Cerdas y cachondas (Parte número 20).

Parte número veinte de esta nueva y larga historia, a la que he dado un título muy sugerente, que espero guste a mis lectores a los que agradeceré que, para bien o para mal, me hagan llegar sus comentarios.

Después de comer Marisol decidió entretenerse dedicando miradas lascivas a mi entrepierna al mismo tiempo que, con Germán indiferente, se pasaba sexualmente la lengua por los labios y tapándose con el bolso, se acariciaba la raja vaginal a través de su ceñido pantalón. Con bastante frecuencia se levantó de su asiento para dirigirse al cuarto de baño lo que me hizo pensar que pudiera encontrarse bajo los efectos de una cistitis o que se estuviera poniendo tan sumamente “burra” a cuenta mía que, de puro gusto, sentía una imperiosa necesidad de mear o de “hacerse unos dedos”. Cuándo Germán acudió al aseo para poder “cambiar de agua a los garbanzos”, Marisol se levantó de su asiento y me dijo al oído que, en cuanto volviera, iba a ir otra vez al cuarto de baño y que la agradaría que la siguiera. Dispuesto a hacer lo que me había indicado, en cuanto Marisol se incorporó me levanté de mi asiento y con la mayor naturalidad del mundo, me puse detrás de ella y la seguí por el pasillo hasta el mismo aseo en el que habíamos estado unas horas antes en donde, por segunda vez, me hizo entrar con ella, cerró la puerta y esta vez sin “morreo” ni frotamientos previos, se apresuró a hacer descender a mi pantalón y a mi calzoncillo para realizar el mismo proceso que al mediodía antes de agacharse mientras reconocía que, de lo ansiosa que estaba por volver a efectuarme una felación, se había mojado.

Me volvió a menear la “herramienta” con su mano antes de pasarme su lengua por la abertura y el capullo, metérsela en la boca y proceder a chupármela y en esta ocasión con mamadas bastante rápidas por lo que, enseguida, culminé dándola “biberón”. En cuanto terminé de eyacular, se la fui sacando poco a poco de la boca y dándome la vuelta como pude, procedí a mear en el inodoro mientras Marisol procedía a besarme los glúteos y me propinaba unos buenos lametones a la raja del culo con una especial atención a mi ojete. Al acabar de expulsar mi micción me introdujo sus manos por el medio de las piernas y mientras me acariciaba los huevos con la izquierda, me meneó la “tranca” con la derecha con intención de que expulsara las últimas gotas de “cerveza” antes de permitirme recuperar mi posición inicial.

Aquella cerda, manteniendo sus ojos fijos en mi verga que permanecía gorda, larga y tiesa y con la abertura apuntando al techo, se incorporó y se abrió de piernas con lo que pude introducir mi mano derecha en su abierto pantalón y en su tanga para, además de entrar en contacto con su raja vaginal, poder comprobar lo sumamente húmeda que se encontraba. Su abierto y caldoso potorro pedía guerra por lo que, bajándola el pantalón y usando tres dedos, procedí a masturbarla y de una forma bastante enérgica. Estaba tan excitada que, enseguida, sus contracciones pélvicas y la mancha de humedad que apareció en su tanga me delataron que acababa de llegar al clímax. La saqué lentamente los dedos y la estimulé un poco el clítoris con el pulgar mientras Marisol, sonriéndome, me indicó que había conseguido hacerla disfrutar de un monumental orgasmo y que se sentía complacida. Después se bajó el tanga hasta las rodillas y tuve que apretarme a la pared para permitir que se acomodara en el “trono” lo que me permitió observarla mientras expulsaba una copiosa y larga meada y procedía a secarse la “seta” con papel higiénico.

Mientras nos volvíamos a poner bien la ropa me preguntó que si solía utilizar preservativos para metérsela a las tías a lo que la contesté que, aunque sabía lo que eran y como se usaban, no los había utilizado nunca puesto que, desde mi primera vez con Abigail, siempre se la había “clavado a pelo” y descargado con total libertad en el interior de la “almeja” de las hembras. Marisol me miró sorprendida antes de decirme que, si no los usaba, con lo larga que tenía la “banana” y la ingente cantidad de “salsa” que echaba al eyacular tenía que haber fecundado a un buen número de mujeres a lo que la respondí que, después de haber mantenido una relación estable, en los últimos meses me había dedicado a ir “de flor en flor” pero que, excepto con Virginia, estaba seguro de no haber hecho un “bombo” ni a la una ni a las otras lo que Marisol me dijo que era una verdadera suerte ya que si las depositaba mi concentrada leche directamente en los ovarios durante sus días fértiles contaba con casi todas las posibilidades de hacerlas engendrar. Cuándo salimos del aseo me volví a situar detrás de ella y la seguí por el pasillo hasta que, como si nada hubiera pasado, nos volvimos a acomodar en nuestros asientos.

El resto de viaje fue sumamente tedioso. Marisol, satisfecha, se durmió mientras Germán leía una y otra vez un periódico. La fémina se despertó cuándo estaba llegando a mi destino y me animó a irles a visitar un fin de semana. Después de haber “catado” a semejante golfa y suponiéndome que mi relación con Nuria no iba a perdurar indefinidamente aunque pretendía que, al menos, me permitiera solventar mis necesidades sexuales hasta que consiguiera encontrar a una “yegua” a mi gusto, acepté su ofrecimiento.

Aquella misma noche retomé mi actividad sexual con Nuria que pudo comprobar que, a cuenta de Marisol y de Nicole, regresaba de mis vacaciones de lo más “entonado” y con unas ganas enormes de joderla y de ponerla “fina” mientras ella me incitaba a vaciarme y a prodigarme aún más haciéndola y en plan sádico, todo tipo de marranadas. Después de disfrutar de una velada inolvidable en el que, dando tiempo a mis huevos a reponer leche, la penetré por todos sus agujeros un montón de veces logrando echarla seis polvazos y tres meadas, a la mañana siguiente me comentó que su amiga Sandra la había propuesto irse juntas a pasar parte de sus vacaciones a cierta localidad mediterránea mundialmente conocida por su desenfreno y despelote. Me pareció que aquella podía ser una excelente oportunidad para conseguir que Nuria se sincerara con Sandra, la pusiera al tanto de lo nuestro y llegara a proponerla unirse a nosotros para poder realizar los tríos que tanto ansiaba por lo que, aunque no veía a Nuria muy animada y el tiempo corría en mi contra, no dejé de animarla hasta que logré convencerla de que debían de irse y disfrutar juntas. Como ninguna de las dos era especialmente animada y lanzada y aunque sabía que en tal destino vacacional ligaban hasta los perros y que proponiéndoselo iban a tener donde elegir, por si acaso no las hacía “tilín” ningún tío me decidí a rebuscar entre los artilugios sexuales que, en su día, nos había regalado Judith para ofrecer a Nuria los que pudieran darlas mutua satisfacción eligiendo consoladores dobles, estimuladores de clítoris, unos “sacaleches” para que al utilizarlos se las pusieran las tetas bien tersas y los pezones en órbita, vibradores y por supuesto, una braga-pene sin estrenar en formato clásico dotada de un buen “instrumento”.

En cuanto Nuria y Sandra emprendieron su viaje rumbo a la playa y como no me gustaba aplazar demasiado los compromisos que había contraído, me decidí a disfrutar los días que aún me quedaban de vacaciones para ir a pasar algo más que un fin de semana con Germán, Marisol y sus hijos aunque no tenía demasiado claro que dispusiera de la misma libertad que en el tren para poder follarme a la joven con la que ansiaba llegar a mantener relaciones sexuales completas.

Cuándo les llamé por teléfono para informarles de mi propósito se pusieron muy contentos y me dijeron que iban a esperar ansiosos que llegara el día en que pudieran recibirme en su casa con los brazos abiertos. Germán, incluso, pretendía alojarme en su domicilio lo que descarté diciéndole que nunca me ha gustado incordiar ni molestar a mis amistades y que si me obligaba a ello, no iría por lo que tuvo que dejar que reservara alojamiento en un céntrico hotel a cambio de comprometerme a comer y a cenar en su vivienda.

C o n t i n u a r á