Cersei, la hija mayor de la vampiresa Fam. vam. 2
Inicio de la narración de Cersei
Como no me deja ponerlo completo he abreviado el título. Por otra parte, en esta saga, dada la variedad de temas que va a tratar he decidido poener cada cpitulo en una categoria diferente, en funcion de lo que trate.
Y os dejo con:
Cersei, la hija mayor de la vampiresa– Familia vampírica 2
Bueno luego ya acabará el plasta de mi hermano. Para empezar tengo que reconocer que estoy aún muy salida, porque no hace más que dos días que deje de grabar cine porno. Mi mamá me colocó en una de sus productoras de cine vainilla… eso quiere decir el que no es sadomasoquista, el día siguiente de cumplir dieciocho años, a cambio de durante el curso deberé ser seria y conseguir lo que se espera de mí.
Pero yo no estoy completamente de acuerdo.
Por eso mi atuendo de hoy no fue el serio y formal que me había preparado mamá. En su lugar me puse la misma minifalda de Dolce & Gabbana y los stilettos Saint Laurent que usé para el casting. Cambié el top de tres botones por uno ceñido y elástico, que hacía que mis gruesos pezones resaltasen más, y añadí un tanga rojo de encaje. Mi hermano me lo echó en cara, y debo reconocer que tenia razón: iba vestida como una puta. Una puta que había pasado dos noches follando con él y vaciándolo, eso sí.
Ahora estoy segura de que he llamado la atención de casi todos los chicos… supongo que alguno gay habrá a quien no atraje, y también de más de una chica. Como Tania con la que me he enrollado en el baño.
Aunque antes de seguir con mi día será mejor que cuente mi pequeño secreto.
En nuestra familia follamos todos con todos… bueno mi hermano Jaime Eric y el tío Malosi apenas lo han hecho un puñado de veces, pero eso es porque mi hermano dice que no le acaba de gustar, porque si por el tío fuese lo harían todas las semanas. Y creo que el tío Adrián tampoco lo ha hecho con él ni con Malosi, aunque como no vive con nosotras igual no cuenta, pero cuando nos visita solo se acuesta con mi madre y recientemente, desde que cumplí los dieciséis conmigo. Antes tampoco quería. Pero ese no es el secreto.
El caso es que a mi madre le gusta grabarnos cuando lo hacemos y en ocasiones, en lugar de hacerlo descansamos viendo la orgia… o viendo vídeos de como lo hacía con nosotros cuando éramos bebés. Todos son videos POV, es decir tomados desde su punto de vista. Así que tras ver uno de ellos cuando tenia once años hice por quedarme a solas con ella, lo que conseguí cuando ordenó a mi hermano Jaime que calmase a la pequeña Julia Drusila de solo cinco años. Ellos se fueron a la habitación de matrimonio exterior y yo me quedé en la cama King size de mamá en su enorme habitación sin ventanas.
—Creo que querías hablar conmigo —dijo ella antes de darme un morreo y empezar a desnudarme. Ella se había desnudado mientras yo cerraba la puerta—. ¿O solo querías que te mordiese?
—Me gusta cuando me muerdes mientras me chupas el clítoris —la respondí. La verdad es que el mordisco de una vampiresa (y supongo que el de un vampiro también) durante el sexo es algo único que dispara el orgasmo aún más intenso—, pero hoy me he dado cuenta de una cosa que quería preguntarte.
—Adelante.
—¿Cómo nos grabas? Hace tres días no te vi coger ninguna cámara, ni el móvil, y sin embargo, el vídeo de hoy es lo que hicimos hace tres días. Y la grabación es de tu punto de vista, no de ningún dron.
—Hace años… antes de convertirme en vampiresa, acudí a una clínica ilegal en el caribe. Allí me implantaron una serie de dispositivos que me permiten grabar lo que vea y oiga. También trasmitirlo.
—¡Ah!
—Como comprenderás… es un secreto. Lo mismo que mi situación actual. Si se supiera…
—Vale, vale lo cojo. Mamá. Pero quiero algo a cambio.
—Es un secreto y si lo cuentas pasaran cosas muy malas.
—No lo contaré. Pero yo también quiero uno.
Ella se me quedó mirando.
—Vamos al cuarto de juegos. —El cuarto de juegos es una mazmorra sadomasoquista que tiene al lado de su habitación, también sin ventanas y con unas puertas que la hacen parecer una cámara acorazada—. Si aguantas una sesión sin quejarte iremos a que te pongan uno.
—¿Y si no?
—Aunque lo hagan con anestesia, el cuerpo tarda en adaptarse. Los primeros días son un infierno de dolor. No solo en los cortes, también en el interior: en los huesos que han cortado para acceder a los pulmones; en la espalda, donde se insertan los conectores nerviosos; en el omoplato, donde te ponen el cargador de emergencia, por si se descarga demasiado y deja de funcionar el inalámbrico; En los ojos y oídos, donde también te instalan pequeños satélites…
—Vale, vale. Lo entiendo.
—No. No lo entiendes.
»Para que los nervios enlacen con los interfaces y poder probarlo todo no se pueden usar substancias químicas durante un mes. Eso quiere decir nada de calmantes ni de ninguna droga. Y duele. Mucho.
—Entonces disfrutarías como una perra, ¿no?
—Sí. El menor movimiento agudizaba los dolores mi me lanzaba a una cadena de orgasmos… pero tu no eres así. Para ti será un infierno.
—Lo aguantaré.
—Demuéstramelo. No te voy a atar. Tampoco puedes gritar. Si lo haces volveremos a empezar.
Acepté. Aunque como vampiresa está obligada a actuar de Ama, al menos en la mayoría de las ocasiones sé que no le gusta… bueno no le gusta causar dolor. Controlar, dominar… eso sí. Por lo que no esperaba que fuese muy dura. Escribió a toda velocidad. Envió lo escrito a la impresora y me dijo.
—Esa es la lista. No la verás ahora, solo al acabar. Si dices «limón» o «fresa» lo dejamos y te olvidas del implante. Si gritas, te quejas o pierdes la postura volvemos a empezar.
Acepté y tomó una fusta. Poniéndome de espaldas empezó a darme fustazos en el culo. Me sentí morir. Y más cuando tres torturas después grité y volvimos a la fusta. Fallé cinco veces antes de acabar. Otro día narraré con detalle la sesión de tortura. Necesité de una semana para recuperarme en la que no dejó que nadie me viese, tampoco que me aplicase ningún tipo de crema ni tomase ningún analgésico. Mis profesores se quejaron porque era mayo y la evaluación estaba cerca. Aun me dolía cuando pude salir de su cuarto y hacer vida normal. Al menos todo lo normal que se puede hacer con el cuerpo aún lleno de cardenales, ya amarillentos y la prohibición absoluta de ponerme ninguna pomada ni tomar analgésicos. Y encima tienes que estudiar dieciocho horas al día para recuperar. Cuando se iban los maestros era mamá la que me tomaba las lecciones.
Llegó el día de mi decimosegundo cumpleaños y en lugar de un regalo me encontré un sobre. Lo abrí: «Vale por: * un viaje al caribe a solas con tu mamá. * una sorpresa». La abracé. Tan pronto como acabé los exámenes nos fuimos para el caribe acompañadas de tía Ángela como agente de Nirgal, una funeraria. Se que suena raro, pero en estos viajes de larga distancia, con cambios horarios, mamá siempre viaja en un ataúd para protegerse del sol. Otro día contaré detalladamente la experiencia, pero el caso es que actualizaron el implante de mamá y me instalaron uno a mí.
Con el implante puedo grabar todo lo que vea y oiga, pero también lo puedo usar en lugar de mi móvil ya que lo ha clonado. Así que aunque me dejé el móvil en la habitación de casa podía usarlo y tenia acceso completo a internet sin que se notase. Otras de las funciones del implante son las de regular mis hormonas reproductivas para evitar que pueda quedar embarazada. Mientras fui menor estas funciones las manejaba mamá. Pero desde que cumplí 18 me deja controlarlo a mí, aunque sé que verifica que estén activas cada vez que follo con mi hermano. Ayer las desactivé, para ver que hacía, pero ella las reactivó cuando no habíamos acabado de follar. Luego me echó una charla «No me importa que te quedes embarazada —dijo—, aunque tengo planes para ti. Pero no puedes quedarte embarazada con tu hermano. Tus abuelos maternos eran primos , por eso los apellidos de tu madre y vuestro son Moreno Moreno, y ya hay demasiada consanguineidad». El problema es que sus planes de casarme con alguien de pasta no creo que coincidan con alguien capaz de sustituir a mi hermano, o al menos su pollon de más de treinta centímetros y seis de diámetro. Sé que no es natural, lo mismo que tampoco lo son mis pechos de copa J, si llevase sujetador, y 140 centímetros de perímetro. Aunque en su caso no ha intervenido la cirugía, que sepa, y en la mía sí, pues a la vez que el implante cibernético mamá hizo que me quitasen músculos de la abdominal para estrechar mi cintura y que me los injertasen en los pechos para reforzar su posición. Eso y horas de ejercicios, claro.
Tomé fotos de todos mis compañeros de clase. También de un par de chicas que no me hicieron mohines de asco, más bien que mostraban sinos de excitación, por mi vestuario. Una de ellas resultó ser Tania Crespo García, hija única de dos magnates de internet, propietarios de varias apps multimillonarias en ventas que hacía años habían abandonado España por diferencias con el gobierno y que ahora residían en Miami, dónde según decía la prensa estaban organizando su viaje a Marte. Decidí que ella era mi opción para vengarme de mamá por situar a mi hermano como futuro gestor de las empresas de mi madre y a mí como esposa florero de un posible competidor. La seguí cuando fue al baño.
Comienza con la espalda de Tania entrando en los aseos de chicas, la puerta se cierra y se vuelve a abrir.
—Bien ¿estás segura que no hay nadie? —se oye preguntar a Tania.
—Nadie —contesta la amiga saliendo del último cubículo—. ¡Oh!
La chica de piel olivácea, ojos marrón oscuro de largas pestañas y media melena negra levantó una mano señalando detrás de Tania. Era una chica reloj de arena, con unos pechos muy similares en tamaño a sus caderas y bastante pequeños. No se veía delgada, pero tampoco gruesa.
—Pues ponte en la puerta y no dejes… ¿Qué? —preguntó Tania al verla señalar.
—Yo —se oyó pronunciar a Cersei. Tania se giró—. Cersei Moreno. —Se ve como se acerca y el rostro de Taina se difumina. Se separan después del morreo—. Creo que el ibas a decir a tu amiga que bloquease la puerta para poder masturbarte mientras ella te mira. Al menos es lo que dicen las revistas que haces en los baretos. Por mí no te cortes. Quiero follar contigo, pero me da igual mirar, si aún no quieres, o que nos masturbemos juntas.
Tania se queda con la boca abierta. Cersei se aleja para poderla contemplar. La melena negra le llega por debajo de los hombros, el rosto de piel algo más clara que su amiga pero tampoco lechoso muestra unos bonitos ojos verdes muy bien maquillados y unos labios gruesos y rojos. Es algo más alta y más voluptuosa que su amiga. Cersei se fija en sus senos, medianos, bastante mayores que los de su amiga aunque no lleguen a los suyos, que destacan con la ajustada camiseta que deja ver los tirantes del sujetador.
—Te dejo que muerdas mis pechos mientras me masturbo si me dejas lamer los tuyos un rato —invita Tania.
—Vale —responde Cersei mirando hacia el espejo. En él se ve como se sube el top dejando ver sus enormes pechos al descubierto con los pezones ya erectos—. ¿Te gusta que te duelan? Los mordiscos, digo. Porque a mí no.
Tania se limita a abrir la boca y los ojos. Tras un rato de sorpresa se acerca y los toma con sus manos.
—¿Son…? ¿son naturales? ¿Los llevas sin sujetador?
—Sí. Bueno casi —explica Cersei mientras Tania se los acaricia—. Mi mamá me llevó hace años a un cirujano que me cambió un poco de musculo de los abdominales a los pechos. Y me los ha rellenado de grasa varias veces. Pero no tienen ningún implante artificial.
»¿Y los tuyos? —pregunta a la vez que pasa sus manos sobre el tejido de la camiseta.
—Sí, son naturales… pero apenas uso uno copa C. Este sujetador es D, pero tiene relleno.
Se separa un poco y se quita la camiseta y el sujetador de encaje. Luego se abre el botón de los ajustados vaquero pitillo y se los baja hasta las rodillas. Va completamente depilada. Se acerca a chupar los pezones mientras con una mano toca el pecho de Cersei por debajo. Cambia la vista de la cámara y ya no muestra el espejo sino la mano de Tania que baja a su desnudo pubis y empieza a acariciarse.
—Chup… chup… Como me gusta chupar unos pezones tan grandes —suspira Tania—. Y sí. Me gusta que me los muerdan y que me hagan daño. Pero eso luego… para llegar ¿Qué te gusta a ti?
—A mí me gusta todo pero suave, sin dolor.
No hablaron mucho más. Después de un rato chupándole los pezones se sentó en los lavabos y le pidió que se los mordiese. Cersei hizo un par de cambios más entre sus propios ojos y la cámara que llevaba en el cinturón de la falda para ver cómo se corría pellizcándose un erecto clítoris.
—Ahora querrás correrte tú ¿verdad? —preguntó Tania.
—¿En qué estás pensando? —Cersei ocultó que ya se había corrido una vez—. ¿Algo guarro?
—Solo pensaba si preferías que volviera a lamer tus pezones o si me paso a tu coño.
Una tos hizo que ambas se girasen hacia la tercera chica.
—Tranquila Hana luego te toca tu turno —replicó Tania a la tos. Se giró hacia Cersei—. A Hana le gusta mear en mi boca y luego masturbarse. Si a ti también te apetece…
—Si le gusta mirar… —Cersei miró fijamente Hana mientras hablaba—. Quizá le guste ver como te lo hago yo luego mientras ella se masturba. —Hana asintió con la cabeza. Cersei giró su vista hacia Tania—. Y ahora chúpame el coño, guarra, a ver qué tal lo haces.
En lugar de sentada en el mármol de los lavabos, como hizo Tania, se puso apoyada en la puerta de los cubículos, para que se viese la escena en el espejo. Después de correrse hizo un gesto a Hana para que se acercase aprovechando que Tania estaba arrodillada y desnuda de rodillas hacía arriba.
—Mea en la boca de esta guarra —la invitó—. Luego lo haré yo.
—¿Y la puerta?
—¿No le gusta ser humillada? —Susurró al oído de Hana, para que no lo oyese Tania pero quedó grabado en el vídeo—. ¡Qué más humillación que ser pillada así!
Hana se rio y abriendo las piernas empezó a mear en su boca. Tania bebía como si fuese de un botijo, sin cerrar los labios. Cuando acabó Hana volvió a ponerse apoyada en la puerta de entrada y empezó a masturbarse mientras invitaba a Cersei por gestos a orinar. Esta se quitó el tanga, mojado de sus jugos y de saliva de Tania mirando al espejo para grabarlo. Abrió las piernas y empezó a orinar en la boca de Tania mirando la escena en el espejo. Cuando acabó se apartó un paso y llevó la mirada a la cara de Tania. Limpió las comisuras de sus labios con el tanga y la ayudó a levantarse, para terminar dándole un beso en la boca que se convirtió en un largo morreo.
Le di el tanga para que lo guardase de recuerdo. Salimos las tres y nos fuimos a la cafetería. Ninguna se lavó la boca. Pillamos sendas ensaladas pues las tres coincidíamos en que no queríamos engordar.