Cerdas y cachondas (Parte número 10).

Parte número diez de esta nueva y larga historia, a la que he dado un título muy sugerente, que espero sea del agrado de mis lectores a los que ruego que, para bien ó para mal, me hagan llegar sus comentarios.

Pensaba que aquel suplicio terminaría en cuanto mi madre consiguiera vencer su proceso gripal o Josephine regresara de su gira pero no fue así y Jacques, a pesar de que tuvo que dejar de ir a buscarme, siguió perseverando y encontrando el momento idóneo para obligarme a exhibirme desnuda ante él en el trastero con el propósito de poder sobarme a conciencia y seguir ofreciéndole mi lluvia dorada y prodigándome con mis estímulos bucales y manuales para darle satisfacción. A pesar de que me repudiaba el verme sometida de aquella forma por una persona como él, sabía que mi madre no iba a poder hacer nada por evitarlo y que lo único que iba a conseguir si se lo decía era que se sintiera aún peor por lo que no me atreví a comentar con ella nada de la actividad sexual que Jacques me estaba obligando a desarrollar. Pero el varón era insaciable, cada día quería más y cuándo estábamos los dos en casa no cesaba de acosarme para que le ofreciera mi orina, le dejara estar presente mientras defecaba lo que me obligaba a hacer permaneciendo de pie y abierta de piernas sobre el inodoro con intención de, cuándo le apetecía, poder “degustar” mi evacuación, lo que me resultaba de lo más repulsivo y limpiarme el ojete con su lengua al acabar y le estimulara bucal y manualmente varias veces al día para que su verga se mantuviera bien tiesa y con ganas. Por la noche y mientras sus hermanos se recreaban con Claire, se acostaba conmigo en mi cama con intención de poder “restregar cebolleta” y obligarme a sacarle dos polvos meneándole o chupándole la “banana” para, al final, hacerme ingerir su lluvia dorada con la que me provocaba tales arcadas que rara era la noche en que no terminaba devolviendo mientras Jacques se reía de mí. Al temer que cualquier día me llegara a penetrar, decidí comentar mi situación con Josephine que, como no sentía precisamente aprecio por Jacques, me dijo que iba a hablar con él para ponerle en su sitio y dejar las cosas bien claras.

Lo hizo al día siguiente y además de abroncarle por su conducta y de no dejarle hablar, le dijo que iba a estar pendiente de mí y que como se le ocurriera volver a ponerme una de sus manos encima no dudaría en cortarle los atributos sexuales con unas tijeras de podar. Como Jacques sabía que Josephine, aunque fuera bollera, tenía los ovarios bien puestos y era capaz de castrarle, decidió mostrarse más complaciente con Claire y conmigo y logró que sus hermanos dejaran de frecuentar con tanta asiduidad nuestro domicilio, en el que parecía que vivían.

Semanas más tarde Jacques comenzó a quedar con sus hermanos por la noche con intención de vivir unas alocadas veladas nocturnas en ciertos locales de ocio. En uno de ellos conocieron a Ingrid y a Samantha, dos exuberantes azafatas de una compañía aérea nórdica, a las que las iba la marcha y con las que pasaron un fin de semana de ensueño. Continuaron viéndose con aquel par de “bombones” y meses más tarde surgió la sorpresa cuándo los hermanos de Jacques decidieron contraer matrimonio con las azafatas, que eran primas.

Como despedida,los días y las noches anteriores a su enlace matrimonial los dos hermanos dieron “tralla” a conciencia a Claire a la que el día de la boda Jacques castigó los glúteos para que no pudiera usar braga y la hizo lucir un ajustado, escotado y sumamente corto vestido en color rojo que la compró para la ocasión. Como, además de ser corto, el vestido se la iba subiendo poco a poco en múltiples ocasiones la dejó en evidencia y con sus zonas más erógenas al aire aunque Claire estaba muy pendiente de tirar de él hacía abajo y de evitar a toda costa doblarse.

Después de la ceremonia civil los contrayentes llevaron a sus invitados al domicilio de una de las nuevas parejas donde comer apenas comieron pero bebieron todo lo que quisieron y más lo que ocasionó que, en un ambiente alcoholizado que incitaba a la sexualidad, empezaran a desnudarse unos a otros para lucir sus encantos. A uno de los invitados se le ocurrió la idea de que los contrayentes consumaran su unión delante de ellos labor en la que las parejas de recién casados decidieron complacerles sin hacerse de rogar. En cuanto ambos hombres lograron descargar en el interior de la raja vaginal de sus recién estrenadas esposas animaron a los invitados a disfrutar del sexo uniéndose a ellos. Jacques no se lo pensó y obligando a Claire a colocarse a cuatro patas, la “clavó” su chorra por vía vaginal y procedió a darla unas buenas embestidas hasta que, sintiendo próxima su eyaculación, se la sacó para proceder a darla por el culo con intención de explotar dentro de su trasero. Pronto se animaron los demás invitados con lo que la celebración se convirtió en una autentica bacanal en la que los varones intentaban retozar con el mayor número de hembras posible por lo que Claire, sintiéndose incapaz de evitarlo, recibió hasta la mañana siguiente un montón de lechadas dentro de su boca, de su coño y su culo mientras Jacques se centraba y casi en exclusiva, en obtener la debida satisfacción de Kristjana, una joven azafata compañera de Ingrid y Samantha.

A la semana siguiente Jacques nos dejó tiradas al irse, con lo puesto, a vivir a Islandia con la seductora azafata. Sus hermanos no quisieron saber nada de nosotras y únicamente, Josephine nos ayudó en todo lo que pudo hasta que Claire consiguió encontrar trabajo para poder subsistir. La contrataron como asistenta pero aquella ocupación laboral no la agradaba puesto que la obligaba a limpiar retretes ajenos, a lavar a mano las prendas íntimas de las personas para las que trabajaba y sobre todo, porque se sentía acosada por algunos “señoritos” a los que sus parejas no debían de dar suficiente “alimento” y en varias ocasiones, intentaron propasarse con ella. Jean Paul, un hombre calvo y maduro, fue el único que consiguió llevársela a la cama tras ofrecerla la posibilidad de dejar aquel trabajo para desempeñar un puesto administrativo en una oficina a cambio de que se abriera de piernas para él a días alternos durante un año.

Aunque desde que se había producido la “espantada” de Jacques la ansiedad e inquietud sexual de mi madre se había reducido considerablemente, estaba dispuesta a cumplir con el compromiso verbal adquirido con Jean Paul hasta el último día mientras a mí cada vez me agradaba más abrirme de piernas para Josephine y sus compañeras del grupo de animadoras y de baile que no se cansaban de “morrearme” y de darme satisfacción a base de mamarme las tetas, lamerme el culo y la raja vaginal, estimularme a través del clítoris y sobre todo, deleitarse comiéndome el potorro e ingiriendo las portentosas micciones que las echaba mientras me dejaba hacer por ellas.

Una vez integrada en su nueva ocupación laboral Claire no tardó en descubrir que Jean Paul mantenía también relaciones con Isabelle, la agraciada mujer treintañera que se había convertido en su jefe y que reconocía abiertamente que el varón la llenaba de maravilla todos sus agujeros. Para estimularle y seducirle solía lucir unos vestidos sumamente ceñidos y cortos con los que le facilitaba que pudiera “meterla mano” con facilidad pero Jean Paul, cuándo adquirió su compromiso con Claire, pretendía llevar a cabo nuevas experiencias y al excitarle y darle mucho morbo el sexo lésbico, obligaba a una de ellas a permanecer colocada a cuatro patas para “clavarla” el cipote a su antojo por el conducto vaginal o anal mientras la otra se mantenía acostada boca arriba y abierta de piernas delante de la que estaba siendo jodida a la que Jean Paul obligaba a comer la “seta” a la otra mientras él se recreaba dándola unas buenas embestidas. Aunque Claire no había llegado a mantener más experiencias sexuales lésbicas que las de permanecer, tanto vestida como desnuda, abierta de piernas ante Marie y otras compañeras con intención de “meterse mano”, sobarse y “hacerse unos dedos”, la nueva experiencia no la desagradó por lo que Jean Paul se pudo “pasar por la piedra” con frecuencia a Isabelle y a mi madre tanto en su centro de trabajo como en el domicilio de ambas. Pero Isabelle al sentirse penetrada se solía relajar de tal manera que, a cuenta de la intensa relación sexual que mantenían, el hombre consiguió fecundarla. La chica, que a pesar de su juventud llevaba casi diez años separada, se negó a abortar para forzar a Jean Paul, que estaba casado, a dejar a su familia para que se fuera a vivir con ella y con el retoño que la había engendrado lo que no parecía entrar en los planes del varón y originaba múltiples disputas entre ellos pero, cuánto más discutían, más “cariñosos” terminaban poniéndose y más “tralla” se daban.

Aquello fue el detonante que ocasionó que Claire volviera a sentir una imperiosa necesidad de llegar a convertirse en una cerda dominada por un tío que la poseyera y la llenara la boca, la cueva vaginal y el culo con su minga y cuanto más gorda, larga y tiesa mejor y con su leche por lo que, una vez que Jean Paul accedió a los planes de Isabelle y se libró del compromiso que había contraído en su momento con él, empezó a buscar a un varón bien “armado” y viril que la diera satisfacción mientras la jodía lo que la hizo abrirse de piernas para muchos tíos pero, como no conseguía encontrar a uno que reuniera los requisitos de “armamento” y virilidad que ella buscaba, comenzamos a ir de un sitio a otro, cambiando de lugar de residencia y de ocupación laboral con frecuencia, para intentar localizarlo lo que me obligó a dejar de retozar con Josephine y sus compañeras del grupo de animadoras y de baile por lo me sentí resentida con mi madre durante bastante tiempo.

C o n t i n u a r á