Cerdas y cachondas (Parte número 08).

Parte número ocho de esta nueva y larga historia, a la que he dado un título muy sugerente, que espero sea del agrado de mis lectores y que, para bien ó para mal, me hagan llegar sus comentarios.

Después de lo que había sucedido ni Claire ni Marie estaban en condiciones de continuar con sus estudios por lo que decidieron limpiar la habitación y acostarse. No hablaron apenas pero, al tratarse de una vivienda pequeña y ser la habitación de Marie contigua a la de Catherine, no tuvieron más remedio que escuchar la cada vez más degradante, sádica y vejatoria actividad sexual que Jacques estaba obligando a mantener a la madre de Marie hasta que, exhausta, debió de perder el conocimiento. El hombre la propinó varias bofetadas mientras la insultaba llamándola golfa, puta, ramera y zorra repetidamente pero, al ver que no se encontraba en condiciones de darle más satisfacción, se levantó de la cama, buscó y localizó el billetero que se encontraba en el interior del bolso de Catherine y se quedó con parte del dinero que encontró en él. Después se vistió y saliendo de la habitación, se dirigió a la cocina en donde recogió el sujetador de Catherine y buscó una bolsa de plástico en la que introdujo las prendas intimas de madre e hija antes de que, alrededor de las cuatro de la mañana, abandonara la vivienda.

Como estaban desazonadas y Marie tenía que visitar con frecuencia el cuarto de baño al estar sufriendo los devastadores efectos de un proceso diarreico, ninguna de las dos logró conciliar el sueño por lo que a las cinco se levantaron con intención de ponerse a estudiar. Pero, después de lo sucedido, las resultó imposible el poder concentrarse y Claire decidió romper el silencio reconociendo ante su amiga que, mientras chupaba el cipote a Jacques, se había llegado a sentir una golfa a pesar de resultarla bastante compleja y vejatoria la desagradable experiencia vivida horas antes. Al amanecer la preguntó a Marie por el uso que Jacques iba a dar a la ropa interior que se había llevado y su amiga la respondió que, probablemente, la vendería al mejor postor ya que existían muchos salidos dispuestos a pagar importantes cantidades de dinero por un sujetador con restos de leche materna, aunque fuera artificial y por una braga que conservara la “fragancia” femenina y señales bastante evidentes de orina o de defecación.

Mientras desayunaban Catherine y Marie la dijeron que estaban avergonzadas después de que hubiera descubierto que las estaba cubriendo y con regularidad, el mismo tío y se pusieron de acuerdo con ella para no volver a hablar de lo sucedido la noche anterior con intención de que, con el paso del tiempo, quedara en el olvido pero la lógica curiosidad femenina ocasionó que, meses más tarde, Claire sintiera interés por conocer lo que hacía Marie cuándo salía del instituto y se iba con Jacques.

Como su amiga no quería hablar de ello pensó que la mejor manera de enterarse era ofrecerse a acompañarles a lo que, lógicamente, Marie se opuso pero Jacques aceptó encantado. De esa manera descubrió que la llevaba a su propio domicilio en donde, aprovechando la ausencia de Catherine y como una especie de anticipo a su actividad nocturna, obligaba a su amiga a chuparle su tiesa minga de una manera sumamente lenta hasta que la hacía ingerir dos “biberones” y culminaba echándola en la boca una espléndida meada. Más tarde y permaneciendo ambos en bolas, se repartían la comida que Catherine dejaba preparada para su hija y al terminar de comer, se acostaban juntos con intención de que Jacques “restregara cebolleta” mientras “iba poniendo a tono” a Marie para, antes de que la progenitora llegara a casa al finalizar su jornada laboral y con la joven bien ofrecida colocada a cuatro patas, “clavársela” vaginalmente y poder darla unas buenas embestidas hasta que, al cabo de unos minutos, se la extraía para introducírsela por el culo con intención de depositar su leche dentro del trasero de Marie que, a medida que la iba recibiendo, liberaba su esfínter y se jiñaba. El que eyaculara casi a diario en el interior del estrecho conducto rectal de su amiga provocándola unas diarreas impresionantes, explicaba que Marie se quejara tanto del escozor y de las molestias que sufría en el ojete y que padeciera “apretones” tan frecuentes.

La incorporación de Claire motivó a Jacques que las obligaba a turnarse en sus mamadas para, en media hora escasa, depositar en la boca de Marie, que tenía ese privilegio, las dos lechadas y su posterior meada mientras a ella, aunque la obligaba a ver como se tiraba analmente a su amiga, decidió respetarla y no desvirgarla con la condición de que le permitiera “meterla mano” y de que se encontrara dispuesta a chuparle el “nabo” cada vez que le apeteciera.

Meses más tarde Catherine comenzó a retozar con un chico bien dotado, más joven que ella y al darse cuenta de que podía plantearse el iniciar una nueva etapa de su vida a su lado con intención de dejar de ser madre soltera, decidió deshacerse de Jacques y no volver a pagarle por joderlas al considerar que, gracias a ellas, estaba recibiendo mucha satisfacción y que, en todo caso, debía de ser él quien las pagara por abrirse de piernas y comportarse como unas corderitas para que pudiera trajinárselas a su antojo, echarlas sus abundantes lechadas y hacerlas un montón de cochinadas. Lógicamente, Jacques discutió con Catherine a cuenta de ello hasta que decidió despedirse de ellas zumbándose y con saña y evidente mala uva, a madre e hija contra su voluntad, destrozando su habitación a Catherine y llevándose varios objetos de valor y todo el dinero y la ropa interior, tanto usada como sin estrenar, que encontró en la casa lo que Catherine y Marie dieron por bueno con tal de librarse de él.

Para entonces Claire tenía tantas inquietudes sexuales que, aprovechando el final de aquella relación y aunque la doblaba en edad y sabía que tenía mucha experiencia sexual, se le ofreció. Jacques, a pesar de estar acostumbrado a obtener algún  beneficio económico de las féminas a las que se cepillaba, aceptó pensando en encontrar en ella a la aliada perfecta para poder probar nuevas experiencias y dar rienda suelta a sus instintos más bajos. Mientras Jacques no se cansaba de “meterla mano”, sobre todo cuándo lucia su minifaldero uniforme escolar, Claire reconocía que se sentía de lo más cautivada por su descomunal pene, por las masivas lechadas que echaba y por su potencia sexual. El varón, para no desgastarla demasiado, prefirió ir despacio con ella por lo que, al principio, su relación se limitó a sobarse mutuamente y a que le efectuara felaciones y pajas a cambio de mamarla las tetas, lamerla el ojete, masturbarla y comerla la “almeja” pero, desde que su produjo su ruptura con Catherine y Marie, las cosas no le fueron demasiado bien y después de que otras dos cerdas con las que solía retozar regularmente decidieran prescindir de sus servicios sexuales, no le quedó más remedio que centrarse en Claire con intención de obtener el máximo provecho de ella por lo que no tardó en obligarla a mostrarse bien ofrecida en bolas y con el culo en pompa para castigarla y pellizcarla los glúteos hasta llegar a provocarla hematomas con el propósito de que se encontrara con serios problemas a la hora de sentarse y excepto durante sus ciclos menstruales, tuviera que dejar de usar braga ya que, con el roce, la irritación de sus nalgas aumentaba y se acostumbrara a mantener la “chirla” y el culo aireados y despejados para, además de vender casi todas sus prendas íntimas, poder sobarla y masturbarla con facilidad siempre que le apeteciera.

Después de recrearse con su masa glútea y sin permitirla cambiar de posición, la realizaba una exhaustiva penetración. Para conseguir “domar” a Claire y llegar a verla totalmente entregada, durante algo más de un año la metió su picha exclusivamente por el culo diciéndola que, de aquella manera, le daba satisfacción y evitaba fecundarla con su leche. En cuanto se la “clavaba” la enculaba con movimientos rápidos para desgastarla y a pesar de que tardaba en eyacular, echarla toda la “salsa” que le era posible antes de que Claire liberara su esfínter y le impregnara la pilila con su evacuación. Cuándo se la sacaba no la quedaba más remedio que permitir que la observara mientras defecaba ya que sentía incapaz de moverse y siempre bajo los efectos de un buen “apretón”. Al acabar, Jacques la obligaba a chuparle la pirula para que se la limpiara pero la hacía seguir con su felación y muchas veces bajo los efectos de un proceso diarreico, hasta que conseguía explotar en su boca lo que la repateaba ya que, al obligarla a tragarse su lefa, se incrementaba considerablemente el número de arcadas y náuseas que sentía hasta llegar a provocarla el vómito por lo que necesitó bastante tiempo para aclimatarse.

Jacques decidió desvirgarla vaginalmente el día de su cumpleaños. Desde entonces fue, poco a poco, sacándole el “gustillo” a mantener su “pistola” introducida en el jugoso chocho de la joven y aunque al principio no dudaba en culminar en su interior, durante los meses siguientes se la extraía cuándo se encontraba a punto de eyacular para meneársela con su mano delante de ella e irla depositando su leche en la parte exterior del chumino, en las piernas, en el “felpudo” pélvico por aquello de “tocar” pelo, en las tetas, en la cara e incluso en el cabello, al igual que hacía con las portentosas meadas que la echaba tras las descargas pares hasta que un día y por apurar, no le dio tiempo a extraerla el “pito” y después de haberla echado los primeros chorros, decidió depositar toda la leche dentro del abierto coño de la joven. A partir de aquel día y a pesar de la manifiesta oposición de Claire, la enjeretaba el “plátano” a diario por la raja vaginal con intención de explotar libremente en su interior.

A base de joderla vaginalmente y de depositar sus abundantes y largas lechadas dentro de su potorro, la fecundó. Cuándo se enteraron sus padres intentaron convencerla de que era muy joven para convertirse en madre y que lo más apropiado era que abortara pero ella se empeñó en seguir adelante con su embarazo y en que lo más apropiado era que Jacques y ella vivieran juntos pero sin llegar a contraer matrimonio con el propósito de disponer de la suficiente libertad para, llegado el caso, poder fornicar con otras personas del sexo opuesto lo que indignó a sus progenitores que discutieron acaloradamente con ella y decidieron echarla de su casa y olvidarse de ella ya que, al ser mayor de edad, no tenían autoridad sobre su hija. Mi madre, acogida en el domicilio de Jacques, tuvo que abandonar sus estudios en cuanto comenzó a lucir “bombo”, con lo que dejó de verse con Marie y el resto de sus amigas y compañeras aunque el varón la permitió mantenerse en contacto telefónico con ellas hasta meses después de parirme a cambio de obtener provecho de su embarazo sacándola un día si y otro también un montón de fotografías desnuda que no tardaba en vender. Durante sus nueve meses de gestación fue cuándo Claire comprobó en su propia carne que a su pareja sentimental le molaba el sexo duro, sádico y sucio por lo que, además de sus continuas infidelidades, tuvo que soportar que se la follara a su antojo cuándo le venía en gana sin importarle poder llegar a dañar al feto y que la realizara todo tipo de cochinadas.

C o n t i n u a r á