Chantaje a la lolita

Como logré follarme a mi amiga.

Esta historia es real y sucedió hace ya algunos años. He cambiado los nombres para evitar que alguien nos relacione, pero el resto lo cuanto tal y como sucedió. Me llamo Eduardo y en aquel entonces acababa de cumplir trece años. Recuerdo que era mal estudiante, aunque con el tiempo logré mejorar y ahora trabajo para el estado, y en el colegio era conocido como "malote", pues estaba siempre pensando en hacer malicias y estudiar poco. Tengo un hermano 3 años más que yo, y como somos uña y carne aprendí pronto a disfrutar "en solitario" del sexo utilizando el material que me dejaba así como sus experiencias que me contaba con detalle.

Mi primera vez sucedió en el mes de mayo. Recuerdo que estábamos jugando al escondite los chicos de la calle, y mientras otro amigo contaba yo me escondí en un caserón abandonado que había al final de mi calle. Cuando subí a la planta de arriba, me encontré a Cristina, una chica de mi edad, a la que siempre le había tenido ganas, pero que pasaba de mí, pues medio salía con otro chico de la pandilla llamado Sancho, mayor que ella.

Nos miramos en silencio. El suelo de la casa estaba medio derruido, dejando ver a través de los agujeros la planta de abajo. Me aproxime a ella para preguntarle dónde nos escondíamos, cuando ví al chico que nos buscaba a través de uno de aquellos agujeros. Le hice señas para que no hiciese ruido, a la vez que me aproximaba a ella, que estaba en cuclillas, pegándome a su espalda para no ser visto. Ella se movió un poco hasta quedar acurrucada junto a una columna de madera.

El chico de abajo se paró y comenzó a mirar hacia todos los lados. Yo me arrimé más a ella, hasta juntar mis piernas junto a las de ella, ya que yo aún usaba pantalón corto y ella faldita.

La abracé para abultar lo menos posible, juntando mi pecho a su espalda. Mi amigo seguía abajo buscando, volviéndose a quedar bajo nosotros. Ahora mi cara estaba pegada al cuello de Cris. Aprovechando que sabía que no se iba a mover, comencé a acariciar su cintura. Hizo ademán de separarme, pero quedó sólo en ademán. Como ví que no decía nada subí mis manos por su costado hasta colocar cada una de ellas sobre su camisa, abarcando sus senos. Allí las dejé esperando acontemientos.

Como el chico que nos buscaba seguía allí, y ella estaba inmóvil, aproveché para soltarle un par de botones y meter mis manos bajo la camisa. La chica no usaba sujetador, aunque ya gastaba unas buenas lolas. Volví a abarcar cada una de ellas con mis manos, recordándome a dos medios limones. Cris hizo algunos movimientos con los codos hacia atrás, pero para evitar delatarse si se movía en exceso apenas me molestó.

Ahora mis dedos recorrían sus abultadas aureolas y jugaban con sus pezones, acariciándolos en forma circular. Con dos dedos los estrujé suavemente, pegando pequeños tirones de ellos.

Con todo aquello, mi picha estaba a reventar, así que con la mano derecha la saqué por un lado del pantalón. Con cuidado le levanté la faldita rozándosela por entre los cachetes del culo.

De nuevo subí la mano hacia su pecho derecho abarcándolo con toda la palma, sintiendo su pequeño pezón en mi mano.

Nuestro amigo seguía inmóvil abajo, buscando su presa. Mi mano izquierda bajo de su seno por el costado hasta su muslo. Ahora estaba bajo la falda, buscando su braguita. Metí un dedo bajo el elástico, sintiendo en mis yemas los suaves rizos de su almejita. Creo que ella soltó un pequeño suspiro. Avancé con mis dedos bajo su braguita, ahora tenía casi toda la mano abarcando su raja, notando sus pelos ligeros entre mis dedos. Con uno de mis dedos le rocé la raja de abajo a arriba. Creo que ella abrió un poco las piernas. Noté una ligera humedad entre mis yemas, avanzando hacia su gruta. Introduje ligeramente un poco el dedo. Como su estrella se abría, seguí avanzando un poco más. Ahora su humedad era mayor, así que seguí jugando con mi dedo un rato, mientras los otros le masajeaban los rizos por encima. Ahora mi rabo estaba al máximo, así que me propuse metérselo. Cuando estaba a punto de aparterle la tela, ella atrasó su mano derecha para impedírmelo, así que apreté su mano entre mi muslo y mi rabo mientras seguía masajeando su almejita con la mano izquierda y con la derecha le apretaba los pezones de forma alternativa.

Aquello no podía seguir mucho más, así que la chica comenzó a temblar, soltando muchos jugos que mojaban mis dedos mientras apretaba la boca para evitar gemir. En ese momento, al sentir su corrida entre mis dedos no pude aguantar más y comencé a vaciarme. Noté como mi cuerpo se tensaba, mis huevos se apretaban dejando escapar su zumo hacia el exterior de mi rabo. Un escalofrío recorrió mi interior hasta explotar en la punta de mi picha a la vez que dos o tres cañonazos de lefa salieron disparados pasando por encima de su mano que aún seguía apretada rozando mis huevos.

Por suerte no la manché, aunque el jaleo atrajo la vista de mi amigo que nos vio y salió corriendo para dar el agua.

Ella se puso de pie, limpiándose su humedad con un pañuelo que llevaba, tirándolo después al suelo.

Yo me limité a meter para adentro mi rabo.

-Eres un hijo de puta... has abusado de mi..- me dijo aún con la voz baja.

-Tu eres tonta o qué...- dije.

-Has sido tú quien ha querido...- volví a decir.

-Se lo voy a decir a mi padre..- amenazó mientras salía velozmente del lugar.

Ahora, si ella se chivaba estaba muerto. ¿Había merecido la pena el abuso?.

Estaba preparando mi funeral cuando mi cabeza comenzó a desarrollar mi defensa.

Siempre podría decir que fue idea de ambos. Además, siempre podía decir que ella misma me había limpiado con su pañuelo, pensé para mis adentros mientras recogía la prenda del suelo.

Guardé con cuidado el recuerdo. Dos pequeñas letras rojas en uno de los bordes indicaban las iniciales de su propietaria C.M.

Me acerqué apesadumbrado hacia los chicos que aún jugaban en la calle. Ella no estaba. Supuse que se había marchado a casa.

Durante el resto del día esperé la llegada de su padre. Por suerte para mi nada sucedió.

Al día siguiente, sábado, no la ví, seguramente se habría marchado a casa de sus abuelos.

El lunes volvímos al colegio. Allí estaba sentada mirándome con superioridad, como perdonándome la vida.

-Será puta...- pensé para mis adentros.

-Esta tipeja se va a enterar...- volví a pensar.

A la hora del recreo me acerqué a ella. La llemé y le dije que quería hablar con ella.

-Oye tía...- le dije.

-Tengo tu pañuelo, y si no quieres que lo enseñe a todos, y les diga lo que me hicistes el viernes, me tienes que enseñar las tetas...-

-Pero tu eres gilipollas o qué...- respondió.

-Estate contento por no decir nada a mi padre...- amenazó de nuevo.

Mi cerebro funcionaba ahora al máximo maquinando de nuevo.

-Mira tía, ahora voy a llamar a Sancho y le voy a contar todo...- me limité a decir.

Ahora era ella quien estaba entre las cuerdas. Apretó los dientes y se marchó junto a sus amigas.

Al finalizar la clase, por la tarde, cuando nos marchábamos a casa, se acercó a mi.

-A las siete en el caserón...- me dijo.

-Vale...- me limité a responder.

Rápidamente avisé a mi amigo Raúl. No quería sorpresas desagradables.

Nos fuimos hacia la casa. Subimos a la planta de arriba y allí le indique dónde debía esconderse.

Al rato llego Cris. Traía una camisa azulada y una falda a cuadritos.

-Venga, dame el pañuelo...- ordenó.

-Tranquila tía, ya sabes el trato...- respondí.

La chica se hizo un poco la remolona, pero finalmente miró alrededor para ver si estábamos solos y comenzó a soltarse los botones de su camisa.

Tras desabrocharse todos los botones se plantó frente a mí .

-Venga rápido, que tengo cosas que hacer...-

Con cuidado me acerqué a ella. Tenía un torso blanquito, cubierto por ambos bordes de la camisa. Lentamente le separé la tela. Tenía unos pechos preciosos, abultados, coronados por unos pezones rosados rodeados de una aureola algo más oscura, de unos dos centímetros de diámetro y bien definida.

-Ya está... venga dame eso...- ordenó mientras comenzaba a taparse.

-Yo diré cuando está...-

-...Si quieres llevarte el pañuelo...yo diré cuando está...- respondí mientras tomaba sus delicadas manos y las separaba de la tela.

De nuevo sus pechos quedaron a la vista. Con mis dedos toqué sus pezones y rodeé las abultadas aureolas de ambos senos.

-Eres preciosa Cris...- acerté a decir.

Acerqué mis labios a sus pezones y comencé a lamerlos. Mi lengua se perdía entre ellos yendo de uno a otro,

Noté su sabor salado en mi boca. Mientras mis mano agarraban los cachete de su culo. Ella intuyó lo que le esperaba y bruscamente se separó de mí.

-...Burgos...- grité entonces.

Mi amigo, al oirme, salió de su escondite. Se encontró un cuadro excitante. Cris, con el torso desnudo y yo con un empalde de miedo.

La chica se tapó las lolas con las manos, aturdida.

-Burgos lo ha visto todo...y si quieres salir de aquí sin que vayamos largando lo putita que eres, deberás hacernos una paja a cada uno...- le dije chantajeándola.

Cristina estaba confundida. Sabía que si no se sometía a nuestro chantaje saldría perdiendo, así que acabo derrumbándose.

-Vale...venga ya...- se limitó a decir.

Comenzó con Burgos. El chico se había sentado sacando su pequeña picha por un lado de la calzona. Como le molestaba la postura optó por bajárselo del todo. Allí, frente a Cris, se alzaba una polla no muy grande, de unos 11 centímetros y con algo de rizos sobre ella.

-Dale...- se limitó a decir mi amigo.

Cris se sentó frente a él. Aún mostraba su torso desnudo. Agarró con su manita derecha el rabo de Burgos y comenzó a agitarlo.

Sus pequeños senos se movían al compás de su brazo. Yo me situé a su izquierda con mi rabo en la mano. Mi picha era algo mayor que la de Burgos, y ya presentaba una buena pelambrera, pues aunque ambos teníamos la misma edad, seguro que mi precocidad había influido en el desarrollo.

Con cuidado le sobé las lolas mientras acariciaba muy suavemente mi rabo. No quería acabar enseguida.

Cristina continuaba pajeando a mi amigo, ahora de forma más rápida. El chico comenzó a agitarse. Al notar su calentura, la chica aceleró el movimiento. Me fijé mucho en la cabeza del rabo de Burgos, esperando que la lefa saliera de un momento a otro.

Cris también se fijó, apartando la trayectoria del rabo de su ropa. El chico seguía agitándose, mientras su rostro mostraba muescas de placer. Elevó sus rodillas. Seguro que sus pequeños huevecillos habían comenzado a ordeñarse. De su boca salió un grito gutural a la vez que su espalda se tensaba. Comenzó a gemir.

Ahhhhh, Ahhhhh, me corro, me corro,... mmmmm...-

La chica había bajado el ritmo, alargando sus movimientos, pero dejando siempre al descubierto la cabeza de su rabo. Me fijé bien. El chico seguía gimiendo pero cada vez más pausado.

Una pequeña gota de líquido transparente brotó de su polla. Cristina siguió agitando el rabo en busca de la lefa, pero fue en vano. Burgos se desmadejó acabando de gozar el gusto que le había sacado Cristina, pero de su rabo no salía nada más.

La mano de mi amiga siguió algún tiempo más masajeando el flácido pito de Burgos, buscando su leche, pero fue en vano.

-Sois unos putos críos...ni siquiera os sale la leche...- se limitó a decir sonriendo.

-Ahora tú...- me dijo mientras se acercaba a mi pito. Me cogió la herramienta con la mano derecha y comenzó a sacudirla.

Enseguida mi tronco se endureció, aún más si cabe, al notar el calorcito de su mano. Como la chica se encontraba ahora frente a mi, le acaricié ambos pezones con descaro. Creo que noté como se endurecían bajo mis dedos. Me mojé con saliva las yemas y continué girándolos entre mis dedos.

Comencé a notar como mi cuerpo reaccionaba al movimiento y mis huevos se preparaban para vaciarse.

-Mira Cris, así no llego...- le mentí.

-Déjame que te la meta un poco...- le rogué.

-Vete a la mierda...si quieres te la meneo o te largas así...- me dijo.

-Mira tía, si no me corro te vas a ir igual que has venido...-

-Esta bién... pero de prisa...- se limitó a decir.

Por fín iba a conseguir lo que desde mucho andaba buscando. Cristina se bajó del todo las bragas, sentándose sobre mis piernas.

Me tomó el rabo y lo dirigió hacia su gruta.

-Espera, lo haré yo...- le dije.

Tomé mi picha, mojé la cabeza con saliva y se la pasé a lo largo de la raja, apartando la pequeña pelambrera que cubría sus labios. Noté como se abría su carne conforme iba penetrándola despacio, aprovechando cada centímetro de su interior y grabando en mi mente el gusto que me iba dando.

Por fin se la clavé toda. La chica no tenía virgo, seguro que lo había perdido con su noviete no hacía mucho.

Dejé todo mi rabo dentro de ella aprovechando todo el gusto que me daba su almejita. Ella no hacía nada.

La tomé de los costados, apretando con mis pulgares sus pezones y comencé a subirla y bajarla sobre mi trozo de carne.

La saliva que le había puesto, unido a las primeras gotas destiladas por mi polla, y a los jugos de su almejita facilitaron el movimiento.

-Me encanta follarte...- le susurré al oído.

-Termina ya...- se limitó a decir.

Aquellas dos palabras sonaron a música celestial en mis oídos. Seguro que la chica supondría que de mi rabo no saldría nada, al igual que del de Burgos, por eso me dejaba joderla, y hasta correrme dentro de su cuerpo.

Aquello no me lo esperaba, así que aquella situación me calentó más todavía, con lo que mi rabo creció aún más dentro de sus carnes. Ahora notaba como las paredes de su vagina se acoplaban a mi rabo apretándomelo con fuerza. Los jugos mezclados de mi cuerpo y el suyo facilitaban el acoplamiento. Comencé a disfrutar de la follada, restregando mi pecho con los suyos. Intenté besarla pero retiró mis labios.

Mis pulgares seguían masajeando sus pezones a la vez que subía y bajaba su torso sobre mis piernas.

Miré hacia abajo. Los rizos de mi picha se unían con los suyos mostrando pequeñas gotas como de rocío que brillaban a la luz.

Aquello era el paraíso. Seguí subiendo y bajando su cuerpo de forma pausada, alargando mi placer. Burgos había vuelto a empalmarse, y ahora meneaba su polla de forma rápida. Lo que veía le gustaba, por lo que no tardó mucho en correrse, agitando su cuerpo.

Ahhhhhhhhhh me corro otra vez...mmmmmmmmmm.- gritó al terminar.

De nuevo su pito se agitó, volviendo a emitir una pequeña gota de fluido transparente.

Cristina lo miró, mientras sus mano agarraban mis hombros empujando hacia abajo.

Ahora si que estaba segura de la sequedad de nuestras pollas, o al menos eso pensaba ella, así que no se preocupé más y comenzó a preparar su propio orgasmo.

Tan pronto como noté que estaba disfrutando acompasé mis movimientos con los suyos.

Creo que cerró un poco los ojos. Ahora se movía como una posesa sobre mi carne. Sus movimientos eran alargados, haciendo que la cabeza de mi pito casi se saliese de su pequeña almejita, para volver a dejarse caer y metérsela hasta dentro. Dejé de empujarla, limitándome a sobarle las abultadas aureolas y oprimirles los pezones, dejando que fuese ella quien me follase.

Unos minutos después noté como estaba a punto de correrse. Comenzó a soltar pequeños gemidos mientras profundizaba las clavadas y tensaba el cuerpo.

Decidí que era el momento de correrme. Así que me abandoné al placer de mi primera corrida dentro de una adolescente, saboreando cada instante como si fuese el último. Noté como una corriente de gusto subía desde mis piernas hasta mis huevos, y de allí avanzaba por mi rabo. Creo que llegué a sentir el momento en que la lefa comenzó a fluir, y si me hacen jurarlo, hasta noté como abandonaba mi capullo para clavarse en su interior, escupiendo varios chorros que seguro le entraron hasta el útero, inflamado por la corrida que ella misma acababa de tener. No sé quien de los dos chilló más, si ella o yo, pero seguro que el placer fue igual de fuerte para ambos. Creo que al notar el calor de mi leche dentro volvió a correrse de nuevo en otro micro orgasmo, apretando más si cabe mi rabo, y ordeñando con ello las últimas gotas que faltaban de salir de su interior. No sé cuantos cañonazos de leche le tiré dentro, pero seguro que fueron al menos cuatro, pues creo que fueron las veces que noté como el agujero de mi polla se abría para dejar escapar su jugo.

Aquella situación duró un buen rato, en los cuales ninguno de los dos dijo nada. No era necesario. Burgos seguía tumbado de espaldas recuperándose de su paja. Cuando los espasmos de su conejito cesaron, mi rabo también perdió consistencia, así que la subí y bajé varias veces sobre mi miembro, más que nada para limpiarlo con su gruta. Ella seguía con los ojos cerrados. Miré hacia su conejo. Al sacar mi rabo un pequeño chorrito de líquido blanco salió de su pequeños labios cayendo sobre mis rizos, así que para evitar que se diese cuenta se la volví a meter.

Allí seguí dentro de ella un buen rato. Cuando se recuperó me miró y sonrió.

Ella misma salió de mí, tocándose la pelambrera con los dedos.

-Estoy chorreando...- se limitó a decir.

-Ha sido mi saliva y tus jugos...- mentí.

-Déjame el pañuelo para limpiarme...- me rogó suavemente.

.Déjame que lo haga yo...- le dije.

Se abrió de piernas dejando que yo hiciese tan higiénica faena. Mientras ella se arreglaba el pelo, yo tomé la prenda y se la pasé por el rojo conejito terminando de recoger los restos de mi corrida, para evitar que se diese cuenta.

Cuando creí que hube terminado se lo dije.

-Puedes quedarte el pañuelo si quieres...- dijo.

Se puso la camisa, las bragas y se arregló la ropa.

-Cris,...gracias...- solo acerté a decir.

Volvió la cabeza hacia atrás mientras se marchaba y sonrió.

Hice jurar a Burgos que no diría nada de lo que había pasado allí.

Al día siguiente, en el colegio me acerqué a ella y le pedí perdón. Me dijo que me perdonaba pero que no le dijese nada a su novio.

Desde entonces cada vez que la veo noto como si llevase dentro de ella algo mío, aunque la verdad es que lo llegó a llevar, y bien adentro, aunque ella ni siquiera se diese cuenta. Ahora estamos ambos preparando nuestras bodas. Ella se va a casar con su antiguo novio, y yo con su hermana dos años menor, aunque esa es otra historia y ya se la contaré en otra ocasión. Por cierto, mi amigo Burgos se marchó del pueblo hace años, tras dejar embarazada a una chiquilla de 15 años.