Champions 2019

Relato ficticio de lo que puede desencadenar el fanatismo por el futbol

Champions 2019

Antes de entrar de lleno en el tema iniciaré presentando a la familia.

Mi padre, de nombre Eduardo, un reconocido banquero y mi madre Luisa, una ama de casa excepcional; se casaron a finales de la década de los 70’s y su primogénita llego a inicios de los ochentas y por nombre eligieron Jazmín; unos años después, cinco para ser exactos, llegó el primer varón de nombre Felipe y en los primeros años de la década de los noventas llegué yo; el último en llegar y por nombre eligieron Luis. No es un nombre que sea de mi completo agrado pero no puedo hacer nada, a fuerza de repeticiones me acostumbré a el.

Jazmín me lleva poco más de una década de diferencia de edad y por esa razón jamás la miré de otra manera ya que ella conoció a Juan y se casarón para procrear a una niña a la cual llamaron Estefanía cuando yo apenas tenía ocho años. La vida de la familia era tranquila y rutinaria a niveles comunes. Nunca nos hacía falta nada pero tampoco vivíamos en opulencia. Éramos una familia más del montón.

Todo cambió cuando por azares del destino, en un accidente de transito, perdieron la vida mi padre, mi hermano Fernando y Juan. Mis doce años en esos tiempos no me permitieron comprender la situación y comencé a ser más rebelde, tanto que mi madre se vio obligada a enviarme a un internado militar donde aprendí de disciplina y trabajo en esfuerzo.

Aquí debo abrir un paréntesis para decir que mi padre siempre fue fanático de los deportes en conjunto, sobre todo del Real Madrid. Tanto Juan como mi Jazmín compartían ese gusto y Felipe iba que corría para ser jugador de futbol ya que ese era su sueño, pero jamás lo logró.

Por mi parte, jamás fui parte de ese gusto y en el internado militar desarrollé más afición por los levantamientos de pesas. Me volví un tipo solitario en ese lugar pero tenía la ventaja de tener un gimnasio muy bien equipado, el cual se volvió mi santuario.

Durante los tres años que estuve en ese internado recibí pocas visitas de mi familia, de mi madre sobre todo pero solo platicábamos de cosas banales, alguna que otra pregunta sobre cómo iban las cosas en casa y poco me enteré de lo que sucedía en la vida de ellas tres.

Con el gusto que desarrollé por el gimnasio mi cuerpo me llevó a ganar varios concursos hasta que una lesión me hizo dejar de competir de manera profesional.

Sin embargo mi vida dio un giro y ya no era el rebelde del que poco se esperaba en la vida. Me enfoque en mis estudios y no deje la enseñanza militar y abrí un gimnasio. Mi novia de esos tiempos (no fue la primera, por supuesto) no entendía mi gusto por el desarrollo muscular y terminamos después de un tiempo de estar juntos. Acepto que la ruptura me dolió ya que estaba acostumbrado a ella y a su cuerpo que bien media un metro setenta y de figura estilizada; me encantaban sus nalgas, que sin ser producto de un gimnasio estaban lo suficientemente portentosas para ser lo que más extrañaba de ella.

Mi negocio del gimnasio iba bastante bien y solía hablar a menudo con mi madre, aunque debo reconocer que era ella quién llamaba. Por ella sabía que las tres se las apañaban como mejor podían pero que en ocasiones les costaba trabajo mantener el ritmo. Reconozco que el día que le dije que iba a abrir el gimnasio me dejó de hablar durante un tiempo ya que consideraba eso cómo una inversión muy tonta y hubiese preferido que les diera el dinero a ellas. Yo seguía mi sueño y cuando restablecimos la comunicación le prometí enviarle cada mes una cantidad de dinero para que se ayudaran con los gastos de la casa y cada cumpleaños le mandaba una cantidad mayor para que comprara buenos obsequios. A mis 18 años, la vida me estaba tratando muy bien.

Ocho años después, decidí abrir una nueva sucursal en mi lugar de origen. Supongo que tenía ganas de estar cerca de la familia ya que mi ruptura amorosa me dejó una lección y decidí pasar tiempo con mis seres cercanos.

Cuando llamé a casa para hablar con mi madre me respondió el teléfono Jazmín.

-Diga… -Su voz no había cambiado nada.

-Hola Jazmín. -Casi grité desde el otro lado de la línea.

-¿Quién habla? -Preguntó ella y recordé que desde que me internaron no habíamos tenido nada de comunicación.

-Disculpa. Tiene muchos años que no hablamos. Soy Luis.

Pude escuchar los gritos de felicidad que daba desde el otro lado del teléfono y eso dibujó una sonrisa en mi rostro. Yo también me sentía dichoso de volverla a escuchar.

-Ha pasado mucho tiempo, hermanito. ¿Por qué no habías llamado antes?

-Son muchas cosas para decirlas por teléfono. La intención es saber si está mamá en casa para hablar con ella.

-No está, salió hoy con Fany.

-¿Con quién? -Pregunté al no estar familiarizado con los nombres.

-Ya ni te acuerdas de tu sobrina. -Me reclamó pero con un tono divertido en su voz.

-La verdad sigo pensando que es una bebe.

-Oye, hermanito, no es que no me agrade escucharte y saber de ti pero la verdad ando un poco ocupada y estar atada al teléfono fijo no me ayuda en nada. ¿Te parece si te mando Whats?

-Claro.

Después de intercambiar números y las consabidas despedidas terminamos la llamada.

Aquí debo de aclarar que mi madre no era partidaria del uso de celulares y prefería usar el teléfono fijo. Jamás le había pedido el número de mi hermana, en caso de que necesitara contactarla ya que era siempre ella quien me llamaba, como ya lo he dicho.

Con mi hermana la conversación siguió de manera natural, preguntándonos ambos sobre nuestras vidas y ella se mostraba muy interesada en saber si ya la había hecho tía o algo similar. Creo que se decepciono un poco al saber que por el momento su antigua cuñada había decidido marcharse. Me platicó un poco sobre su trabajo en una farmacia y que su hija, mi sobrina, estaba a punto de cumplir dieciocho años.

Todo esa información de los cumpleaños decidí guardarla para mí, no quise decirle que sabía cuando eran y que estaba muy consciente de la edad de cada quien ya que mandaba algo extra de regalo por sus cumpleaños, pero si mi madre había decidido no decirles nada, iba a respetarle eso.

Cuando le comenté que tenía planeado ir a visitarlas casi le da un infarto de alegría (según sus propias palabras escritas en WhatsApp), y quedamos en la fecha en que ella me esperaría en la estación.

Me di cuenta que no sabía nada de mi vida y que pensaba que aún era parte de la escuela militarizada. No sabía que tenía un negocio, que había competido a nivel profesional en el desarrollo físico y que tenía automóvil propio.

Quise hacer que la sorpresa fuese mayor planeando mi viaje para un día antes de lo que teníamos previsto ya que de esta manera ella también estaría sorprendida.

Pulse la dirección en mi GPS y la voz cantarina del equipo me fue guiando por las calles.

Al llegar a mi ciudad natal, descubrí que muchas cosas habían cambiado y era obvio debido al paso del tiempo. Incluso algunos lugares que había conocido en mis tiempos de rebeldía ahora tenían un giro totalmente distinto. Ya era un poco noche cuando arribe a la casa.

Cuando estacioné fuera de la casa decidí hacer una broma y enviarle a mi hermana un mensaje diciendo que no nos íbamos a poder ver al día siguiente porque tenía un compromiso más importante. Esperé dentro de mi vehículo mientras ella respondía y pronto apareció la notificación de que estaba escribiendo.

Pensé que me iba a reclamar pero se limitó a escribir un escueto “OK” y se desconectó.

Entendí que estaba un poco molesta o que en verdad no le era de interés y la entendía. Teníamos mucho tiempo de no convivir.

Salí de mi vehículo y me enfrenté al frío que hacía en la calle. Me acerqué a la puerta y toqué el timbre, tal cual lo recordaba.

No tardó mucho en escucharse movimiento dentro de la casa y segundos después escuché la voz de mi madre.

-¿Quién es? -Preguntó desde el interior.

-Paquetería. Entrega especial. -Dije tratando de sonar diferente pero estoy seguro que a una madre no se le puede mentir.

Escuché cuando abría la puerta a toda prisa y al verme me sonrió y se lanzó a mis brazos.

-¡Luis! ¡Luis! ¡Eres tú! -Decía mientras no paraba de darme besos en la frente, aunque tuvo que atraerme hacía ella aunque estaba dos escalones arriba de donde me encontraba yo, con mi metro noventa de estatura ya no era el pequeño que ella había dejado de ver hacía mucho tiempo.

-A mí también me da gusto verte, mamá.

-¿Qué haces aquí? ¿Por qué no me dijiste que venías?

-Te explicaré todo pero que te parece si pasamos porque está haciendo frío y se me congelan las ideas. -Mi comentario era debido a que solía cortarme el cabello a rape.

-Si hijo, tienes razón. Vamos entra. Entra.

Me daba cuenta que no cabía de la emoción y tan pronto estuvimos dentro de la casa volvió a abrazarme con fuerza pero en esta ocasión si se dio cuenta de la diferencia de tamaño.

-¡No me puedo creer! ¿Cuánto has crecido? -Dijo mientras trataba de arrastrarme al interior de la casa.

-No sé, madre. Tal vez solo un poco. -Dije tratando de sonar desinteresado del tema.

-¿Por qué no me habías dicho que venías? Hubiera preparado algo para recibirte.

-Nos habíamos puesto de acuerdo entre Jazmín y yo para darte la sorpresa pero ella supone que llego mañana y hace unos minutos le avise que no iba a venir para que no tuviera ventaja y ella también se sorprenda.

-Vaya que les va a dar un gusto enorme.

En este punto describiré a mi madre físicamente.

No era una mujer de aquellas que se matan en el gimnasio, de hecho podría decir que no cuidaba mucho su figura, el paso de los años había hecho estragos en su persona. Ya no era la mujer imponente que recordaba, ahora su estatura había hasta disminuido un poco, algunas arrugas surcaban su frente y sus ojos, el cabello comenzaba a tener algunos reflejos plateados y tenía una incipiente tripa que la hacían ver incluso de mayor edad; tampoco es que a sus más de sesenta pudiera conservarse de maravilla.

Caminamos por el pasillo que conocía y me sorprendió que no había cambiado en nada más allá de algún adorno diferente que colgaba de las paredes. Sentí nostalgia por aquellos años en los que la vida era sencilla.

Al llegar a la sala me encontré a mi hermana y dejé de prestarle atención a todo cuanto había en la casa. Ella al principio estaba confundida ya que no me reconocía, yo a ella ya la había visto en su foto de perfil de WhatsApp por lo que me fue sencillo saber que era ella. Me miraba con cierta incredulidad y mi madre esperaba para decir algo pero me adelante.

-Disculpa que haya cancelado la cita de mañana. -Le dije.

Ella entendió de inmediato la referencia y saltó del sillón en dónde se encontraba sentada para correr a lanzarse a mis brazos.

-¡Hermanito! ¡Menuda sorpresa! Pensé que no ibas a venir por el último mensaje que me enviaste.

-No quería que fueras la única que no se sorprendiera. -Le respondí.

Acepto que al estar ella colgada de mí, pude sentir sus pechos oprimiéndose contra mi cuerpo. La recordaba más alta pero en los años que habían pasado, se quedó bajo mi estatura. Sin embargo al rodearla con mis brazos, sentí su cintura estrecha y reconozco que comencé a tener una erección al sentir su cuerpo tan pegado al mío. Su ropa no ayudaba en mucho ya que usaba una playera blanca de estar por casa y un pantalón corto. Agradecí que al menos el interior de la casa tuviese calefacción y no sufrir el frío de la calle.

Ella no parecía querer deshacer el abrazo y yo no podía estar más de acuerdo pero giré un poco y quedé frente a una alacena con puertas de vidrio que me dejaron ver el trasero y las piernas de mi hermana.

Sentí morir y mi pene dio un pequeño reparo ante tal visión. Aquel trasero se adivinaba duro y listo para ser nalgueado. Tuve que contenerme e inclinarme para que se pudiera soltar y no dejaba de mirarme.

-Pero mira que fuerte te has puesto, hermanito. No pensé que hubieras crecido tanto en estos años.

-Pues creo que lo hice. -Dije y le sonreí mientras la veía volver al sillón y me regaló otra visión de su trasero.

Ella tomó el control de la televisión para apagarla y después volver conmigo.

-Debiste de haberme dicho para ir a esperarte a la estación.

En ese momento recordé que al pasar por la cochera la vi vacía y me resulto un tanto extraño. Sabía que desde aquel accidente se habían desecho del auto pero no sabía que no tuvieran uno.

-No te preocupes. No fue difícil llegar, además las indicaciones en el GPS son muy sencillas.

-¿Viniste manejando? -Preguntaron ambas, extrañadas.

-Claro. -Dije restándole importancia.

-Nosotras tenemos años sin un vehículo que ya pensamos que la mayoría de la gente vive igual que nosotros. -Dijo mi hermana y comenzó a reír.

-¿Por qué no me habían dicho? Hubiera…

-Oye, deberías ir por Fany para que venga a ver a su tío. -Interrumpió mi madre cuando estaba por ofrecerle mi ayuda.

Mi hermana pareció no darse cuenta de la interrupción de mi madre y salió corriendo en busca de mi sobrina.

-Ellas no saben nada del dinero que envías. -Dijo mi madre al quedarnos solos.

-¿Por qué? -Quise saber.

-El dinero que has enviado lo he guardado por si algún día teníamos alguna emergencia y lo pudiésemos necesitar, o si tu negocio fracasara y lo quisieras de vuelta. He utilizado muy poco de ello y no quiero que me cuestiones. -Me advirtió cuando vio en mis ojos que estaba esperando para pedirle una explicación. -Me gustaría que las cosas siguieran como hasta ahora.

En ese momento se escuchó el ruido que hacía mi hermana al volver casi arrastrando a mi sobrina.

Cuando las vi llegar no pude evitar un reparo al ver el cuerpo de mi sobrina. Aun con diecisiete años tenía un cuerpo espectacular y no pude menos que quedar asombrado ante su belleza.

Era un poco más alta que mi hermana pero, igual que ella, de tez blanca y cabello castaño claro. Sus ojos de color miel, la nariz respingada y sus labios carnosos pintados con color carmesí que invitaban a beberlos. El cuello estilizado, unos hombros parejos y brazos un poco delgados. Sus pechos eran toda una maravilla dignos de su juventud y de un tamaño bastante aceptable. No eran globos pero estaba seguro que en mis manos quedarían a la perfección. Usaba una playera corta que solo le cubría hasta unos centímetros debajo de sus pechos y con eso dejaba a la vista su abdomen que no lucía grasa para nada. No era un abdomen de gimnasio, era uno natural y cuidado al máximo. Su atuendo, al igual que el de mi hermana se completaba con un pantalón corto aunque temo que el termino “pantalón” es mucho para describir aquella prenda que parecía más un bóxer ceñido a sus potentes muslo, que otra cosa y sus caderas anchas solo eran el preludio de un trasero de campeonato. En ese aspecto, incluso las nalgas de mi hermana parecían pequeñas en comparación.

Mi pene, que ante la discusión con mi madre había decidido descansar, cuando la vio pareció cobrar vida por el mismo. Mi erección era total y traté por todos los medios de disimularla.

-Es tu tío Luis. -Le dijo mi hermana.

-Salúdalo. -Le ordeno mi madre.

Mi pequeña sobrina, que parecía una muñeca de la más fina porcelana se lanzó a mis brazos para abrazarme, al igual que lo había hecho mi hermana.

-¡Tío! ¿Cuánto tiempo? -Dijo ella mientras podía sentir sus pechos aplastarse contra mí.

Recordé que la última vez que nos vimos ella tendría apenas cuatro o cinco años.

-Tiene muchos años. -Alcance a decir.

El paso del tiempo pareció ralentizarse. Por un instante tuve miedo de que ella pudiese notar la dureza extrema que me provocaba en los pantalones pero pronto comencé a sentir como sus pechos se endurecían en el abrazo.

Al separarse de mí, todo el tiempo seguía en “ Slow motion ” y escuchaba las palabras de mi hermana con el mismo ritmo lento con el que veía dar a mi sobrina un paso atrás para volver a donde su madre estaba. Ante mí quedó una belleza que se había sonrojado un poco y descubrí que sus pezones marcados contra la tela de su top. Sin duda no usaba ropa interior y si eso era cierto y sus pechos tenían esa posición que desafiaba a la gravedad, solo podía sentirme más excitado con su presencia.

Esa noche dormí en un hotel cercano y al día siguiente les comuniqué mis planes de abrir una sucursal de mi gimnasio en la ciudad. Todo me salió de maravilla; el negocio iba de maravilla en las dos ubicaciones. Poco a poco iba retomando la vida con mi familia aunque lo único que me causaba ciertos pendientes era que mi sobrina se volvió usuaria del gimnasio y cada que la veía no podía evitar empalmarme y dedicarle todos mis momentos de onanismo, aunque regularmente solía quedar con algunas de las usuarias del gimnasio y uno que otro polvo casual, con ninguna llegué a formalizar nada.

Para no hacer muy extenso el relato diré que poco a poco fui conociendo más a mi familia en los meses hasta que llegó el momento que inspiró este relato:

La UEFA Champions League.

Cómo ya dije, no soy fanático del futbol y poco conozco sobre los equipos o los jugadores más allá de algunos nombres de moda. Mi hermana, por otro lado era fanática del deporte y fue ella quien tuvo esta idea.

Yo me hospedaba permanentemente en el mismo hotel.

-Te invito a desayunar mañana. –Ponía mi hermana en un mensaje de texto.

-Mañana no creo poder. El trabajo. -Me excuse.

-Vamos. Permíteme invitarte al menos la cena. -Insistió.

-De acuerdo. Paso a recogerte al cerrar el gimnasio.

Al día siguiente nos vimos para ir a cenar y debo reconocer que al verla, me quede de una pieza.

Ella vestía una playera deportiva del Real Madrid pero que se ajustaba a su figura al tener un nudo en la parte inferior que dejaba ver un poco su abdomen y unos jeans que le marcaban el trasero aún más y un calzado deportivo. No usaba mucho maquillaje, solo el necesario para verse radiante.

Subió al auto y cerró la puerta para saludarme con dos sonoros besos en las mejillas.

-Listo, hermanito. -Dijo mientras abrochaba su cinturón de seguridad.

-¿A qué debemos tanta emoción? -Pregunté.

-Hoy es el sorteo de los grupos de la Champions. -Respondió como si fuese una información que dominaba todo el mundo.

Fuimos a un bar ya que ella insistió en ir al sitio que ella había elegido porque ella iba a pagar; no me permitió derecho de replica y llegamos al lugar.

Acepto que tenía buen ambiente y se podía hablar alegremente sin tener que subir la voz pero había muchas bebidas alcohólicas para mi gusto y ella comenzó a beber cerveza alegremente.

Ella iba anotando en una pequeña libreta que había traído consigo lo que en la televisión iban diciendo y parecía no importarle mi comentario de que eso iba a estar colgado de internet en unos minutos más. La dejé hacer.

Al finalizar me enseñó sus anotaciones.

-Mira, estos son los grupos y se juega de esta manera.

Diciendo esto comenzó a trazar unas líneas entre los nombres de los equipos y trataba de mantenerle el paso pero la verdad no era un tema que me llamara la atención. Eso y que las cervezas ya comenzaban a mostrar cierto efecto en ella que comenzaba a arrastrar las palabras y en más de una ocasión se trababa al hablar.

Al salir del bar decidí llevarla a casa pero a medio camino me dijo que tenía que pasar al servicio sanitario. Mi hotel estaba más cerca que su casa así que la llevé hasta allá. Tan pronto entramos a mi habitación corrió al sanitario. Iba tan apresurada que lanzó la puerta con demasiada fuerza y esta, en lugar de cerrarse solo rebotó y se abrió en el preciso momento en que ella se estaba bajando los pantalones para dejarme ver su trasero enfundado en un calzón tipo bikini de color negro solido.

No pude evitar la sorpresa ni la erección que aquella vista mi causó y ella tampoco supo qué hacer en la circunstancia en la que estaba. Ambos nos quedamos quietos sin saber que hacer hasta que ella se giró y cerró la puerta.

Eso me sacó de mis contemplaciones y me di la vuelta tratando de encontrar algo que decir, me dirigí hasta la cama que estaba lejos del campo de visión que tendría mi hermana y aproveché el momento para recolocar mi pene que se marcaba de manera considerable en mi ropa.

Ambos salimos de mi habitación en silencio y evitando que nuestras miradas se cruzaran hasta llegar al vehículo. Manejar fue la medicina ideal para eso ya que tenía que mantenerme concentrado en el camino pero no podía evitar de cuando en cuando mirar las piernas de mi hermana. Estuve empalmado todo el camino.

Cuando llegamos y ella se bajó del auto casi se volvió a meter por la ventanilla.

-¿Alguna vez has apostado en un partido de futbol? -Preguntó.

-Sabes que no lo veo interesante. -Respondí.

-Los primeros partidos son el martes 17 de septiembre. ¿Tú quién crees que gané? ¿Napoli o Liverpool?

-¿Es en serio? -Pregunté un poco molesto por su insistencia.

-Solo responde. ¿Napoli o Liverpool?

Sabía que Liverpool era la tierra de The Beatles y esa era la mayor referencia que tenía de todo el asunto.

-Liverpool. -Respondí.

-Bien. -Tomó nota de mi elección en la libreta que llevaba. -Si el Liverpool gana, ganas tú; en caso contrario gano yo.

Tras decir esto se dio la vuelta para entrar en la casa.

-¡¿Y que apostamos?! -Pregunté antes de que cerrara la puerta.

Ella se encogió de hombros antes de responder.

-No sé. Ya veremos cuando sea el partido. -Y cerró la puerta.

En la fecha del partido no pudimos verlo juntos ya que ella tenía trabajo y yo estaba ya de lleno en el gimnasio, el cual por cierto iba bastante bien.

Varios usuarios me pedían que pusiera los partidos en las televisiones en donde proyectábamos algunos vídeos de culturismo pero me negué rotundamente.

Mi sobrina llegó casi al final del día y no era nada sencillo ayudarle a hacer sentadillas sin tener unos deseos enormes de azotarle ese trasero tan hermoso que poseía, enfundado en unas licras pegadas a su cuerpo.

Después de sus entrenamientos ella se solía quedar un tiempo para platicar y descubrí que también compartía el gusto por el futbol como mi hermana.

-¿No te quieres enterar del resultado? -Me preguntó mientras estábamos a mitad de su serie de ejercicios.

-No me interesa. Lo que yo haga ahorita, en nada cambiara el resultado, sea cual sea. -Le respondí sin dejar de ver su trasero con ayuda de los enormes espejos que estaban instalados en las paredes.

Cuando hubo terminado su rutina la vi desfilar hacia las regaderas.

Muchos pensaran que debía de tener cámaras ocultas en ese lugar pero nada más lejano de la realidad. Respetaba la privacidad de mis usuarios sin importar las ganas que tuviese de mirar esos cuerpos que se iban transformando con la guía correcta.

Estaba detrás de la barra de bienvenida, haciendo un corte de caja del día cuando mi sobrina llegó hasta mí. Pensé que se iba a despedir como en tantas otras ocasiones pero esta vez traía el celular pegado a su oído. Colgó al llegar conmigo.

-Me pidió mi mamá que me llevaras de vuelta a la casa.

Ya era un tanto noche por lo que acepté a llevarla. Le dije que en unos minutos más cerraría y que nos iríamos.

Cuando el último usuario se fue, me dediqué a revisar que todo estuviera en orden para el siguiente día. La verdad es que era un mero tramite ya que una de las reglas en la que hacía mucho énfasis con los usuarios era que devolvieran el equipo a su lugar al terminar de usarlo o serían multados por las faltas.

Salimos del gimnasio con rumbo a la casa y mi sobrina comenzó a ojear su celular.

-¿Sabes cómo quedó el partido de tu apuesta? -Preguntó en un tono demasiado seco. Yo no paraba de verle las piernas en su jean ajustado que usaba.

-No tengo ni idea. -Respondí lo más disimulado que pude.

-Mi mamá me ha pedido que te llevara a la casa para que sea ella quién te lo diga y la verdad me muero de ganas de saber el resultado de su apuesta.

-Pero no apostamos nada. -Dije.

-Eso tendrás que decírselo a ella. La conozco y es muy apasionada con el tema del futbol.

El resto del camino platicamos de cosas sin mayor trascendencia. Al llegar a casa de mi madre, salió mi hermana a recibirnos. Su cara reflejaba alegría a más no poder.

-Supongo que ya estás enterado del resultado, hermanito. -Dijo con su voz cantarían que demostraba alegría.

-No tengo idea y Fany no me ha dicho nada. -Le dije mientras mi sobrina se giraba en su asiento para poder ver mi cara y ella también estaba divertida con la situación.

-Resulta que perdiste, hermanito. -Me mostró la pantalla de su celular donde estaban los resultados de los encuentros del día. -Por lo tanto gané el derecho a que durante esta Champions tendrás que ver algunos partidos con nosotras.

Miré a mi sobrina y parecía estar encantada con la idea de su madre y me miraba fijamente sin poder ocultar el brillo en sus ojos y la sonrisa especial que me derretía. Hice mi mayor esfuerzo por no saltar a sus labios y besarlos.

-De acuerdo. Solo me avisan con tiempo para no venir en ropa de gimnasio. -Les dije.

Mi sobrina gritó de alegría y mi hermana sonrió complacida.

Bajé del vehículo para saludar a mi madre que se había asomado a la puerta para ver porque tardaban tanto su hija y nieta en entrar a la casa. La saludé de beso y me hizo inclinarme para darme ella un beso en la frente.

-Ya métanse niñas. Ya está haciendo frío y Luis tiene que ir a descansar.

Ellas llegaron hasta la puerta y se despidieron de mí; primero mi sobrina que iba muy emocionada y después mi hermana. Los dos besos que siempre me daba para despedirse ahora fueron peligrosamente cercanos a mis labios y al retirarse dejó escurrir su mano por mi pecho antes de entrar en la casa. Su acción me tomó por sorpresa y estaba tentado a pedirle una explicación pero supuse que había sido un error y volví a mi auto.

Ya en mi habitación del hotel no pude evitar machacármela pensando en el delicioso cuerpo de mi sobrina en el gimnasio y en el roce de los labios de mi hermana con los míos.

A la mañana siguiente cuando me disponía a partir al trabajo me sonó el celular y al revisarlo era un mensaje de WhatsApp de mi hermana.

-“Hoy voy con el Real Madrid. ¿Qué quieres apostar?”

Tuve que esperar para responderle ya que tenía el tiempo justo para salir al gimnasio. En el camino le iba dando vueltas al asunto de la apuesta. Al llegar al gimnasio le respondí:

-No lo sé. Mejor dime que quieres perder. -Le respondí.

-Te toca a ti decidir. -Respondió.

-No soy bueno en esto pero si no estás segura de tu equipo, mejor lo dejamos así. -Le escribí de regreso.

Su respuesta no esperó.

-¡Estás loco si crees que dudo de mi equipo!

-Entonces tú elige tu apuesta.

-Si gano, dejaras de ir al gimnasio para ver los partidos con nosotras.

-Mujer eso es muy fuerte.

-Si te da miedo, mejor no apuestes.

Su respuesta, lejos de incomodarme o hacerme sentir mal me recordó el motivo por el cual no me apasionaba con ese deporte.

-Te lo digo cuando inicie el partido. Tengo trabajo.

Tras mi respuesta ya no me envió mensajes y me dediqué a los usuarios que comenzaban a llegar al gimnasio. De hecho olvidé por completo el partido hasta que lo usuarios comenzaron a pedir que lo sintonizara en las pantallas. Fiel a mi costumbre me negué pero saqué el celular y comencé a escribirle a mi hermana.

-Lo que tú pides es algo fuerte. No sé si hay algo que esté al nivel de lo que estás pidiendo.

-Ni tan fuerte, hermanito. Te queda poco tiempo para decidir.

-En verdad es algo muy fuerte para mí. Sabes que el futbol no me agrada en nada y tener que dejar el gimnasio a los encargados los días que me pidan para ver los encuentros es un enorme sacrificio para mí. Sería casi como pedirte que te arranques un brazo.

-No seas exagerado. -Respondió ella.

-En verdad.

La aplicación me indicó que estaba escribiendo algo pero su respuesta tardó demasiado en llegar. Tuve que leerlo cuatro veces y de manera muy detenida para asegurarme que lo que ponía no me lo estaba imaginando.

-No me arrancare un brazo pero si es tan importante para ti como para decir eso te dejaré verme diez minutos con los mismos calzones de la vez pasada. Creo que te gustó lo que viste ese día.

Ella siempre se había mostrado muy recatada con lo que vestía cuando solíamos vernos así que entendía lo que significaba eso para ella.

-Estás loca. -Le escribí de regreso.

-Pensé que sería algo que se equiparara a lo que tú sentirías si pierdes.

Lo pensé unos segundos. Me moría de ganas de verla de nuevo en ropa interior pero tampoco quería sonar como un depravado. Tenía que jugar bien mis cartas.

-¿En verdad lo harías? -Pregunté temeroso de su respuesta.

-Si estás dispuesto a dejar el gimnasio por ver los partidos, creo que es justo que yo haga eso. Aunque no hace falta que lo diga porque estoy segura que gana el Real.

Terminó su mensaje con un emoji de sonrisas.

La apuesta era demasiado alta por el hecho que al aceptarla, estaría aceptando que ese día me había excitado viendo a mi hermana y la pondría en una posición incomoda al saber que su hermano podía sentirse así por ella.

-Te acepto la apuesta pero solo porque confió en que, como dices, va a ganar el Real Madrid.

-De acuerdo. Veo que te gusta perder, hermanito.

El día pasó de manera normal y esta vez estuve tentado a sintonizar el partido cuando los usuarios lo solicitaron pero me mantuve firme en mi negativa. Iban a hacer ejercicio, no a pasar el rato.

Se acercaba la hora de cerrar cuando llegó un nuevo mensaje de mi hermana.

-Pasas por mí, tengo ganas de un trago.

No era común eso en ella así que le llamé.

-¿Estás bien? -Fue lo primero que le dije cuando me respondió.

-Si, es solo que se me antojó una cerveza. ¿Puedes pasar por mí?

Entendí que algo iba mal y si había acudido a mí, no podía dejarla a su suerte.

-Voy tan pronto como cierre el gimnasio.

-De acuerdo.

Una vez que cerré salí casi corriendo de aquel lugar. Cuando llegué por mi hermana la descubrí un poco seria. Usaba la misma playera deportiva del equipo de sus amores aunque reparé más en su pantalón ajustado. Fuimos al bar de la ocasión anterior y ahora bebió un poco más pero la notaba alegre. Por un instante había temido que estuviera pasando un mal momento de su vida y me había preocupado, ahora viéndola con el efecto del alcohol no se veía preocupada por nada.

Ya la noche había avanzado bastante cuando decidimos salir de aquel lugar.

En el camino me pidió pasar al baño, de nueva cuenta. Volvimos a ir a mi habitación y esta ocasión tuvo más cuidado al momento de cerrar la puerta. La esperé sentado en la cama pero esta ocasión demoró más. Me estaba impacientando al ver que los minutos pasaban y ella no salía.

Me acerqué a la puerta del baño y toque con los nudillos. No hubo respuesta.

Mi preocupación se aumentó y entré sin esperar más. Lo que vi me descolocó bastante.

En el escusado estaba sentada mi hermana casi inconsciente; tenía los pantalones hasta los tobillos junto con sus calzones y la playera del Real Madrid mal colocada. En el suelo había una botella de vodka a medio beber.

Me apresuré a ir hasta ella y le di ligeros golpecillos en las mejillas. Ella tuvo un momento de consciencia y me reconoció. Trató de hablar pero la verdad es que en su estado le era imposible hacerlo, solo me dedicó una sonrisa.

En ese instante mi sentido de hermano se apoderó de mí y olvide que ante mis ojos tenía a una mujer en estado fatal y medio desnuda. Pensaba fríamente que era mi hermana y que estaba en un estado muy vulnerable. La traté de incorporar para vestirla y descubrí que sus prendas estaban empapadas con una buena cantidad de vodka que había caído en ellas. No podía vestirla con esas prendas húmedas como estaban.

La levante en vilo, lo cual no me costó trabajo al estar acostumbrado a los ejercicios del gimnasio. Me dirigí con ella hasta la cama y la deje sentada pero ella se lanzó hacía atrás quedando acostada.

Desde el baño comenzó a sonar una canción de moda, me acerqué y descubrí su celular sonando. En la pantalla se leía “Fany” por lo que pensé que por la hora que era, mi sobrina debía de estar preocupada por su mamá. Le respondí.

-¿Mamá? -Preguntó ella.

-No hija, soy tu tío Luis. Vine con tu mamá a tomar unas cervezas y creo que se ha pasado un poco. En unos minutos más llegamos a tu casa. -Le dije lo más tranquilo posible mientras recogía la ropa de mi hermana del suelo.

-Me alegra que esté contigo, tío pero por favor no la traigas a casa.

-¿Qué? -Dije sin creer lo que acababa de escuchar.

-Si mi abuelita la ve tomada se la va a armar en grande. Será mejor que se quede contigo y mañana venga. Yo le diré a mi abuelita que está bien y que hoy se quedara a ayudarte con algunas cosas del gimnasio y pasara la noche en tu hotel.

-¿Estás segura, Fany?

-Claro tío. Conozco a mi abuelita y no quiero ni imaginar lo que le va a decir a mamá si la descubre ebria. Mejor cuídala y mañana vienen temprano.

-Te haré caso. Tú las conoces mejor que yo.

-Si tío. Me da gusto que esta contigo. Te la encargo. Besos.

Y sin más se despidió de mí.

Yo volví a tratar de acomodar las ropas de mi hermana y descubrí que cómo iban, al día siguiente no estarían presentables para que las viera mi mamá por lo que decidí lavarlas rápidamente en el baño. Su pantalón no fue problema pero al estar lavando su ropa interior descubrí que era la misma que la ocasión anterior. Recordé la apuesta y reparé en que no me había enterado del marcador. Tomé mi celular y consulté rápidamente los resultados del día.

Al leer que el Real Madrid había perdido no me costó mucho atar todos los cabos del asunto.

Mi hermana estaba dispuesta a pagarme la apuesta pero seguramente necesitaba armarse de valor para dejarme verla en ropa interior y por eso había querido pasar antes por unas cervezas pero se le había ido la mano y había bebido más de la cuenta. Reconozco que no había pasado por mi mente la idea de que ella tuviese que pagar y menos con la demostración de su dominio en el futbol que me había dado el día anterior. Terminé de lavar sus prendas y volví a la habitación.

La vi tirada en la cama, desnuda completamente de la cintura para abajo y por ningún momento me pasó por la cabeza aprovecharme de la situación.

Tomé uno de mis bóxer para colocárselo ya que ella no estaba en condiciones, me hinqué junto a ella y tomé sus piernas para colocarle la prenda pero al irla subiendo su sexo quedó a centímetros de mi rostro. Fue en ese instante que mi sentido de hermano protector se apagó y despertó en mí el deseo.

Desde mi posición podía observarla y me incorporé para ver su rostro. Estaba completamente noqueada por la bebida. Seguí subiendo la prenda pero en esta ocasión dejaba que mis manos rozaran la piel de las piernas de mi hermana. Sentir el calor que desprendía su cuerpo estaba controlando mis acciones y tuve que dejar de colocarle la prenda para dedicarme a propiciarle los mimos con mis manos a sus piernas.

Al llegar hasta sus nalgas no pude evitar darles un apretón a cada una y me sorprendí al comprobar su dureza. Una parte de mí sabía que eso que estaba haciendo no era correcto pero otra parte me decía que tal vez jamás volvería a tener una oportunidad como esa de poder tocar las nalgas que ostentaba mi hermana.

Magree esas nalgas con total descaro y no me importó que se diera por enterada. Estaba en el paraíso con ese toqueteo y mis dedos comenzaron a hurgar en su entrepierna. El calor que de ahí manaba era delicioso. No era abrazador, pero sin duda estaba más cálido que el resto de su cuerpo. Uno de mis dedos comenzó a introducirse entre sus labios y buscaba su clítoris que me recibió gustoso cuando comencé a acariciarlo. Otro de mis dedos se coló en su interior y me sorprendió lo lubricada que se encontraba para esos momentos.

Un manotazo que me propino debido a su letargo me hizo reaccionar y deje de hacer lo que estaba haciendo. Terminé de colocarle mi bóxer y la tapé con las cobijas, me fui al baño a cascarme una buena paja recordando todo lo que acababa de hacer con mi hermana. Disparé chorros de semen cómo pocas veces lo había hecho.

Más tranquilo, me dirigí a la habitación y al no tener otro sitio para dormir me recosté a un lado de mi hermana dándole la espalda.

Una costumbre que adquirí en el colegio militarizado es la de despertar muy temprano, sin importar la hora a la que haya ido a dormir y esta ocasión no fue la excepción. Con el detalle que al despertar estaba completamente girado y estaba abrazando el cuerpo de mi hermana. Me tomó un par de segundos estar consciente del lugar donde estaba y comprender que mis manos se habían colado entre su playera del Real Madrid y estaba sujetando sus tetas mientras sus pezones se escurrían entre mis dedos.

La erección matutina estaba perfectamente alojada entre las nalgas de mi hermana y mi pene estaba separado de su piel solamente por la capa de tela que portaba cada uno. Me friccioné un poco para sentir el calor de mi hermana pero ella se meneo. Recordé que ya no debería de estar en el estado de ebriedad de la noche anterior y rápidamente me incorporé. Tiré algunas cobijas al suelo para dar la apariencia de que había dormido ahí, pedí desayuno a la habitación y me dirigí al baño. Una nueva paja cayó a salud de mi hermana.

Después de bañarme, salí en el momento justo en que llamaban a la puerta con el servicio del desayuno. Metí el carrito de las comidas y le di una propina al joven que había llevado el servicio.

Volví a la habitación y preparé todo para cuando mi hermana despertara. Lo cual no tardó en suceder.

Al principio ella estaba un tanto descolocada y poco a poco fue recordando algunas partes de la noche anterior. Le ofrecí una taza de café para que aclarara un poco su mente y le dio un sorbo pero de momento abrió sus ojos a más no poder, dejó la taza en la mesa de servicio y salió corriendo al baño. Tardó unos minutos. Al salir se dirigió a mí.

-¿Qué sucedió anoche?

Yo había pensado en la historia que le iba a contar, no le iba a decir todo lo que había sucedido para no hacerla pasar un mal momento.

-Volvimos del bar y entraste al baño. Demoraste en salir y cuando te fui a buscar habías acabado con una botella de vodka, o al menos eso intentaste hacer porque una buena parte terminó en tus ropas, me dijiste que así no podías estar y te ofrecí algunas prendas mías pero solo aceptaste el calzoncillo que usas y te cambiaste en el baño. Llamó Fany y le dije que te habías pasado un poco con las copas pero que te iba a llevar y me dijo que mejor te quedaras aquí para que mamá no te viera en ese estado. De nueva cuenta fui a buscarte al baño porque no salías y te encontré dormida, sentada sobre el escusado vestida con mi bóxer. Te traje a la cama para que durmieras y lavé tus prendas ya que no iban a estar frescas para hoy que volvamos a casa para que cojas otras prendas y vayas a trabajar. Improvisé una cama ahí en el suelo. -Dije señalando el lugar donde había dejado las cobijas. -Y dormimos hasta hoy.

Debí sonar muy convincente o estar ella en muy mal estado por todo lo que había pasado que no quiso saber nada más.

Terminamos el desayuno y fuimos hasta la casa de mamá para que recogiera algunas ropas y llegara a su trabajo.

En el camino tuve oportunidad de jugar un poco con su falta de memoria de la noche anterior.

-Tal vez me voy a meter en donde no me llaman pero ¿Qué te orilló a beber de esa manera? -Pregunté fingiendo no haber descubierto sus intenciones.

Ella palideció por un momento, se estrujó las manos y clavó su mirada al suelo antes de responder.

-Iba a pagarte la apuesta del partido.

-¿De qué hablas? -Me hice el ofendido ante su respuesta. -¿Crees que te iba a permitir pagarme esa apuesta absurda? Eres mi hermana y no podría pedirte que hicieras algo así.

Yo mismo me asombré de lo convincente que soné y ella me miró para agradecerme con la vista.

-Muchas gracias, hermanito. Pero una deuda de juego se tiene que saldar.

-Ya te dije que no podría pedirte eso.

-Pero yo si estaba dispuesta a hacerte pagar la apuesta si perdías.

-Eso es porque tú eres más fanática que yo con el futbol. Ya olvídate de eso y mejor dejemos que sea una comida la apuesta para la siguiente jornada.

Ella me miró y no daba crédito a mis palabras. No pensó que yo le estuviera diciendo que estaba dispuesto a seguir apostando.

Llegamos a la casa y antes de bajarse del automóvil me dio un fuerte abrazo.

-Muchas gracias hermanito. Los siguientes juegos son en dos semanas, lo dejaremos en una comida entonces. -Dijo sonriendo alegre.

Nos despedimos y ella se metió a la casa.

Ya en el gimnasio me concentré en los usuarios hasta que llegó un mensaje de mi hermana.

-Te agradezco mucho todo pero te aseguro que te voy a pagar esa apuesta. No acepto una negativa.

Al leer esto y recordar la noche anterior, mi pene dio un ligera brinco de alegría.

Me convencí que a mi hermana tendría que follarla y comencé a trazar un plan para que se fuera dando de manera que pareciera natural y me iba a servir de los partidos de la Champions para que eso sucediera.

CONTINUARA…