Chantaje 3

El hijo finalmente logra follar con su madre y ella se entera de un secreto que creía olvidado, lo que cambia completamente la relación de ambos, dando lugar a recuerdos y situaciones nuevas y atractivas para ambos.

Chantaje

Comentario previo: Gracias por sus elogiosos comentarios, que me han motivado a continuar este relato y convertirlo en una serie, donde espero incluir las sugerencias que me han hecho. El lenguaje de los protagonistas se hará más familiar y erótico en la medida en que ellos vayan conociéndose más en lo sexual. Antes no parece lógico.

Capítulo 3: Revelaciones

El día amaneció tan sombrío como el ánimo de Julia, que en el fondo de su corazón anhelaba que nunca hubiera llegado este momento, en que tendría que tener sexo con su hijo y con ello tirar a la basura todos sus esfuerzos por formar una familia normal. ¿Qué familia sería la suya después que su hijo hiciera realidad su chantaje?

¡Qué lejos estaba de imaginar lo distinto que terminaría ese día y cómo cambiaría su manera de pensar respecto de la familia!

El desayuno se desarrolló normalmente, en un ambiente de silencio, propio de la casa a esa hora, en que cada uno está pensando en sus asuntos personales para el resto del día. El marido ultimaba los preparativos para la reunión que tendría en su oficina en una hora más, en tanto Julia y su hijo estaban absortos en un tema común a ambos: lo que sucedería en un rato más entre ellos dos, cuando quedaran a solas. Ella creyó ver en él una cierta sonrisa bailando en sus labios.  No tenía dudas de que esa alegría que se traslucía en su mirada se debía al hecho de que en un rato más cumpliría una fantasía tan común en los jóvenes de su edad: follarse a su  propia madre.  Ella sabía que no lo había provocado conscientemente a esta situación pero su actuación tan irresponsable con el gasfiter fue la causa de que ahora  estuviera enfrentada al dilema de tener que hacer realidad una relación incestuosa que no buscó y ahora  no puede evitar.

Como el resplandor de un rayo, lLa palabra incesto trajo  a su mente el recuerdo de esas noches hace tantos años, en que llegaba sigilosamente al dormitorio donde su hijo dormía plácidamente. Iba desnuda y con la fiebre del deseo en su cuerpo. Se vio a si misma subirse a la cama del niño y con una pierna a cada lado, bajar lentamente hasta que sentía el sexo infantil a la entrada de su vulva, lo que hacía que se corriera copiosamente. Nunca más volvió a incursionar por las noches en la pieza de su hijo en busca de la morbosa sensación de sentir su pequeño instrumento a la entrada de su vagina. Y  ahora es su mismo hijo quien la obligaba a volver a hacerlo, aunque ella no lo quiere. Ella no es la de entonces, hace muchos años que dejó de pensar en sus fantasías sexuales y se dedicó completamente a su rol de madre, olvidándose de todo aquello que tanto buscaba antes. Todo este tiempo había ocultado este recuerdo en lo más recóndito de su mente, para que no saliera a luz la vergüenza de haber sido tan degenerada con su hijo a una edad tan tierna, algo que aún no se perdonaba. Y el pasado se hacía presente en la forma de un chantaje que ella no podía eludir, pues Marcos estaba decidido a poseerla. La misma persona de la que se aprovechara antes es la que ahora se quiere aprovechar de ella.

Cuando finalmente quedaron a solas, ya nada impediría que su hijo hiciera realidad lo que había le planteado y Julia sabía que finalmente tendría que aceptar que Marcos la convirtiera en su amante forzada. El solo pensamiento de ello le hizo estremecer por lo antinatural de la situación. Ella, que tanto se había entregado a su papel de madre sería obligada a participar en uno de los actos más repudiables que una madre puede cometer.

Julia se refugió en su dormitorio, como si de esa manera podría evitar lo inevitable. Se sentó en su cama y con las manos en su regazo dejó su mente en blanco, esperando lo inevitable. Marcos se paró a la entrada del dormitorio y se quedó mirando fijamente a su madre, sin decir nada. La hora de la verdad había llegado.

Julia lo miró con una mirada en la que había una súplica que no se atrevía a expresar, pues sabía que todo lo que dijera en ese momento era inútil. Pero aún así, con esa mirada esperaba que él recapacitara y desistiera de sus intenciones, aunque abrigaba pocas esperanzas. Marcos le devolvió la mirada, sin pronunciar palabra. En sus ojos había decisión, que ni súplicas ni ruegos por parte de ella harían cambiar.

-          Hijo, yo . . .

El avanzó lentamente hasta la cama donde estaba sentada su madre, sin apartar la mirada de ella, que retorcía nerviosamente sus manos, comprendiendo que su destino no cambiaría y que su hijo no tenía ninguna intención de echar pie atrás.

-          Te prometo que nunca más . .

Marcos llevó un dedo a sus labios, conminándola con ese mudo gesto a callar. Nada de lo que dijera o prometiese cambiaría el curso de los hechos. Ni de los pasados ni de los que estaban por suceder.  En cambio, su voz sonó decidida:

-          Acuéstate.

Ni las lágrimas ni nada cambiaría la decisión que Marcos había tomado. La quería poseer y lo haría aunque ella hiciera todo lo imaginable para disuadirlo.

Con un gesto de cansancio, que denotaba su derrota final, se echó de espalda sobre la cama, con las piernas juntas, esperando la siguiente orden.

-          Abre las piernas

Poco a poco las piernas de Julia se fueron abriendo, con lo que su falda, que cuando estaba de pie le llegaba por encima de la rodilla, ahora empezó a mostrar parte de las primeras redondeces de sus albos muslos. En los ojos de su hijo se denotó el deseo que le provocaba el espectáculo de las hermosas piernas de su madre.

Dominado por un ímpetu imparable, se desnudó y quedó con su verga en la mano, al lado de la cama donde su madre yacía con los ojos cerrados y los labios apretados, en tanto su cuerpo temblaba por la impotencia de tener que entregarse sin poder hacer nada para evitarlo.

El muchacho se agachó al lado de la cama y subió la falda de Julia, hasta que la tela quedó por encima del calzón negro que insinuaba el paquete esponjoso de sus rizados pelos púbicos. Empezó a bajarle el calzón y cuando terminó de hacerlo, volvió a abrirle las piernas. Ahora, ella estaba con las piernas abiertas y desnudas, mostrando los rizos de su entrepierna, en la que se destacaban los rojos labios de su vagina. Marcos se subió a la cama,  y se puso entre las piernas, dirigiendo su instrumento a la entrada que tenía al frente.

-          Hijo, por favor . . .

Marcos nada respondió. Con determinación, puso su verga a la entrada de la vagina materna y empujó con fuerza, metiéndola hasta el fondo de un solo envión. Cuando sintió que la unión se había completado, cuando su trozo de carne se hundió completamente en el túnel carnoso de su madre, la miró con intensidad y con un suspiro exclamó:

-          ¡Al fin!

Asombrada por esa exclamación, Julia abrió los ojos y miró a su hijo. En sus ojos se reflejaba la satisfacción por el cumplimiento de un deseo largamente guardado y que finalmente se había hecho realidad. Esas palabras significaban para Julia que su hijo la deseaba desde antes, había armado una situación donde la sorprendería para poder  chantajearla y finalmente había logrado lo que ansiaba: hacerle el amor. No se estaba aprovechando de su indiscreción circunstancial, no. Al follársela, el muchacho estaba cumpliendo un sueño largamente abrigado y al parecer ella era su fantasía sexual que ahora se hacía realidad. Su indiscreción con el gasfiter no pasaba de ser una excusa para lograr lo que ahora estaba gozando.

Mientras estos pensamientos ocupaban la mente de Julia, el cuerpo de su hijo se movía sobre ella con energía, metiendo y sacando su instrumento de su vulva, que como si fuera un guante, apretaba con la roja carne de sus paredes el tronco venoso y lleno de vitalidad de Marcos. No podía evitar que su cuerpo sintiera sensaciones  y tuvo que hacer esfuerzos para no unirse a él en sus movimientos. Su cuerpo le pedía apretarse y moverse junto a él, para así llegar los dos al orgasmo juntos. Pero no podía ser.

-          Ricaaaaaa, asiiiiiiiiiiiiiiii

Julia sintió dentro el golpe de la corriente de energía que manaba de la verga de su hijo e inundaba su vagina, en tanto éste envaraba su cuerpo, que se cubría de sudor y se estremecía bajo los efectos de su orgasmo incestuoso.

Marcos sacó su herramienta y se acostó al lado de su madre, resoplando aún. Ella permaneció callada, sin querer exteriorizar sus verdaderos sentimientos. No quería que él se diera cuenta que su cuerpo había respondido tan positivamente al estímulo de sentirse poseída por él.

Al cabo de un momento, la verga del joven volvió a tomar sus dimensiones de ataque y el se volvió hacia ella para darle otra orden:

-          Ahora quiero que te desnudes, te subas encima mío y me montes.

-          Pero hijo, ya hice lo que querías.

-          Desnúdate y súbete.

Ella obedeció, sin fuerzas para oponerse a sus deseos. Obedeciendo las órdenes de Marcos,  su hermoso cuerpo quedó completamente desnudo, se paró frente a su hijo, puso una pierna a cada lado  y empezó a bajarse, ayudada por el muchacho, que la tomó de las caderas y la dirigió hasta que su vulva quedó sobre la verga que estaba completamente erecta y dispuesta. Julia sintió que estaba reviviendo su pasado oculto: la situación era la misma de cuando ella se aprovechaba de su hijo cuando era niño.  La cabeza de la polla de Marcos estaba a la entrada de la vagina y él la empujó con fuerza y completó la unión, en tanto le daba la estocada final:

-          Como cuando era un niño, ¿recuerdas?

-          ---------

-          ¿Crees que no me dí cuenta a pesar de mis ocho años?

Y empezó a mover su pelvis  bajo el cuerpo de  ella, en tanto con las manos en la cadera, la subía y bajaba, con lo cual su verga aparecía y desaparecía de entre la mata de pelos de la vagina materna. Ella, mientras subía y bajaba en el pedazo de carne que se metía y salía de su vulva, no salía de su asombro por la revelación que le había hecho su hijo en el momento mismo en que le metía su verga. Claro que recordaba esa etapa incestuosa y morbosa de su vida, cuando aprovechaba que su hijo, de apenas ocho años, estaba durmiendo y ella se paraba encima suyo, tal como ahora, y bajaba su cuerpo hasta sentir que su pequeño instrumento se metía entre sus labios vaginales.

¿Así que estaba despierto cuando ella lo creía dormido? ¿Por eso su verga siempre estaba paradita cuando ella, presa de la lujuria, se subía encima y ponía su vulva hasta que la cabeza de su cosita la penetrara? Entonces, no era solamente el chantaje de las fotos lo que su hijo estaba usando con ella, sino que su hijo tenía un secreto mucho más íntimo y delicado y lo que ahora deseaba era repetir aquello que ella le hiciera cuando era un niño.

No había nada que ella pudiera hacer para librarse de las garras de su hijo, ya que el secreto que ahora le revelara era mucho más grave que las fotos de su indiscreción. ¿Qué podía decir o hacer para hacerle recapacitar después de esta  revelación que la dejaba a ella como una ninfómana incestuosa y morbosa? Estaba completamente a su merced.

La constatación de que su hijo conocía su faceta más recóndita y morbosa surtió en ella un efecto inesperado, pues ahora sentía que se liberaba de sus trabas y tabúes y volvía a ser la Julia de antes, aquella que hizo del sexo su razón de vivir. Su hijo la conocía en su faceta más degenerada y no venía al caso disimular o fingir ante él.

Marcos le estaba devolviendo la mano de cuando ella se aprovechó de él. Ahora no se trataba de un niño de ocho años sino de un joven de dieciocho, con todo lo que eso implica, especialmente en cuanto a virilidad. Y lo que su niño le tenía hundido en la vulva era un instrumento de dimensiones respetables, que nada le envidiaba a un hombre adulto.

La revelación, junto a sus propios recuerdos, unidos  al hecho de que en esos momentos la verga de su hijo entraba y salía con energía de su vulva, fue liberando en Julia su carácter ardiente y empezó a sentirse cada vez más cómoda en esta situación y su cuerpo empezó a acoplarse poco a poco a los movimientos de Marcos, que se sintió feliz cuando sintió que su madre participaba cada vez más en el juego y llegó el momento en que los dos se movían con el mismo ímpetu, acoplándose perfectamente.

-          Rico, ricoooooooooooo

Julia sintió que era una estupidez seguir ocultando lo que sentía y cuando su cuerpo perdió el control y se volvió una máquina de follar, se soltó completamente y volvió a ser la hembra ardiente y fogosa que siempre había sido.

-          Siiiiiiiiii, siiiiiiiiiiiiiii

-          Ricaaaa, mijitaaaaaa

-          Más, másssssssss

-          Toma, mamita, tomaaaaaa

-          Ricooooooooooo

El cuerpo de Julia se estiró y su orgasmo estalló con fuerza, soltando un torrente de líquido seminal que se unió al semen que expelía la polla de este, y ambos, unidos,  cayeron por el tronco de su Marcos, mientras los dos se movían enloquecidos, gozando de ese momento tan especial que es aquel en que todo parece estallar y que las sensaciones alcanzan un nivel supremo, donde la mente queda en blanco y el pecho parece estallar de gozo.

Los dos cuerpos desnudos, completamente agotados por el esfuerzo reciente, descansaron uno al lado del otro, mirándose con una sonrisa de satisfacción.

Julia, sin dejar de sonreír, se dio vuelta hacia su hijo y depositó un beso en su boca.

-          ¿Te gustó?

-          Eres increíble, mami.

-          Tu también, créemelo.

Las cosas entre ellos dos no volverían a ser iguales nunca más, los dos lo sabían bien. Habían franqueado las puertas del incesto, habían incursionado en el sexo entre madre e hijo y se habían convertido en amantes. Julia y Marcos descubrieron que el sexo entre ellos era lo más increíble que habían experimentado en sus vidas. Y tenían ante sí un mundo de posibilidades para experimentar.

-          Mami

-          ¿Si cariño?

-          Cómo llegaste a follarme cuando tenía ocho años.

-          Cariño. . .

-          ¿Y por qué dejaste de hacerlo?

-          Te voy a hacer una confesión

-          ¿Dime?

-          ¿Recuerdas a Sonia?.

-          Pero claro, la vecina del piso.

-          Bueno, fue ella la que me dio la idea de hacerlo contigo.

-          ¿En esa época?

-          Si. Ella ya lo había experimentado con su hijo.

-          ¿Ella con Matías?

-          Creo que  mejor te cuento la historia desde el principio.

-          Si, por favor.

-          Pero antes, dame un gusto.

-          Encantado, mami.

Julia se puso en cuatro piernas, su posición preferida, e instó a Marcos a que la penetrara.

-          ¿A lo perrito, mami?

-          Sí, cariño. A lo perrito.

Matías tenía ante sí el exquisito culo de su madre, dos globos perfectos que llamaban a visitarlos. Pero ahora lo que ella quería era una follada normal. Y la tendría. Ya habría tiempo para otras exquisiteces que tenía en mente.

Mientras su verga entraba y salía entre las nalgas de su madre, su estómago las golpeaba fuertemente, produciendo un sonido amortiguado por los quejidos de ambos.

-          Ay, que rico, mami

-          Sigue, sigue, amor

-          Muévete, mijita, muévete

-          ¿Así, amor?

-          Si, mijita, eres rica

-          Mételo, mételo, amor

Julia movía su cuerpo de tal manera que sus nalgas golpeaban la ingle de Marcos, en tanto éste se agarraba de los senos de su madre para lograr una mayor penetración.

-           Rica, mijita

-          Empuja más fuerte, asiiiiiiiiiiiiiii

-          ¿Te gusta cómo te culeo?

-          Síiiiiiiiiiiii, mijitoooooooo

-          Muévete, mamitaaaaaaaaaa

-          Ricooooooo, mijitoooooooooo

Julia acabó copiosamente y Marcos se descargó al mismo tiempo que ella, de manera que ambos jugos cayeron por los muslos de ella, hasta formar una poza en la cama.

Cuando descansaron para recuperar fuerzas, ya que tenían bastante tiempo por delante aún, Julia empezó a contarle a su hijo su relación con Sonia, la vecina de piso, y de cómo la convenció para que se metiera en la cama de Marcos.

-          Todo empezó cuando le pedí que te cuidara una noche pues tu padre y yo íbamos a una fiesta y no teníamos con quien dejarte. Ella aceptó encantada, sin imaginar en sus planes.

-          No entiendo.

-          Sonia me deseaba.