. Una vez más, habían depositado todo su semen dentro. Eran unos malnacidos. No podía hacer nada.
- Paqui. Ha sido excelente. No esperaba menos de ti. No sólo eres preciosa sino que sexualmente también una bomba.
Me había quedado abatida. Tumbada. Pero al hablarme me giré y me puse a llorar. Me tapé como pude, con algo que había en la habitación, una camisa de Marcos.
Me la quitó de golpe, quedando desnuda de nuevo. Me habían humillado hasta un extremo que nunca jamás habría podido imaginar.
- Bien, puedes marcharte. – Indicó Marcos.
Me levanté despacio, intentando estúpidamente, después de todo lo que había pasado, tapar mi desnudez. Al mirar al anfitrión vi que llevaba una cámara de fotos, la misma que utilizó el día que drogaron.
- Cabrón¡¡¡¡¡¡ Dame la cámara. No quiero fotos.
Entre Ángel y mi sobrino me sujetaron. Marcos se acercó a mi y volvió a hablarme.
- Mira al techo, a los lados. ¿No las has visto? ¿No has visto las cámaras? Pues que sepas que hemos grabado un encuentro sexual, voluntario por tu parte y nada menos que con un compañero y tu sobrino. Aquí, en el salón, en el baño.
- Cabrón¡¡¡¡¡¡¡ – Imploré llorando. ¿Por qué me haces esto?
- Porque me gustas mucho. Ahora puedes irte, pero volveremos a vernos pronto.
Fue tan sólo lo que tardé en rescatar la ropa para salir de la casa. Dejé el coche en el centro de la ciudad y me fui a dar un paseo. Necesitaba estar sola y afrontar lo que estaba sucediendo.
Quien desee este relato con fotos, puede solicitármelas al correo pedroescritor@hotmail.com