Cerdas y cachondas (Parte número 11).

Parte número once de esta nueva y larga historia, a la que he dado un título muy sugerente, que espero guste a mis lectores a los que agradeceré que, para bien ó para mal, me hagan llegar sus comentarios.

Aunque Claire decía que existían hombres muy potentes y que lo complicado era dar con ellos, no tuvo suerte y tras permitir que un buen número de cabrones llegaran a desfondarse mientras disfrutaban de sus encantos, su ansiedad sexual la hizo quedar atrapada en las redes de una organización que la obligó a prostituirse, convertida en una fulana barata, “haciendo la calle” desde las tres de la tarde hasta las once de la noche, hora en que debía de encontrarse en un “selecto” club de alterne en el que los clientes tenían derecho a todo, incluso a maltratarlas y donde la consigna que más las repetían era que tenían que continuar dándoles satisfacción hasta que se mearan y se jiñaran de autentico gusto delante de ellas.

En el club los clientes disfrutaban poniéndola enemas vaginales y anales para verla vaciar su vejiga urinaria y su intestino lo que ocasionó que sus frecuentes cistitis se convirtieran en crónicas y que sufriera los efectos de unas constantes diarreas líquidas y de continuas pérdidas urinarias; metiéndola cigarros encendidos por la “almeja” y el ojete que, mientras ellos la insultaban y se reían, la obligaban a permanecer sumamente quieta para no quemarse; depilándola el “felpudo” pélvico a tirones y pegándola tales palizas que el día que no salía con un ojo hinchado lo hacía con hematomas en la cara o con un labio abierto. Los tíos, además, sentían predilección por darla por el culo y demostraban mucho interés por castigarla las nalgas con felpudos de mimbre para alfombras, fustas y látigos al mismo tiempo que, con sus dedos, la estimulaban el clítoris con intención de que su lubricación la llegara a gotear sin que Claire encontrara entre ellos a uno que, como pretendía, la hiciera vibrar de gusto cuándo la cubría, la jodía con su soberbio “nabo” y la daba sus portentosas lechadas.

Una madrugada un cliente, en estado de embriaguez, decidió amordazarla y atarla de pies y de manos a la cama para echarse sobre ella y trajinársela con recochineo y saña. Sólo consiguió echarla un polvo pero, aunque perdió la erección tras eyacular, permaneció casi una hora y más dormido que despierto, con su pene metido en la “chirla” de mi madre. Cuándo, por fin, se lo sacó la sobó más que a conciencia y colocándose en cuclillas sobre su estómago, orinó y defecó sobre ella. Después, encendió un puro y se lo introdujo vaginalmente. Al haber ingerido una gran cantidad de alcohol su pulso no era bueno y Claire, al estar atada, no pudo evitar que la quemara el orificio de salida de su vejiga urinaria con lo que la habitación se impregnó en un olor a carne asada que estimuló todavía más al varón hasta el punto de marcarla con el puro el clítoris, la zona baja de los glúteos y los pezones. Mientras la veía retorcerse de dolor aquel individuo la dijo que pretendía dejarla señalada de por vida para que todo el mundo supiera que era una puta. Al liberarla de su mordaza para obligarla a mantener los labios en posición de “morreo” con intención de quemárselos con el puro, mi madre gritó desesperada con lo que se ganó unas cuantas bofetadas del varón pero alertó al personal de seguridad que, junto a otra golfa que conocía a aquel hombre al haber tomado parte activa en varios tríos sádicos con él, redujeron a su agresor y evitaron que la causara más daños físicos.

Claire necesitó recibir asistencia sanitaria y estuvo ingresada varias semanas. Los médicos no pudieron hacer apenas nada para recuperar su clítoris y sus pezones lo que la obligó a recurrir a la cirugía estética mientras que el orificio de salida de su vejiga urinaria estaba tan dañado que tuvieron que operarla para poder desviar la evacuación de su orina con intención de que la expulsara a través del ojete. Mientras permaneció en el hospital se dio cuenta de que, en cuanto saliera de allí, la organización la iba a obligar a abrirse aún más de piernas y a dormir menos para acabar de convertirla en una golfa calentorra y sin conseguir obtener satisfacción de las penetraciones que, tanto en el club como en la pensión en la que solía fornicar con sus clientes al “hacer la calle”, la realizaban unos tíos que no la gustaban y que la daban asco mientras les veía recrearse haciéndola todo tipo de cochinadas y vejándola sintiéndose sus amos y señores. Pensando que si continuaba a aquel ritmo iba a llegar un momento en el que no tendría tiempo ni para verme y que el cansancio iba a poder con ella, se decidió a aceptar la compensación económica que la organización la ofreció para “aliviarla” de los múltiples destrozos que el cliente borracho había causado en su cuerpo e iniciar una nueva vida por lo que, mientras estuvo hospitalizada, lo arregló todo para intentar, sin éxito puesto que estaba a nombre de mi padre y no habían contraído matrimonio, vender el piso en el que había residido con Jacques y al recibir el alta decidió venirse a vivir a nuestro país en el que tenía ciertas amistades que la consiguieron trabajo en un comercio de lencería fina, en el que no tardó en hacer amigas nuevas y algunas bastante “intimas” y alquilaron a su nombre con opción de compra un pequeño pero muy acogedor y céntrico piso en el que residir junto a mí.

Mi madre acabó tan escarmentada que, además de aborrecer a los varones, cada vez que se ponía cachonda se centraba en obtener satisfacción “haciéndose unos dedos” además de utilizar un vibrador para estimularse analmente hasta que se percató de mi bisexualidad y tras contarla parte de las gratas experiencias de las que había disfrutado abriéndome de piernas para Josephine y sus compañeras, comenzamos a darnos revolcones juntas. Un día, al acabar de comerme el chocho, me explicó que este tipo de relaciones entre madre e hija no eran bien vistas por lo que tuve que prometerla que, durante cierto tiempo, no comentaría con nadie lo que estábamos haciendo.

Aunque mi expediente académico se encontraba el día tuvimos que esperar a que finalizara el curso escolar para conseguir una plaza en un instituto que me permitiera proseguir mis estudios lo que aproveché para hacer un curso intensivo de español ya que, aunque mi madre se defendía hablándolo, mis conocimiento eran mínimos con lo que, aunque todavía sigo expresándome con acento francés, me fui haciendo al nuevo idioma. Meses más tarde me adjudicaron una plaza en el instituto en el que estabas estudiando tú y aunque sé que causé bastante revuelo entre el sexo masculino, durante el primer curso me vi acosada por algunas de mis compañeras y por ciertas profesoras con las que llegué a mantener algunos escarceos y más de una relación lésbica. Ninguna de las relaciones fue duradera hasta que comencé a retozar regularmente con Rebeca. Me integré bastante bien con la profesora que me solía dar dinero, me hacía constantes regalos y siempre estaba dispuesta a darse un revolcón haciendo tríos con mi madre y conmigo lo que, contando con el beneplácito de Claire, me permitió poder pasar con ella un verano sexualmente intenso.

A punto de iniciarse un nuevo curso se descubrió que la familia de Rebeca era propietaria de varios puticlubs de carretera y al “tirar de la manta” para ver si ella tenía alguna participación en tales negocios, quedó al descubierto que llevaba varios años obligando a su alumnado femenino a posar en bolas, a entregarla su ropa interior una vez usada y a mantener relaciones lésbicas con ella antes de que sus hermanas se encargaran de terminar de pervertir a las más atractivas, cerdas y viciosas para obligarlas a prostituirse en alguno de sus clubs. A cuenta del revuelo que se levantó con ello Rebeca tuvo que abandonar la docencia e irse a vivir al extranjero desde donde se encarga de velar por la prosperidad del negocio familiar. Al dejar de acostarme con ella y de sentirme acosada por el resto de mis compañeras y profesoras me pude centrar más en el sexo masculino tonteando con varios compañeros hasta que me pediste que saliera contigo a lo que, al gustarme, sentirme atraída por ti y ser uno de los pocos chicos que no se metían en líos y rehuía de las peleas en el instituto, decidí acceder desde el primer momento aunque me encantó hacerme de rogar para que me lo tuvieras que pedir varias veces antes de darte mi conformidad.

C o n t i n u a r á