Cerezas y otros frutos

..Rememora cuando estuvo a sus pies, valiéndole de alfombra, desnudo en el suelo ..siguió envolviéndole de medias..Ella chafaba las frutas sobre su pecho, él lamía la planta de su pie...

Ha pasado mucho tiempo desde entonces, pero aún recuerda cada día la afortunada vez en que fue suyo. Es una colección de imágenes, gestos, aromas, susurros que viene a él cada noche, o saltan en su memoria como recuerdos incontrolados.

Rememora cuando estuvo a sus pies, valiéndole de alfombra, desnudo en el suelo y ella quitándose las botas en el sofá, sus pies envueltos en la lycra de sus medias que también recorría sus piernas, recuerda el aroma de su sudor sobre su rostro que presto se ofreció a lamer. Como él, loco de excitación adolescente, la tocaba burdamente, no se sometía como ella deseaba, hubo de volverle impotente a base de ataduras con lo que tuvo a mano, las medias desordenadas que se amontonaban en un cajón de su cómoda. Animada, no solo ligó sus manos a la espalda, sino que se entretuvo atando también sus codos, su sexo duro e imponente, sus rodillas y sus pies. Tanto le gustó el resultado de siguió envolviéndole de medias, sus piernas, su torso tembloroso de deseo, su cuello, su cabeza con una media a modo de capucha y para completar, se quitó con delicadeza las bragas, las hizo una bola, recuerda su sonrisa pícara, y se las metió en su boca. Recuerda también la impotencia, el deseo que le dominaba, pero también la calidez de las ataduras, la cómoda incomodidad, la sensación de sentirse por una vez de ella, en sus manos, como si esa pertenencia fuera algo meritorio, un logro. aunque hubiera pasado a la condición de animal de compañía o menos, de objeto, era merecedor de ella, la había conseguido. Más valía así que nada. Solo tenía que dejarse hacer y obedecerla.

Recuerda estar así por lo menos dos horas, lo que duró una película que parecía aburridísima. Luego el frío filo de una tijera se abrió paso entre las medias y su piel, haciéndolas jirones, descubriendo su carne caliente, liberándolo solo en parte, pues sus pies y sus manos nunca fueron liberados.

Era época de cerezas. En un bol de porcelana blanca que sostenía con sus manos las sumergía e iba comiendo, luego se le ocurrió jugar. Rompió la punta de sus medias lo suficiente para que se asomaran sus deditos y con ellos cogía los rabos de la cerezas y le hacía comer de ellos. Las devoraba con locura, era en definitiva el mejor manjar de su vida. Ella chafaba las frutas sobre su pecho, él lamía la planta de su pie.

Ha pasado mucho tiempo desde entonces, turbó su vida.

De amores.atados/blogspot