Chantaje 4

Julia relata a su hijo su relación con una vecina, diez años atrás, lo que le permite conocer la naturaleza ardiente y pasional de su madre.

Chantaje

Los hechos que se relatan en este capítulo y los siguientes son reales y los personajes existen, aunque con otros nombres.

Capítulo 4: Tea for two

La pasión los envolvíó y se entregaron de lleno a la lujuria de satisfacer sus apetitos con tanta energía que a ratos parecía que sucumbirían ante tanto ardor calenturiento. Después de hacerlo “a lo perrito”, como le gustaba a ambos, Julia se tumbó de espalda y pidió a su hijo que la penetrara nuevamente. Esta segunda vez fue muy diferente, ya que ella subió sus piernas y las apretó contra la espalda del joven, como si estuviera colgada de él, mientras Marcos la empalaba con energía.

-          Miijitooooo, asiiiiiiiiiiii

-          Tomaaaaaaaaaa

La intensidad con la que se entregaron a la cópula los llevó rápidamente a un nuevo orgasmo, tan intenso como los anteriores. Una vez repuestos, Julia quiso montar a su hijo nuevamente y se paró encima para despu{es ir bajando hasta meterse su polla completamente en la vulva, que estaba ansiosa por recibirla.

-          Mami, quiero pedirte algo

-          Dime, cariñito

-          Quiero que te depiles la entrepierna.

-          Sonia me enseñó a hacrerlo, pero hace tiempo que no lo hago.

-          ¿Lo harás por mí?

-          Encantada, amor, pero quiero pedirte algo a cambio.

-          Dime

-          Me gustan las palabras fuertes cuando hago el amor.

-          Eres una perra caliente, mami

-          Siiiiiiiiii, asiiiiiiiiiiiiii

-          Puta, ¿te gusta el pico de tu hijo?

-          Siiiiiiiiii, siiiiiiiiiiiiiii

-          Mueve la zorra, puta, que quiero culiarte bien

-          Mijitooooooooooooo

Empezó a moverse cada vez más rápidamente, impulsada por las fuertes expresiones de su hijo, alcanzando un orgasmo increible que terminó de agotarlos por completo, por lo que sus cuerpos abrazados quedaron tirados en la cama, respirando con dificultad para encontrar la normalidad después de tanto sexo.

Una vez que el torbellino pasional hubo amainado, cuando hubieron saciado completamente la sed de sexo que los envolvió,  buscaron un lugar sombreado en el patio de la casa y madre e hijos se sentaron para conversar acerca de la confesión que ella hiciera acerca de su relación con Sonia, diez años atrás.

-          En esa época me sentía ignorada por tu padre y nuestra vida sexual era casi nula, como ahora. Tenía casi treinta años y mi naturaleza ardiente estaba en su apogeo, pero él no me atendía como yo deseaba. Era una mujer en la plenitud de su fuerza sexual pero mi compañero no me comprendía y la mayoría de las veces debía contentarme con satisfacerme a solas, ya que tu padre llegaba siempre tarde y muy cansado, tal como sucede actualmente. Cariño, debido a todo ello, era una mujer muy vulnerable en esos días cuando sucedió lo de Sonia.

-          ¿Y ella se aprovechó de tu situación de abandono en lo sexual?

-          Sonia se percató de mi debilidad y vio en ello una oportunidad que no desaprovechó.

-          Por eso mismo no comprendo que en todos estos años nunca viera nada que me hiciera pensar en esta faceta de tu carácter.

-          Es que estos años los viví completamente dedicada a ti, como si lo sucedido con Sonia nunca había pasado. Mi mayor deseo era enterrar esa etapa de mi vida, te lo digo de corazón, cariño, y todos estos años me olvidé completamente de mi naturaleza erótica, que ella supo aprovechar al máximo.

-          ¿Y cómo explicas lo del gasfiter?

-          La cercanía  de su cuerpo joven fue demasiado y sucumbí a la tentación de estar los dos solos y yo con un apetito sexual acumulado por la larga abstinencia a la que estaba sometida. Fue un momento de debilidad que no pude superar, pero te juro que en todos estos años fue la única vez que cometí una locura de este tipo, créeme hijo. La mujer fogosa que fui en un tiempo, a la que Sonia conoció tan bien, estaba enterrada, y bien enterrada. Pero, obviamente, no estaba muerta, como pudiste comprobarlo.

La tarde languidecía y las primeras sombras besaban el paisaje que les rodeaba, alargando su oscura lengua por entre los árboles. Era esa  hora en que el día no se atreve a partir y la noche se muestra tímida para desplegar sus negras tules. Tomada de la mano de su hijo, Julia desgranaba los recuerdos de una etapa de su vida que había mantenido oculta al mundo y que creía cerrada para siempre.

-          Pero no recuerdo que entre tú y ella haya habido algo que las delatara.

-          Cariño, es que todo lo nuestro sucedió  en un lapso no mayor de un año y después de ello nunca más volvimos a tener nada entre las dos.

-          Pero la relación de ustedes se ve bien, no parece que se hubieran enemistado alguna vez.

-          Es mejor que escuches toda la historia para que comprendas por qué no seguimos con esa relación y sin embargo continuamos siendo muy buenas amigas. Y, por favor, para que comprendas bien mi actuar en ese momento, no olvides mi situación personal en esa época, lo vulnerable que estaba, como te dije.

Marcos calló y dejó que su madre diera libertad a su confesión, sin interrumpir el hilo de la historia. Mientras ella hablaba, las imágenes empezaron a tomar forma en su mente, como si fuera una película. Vio a su madre y a Sonia, ambas diez años más jóvenes, dos muchachas veinteañeras.  Y las imaginó entregadas de lleno  a una pasión sin límites, como solamente dos muchachas como eran ellas en esa época podrían hacerlo. Cerró los ojos y escuchó a su madre, que pareció revivir los hechos que le contaba.

2.

Los recuerdos llevaron a Julia a esa tarde cuando  le pidiera a su vecina cuidar de su hijo. Ambas sentadas en el living del departamento de Sonia y en el ambiente se respiraba un aire de sexualidad que se insinuaba en cada gesto o mirada de Julia. Ella no era consciente de ello, pero todo su ser exudaba una sensualidad insatisfecha que, cual los animales en celo, era como un aroma que quedaba en libertad para ser captado por quien estuviera dispuesto.

Y Sonia siempre estaba dispuesta.

-          Disculpa la frescura, pero no tenía a quien acudir.

-          No te preocupes, tontita. Marcos le hará compañía a Matías y puedo ocuparme de los dos al mismo tiempo sin mayor problema.

Las dos sentadas en el sofá en el departamento de Sonia, bebían un jugo. La dueña de casa no podía evitar que cada cierto tiempo sus ojos se dirigieran a las piernas de su vecina, que vestía una falda corta que realzaba sus muslos de por sí llamativos. A Julia no le pasaron desapercibidas las miradas furtivas de su vecina. No se daba cuenta, pero en sus gestos se denotaba un nerviosismo que no pasó desapercibido a su vecinita, la que supuso inmediatamente el origen de ello, ya que hacía tiempo que se había percatado de que las relaciones de Julia y su marido no eran normales y que ella se sentía desatendida.

Julia sentía el abandono de su esposo en sus obligaciones maritales y ello la traía muy sensible en lo sexual, por lo que la actitud de Sonia le produjo una sensación de nerviosismo que era como un preámbulo a la excitación. Hacía mucho tiempo que no estaba tan cerca de alguien que intentara mirar por entre sus piernas y eso la hizo sentirse deseada, una sensación que creía abandonada y un amago de excitación cubrió su cuerpo, que le nubló la vista. No le importó que fuera una mujer pues su cuerpo reaccionó igual que si fuera un varón el que tenía al lado.

Escuchó su propia voz como si viniera de lejos, mientras sus ojos se clavaban en las negras pupilas de su vecina.

-          Ven mañana a tomar un te para contarte lo de la fiesta a la que voy.

Sonia le devolvió la mirada con una intensidad que no dejaba lugar a muchas dudas. Es que la invitación de Julia encerraba una segunda intención que no iba a desaprovechar.

-          Encantada.

Julia se levantó, no sin antes regalarle a su vecina un último vistazo a sus muslos abiertos, que ésta admiró  con mirada intensa, llena de deseo.

Al despedirse, le ofreció su mejilla de manera que el beso que su amiga le diera quedara cerca de su boca y Sonia entendió perfectamente la maniobra, poniendo sus labios en la comisura de su boca, tan cerca que se sintió culpable por la provocación, como si se estuviera aprovechando de ella. Pero la sonrisa de felicidad de su vecina le devolvió la confianza y se separaron las dos contentas del panorama que  habían forjado para el día siguiente.

Julia volvió a su departamento y empezó a arreglarse para la fiesta a la que iría con su marido. Un buen rato en la ducha le hizo sentir la frescura del agua recorriendo su hermoso cuerpo, cubriendo sus hermosos y llamativos senos, su estómago firme, las suaves líneas de sus caderas y muslos, transmitiendo frescura en cada uno de los rincones que recorría. Su cuerpo se relajó y una nueva sensación de bienestar la recorrió, mientras la toalla exploraba cada una de  sus formas en busca de los últimos vestigios de agua.

Frente al espejo, contempló su figura y una sonrisa se dibujó en su bello rostro, ya tenía ante los ojos era un hermoso cuerpo de mujer que estaba en la plenitud de sus formas.

Los senos, enhiestos y desafiantes, era lo primero que llamaba la atención por la redondez de sus globos. Sus caderas, bien delineadas, mostraban unas exquisitas formas que hacían pensar en un encuentro amoroso lleno de energía. Y sus muslos, tan firmes y bien formados, eran un complemento ideal a tanta belleza. Todo el cuadro era rematado por un hermoso rostro en que los labios gruesos llevaban a pensar en los placeres que podrían regalar. Sus ojos, de un negro intenso, eran el remate perfecto a un rostro en que las líneas parecían hechas a mano. Y su cabellera rubia terminaba por completar un conjunto de la que se sentía orgullosa.

No pudo evitar pensar en Sonia en esos momentos.

Aún cuando era madre de un niño de cinco años, nunca se vio llegar a ningún hombre al departamento que compartía con Sandy. Las dos muchachas parecían llevarse muy bien y no tenían otra preocupación que Matías, el hijo de Sonia. Pero ¿hombres? ninguno a la vista.

Hasta ahora Sonia se había mostrado como una vecina amable y amistosa, con la cual había logrado cierta cercanía. Por ello es que se atrevió a pedirle que cuidara a Marcos esa noche.

Pero las miradas de Sonia a sus piernas y muslos unos momentos atrás despertaron en ella un deseo dormido y la excitación ganó terreno rápidamente. Y le agradó lo que sintió al coquetear con otra mujer, en este caso una mujer hermosa, con un cuerpo exuberante, de unas formas exquisitas y que parecía muy dispuesta,  como lo demostraban sus miradas y sus actitudes.

De pronto vio su rostro en el espejo y lo que vio reflejado fue una mirada ardiente, de deseo insatisfecho. Ella nunca se había planteado una relación lesbiana en su vida y ahora estaba excitada pensando en otra mujer y en las posibilidades que creía se le presentaban.

No había duda de que todo este estado de erotismo que la envolvía era producto del abandono en que se sentía, ya que su cuerpo no recibía lo que la naturaleza le pedía imperiosamente. Necesitaba sexo, pero sexo de verdad, no ese que se daba con sus propias manos a falta de algo más contundente. No podía andar mendigando sexo si ella se sabía una mujer joven, hermosa y con un cuerpo delicioso, que despertaba admiración por parte de los hombres. Ella se mantenía fiel a su pareja, pero su éste la ignoraba, sin pensar en sus necesidades. El jugaba con fuego y ella estaba por quemarse en una hoguera prohibida, que la atraía fuertemente aunque no sabía cómo sería la experiencia de entregarse a otra mujer.

Julia no era lesbiana, al menos eso creía. Pero la situación que estaba viviendo le hacía suponer que había algo en su interior que la hacía acercarse peligrosamente a Sonia como una mariposa a la luz, donde terminaría por sucumbir.

¿Le pasaría lo mismo a ella?

Suspiró hondamente y apartó estos pensamientos de su mente. Terminó de vestirse para acompañar a su marido a la fiesta, pero con el pensamiento puesto en la reunión que tendría al día siguiente con su vecina.

3.

Sonia llegó puntualmente.  La recibió vestida con una falda mini que hacía resaltar las preciosas formas de sus piernas y muslos, pero su vecina no le venía en zaga, ya que también traía puesto una mini que mostraba generosamente sus piernas,en tan hermosas y bien delineadas como las que mostraba Julia.

La vecina la miró intensamente a los ojos y acercó su rostro al de Julia, depositando un beso muy pegado a los labios de esta, que se sintió feliz de la manera tan estimulante en que estaban empezando la velada. Era evidente que Sonia venía decidida a conquistarla y ella deseaba ser conquistada.

Marcos estaba en su dormitorio, jugando con Matías, y las dos mujeres pasaron un par de horas conversando mientras tomaban el te. En el ambiente había un hálito de excitación que no se decidía a manifestarse, pero que se podía respirar. Y las dos exudaban esa sensación  que impregnaba el ambiente de erotismo, pero ninguna de las dos se decidía a exteriorizar lo que abrigaban en su interior.

Julia se sentía atraída por su vecina, pero no era una mujer de andar insinuándose debido a su falta de experiencia en este tipo de situaciones. Sonia debiera ser quien mostrara las cartas, pero ella tampoco se atrevía, ya que no quería exponerse a un rechazo frontal debido a una  interpretación equivocada de  las señales que había creído recibir. Ambas se deseaban, pero ninguna de las dos tomaba la decisión que precipitara los hechos, por temor al rechazo si no interpretaban adecuadamente las señales.

Se sentaron en el living a tomarse un licor y seguir la charla, que ahora estaba centrada en los hijos de ambas. Nuevamente las miradas de Sonia se dirigieron a sus piernas. Julia sintió una corriente nerviosa recorrer su cuerpo y sus piernas poco a poco se fueron abriendo, de manera que el espectáculo que se ofrecía a su vecina era ahora mucho más atrayente, dejando a la vista de Sonia la blancura de sus muslos al final de las medias negras. Y no se equivocó, pues vio el deseo reflejado en la mirada de Sonia, lo que hizo que un escalofrío recorriera su espina dorsal y una ráfaga de excitación cubrió su cuerpo, que le nubló la vista.

Un pensamiento la alarmó: ¿había llegado demasiado lejos?  Pensó que tal vez había arruinado el momento, pero el rostro de Sonia reflejaba un rictus de ansiedad que le decía lo contrario, que su movimiento había sido el adecuado. Y se sintió muy a gusto con las miradas de Sonia a sus piernas. Pero en lugar de atreverse a dar un paso más adelante en este juego de seducción, la vecina dio por terminada la velada.

-          Bueno, Julia, gracias por el té, pero Sandy está por llegar.

Julia se levantó, no sin antes regalarle a su vecina un último vistazo a sus muslos abiertos, que esta aprovechó de recorrer con una mirada intensa, llena de deseo. Quedaron paradas frente a frente, mirándose fijamente a los ojos, esperando el movimiento siguiente. Y fue Sonia la que hizo la jugada que faltaba y que ambas deseaban: se acercó a Julia y le tomó el rostro, que acercó al suyo y depositó sus labios en los de ella. Esta recibió el beso y apretó su rostro al de su vecina, con lo que la pasión se apoderó de ambas y sus lenguas salieron en busca de la boca que se abría esperando la invasión. Fue un juego erótico en que parecían fundirse en ese beso que hablaba de pasiones reprimidas y fuego intenso que deseaban apagar.

Una mano de Sonia se apoderó de uno de los senos de Julia y ésta, para no ser menos, hizo lo propio con uno de los de su vecina, cuyos quejidos en su oreja hablaban a las claras del estado de excitación que la dominaba. Y Julia estaba desatada también, por lo que sus grititos apagados a la oreja de su vecina se unieron a los de su acompañante. Pero no podían expresar a viva voz sus sentimientos y debieron separarse para evitar ser sorprendidas por los niños.

-          Sonia, soy muy infeliz en mi matrimonio. Yo . . .

Sonia puso un dedo en los labios de Julia y los selló.

-          Tranquila, cariño, te comprendo muy bien. En serio, te comprendo perfectamente.

-          Me gustó lo que hicimos.

-          Mañana voy a estar sola en el departamento. Te espero

-          Me gustaría ir, pero yo nunca antes . .

-          Sí, lo sé. Déjate llevar y no te arrepentirás.

-          Así como lo dices, te digo bueno.

-          Una sola cosa te pido: debes estar dispuesta a todo.

-          Me asustas, Sonia.

-          Tranquila, debes confiar completamente en mí si quieres vivir algo inolvidable.

-          Yo . . .

-          Si no estás dispuesta a todo, entonces dejemos esto hasta aquí.

Era el todo o nada. Y Sonia sabía que su jugada era ganadora, pues había puesto ante los ojos de Julia un paisaje atrayente de posibilidades que este, , curiosa como toda mujer, desearía explorar y descubrir sus secretos.

-          Sonia . . .

-          ¿Si?

-          Mañana estaré en tu departamento. Te lo prometo.

-          ¿Dispuesta a todo conmigo?

-          Sí. Dispuesta a todo.

Se fundieron en un nuevo abrazo y se repitió el beso apasionado, con sus lenguas pugnando por ganar la batalla que emprendieron una contra la otra. Una mano de Sonia bajó, se metió por debajo de la mini de Julia y empezó a subir.

En ese momento sintieron abrirse la puerta del dormitorio de Marcos y se separaron apresuradamente. Sonia, intentando disimular la situación en que casi fueron sorprendidas, actuó como si hubieran estado despidiéndose y el beso era uno habitual entre dos mujeres. Tomó a Matías de la mano.

-          Bueno, Matías, despídete que nos vamos. Mañana debes ir donde tus abuelitos.

Partieron, no sin antes que Sonia dirigiera una última mirada a su vecina, llena de intensidad. Julia se quedó sumida en los mismos pensamientos.

Con un suspiro se fue a la cocina a preparar la cena.

¡Faltaba tanto para el día de mañana!