Cerdas y cachondas (Parte número 07).

Parte número siete de esta nueva y larga historia, a la que he dado un título muy sugerente, que espero sea del agrado de mis lectores y que, para bien ó para mal, me hagan llegar sus comentarios.

Jacqueline me escuchó con atención y al terminar me preguntó por el número de veces que, en aquel momento, le “daba a la zambomba”. La contesté que me solía sacar de tres a cuatro lechadas diarias antes de indicarla que la tocaba el turno. Me comentó que la historia de su vida era bastante más larga ya que, para que la entendiera, necesitaba hablarme de su madre. Me acomodé mejor en el banco y tras decirla que era todo oídos, me explicó, poco más o menos, lo siguiente:

Claire, mi madre, conoció a Jacques cuándo tenía quince años. El hombre, que evidenciaba ser amable, apuesto, educado, elegante, servicial y simpático, solía ir a recoger a Marie, su mejor amiga, a la salida del instituto para irse juntos en su coche. Desde que le vio por primera vez la cautivó y el que acudiera con frecuencia a buscar a su amiga la llevó a interesarse por él aunque Marie se limitó a decirla que era un amigo de Catherine, su madre, que se encargaba de hacerlas ciertos “trabajillos” en su casa.

No interpretó adecuadamente sus palabras hasta un día que tuvo que preparar un examen. Las dos amigas, para disponer de más tiempo, tenían la costumbre de reunirse la tarde anterior en el domicilio de una de ellas con intención de estudiar y pasar juntas la noche. En aquella ocasión habían quedado en la residencia de Marie y tras haber estado toda la tarde estudiando, alrededor de las nueve se dispusieron a cenar en compañía de Catherine que, agobiada por el calor y por las prisas, permanecía en ropa interior. Cuándo se sentaron en la mesa de la cocina oyeron que la puerta de entrada a su domicilio se abría y se cerraba. Madre e hija se miraron inquietas hasta que Jacques, que disponía de un juego de llaves para acceder a la vivienda, llegó a la cocina y nos saludó.

El hombre, colocándose detrás de Catherine, la obligó a girar la cabeza para poder darla un “piquito”. La madre de Marie, sorprendida, le dijo que no se habían citado con él y que esa noche las iba fatal pero Jacques, sin prestar atención a sus palabras, la explicó que, mientras cenaba, se había dado cuenta de que llevaba casi una semana sin metérsela y darlas lo suyo. Sin permitir que le replicara y sin encontrar apenas oposición por parte de Catherine, procedió a despojarla del sujetador con intención de apretarla y sobarla las tetas mientras la propinaba un buen “morreo”. A Claire la sorprendió que, años después de haber parido a Marie, en cuanto Jacques la estimuló los pezones a Catherine la salieran unas gotas de leche y que, al apretarla las “peras”, la hiciera echar unos buenos chorros que se depositaron en la mesa cerca del plato de su amiga que, más tarde, la explicó que su madre siempre había sentido una especial debilidad por mantener sus tetas llenas por lo que, cada dos meses, una de sus amigas se las mamaba y se las sobaba hasta ponerla los pezones bien erectos antes de inyectarla a través de ellos un sucedáneo de leche materna que la hacía sentir sus “melones” repletos y la brotaba en cuanto los “botones” se la ponían tiesos y se los estimulaban o la apretaban sus tersos pechos.

Catherine, sintiéndose incomoda por haberse dado aquella situación delante de mí, se levantó de la mesa sin haber probado la cena lo que el varón aprovechó para intentar bajarla la braga, a lo que se resistió, tras lo cual la cogió por la cintura con el propósito de apretarse a ella y restregarse en su culo mientras, a través de la prenda íntima, intentaba pasarla su mano extendida por la raja vaginal y se interesaba por saber si estaba húmeda. La progenitora de Marie no le respondió y a base de forcejear, logró separarse de Jacques al que cogió de la mano e hizo ir con ella a su habitación.

Las dos amigas acabaron de cenar y recogieron la cocina antes de reanudar sus estudios pero no se podían concentrar ya que, por un lado, Marie se sentía muy incomoda al darse cuenta de que, con la inoportuna llegada de Jacques, Claire se había percatado del tipo de relación que aquel hombre mantenía con ellas y por otro, los gemidos de placer que emitía casi constantemente Catherine, no propiciaban que el ambiente fuera el adecuado para estudiar.

“Así, así, tómame toda y dame más caña”;Dios mío, que gorda y larga la tienes”; “que gustazo me estás dando”; “métemela otra vez y vuélveme a echar tu leche” ;“que bien me lo estás haciendo” y “quiero ser tu puta” fueron algunas de las exclamaciones que oyeron salir de la boca de Catherine mientras Jacques no se cansaba de insultarla y cada vez que eyaculaba dentro de ella la decía: “toma, toda para ti, so cerda”.

Alrededor de las diez y media los gemidos de Catherine se convirtieron en lamentos e incluso, escucharon algunos alaridos de dolor. Marie, sin levantar la cabeza de su libro, la explicó a Claire que, seguramente, Jacques estaba martirizando la masa glútea a su madre con una fusta al mismo tiempo que la forzaba analmente con sus dedos obligándola a apretar para que tuviera que defecar ante él mientras permanecía acostada boca abajo sobre las piernas del varón.

Media hora más tarde volvieron a escuchar los gemidos de placer de Catherine mezclados con los continuos improperios que Jacques la dedicó hasta que logró descargar dentro de ella. Un poco después dejaron de oír las soeces expresiones que el varón dedicaba a la madre de Marie y se pusieron a estudiar pero, de repente, se abrió la puerta de la habitación y Jacques, luciendo su gordo, largo y tieso “plátano” impregnado en la lubricación vaginal de Catherine, entró en ella. Dejando la puerta abierta y mirándola con ojos lujuriosos, se dirigió hacía Marie a la que hizo levantarse de la silla. La joven, dócilmente y sin oponer resistencia, permitió que la fuera desnudando y en cuanto la dejó en bolas, se tumbó boca arriba en la mesa. Después de manosear y de oler su braga, Jacques la hizo abrirse de piernas y colocándose entre ellas, procedió a darla unos buenos lengüetazos vaginales antes de comerla el coño mientras con su nariz la excitaba el clítoris y después de localizárselo, la introdujo, en seco y muy profundos, dos dedos en el ojete con los que la realizó unos enérgicos hurgamientos anales. Su amiga parecía estar habituada a aquello aunque la presencia de Claire la cortó lo suficiente como para no “romper” con mucha celeridad pero, una vez que lo hizo, repitió y de una manera mucho más intensa, pocos segundos después.

Cuándo acabó de disfrutar de su segundo orgasmo, casi consecutivo al primero, el varón dejó de comerla el potorro pero continuó forzándola analmente mientras la introducía tres dedos por vía vaginal con los que procedió a estimularla el orificio de salida de la vejiga urinaria mientras la decía:

-Venga, cerda, que estoy deseando ver, una vez más, como te meas y expulsas tu lluvia dorada.

Sin necesidad de extraerla los dedos, Marie no tardó en complacerle orinándose al más puro estilo fuente. Jacques, tras verla echar los primeros chorros que dejó que se depositaran en la mesa y en el suelo, la fue extrayendo los dedos con lo que su micción se acrecentó al mismo tiempo que iba acercando su boca a la raja vaginal de la joven. A Claire se la revolvió el estómago y estuvo a punto de devolver la cena mientras le veía ingerir y con ganas, el líquido amarillo de Marie. En cuanto la joven terminó de darle su “cerveza”, la sacó bruscamente los dedos del culo, se los limpió meticulosamente en el poblado “felpudo” pélvico de la chica y manteniéndose de pie delante de ella, que continuaba acostada boca arriba en la mesa, la enjeretó de un envite hasta el fondo su todavía erecta polla por la “seta”. Como Marie se encontraba totalmente entregada Jacques pudo deleitarse insultándola y propinándola unas soberbias embestidas durante más de diez minutos al mismo tiempo que la obligaba a permanecer con sus piernas dobladas sobre ella misma y la mantenía apretadas las tetas con sus manos, tirando de ellas hacía adelante como pretendiendo que dieran leche como las de las vacas y excitándola los pezones con sus pulgares. La muchacha se volvió a mear de auténtico gusto en pleno coito lo que se convirtió en un nuevo estímulo para el varón que, sintiendo la proximidad de su descarga, se la sacó de la cueva vaginal para que Marie se apresurara a colocarse bien ofrecida a cuatro patas en el suelo con el propósito de que Jacques se la metiera sin contemplaciones por el ojete. Claire, viendo la facilidad con la que se la introdujo y la manera en que su amiga se esforzaba para mantener fuertemente apretadas sus paredes réctales al “rabo” del hombre con intención de aumentar más su placer y como colaboraba con sus movimientos a pesar de no encontrarse cómoda con tan portentosa “salchicha” introducida en su conducto rectal, pensó que no era la primera vez que la daba por el culo. Jacques, echándose sobre su espalda, se recreó magreándola las tetas mientras la propinaba, con movimientos rápidos, unos enérgicos envites anales hasta que logró culminar y de una manera espléndida, dentro del trasero de Marie que le pidió que la sacara la “tranca” en cuanto acabó de recibir su leche.

Pero el hombre se mostró bastante reacio a dejar de disfrutar del precioso culo de Marie por lo que, sin hacer caso a las continuas peticiones de la joven, siguió sobándola las tetas y enculándola durante varios minutos más lo que propició que, al extraérsela, Marie se sintiera liberada. Jacques procedió a manosearla la raja vaginal pero la joven no tardó en incorporarse y diciéndole que se sentía incapaz de retener más tiempo la salida de su evacuación, abandonó la habitación para dirigirse apresuradamente al cuarto de baño mientras el varón se reía de ella y la llamaba zorrita cagona. A continuación, se colocó delante de Claire y usando sus manos, la agarró con fuerza la cabeza y procedió a pasarla por la cara su erecta verga, impregnada en la humedad anal y en la evacuación de Marie, antes de mirarla fijamente a los ojos y decirla:

-   “ Ahora te toca el turno a ti, cerda y quiero ver como te esfuerzas para darme gusto mientras me demuestras lo sumamente golfa que eres.

De malas maneras logró que Claire se levantara para poder desnudarla. Aunque la joven opuso resistencia, consiguió dejarla en bolas y la obligó a arrodillarse para que se “bajara al pilón” pero, una y otra vez, se negó a chuparle la “banana”. Jacques, enfurecido, la propinó dos sonoras bofetadas en la cara y después de decirla que tenía que ser una más entre aquellas obedientes furcias, la hizo abrir la boca en la que la introdujo entera su chorra mientras la advertía que, como se la ocurriera mordérsela o hacerle alguna cosa que no tuviera nada que ver con una felación, se iba a acordar de él durante el resto de su vida. Claire, atemorizada, le intentó complacer y dar la máxima satisfacción ajustándose en todo momento a las indicaciones que iba recibiendo de Jacques que, al ver que carecía de experiencia en el sexo oral, la agarró con fuerza la cabeza y tirándola del cabello, la hizo efectuarle una esmerada y pausada felación mientras la decía que tenía que aprender a saborear cada una de sus mamadas y que, si quería disfrutar plenamente del sexo, debía de convertirse cuanto antes en una guarra meona. A pesar de las arcadas y náuseas que Claire sentía, Jacques no hubiera tardado en explotar y muy a gusto en su boca de no haber sido por la providencial llegada de Catherine que, colocándose detrás de él, le acarició y manoseó los cojones y los glúteos mientras le prometía que iba a comenzar a usar ligeros para excitarle aún más con lo que consiguió que dejara en paz a Claire, que se apresuró a vestirse, mientras Jacques recogía del suelo las prendas íntimas de su amiga, que se llevó en la mano, antes de regresar con la progenitora de Marie a su habitación con intención de, una vez más, penetrarla y echarla, de nuevo, toda la leche que pudiera.

C o n t i n u a r á