Cerda 28, parte VII
El animal imagina una realidad que no es tal, acabando de la peor forma que pudiera imaginar...
Rutinarios eran sus días últimamente.
Nada extraño, nada fuera de lugar, nada irrelevante ni destacable.
La cerda estaba absorta en sus quehaceres diarios, en sus obligaciones.
Había llegado el día en que no se cuestionaba su vida, su dedicación, su realidad.
Había llegado el día en que lo que hacía a diario era lo más normal del mundo para un animal como ella.
Lejos quedaban ya los recuerdos de antaño, cuando era dueña de su vida, de su persona... ahora ya ni siquiera era persona, aunque tuviera una vida todavía... la tenía, pero dedicada única y exclusivamente a Él.
Se desvivía por Él, había adoptado todas y cada una de sus enseñanzas... se comportaba como Él deseaba, hacía las tareas de casa como a Él le gustaban, había interiorizado ciertas prácticas que a Él le gustaban... había dejado que la despojara de su humanidad, que renacieran en ellas los instintos animales que seguían en lo más profundo... como cualquier animal abandonado a su suerte, que rescata sus más básicos instintos para sobrevivir... así había sucedido con ella.
Había aprendido a lamer y chupar pollas como a Él le gustaba... sabía exactamente que hacer para aumentar su placer, su gozo, como mover su lengua o apretar su boca para conseguir que Él disfrutaba.
Había conseguido disfrutar cuando era meada por cualquiera, cuando ese líquido caliente saliendo de una polla se convertía en toda una humillación en mayúsculas.
Había alcanzado placer lamiendo culos... era algo que jamás habría imaginado que podría llegar a suceder, algo tan sucio, denigrante y bochornoso como poner la lengua en el ano de una persona... incluso a eso se había acostumbrado... y lo que era peor... lo disfrutaba!!
Todo eso era lo que Él había conseguido de ella... control total, entrega total, dominio total, modificación a mi gusto y necesidad... modificable cuando yo quiero y cuando me apetece.
Era un trozo de carne con patas a su servicio... un pedazo de carne con patas que no cuestionaba ninguna de las órdenes o indicaciones, porque últimamente ya eran indicaciones más que órdenes que implicaban obligatoriedad, que llegaban de Él.
Toda palabra que salía de su boca era algo que había que hacer, era algo que ella debía materializar, sin preguntas, sin pensar, sin debates ni conversaciones previas.
Hasta ese punto había llegado su automatismo... su comportamiento robótico, mecánico.
El animal había notado que la rutina se había instalado en su día a día, en su cotidianidad y eso, según recordaba de cuando tenía una vida como ser independiente, no era bueno, no era buena señal... jamás.
Ese día se esforzó en motivarlo de alguna forma para conseguir algún tipo de respuesta por su parte.
En el salón estaban los dos... Él leyendo en su tablet cómodamente sentado en el sofá con los pies en alto sobre un taburete y el animal a sus pies, tumbado en el suelo.
“Sóplame los pies, tengo calor”, fue lo que sin venir a cuento dijo Él de pronto. La cerda se incorporó a cuatro patas y sin tocarle los pies, se dispuso a cumplir su deseo.
Sonó un ruido que ella desconocía, como el timbre de un teléfono o de un despertador, una cancioncita indicando que algo pasaba.
Él sonrió mirando fijamente su tablet y paró la música con un movimiento de su dedo sobre la pantalla y teniéndola frente a él empezó a hablar... estaba atendiendo una llamada... posiblemente de alguna de sus zorras.
Se oyó voz de mujer al otro lado... se saludaron... carcajadas, posiblemente por un chiste que ella no había comprendido... su razonamiento se había atrofiado y era ya bastante autómata y cerrada de mente como para no coger un chiste al vuelo si no se lo explicaban la mayor parte de las veces y en esa ocasión nadie iba a explicárselo, ya que la situación no iba con ella... Él levantó la voz “sí, aquí está, junto a mis pies, soplando” jajajaja más risas a su costa. Ahora sí lo había entendido, la voz femenina le había preguntado por ella y a Él le había faltado tiempo para ridiculizarla... una vez más había sido centro de sus burlas y pitorreos.
Nada le importaba, sólo quería serle útil, hacer lo que le ordenaba, que no tuviera queja alguna de ella... quería complacerle y le daba igual que se riera de ella en su puta cara y tampoco que lo hiciera con alguna de sus putas.
“¿quiéres verla?”... ¿verla? ¿cómo que verla?, ¿acaso iba a permitir meterla en la videoconferencia en la situación en que estaba?... sin tiempo a decidir si esa posibilidad la excitaba o la humillaba sobremanera vio delante de sí la cabeza de una puta castaña, pelo largo, escalado y que la miraba con cara de superioridad... “mueve tus tetas en señal de alegría por ver a mi amiga, cerda”... ella tuvo que obedecer mientras la puta castaña emitía una carcajada lo suficientemente ruidosa como para que la hubiesen oído los vecinos de estar abiertas las ventanas.
“¿puedo?” dijo la puta... “claro, toda tuya”, dijo Él.
Y fue entonces cuando la mujer empezó a dar órdenes a cuál más humillante y ultrajante.
La cerda tuvo que sacar la lengua mientras se aguantaba las ubres ofreciéndolas.
Mientras ponía sus ubres sobre las plantas de sus pies.
Dar lametones a las rodillas mientras se retorcía los pezones con fuerza.
Él iba poco a poco tocándose la polla y ella iba insultándola cada vez con más ímpetu a través de esa odiosa pantalla.
“puta cerda, enséñame las ubres”
“cerda asquerosa, saca tu lengua y deja que la baba resbale por ella sobre tus ubres”
“montón de mierda, cuéntame como te gusta lamer culos”
“zorra sin dueño, relátanos como has llegado a esta situación, a esta denigrante e inhumana situación”
Y el animal tuvo que aguantar una humillación tras otra, una degradación tras otra, una vejación tras otra... y lo que era peor, de alguien a quien no conocía, de un coño que no había lamido, de unas tetas que no había chupado.
Era extraño que Él permitiera tanta libertad a la mujer misteriosa.
Pero Él no lo paraba y ella sabía que si no había contraorden por su parte, el espectáculo debía continuar... siempre, siempre había un motivo.
“furcia, lámete los pezones”
“basura, lame el suelo para mí, para cuando vaya a usarte”
“perra, olisquéale la entrepierna a ese pedazo de hombre que está a tu lado”
El montón de mierda obedeció, siguió obedeciendo con la esperanza de no fallarle, de agradarle, de que la situación fuera lo más placentera posible para Él... ella, la puta castaña poco importaba, era un simple títere en toda esa situación, era un añadido, era atrezzo.
Cuando la cerda se encontraba oliéndole la entrepierna Él dejo a un lado la tablet, la apartó debidamente para que la mujer del otro lado no perdiera detalle de lo que sucedía, se bajó los pantalones y cogiendo al animal del pelo metió su hocico entre sus huevos.
“Huele, huele bien cerda, sé que te gusta”
Ella dio las gracias por haberle dejado entrar en contacto con su polla aunque sólo hubiese sido con la nariz, pero así y todo lo agradeció.
La voz de la pantalla lo animaba, “no la sueltes del pelo, maneja a ese puto animal, que aprenda”
Él se envalentonó... “abre la boca”... ella obedeció y Él se dedicó a bajarle su cabeza metiéndole la polla en la boca cuando le apetecía, hasta donde le parecía bien, ahora hasta el fondo, ahora sólo un trozo, ahora llenándosela, ahora rozando simplemente los laterales para que saboreara lo que tenía a su alcance.
“Chupa, cerda, mama bien... aprovéchate ahora que puedes”
El animal no desaprovechó la ocasión dando las gracias con la polla en la boca mientras la voz del monitor, ya ajena a la escena, reclamaba la polla como suya, que ella lo hacía mejor, que un animal como ella no se merecía esos manjares.
Nadie la escuchaba.
Él volvió a tomar el mando de la situación, volvió a cogerla del pelo y sentado como estaba, le folló la boca con un movimiento controlado de sube y baja de la cabeza del animal.
La cerda notaba la polla crecer en su boca... de vez en cuando se la sacaba completamente, paraba, la abofeteaba con la mano vacía y con la risa de fondo de la mujer de la llamada, volvía a utilizarla para excitarse, para ponerse cachondo.
“Vas a hacerlo?”, salió de pronto del monitor de la tablet.
Él paró... “Sí” dijo sin pensárselo dos veces... “a cuatro patas, con los agujeros hacia nuestra invitaba montón de mierda” decía mientras se levantaba.
Ella obedeció y Él se puso detrás de ella, sin mediar palabra y en un absoluto silencio la penetró, por su agujero, por el mismo agujero que siempre que la utilizada dejaba de lado, por el mismo agujero que siempre que le prestaba atención, que la humillaba se encontraba húmedo y esperando ser llenado.
La estaba montando por detrás, como se monta a las perras, hasta muy adentro, hasta el fondo, como jamás había hecho.
Ahora sabía a ciencia cierta que quien la había montado en el arenero hacía pocos días no había Él.
La estaba montando, la estaba haciendo suya, la estaba poseyendo como se hace con las hembras que te excitan, con las que deseas.
No importaba que tuvieran compañía, la imagen del monitor había dejado de tener importancia... la cerda estaba llorando de alegría, había conseguido lo que siempre había deseado, ser algo importante para Él. Al menos así lo veía ella.
El ritmo de las acometidas aumentó por momentos y a los pocos minutos Él se vació dentro de ella tumbándose sobre su grupa y apretando para que su semen la llenara lo más profundamente posible.
A los pocos minutos y tras haber salido le taponó el agujero con un enorme consolador con correa que ensartó en su cadera. Visto desde fuera era como si quisiera que su simiente no saliera del animal, como si quisiera que se quedaba ahí para siempre y que quizá...
Luego cogió la correa y la ató a su collar para guiarla hasta la azotea... allí le quitó la correa y la cambió por una de más larga atada a la argolla que a tal efecto había instalada.
En el suelo había un comedero de comida con restos resecos y un cubo con agua.
También había una vieja tumbona raída y reseca por el sol, así como una ducha de agua, de las de camping con apenas 20 litros de agua atada a las vigas del techo.
Una vez atada y habiéndose alejado de ella le dijo muy serio “la zorra que me ha llamado se vendrá a vivir conmigo... pero no le gustan los animales, así que a partir de ahora vivirás aquí arriba, tienes cama, comida y agua para lo que quieras, de vez en cuando subiré a verte, pero no esperes el trato que has tenido hasta ahora, a partir de ahora mismo no eres más que un sucio animal que me estorba para ser feliz y como soy buena persona no te abandono en medio de la calle. Lo que ha pasado hace un momento... considéralo un regalo, el último regalo que obtendrás de mí. Si te hubiese preñado, te arrebataré a tu cría y la educaré para que te humille, para que te utilice, para que se burle de ti. No la verás más que cuando suba a escupirte o a mearse sobre ti. No eres más que un puto montón de mierda. Me has aburrido. Demasiado servicial. Demasiado sumisa. Necesito alicientes ahora mismo que tú no me das.”
La cerda estaba descolocada y con los ojos encharcados en lágrimas que le impedían suplicar, emitir sonido alguno... acto seguido y sin mediar palabra Él se dio la vuelta y cerró la puerta... en esta ocasión puso el cerrojo que había en la parte interior... jamás, desde que ella lo conocía, lo había usado.
Era como si la hubiese abandonado, a su suerte.
La había amenazado con separarla de su cría si se quedaba preñada y educarla para que se riera de ella, para que la despreciada, para que la ningueara, jamás sabría que ella era su madre, o peor todavía, si llegaba a saberlo renegaría de ella, jamás llevaría sus apellidos, aunque “montón de mierda” no eran unos buenos apellidos para una criatura.
En pocas palabras y muy claras además, le había dicho que era sosa, un animal sin aliciente, sin motivación, demasiado educada y servicial, demasiado hecha a su medida.
Pasaron unos minutos... permaneció inmóvil... sola... abandonada... hasta que se abandonó a un estado catatónico y se dejó caer... tenía mucho, mucho que asimilar... su futuro más cercano pasaba por no ser nada, de nadie, ser un animal rechazado... inservible...